viernes, 24 de enero de 2020

Vida del último Almirante de Castilla (PARTE VII)

1. Retrato de Carlos II. atribuido a Jan van Kessel II (h. 1696). Monasterio de las Descalzas Reales, Madrid.

1696 fue un annus horribilis para la familia real, a las graves enfermedades de Carlos II y la reina Mariana de Neoburgo que a punto estuvieron a costarles la vida, se sumó la muerte de la reina madre doña Mariana de Austria el 16 de mayo. En septiembre y tras una recaída en la que se le llegó a administrar el viático tuvo lugar por instigación del cardenal primado Portocarrero la firma por parte del Rey de su primer testamento redactado en junio y por el que se declaraba como heredero universal de toda la Monarquía al príncipe electoral José Fernando de Baviera, hijo del elector Maximiliano II Manuel y de la archiduquesa María Antonia, y bisnieto, por tanto, de Felipe IV y Mariana de Austria . Estos hechos se producirían a espaldas de la reina Mariana Neoburgo que por estas fechas también se encontraba gravemente enferma y seguramente también de don Juan Tomás.

Tras la muerte de su primera esposa, Ana Catalina de la Cerda Enríquez de Ribera, en febrero de 1696, don Juan Tomás volvería a contraer matrimonio en junio de 1697 con la sobrina de aquella, Ana Catalina de la Cerda y Aragón, hija del VIII Duque de Medinaceli y viuda de don Pedro Antonio de Aragón (†1690).

En estas fechas el Almirante parecía disfrutar de atribuciones de virtual valido, de hecho, en enero había conseguido sustituir al Gobernador del Consejo de Castilla, don Manuel Arias, por Antonio Argüelles, una hechura suya. Esta posición preeminente le ganó grandes enemigos en la Corte, siendo el más destacado de ellos el cardenal primado Portocarrero que en un memorial al Rey del 8 de diciembre le acusaba le ejercer una "privanza misteriosa y envidiada" y de rodear al monarca de sus hechuras.

Para finales de año la salud de la real pareja se recobró y el Almirante mantuvo su influencia. En mayo de 1697 llegaría a la Corte como embajador imperial por segunda vez el Conde de Harrach que tenía como objetivo reconstruir el partido imperial de la mano de don Juan Tomás, la Reina y otros destacados nobles como el Conde de Aguilar o el Marqués de Mancera. El embajador logró que Carlos II solicitase a Leopoldo I el envío del archiduque Carlos a la Península con 12.000 hombres para proteger Barcelona, pero la caída de la capital catalana dejó todo en papel mojado. 

El avance de las tropas francesas en Cataluña y, sobre todo, la citada caída de Barcelona el 10 de agosto, llevaron a la conformación de un triunvirato de gobierno compuesto por el cardenal Portocarrero, el Almirante y el Duque de Montalto. No obstante, el triunvirato se disolvió rápidamente. Como señala Luis Ribot, se trataba de un gabinete de crisis ante las malas expectativas de la guerra con Francia. En octubre el Duque de Montalto fue desterrado a veinte leguas de la Corte por su enemistad con la Reina, y diciembre el Almirante, que era prácticamente Primer Ministro, pasó a residir en Palacio en el llamado cuarto de los Príncipes con el pretexto de salvaguardar su seguridad tras ser desafiado por el Marqués de Alconchel.

Por otra parte, y con el fin de reforzar su posición en la Corte, en noviembre de 1697 el Almirante había respaldado la creación de un regimiento 800 hombres para crear una guardia personal del Rey, que según sus propias palabras debía servir a la Majestad de "antemural de su decoro". El puesto de coronel de este regimiento se entregó al príncipe Jorge de Hesse-Darmstadt, primo de la Reina que había llegado a España en 1695 al mando de un contingente imperial para defender Cataluña y a quien también se le había nombrado Grande de primera clase, se le había otorgado el Toisón, la llave de Gentilhombre durante su estancia en la Corte aquel año, y que gozaba de gran popularidad entre el pueblo; por su parte para el puesto de teniente coronel se eligió al Conde de Urs, hechura de don Juan Tomás. La formación del regimiento suscitó una intensa polémica en la Corte, de forma que diversos consejeros y aristócratas se posicionaron públicamente a favor de reformarlo.

El embajador Harrach en carta al Emperador del 28 de septiembre de 1698 afirmaba:

"Prácticamente es Primer Ministro el Almirante, puesto que dispone de todos los nombramientos, tiene a su devoción a los Presidentes de Indias y Hacienda y maneja a su gusto las rentas reales, aunque sea para su provecho o el de sus partidarios. Se le ha entregado además una parte del Regimiento de la Guarda, confiriéndole el mando sobre ella sin sujeción al Consejo de Guerra, lo cual, por cierto, origina toda clase comentarios y algunos peligrosos, porque se supone lo va a completar con mil caballos y otros tantos infantes, para disponer a su antojo de toda esa fuerza. Es creencia general que ha subido demasiado alto para no caer pronto, y a esto ayudan cuanto pueden sus enemigos, que son muchos y muy encarnizados. Pero hasta ahora nada han conseguido en el ánimo de la Reina, tan absolutamente suyo, que por causa de él se entibiaron las relaciones que mantenía con los Embajadores alemanes".

