lunes, 27 de abril de 2015

Los retratos dobles de Mariana de Austria y Carlos II (PARTE III)

Fig. 1. Carlos II y Mariana de Austria, círculo de Sebastián de Herrera Barnuevo. (h. 1670). Museo Víctor Balaguer de Villanova i la Geltrú.

Ya se comentó en las anteriores entradas la labor de legitimización del poder de doña Mariana de Austria a través de un nuevo tipo de retrato regio ideado por Juan Bautista Martínez del Mazo. Sin embargo la Reina, consciente y angustiada por la dimensión pública que adquirían las carencias de su hijo, así como sus tremendas consecuencias, alentó también una nueva iconografía propagandística para el pequeño Carlos II cargada de explícitos elementos simbólicos, algo ciertamente extraño a los usos de la retratística de la Casa de Austria. Tuvo mucho que ver en esto la intención demostrar y proyectar una imagen de normalidad física del rey-niño, pletórico de salud y fortaleza. Con el recurso al aparato se trataba, por tanto, de disimular la debilidad de Carlos II y simular su dignidad, autoridad regia y, en fin, su majestad.

En 1667 moría Juan Bautista Martínez del Mazo, sucediéndole en el puesto de pintor de Cámara Sebastián de Herrera Barnuevo, que lo ocupará hasta su fallecimiento en 1671. En estos pocos años Herrera Barnuevo creará un nuevo prototipo iconográfico y de representación del Rey, constituyendo un verdadero punto de inflexión en la evolución del retrato de Estado. Su labor como retratista regio, por desgracia, no ha sido suficientemente estudiada, a pesar de haber revolucionado el género. Los prototipos que salieron de sus pinceles son sumamente elocuentes del cambio operado en la representación regia, con nuevas tipologías de gran interés por su novedad, explicitándose de manera sintomática y obsesiva todos los atributos simbólicos del poder y la realeza combinados en diversas fórmulas. Se acumulan por doquier, coronas, cetros, leones, águilas, columnas, espadas, orbes, coronas de laurel, bastones de mando, retratos de antepasados, cortinajes, almohadones, etc.

Pero quizá la tipología más expresiva y menos estudiada de este momento sea la de los retratos dobles de Carlos II y Mariana de Austria, que serán utilizados como eficaz instrumento para proyectar y propagar una determinada idea e imagen del poder y la realeza, dirigida desde el poder mismo. De tal modo que se convertirán en la plasmación plástica más evidente de las ideas ya presentes en los retratos de Mazo, profundizándose en ellas. Es asimismo significativo el hecho de su escasez, no ya sólo en la tradición retratística de la Casa de Austria, sino incluso durante el reinado mismo de Carlos II, pues tan sólo se conocen tres ejemplares pintados y otros dos o tres grabados. Lo cual eleva su importancia no sólo desde el punto de vista iconográfico, sino también histórico, como verdadero documento visual, producto y reflejo de una coyuntura histórica muy concreta.

Uno de los retratos más elocuentes al respecto y que ofrece muchas de las claves interpretativas a la hora de intentar comprender el sentido, uso y función de tales imágenes es el que se conserva en el Museo Víctor Balaguer de Villanova i la Geltrú (Fig. 1). En este lienzo, la reina doña Mariana está sentada en un sillón negro, vestida con sus habituales tocas de viuda; sostiene en su mano derecha lo que parece un libro de oración entreabierto y apoya el brazo izquierdo sobre el brazo del sillón. Junto a la Regente aparece su hijo Carlos II, todavía un niño de unos ocho o nueve años de edad. El Rey, a diferencia de su madre, está de pie aunque detrás de él se observa un sillón tapizado de terciopelo rojo. Viste el habitual traje negro español y luce el Toisón de Oro al cuello. Con la mano izquierda sostiene el sombrero, igualmente negro, mientras que alarga la derecha hacia una mesa ricamente engalanada de terciopelo rojo sobre la que hay un cojín en el que reposan cetro y corona. Al pie de la mesa, un orbe rodeado por una corona de laurel. Ambos personajes están situados sobre una alfombra roja, y sirve como encuadre de la composición un cortinón rojo con borlas que se recoge en la parte derecha. Como fondo del retrato se observa un espacio arquitectónico con pilastras y una hornacina en la que se sitúa una estatua de difícil identificación.

