viernes, 25 de junio de 2010

LAS GUERRAS DEL REINADO I: LA GUERRA DE RESTAURACIÓN PORTUGUESA (PARTE IV)


A comienzos de 1666, Carlos II fue aclamado en Olivenza como Carlos I de Portugal, en una particular ceremonia organizada por el gobernador de la plaza, única de cierta consideración que aún retenían los castellanos (1). Sin embargo, lo que preocupaba a Caracena era el sostenimiento de su ejército en Extremadura que para entonces llevaba 5 meses sin recibir ninguna ayuda económica de la Corte. Desde 1666 y hasta el final de la guerra, el Marqués estuvo condenado a mantenerse a la defensiva, limitándose a repeler las entradas que los portugueses, envalentonados, acometían en Castilla, Extremadura y, sobre todo, Andalucía, donde los saqueos afectaron incluso a las ricas comarcas onubenses, hasta entonces protegidas por los Braganza en atención al Duque de Medina Sidonia, sobrino de la reina madre de Portugal, doña Luisa de Guzmán (2). Caracena solicitó permiso en septiembre para desplazarse a la Corte. A fines de año se le concedió, pero sus gestiones en Madrid sólo sirvieron para repetir las huecas promesas de ayuda para el ejército de Extremadura.

En mayo de 1667 las amenzas de Luis XIV sobre los Países Bajos se materializaron en un ejército de 70.000 hombres al mando de mariscal Turenne. La reivindicación del Ducado de Brabante para su mujer María Teresa, en virtud del llamado “derecho de devolución” brabanzón, fue el pretexto que llevó a la guerra, y la razón que obligó a Madrid a desviar el flujo de asitencias desde Badajoz hacia Bruselas. En hecho iba a suponer el derrumbe de lo que quedaba del ejército en las fronteras de Portugal. En julio, Caracena informó al Consejo de Estado que el proveedor de su tren de artillería le había retirado la mitad de las piezas ante el vencimiento del último pago, que la Real Hacienda no había satisfecho (3). Una semana después lo que faltaba era cebada para la caballería, mientras la deserción de las tropas era incontenibile (4). En Madrid se sospechaba que los portugueses intentarían atacar Vigo en septiembre con la ayuda de Luis XIV, “lo cual sería muy fácil si fuese cierto” (5). También Bayona y La Coruña se creían amenazadas (6). Si esta era la situación en Galicia, en Cataluña se temía por la caída de Rosas, mientras en la costa cantábrica se consideraba inminente el bloqueo o el asalto a los puertos de Pasajes, Fuenterrabía y San Sebastián. Lo mismo sucedía con Cádiz, Gibraltar o Ayamonte, lugares que se hallaban indefensos y “con la artillería apeada”. Por lo demás, se creía que si la armada francesa no atacaba las costas de España, pondría rumbo a los Países Bajos donde podría temerse lo peor (7). La pesadilla y el miedo a ver la Península rodeada de buques enemigos obedecía a la noticia que se había tenido de acuerdo firmado entre Lisboa y París el 31 de marzo de aquel año. La tenaza terrestre franco-portuguesa venía a sumarse a la marítima representada por la unión luso-británica.

La última carta que la Regencia podía jugarse era la de aliarse con Holanda: desde el estallido de la Guerra de Devolución, Madrid solicitó la ayuda de La Haya para la firma de un tratado que incluyera su ayuda marítima a España, o en su defecto, el ataque a la flota del Brasil, a cambio de frenar el avance francés en Flandes. Pero la Guerra anglo-holandesa y el temor a irritar a Luis XIV mantenían paralizados a los bátavos. Sólo cuando Holanda tuvo noticias del acuerdo franco-portugués accedió a negociar con Madrid, a condición de que los españoles dispusieran como mínimo de una armada de 20 navíos, lo que en aquel momento era casi imposible. En respuesta a aquel desafío, el embajador españo en La Haya, don Esteban Gamarra, recordó a los holandeses que en el Consejo de Estado ya se hablaba de si era conveniente abandonar los Países Bajos en favor de Luis XIV, lo que sería de gran perjuicio para sus intereses al tener que compartir frontera con tan belicoso vecino (8).

Mientras todo esto sucedía en La Haya, en septiembre de 1667, los portugueses rompían el frente de Galicia. Desde Madrid se ordenó desesperadamente a Caracena que intentara entrar por Extremadura para frenar la ofensiva lusa en el norte, algo que el Marqués rechazó indignado:

si se diera crédito a las representaciones que hago no se me enviarían órdenes semejantes” (9).

Sin embargo, Caracena se enfurecería aún más al conocer que el gobierno había optado por priorizar el frente de Cataluña respecto al de Portugal, lo que suponía un calco de la táctica aprobada por Felipe IV en 1640. Todo resultó inútil. En enero de 1668 la armada de Luis XIV lograba bloquear el acceso a los Países Bajos a través del Canal de la Mancha con 29 unidades de guerra, impidiendo así que llegase la ayuda española. El desequilibro de aquella confrontación revelaba el final de una época: mientras Inglaterra y Francia mantenían expeditas las rutas con Lisboa, Madrid veía perderse a lo lejos un Flandes inalcanzable, adonde ya era absolutamente imposible acceder por ninguna de las vías de antaño. En estas condiciones, solo un demente se habría negado a firmar la paz con Portugal.