El partido del Almirante fue heterogéneo, a él pertenecieron religiosos como el jesuita Álvaro Cienfuegos, militares como el Conde de la Corzana y hombres de pluma, como su secretario Juan Antonio Romero y Anderaz, todos ellos destinados con el tiempo a desempeñar un relevante papel en el gobierno austracista durante la Guerra de Sucesión. La apuesta de don Juan Tomás Enríquez de Cabrera por convertirse en árbitro de la sucesión implicaba que tuviese especial interés en controlar el nombramiento de los "pro reges" en dos de los antemurales de la Monarquía donde de encontraba la mayor parte de los efectivos del ejército, junto con los Países Bajos: el Estado de Milán y el Principado de Cataluña. Consciente de que la pugna sucesoria se jugaba en Europa y que desbordaba el alcance de la aristocracia española, el Almirante favoreció para estos puestos a las candidaturas de príncipes del Sacro Imperio, capaces de movilizar relaciones y recursos en los territorios situados entre Francia y los territorios de la Casa de Austria vienesa: el ya citado Príncipe de Hesse-Darmstadt se convirtió en virrey de Cataluña tras la Paz de Rijswijk; y Carlos Enrique de Lorena, Príncipe de Vaudémont, y muy apreciado por el rey Guillermo III de Inglaterra al que conoció durante las campañas en Flandes, fue elegido Gobernador de Milán a comienzos de 1698, territorio en el que además el Almirante había paso 15 años y donde tenía una extensa red de clientes y hechuras.

Tras la firma de la paz con Francia, llegaría a la Corte el nuevo embajador de Luis XIV, el Marqués de Harcourt, que tenía como misión crear un partido favorable a la sucesión borbónica usando para ello ingentes cantidades de dinero y favores, en oposición al partido pro-imperial comandado por el Almirante de Castilla y la Reina, y a la posición intermedia defendida por Portocarrero y aprobada por el Rey en 1696: la sucesión bávara.

En estos momentos se produjo también el retorno del Conde de Oropesa a la Corte. Fue la Reina, principal culpable de su caída en 1691, la que en marzo de 1698 por recomendación del Almirante y del partido austriaco, ya que pensaban que don Manuel Joaquín podría con su fuerte personalidad y su larga experiencia gubernamental favorecer la causa del Emperador, la que favoreció su retorno. No obstante, lo cierto es que el nuevo gobierno del Conde de Oropesa fue el responsable de promulgar el segundo testamento de Carlos II el 14 de noviembre de 1698, en que coincidiendo sustancialmente con el primero dado en junio de 1696, se nombraba heredero al príncipe José Fernando de Baviera:

"[...] Declaro por mi legítimo sucesor en todos mis Reynos, Estados y Señoríos al príncipe Electoral Joseph Maximiliano, hijo único de la archiduquesa María Antonia mi sobrina y del elector duque de Baviera, hija también única que fue de la emperatriz Margarita mi Hermana, que casó con el emperador mi tío, primera llamada a la sucesión de todos mis Reynos, por el testamento del Rey mi señor y mi padre, por las leyes de ellos; supuesto dicho es la exclusión de la Reyna de Francia mi hermana, por lo qual el dicho Príncipe electoral Joseph Maximiliano como único heredero de este derecho varón. Más propincuo a mí y de la más inmediata línea, es mi legítimo sucesor en todos ellos, así los pertenecientes a la Corona de Castilla, como de la de Aragón y Navarra y todos los que tengo dentro y fuera de España [...]".

Tiempo después el embajador Harrach escribía a Leopoldo I que Mariana de Neoburgo "estaba pesarosa de los hecho (llamar de vuelta a Oropesa) porque no podría quitarse de encima aquel piojo". Lo cierto es que el Almirante también tuvo que ser consciente de este testamento, ya que tanto él como Oropesa, asistieron a la sesión del Consejo de Estado donde se deliberó sobre este asunto en el que el Rey se mostró siempre favorable a seguir la línea marcada por el testamento de Felipe IV, es decir la de priorizar a la descendencia de su hermana la emperatriz Margarita Teresa.

Paradójicamente, el relevo en el gobierno de Milán promovido por el propio Almirante acabaría contribuyendo con el paso del tiempo a acelerar su caída en desgracia. El Gobernador saliente, el III Marqués de Leganés, regresó a Madrid y en la Corte acabaría encabezando un partido que se mostraba partidario de la Casa de Austria en la sucesión. Leganés instó al embajador imperial Harrach para que se actuase con medios contundentes a fin de alejar de palacio al Almirante y a las criaturas de la Reina, a las que consideraba causantes de desprestigio de la causa imperial.


CONTINUARÁ...


Bibliografía:

Álvarez-Ossorio Alvariño, Antonio: "Prevenir la sucesión. El Príncipe de Vaudémont y la red del Almirante en Lombardía" en  Estudis: Revista de historia moderna, Nº 33, 2007.

Baviera, Príncipe Adalberto y Maura Gamazo, Gabriel: "Documentos inéditos referentes a las postrimerías de la Casa de Austria en España", Volumen II. Madrid, 2004.

González Mezquita, María Luz: "Oposición y disidencia en la Guerra de Sucesión. El Almirante de Castilla". Junta de Castilla y León, 2007.

No hay comentarios:

Publicar un comentario