martes, 5 de mayo de 2015

Los retratos dobles de Mariana de Austria y Carlos II (PARTE IV)

Fig. 1. Carlos II y Mariana de Austria, obra de Sebastián Herrera Barnuevo (h. 1670). Colección particular.


El retrato doble de Carlos II y doña Matiana de Austria más conocido, se encuentra en una colección privada de Barcelona (Fig. 1) y es atribuido desde hace tiempo a Herrera Barnuevo. Una vez más, se observa a Carlos II entre los siete y los nueve años, en pie, ahora rica y vistosamente trajeado con casaca y calzón de color rojo y medias blancas, jalonados de lazadas, la banda de general cruzándole el pecho, espadín al cinto y el Toisón de Oro pendiendo de una especie de broche colgante de oro y piedras. El llamativo atuendo, identificado con el traje de la Chamberga, resulta idéntico al que luce en otros retratos individuales de la misma época, surgidos también de los pinceles del pintor madrileño o su entorno.

Lo más significativo en este retrato doble, aparte de los característicos león y águila de la Casa de Austria, es que la Regente sostiene con su mano izquierda un pequeño medallón en el que están engastados dos retratos en miniatura, que señala con la diestra. Se ha indicado la posibilidad de que pueda tratarse de la hija de doña Mariana y hermana de Carlos II, la infanta-emperatriz Margarita Teresa, y de su marido, el emperador Leopoldo I, hermano de doña Mariana. Álvaro Pascual Chenel apuesta en cambio porque dichas miniaturas representen a los padres de doña Mariana: el emperador Fernando III y la infanta-emperatriz María Ana, hija de Felipe III y hermana de Felipe IV. Así pues, se estaría transmitiendo la idea de que la fuerza legitimadora del poder ejercido por doña Mariana no sólo procede de ser la viuda de Felipe IV, cuyo retrato en busto de tipo velazqueño cuelga, “casualmente”, al fondo sobre la cabeza del hijo de ambos; sino que en ella confluyen las dos ramas de la Casa de Austria.  Mi opinión, debido al peinado del retrato femenino, similar al que la hermana de Carlos II luce en algunos retratos (véase Fig. 2), se decanta por la opción de Margarita Teresa y su marido, lo que en un momento de minoridad real con un rey-niño de salud harto delicada reforzaría el discurso dinástico y sucesorio, ya que en el mismo lienzo estarían representados todos los herederos de la Monarquía de España: Carlos II, su hermana Margarita Teresa y el cuñado y marido respectivamente de los anteriores, cuyos derechos sucesorios derivaban tanto por parte materna, al ser nieto de Felipe III e hijo de infanta española, como por parte matrimonial, al estar casado con la hermana del actual Rey. En todo este discurso dinástico, doña Mariana de Austria, jugaría el papel de garante de los derechos sucesorios de la Casa de Austria.

Familia e identidad dinástica, dos ideales sagrados, inquebrantables e inherentes a la Casa de Austria, inculcados generación tras generación como elemento aglutinante cuyo mantenimiento suponía la grandeza, el poder y la continuidad de la propia dinastía, al tiempo que la pertenencia a ella, legitimaba y avalaba a los sucesivos soberanos en el ejercicio del poder. Como decía el famoso lema del emperador Federico III de Habsburgo: A.E.I.O.U (Austriae est imperare orbi universo).

Fig. 2. La infanta-emperatriz Margarita Teresa, obra de Juan Bautista Martínez del Mazo (1666). Museo del Prado. Este retrato también podría calificarse como doble al observarse al pequeño Carlos II al fondo de la escena, en un juego similar al que Mazo ya utilizó en el retrato de doña Mariana de Austria que ya vimos en la primera entrada de esta serie.