Fuentes principales:

* Rodríguez Rebollo, Mª Patricia: “El Consejo de Estado y la Guerra de Portugal (1660-1668)". Universidad de Valladolid, 2006.
* Valladares, Rafael: “La rebelión de Portugal: guerra, conflicto y poderes en la Monarquía Hispánica (1640-1680)”, Valladolid, 1998.
* Valladares, Rafael: “Portugal y la Monarquía Hispánica (1580-1668)”, Madrid, 2002.

Notas:

(1) BNM, ms. 2.393, fols. 3-4, “Aclamación que hizo la notable villa de Olivenza en nombre de todo el reino de Portugal, reconociendo por rey legítimo rey y señor natural a la majestad del rey don Carlos”, Olivenza, 7/II/1666.

(2) Recuérdese que doña Luisa era hija del VIII Duque de Medinaceli, siendo, por tanto, hermana del díscolo IX Duque que intentò proclamarse rey de Andalucía en 1641. En 1633 había casado con el Duque de Braganza, futuro Juan IV de Portugal. Fue madre de los reyes Alfonso VI (durante cuya minoridad ejerció la regencia hasta ser derrocada por el golpe de estado del Conde de Castel Melhor) y de Pedro II, así como del príncipe del Brasil don Teodosio (muerto en 1653) y de doña Catalina de Braganza, reina consorte de Inglaterra.

(3) AGS, Estado, leg. 2.686, Consejo de Estado, 5/VII/1667.

(4) AGS, Estado, leg. 2.686, Consejo de Estado, 14/VII/1667.

(5) AGS, GA, leg. 2.131, Consejo de Guerra, 6/VII/1667.

(6) AGS, Estado, leg. 2.686, el Condestable de Castilla a don Pedro Fernández de Campo, Pontevedra, 4/IX/1667.

(7) AGS, Estado, leg. 2.686, el duque de Medinaceli a la Reina regente, 4/IX/1667.

(8) Para saber más de todas estas negociaciones consúltese Herrero Sánchez, Manuel: “El acercamiento hispano-neerlandés (1648-1678)”. 2000.

(9) AGS, Estado, leg. 2.686, Consejo de Estado, 1/X/1667.

14 comentarios:

  1. Verdaderamente, monsieur, parece que no habia otra alternativa, tal como estaban las cosas. Fue lo mas prudente. Nada se puede hacer si falta la artilleria y hasta la cebada para los caballos, y si las vias de acceso a Flandes se hallaban bloqueadas.
    Si alguien tiene una idea mejor que firmar la paz, que levante la mano!

    Feliz viernes, monsieur. Disfrute de su tarde veraniega.

    Bisous

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  2. Madame: así es, era un callejón sin salida, o se firmaba la paz o se perdía todo.

    Saludos veraniegos.

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  3. Que comienzo tan problemático para tu reinado amigo, mira lo que se podía perder si no se firmaba la paz! ahora me doy cuenta porque siempre escucho música francesa.

    Saludos invernales de mi parte, porque hasta ya pesqué un resfriado, jajaja

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  4. Mathias: como ves mi padre me dejó metido en un buen lío.

    Buen comienzo de invierno en el hemisferio sur y cuisede no vaya a ser que se convierta en un rey de invierno o lo que es lo mismo, un rey efímero.

    Reales saludos.

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  5. Todo estaba abocado a la separación total; que poco quedó de esa proclamación de su majestad en la Olivenza Pacense.
    Está teniendo usted tino con la guerra portuguesa: la inció con la desgraciada muuerte del insigne Saramago; y la finaliza hoy, cuando si todo sale bien en Sudráfrica (así lo esperamos todos hoy), nos encontraremos probablemente con la Portugal de CR. A ver si hay suerte. Un abrazo, majestad.

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  6. Paco: de la proclamación en Olivenza quedó nada, fue un acto aislado de un reino que se sabía ya perdido...sin embargo, Carlos II siguió utilizando las armas portuguesas hasta 1685...

    ...y como dices, esperemos de reeditar la guerra luso-española de aquí a una semana.

    1abrazo.

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  7. Todos contra la Monarquía Hispánica. Era evidente que algo se tenía que perder, aunque en este caso fue mucho: Portugal.

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  8. Jordi: se perdió como dices un reino muy importante que aportaba enormes recursos a la Monarquía y que le daba un papel preeminente en Asia y América.

    Saludos.

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  9. Paz, paz y paz, sólo en ella estaba la solución. Problemas dentro de España y en las fronteras. Dos frentes no se podían mantener abiertos sin riesgo de caer como las fichas de un dominó, viendo en manos enemigas uno a otro los dominios de la monarquía.

    Con Portugal se perdieron muchas posesiones en el exterior, sobre todo enclaves estratégicos en América, Africa y Asia. Sin embargo, no se podían mantener durante mucho tiempo más. La crisis económica también era un factor en contra.

    Un saludo

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  10. Carmen: al final la paz era lo único que podía dar estabilidad a la Corona y de esta forma empezar una reestructuración desde dentro que afianzase los pilares de la misma, a pesar de que para ello se tuvo que perder el imperio colonial luso...

    Saludos.

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  11. Parece ser que no había más remedio. No firmar la paz con Portugal habría sido suicida y España habría perdido todavía más.
    Un saludo.

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  12. Cayetano: así es, no había escapatoria, se estaba en guerra en tres frentes y con amenazas para todos los puertos españoles...era mejor perder un reino que por una parte se sabía perdido desde hace tiempo, que permitir el derrumbe de los frentes catalán y flamenco...

    Saludos.

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  13. Revisa mi blog, te he dado un premio

    Saludos

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