El retrato ingresó en el museo en 1900 por donación de su anterior propietario. En ese momento se atribuyó a Claudio Coello aunque con la intervención de algún discípulo que acabó el trabajo. Gaya Nuño (Historia y Guía de los Museos de España, Madrid, 1968), muchos años después, recoge dicha atribución, que rechaza Sullivan clasificando la obra como de un discípulo de Carreño. Sin embargo, Álvaro Pascual Chenel se inclina a relacionarlo con el círculo de Sebastián de Herrera Barnuevo, tanto por cronología (hacía 1670) y estilo, como por iconografía.

Al situar ahora en un mismo plano y escenario tanto a Carlos II como a la Regente, se concretan de manera explícita todas las ideas que subyacían en los retratos de Mazo, añadiéndose además importantes alusiones al peculiar modo de soberanía y gobierno de la Monarquía que había instaurado el sistema de Regencia. Ya se ha hablado de la necesidad de doña Mariana de mostrar y legitimar sus nuevas funciones, pero lo que el testamento de Felipe IV también consagraba a su muerte era a un niño como monarca efectivo, “rey verdadero y señor natural propietario”y, por ello, dotado de potestad soberana. Se producía pues una compleja situación de soberanía compartida por dos miembros de la familia real en la que, mientras una actuaba como gobernante efectiva, el otro era de hecho el soberano efectivo. Como tales debían actuar y ser representados. Así pues, estos retratos dobles habría que situarlos en el marco de un significativo contexto de legitimación y normalización de dicha circunstancia.

Varios elementos escenifican en el lienzo esta particular situación: la actitud sedente de la Regente como indicación de sus funciones de gobierno, mientras Carlos II permanece en pie con el sillón tras él, evidente representación del trono que le pertenece y que alude, precisamente, a su propia majestad, soberana potestad y, en resumen, a su estatus regio. Esta idea la confirma también el hecho de que Carlos II aparezca representado alargando su mano derecha hacia el cetro y la corona, atributos que le son propios por derecho dinástico hereditario y que refuerzan y marcan perfecta y explícitamente su condición de Rey, mientras que la que rige momentáneamente y en su nombre los designios de la Monarquía es su madre. Es éste además el primer ejemplo en el que encontramos la imagen de doña Mariana como virtuosa viuda con el libro de horas en la mano, reflejo de su piedad y fe ejemplares, una imagen que contaba con una larga tradición en el retrato de corte hispano desde los inicios de la dinastía.

Carlos II aparece, por tanto, dispuesto a asumir el papel que la divina providencia le tiene reservado como heredero de la Monarquía en un futuro no muy lejano y la función de doña Mariana es de intermediaria y depositaria de la soberanía, en espera de la mayoría de edad del Rey. Es decir, parece que la Reina pretende dejar claro que su poder no es algo elegido y buscado, sino que ha asumido esa pesada carga con abnegación y entrega, en beneficio del Rey su hijo y de la dinastía.


CONTINUARÁ...

Fuentes: 

*Pascual Chenel, Álvaro: "Retórica del poder y persuasión política. Los retratos dobles de Carlos II y Mariana de Austria". Goya: Revista de arte, nº 331 (2010).



*Pascual Chenel, Álvaro: "El retrato de Estado durante el reinado de Carlos II. Imagen y propaganda". Fundación Universitaria Española (2010).


8 comentarios:

  1. El arte es un buen instrumento de propaganda política, como lo es hoy la fotografía. Un Carlos II lozano y sano, sin ojeras y de buen porte es equiparable, salvando las lógicas distancias, a esos montajes con photoshop donde nuestros amados líderes lucen fuertes, jóvenes y sanos, con menos arrugas de las habituales.
    Y es que no hay nada que venda mejor un producto que una buena imagen.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  2. Muy bien podrían seguir la iconografía de la Virgen con el Niño, uno al lado del otro, con primacía del niño, del hijo, sobre la madre pero teniendo ésta un papel preponderante incuestionable. Sin faltar los sómbolos habituales del poder y la austeridad propia de los Habsburgo.
    Un beso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sin duda que esa imagen universal de la Virgen con el Niño subyaces también en este tipo de retratos. Gran apunte Carmen ;)

      Un beso.

      Eliminar
  3. Todo bien calculado para dejar claro quién es quien manda y cómo.
    Estupenda serie.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Un mensaje claro de quién era quién en el gobierno de la Monarquía.

      Un saludo.

      Eliminar
  4. Es una sugestiva reflexión sobre la Monarquía. En un cuadro se recogen ideas más nítidas que en muchos tratados de la época.

    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Probablemente sea u todo, un conjunto de tratadística política, religión y dinastía.

      Un saludo.

      Eliminar