Por lo demás, Carlos II aparece ofreciendo un ramillete de flores a su madre y a sus familiares, en señal quizá de respeto y afecto dinástico-familiar, con un tono “cortesano”, casi como si viniese de dar un paseo por los jardines del Alcázar (lo que podría indicar el bastón que luce el Rey, más largo de lo habitual, que más bien parece, un bastón de paseo) y se pasase a ver a su madre mientras ésta trabaja sentada ante su bufete, ejerciendo su labor como gobernante, indicada por la mesa y por los papeles que hay sobre ella, en los que puede leerse con dificultad la palabra "Señor".  Da la impresión pues que se trata de peticiones o memoriales, evidenciando así tanto la función burocrática y de gobierno diario de doña Mariana, como el oficio de Rey del pequeño Carlos II. Efectivamente, bufete y memorial son atributos inherentes a la condición regia. Aluden a algunas de las más importantes funciones y deberes reales: la administración de la justicia y la gracia real. 

Según Juan de Zabaleta en su obra "Errores celebrados" (1653): "cuando le vemos [al Rey] retratado en audiencia pública, con los memoriales sobre un bufete a su mano derecha, dando a entender que da en su casa mejor lugar que a su persona a las necesidades ajenas, le atendemos como a tesorero general de Dios, que reparte sus  bienes por su mano ¿Quién, pues, dejará de querer bien a aquel de quien es-pera bienes?". Así pues, dichos memoriales harían referencia precisamente a ese importante cometido regio: la distribución y reparto de mercedes, que se encuentra en la esencia de la realeza y forma parte intrínseca del oficio de Rey. La facultad de la gracia y el favor regio se consideran una regalía, un derecho intransferible, inalienable e imprescriptible y, por tanto, una señal inequívoca de Majestad y plena soberanía, pues sólo al monarca corresponde la potestad de su concesión.

Otro detalle destacado es que encontramos aquí también la presencia de dos de los elementos que se repiten, a causa de su carga simbólica, en las diferentes versiones de este tipo de retratos. Se trata de los animales más emblemáticos de la Casa de Austria, el león y el águila, atributos por excelencia del poder y la fortaleza. Una mezcla de elementos ilusorios y reales, que tendrán su consagración definitiva de la mano de Juan Carreño de Miranda, al incorporarlos y combinarlos magistralmente en un espacio real y perfectamente identificable: el Salón de los Espejos del Real Alcázar de Madrid, aprovechando de modo sutil la presencia, precisamente, de águilas y leones que formaban parte del mobiliario para dotar al retrato de un profundo y complejo sentido simbólico.

Por último,  hay que destacar que en estos retratos dobles Carlos II tiene siempre a su izquierda a su madre, dejando su propia derecha libre, lo cual resulta muy significativo a la hora de fijar las precedencias jerárquicas y de dignidad.

CONTINUARÁ...

Fuentes: 

*Pascual Chenel, Álvaro: "Retórica del poder y persuasión política. Los retratos dobles de Carlos II y Mariana de Austria". Goya: Revista de arte, nº 331 (2010).

*Pascual Chenel, Álvaro: "El retrato de Estado durante el reinado de Carlos II. Imagen y propaganda". Fundación Universitaria Española (2010).

6 comentarios:

  1. Una imagen de un niño saludable y alegre siempre es más conveniente que mostrar al joven Carlos con un aspecto demacrado y enfermizo. En la imagen superior le faltaba poco al heredero para ser nombrado mayor de edad y proclamado como rey. Y había que cuidar los detalles.
    Un saludo.

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    1. Mostrar la lozanía del rey-niño era clave para reforzar la imagen de Carlos II ante las cancillerías extranjeras.

      Un saludo

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  2. La costumbre de ese juego de introducir retratos dentro de otros retratos ya se puede rastrear desde el reinado de Felipe II. Ahora recuerdo un retrato de la infanta Isabel Clara Eugenia con un medallón en la mano que luce la imagen de su padre. Al margen del retrato aúlico, el juego de mostrar unas escenas en otras también lo aplicaba, y con éxito, el gran Velázquez en sus representaciones religiosas (también en Las Meninas).
    Un beso

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    1. Así, el retrato dentro del retrato solía tener una finalidad dinástica o legitimadora, y más aún en la particular situación de la regencia de doña Mariana de Austria.

      Un saludo

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  3. El del cuádruple retrato, el de los medallones, es toda una demostración del simbolismo dinástico de la casa de Austria, ya lo creo,
    Un abrazo.

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