sábado, 17 de julio de 2010

LAS GUERRAS DEL REINADO I: LA GUERRA DE RESTAURACIÓN PORTUGUESA (PARTE VIII)

Busto en bronce del Duque de Medina de las Torres, obra de Giulio Mencaglia (1643). Museo del Prado de Madrid.


EL INICIO DE LAS NEGOCIACIONES DE PAZ (IV):

En vísperas de serle notificado su relevo en Madrid, Fanshaw recibió una carta de Londres en la que se le informaba de las serias dudas que abrigaba su gobierno sobre el hecho de convencer a Castel Melhor de que aceptase una tregua con España. La carta, escrita en plena la guerra anglo-holandesa, daba a conocer que el objetivo británico respecto a Lisboa era alejar a Portugal de Francia. Para ello, era necesario convencer a Castel Melhor de que la polémica sobre la fórmula de tratamiento se reducía a una cuestión de protocolo a la que se debía restar importancia ante la urgencia de concluir la tregua con los españoles. En la primavera de 1666 el gobierno británico no era el único que empezaba a hartarse de aquella discusión. En Madrid también se criticaba la parálisis del gobierno, que parecía no estar dispuesto a reaccionar hasta tener “a los portugueses en Carabanchel” (1). Sólo el Duque de Medina de las Torres trató de superar la situación: en agosto, mientras se pasaban los días en largas e inútiles conversaciones con Sandwich, el Duque elevó a la Regente su parecer sobre la guerra de Portugal. Confesaba Medina de las Torres que tras la Paz de los Pirineos (1659) había creído posible una rápida victoria sobre los rebeldes lusos, sin embargo, ahora declaraba que no existían hombres ni dinero para soñar con aquel triunfo. En esta situación, la responsabilidad de un gobernante consistía en escoger el mal menos para su pueblo, en vez de insistir en glorias imposibles. Flandes estaba indefenso, igual que Italia y las Indias, y, lo que todavía resultaba peor, Madrid no podía contar con ningún aliado seguro, ni siquiera con el Emperador. ¿Cómo entender que algunos insistieran en “en proceder obstinadamente contra la imposibilidad”? El mismo Felipe IV no había dejado en su testamento ninguna cláusula relativa a este asunto, lo que revelaba cual había sido su última y más inconfesable voluntad antes de morir. Tratar con rebeldes, no era ciertamente decoroso para la reputación de la Monarquíam, pero la “primera reputación” consistía en la “conservación y seguridad del reino”, algo que sólo se lograría mediante la paz con Portugal. Por lo que respecta a la mediación inglesa, ésta había sido duramente criticada a raíz del fracaso de Fanshaw. Sin embargo, a la altura de 1666 ya no era momento de plantear una sustitución de mediador. Además, Inglaterra ofrecía grandes ventajas en este rol, tales como su debilidad en Europa, a causa de la guerra con Holanda, y a sus deseos de obtener ventajas comerciales de España. Había que resignarse y negociar con Lisboa “de rey a rey”, afirmaba Medina de las Torres.

A finales de agosto, Alfonso VI envió a Londres un emisario para ofrecer su mediación entre Londres y la Haya. El objetivo de aquella maniobra, inspirada por Castel Melhor, era liberar a Francia de su apoyo a Holanda para que Luis XIV pudiese volverse contra Flandes y forzar a Madrid a firmar la paz (2). La batalla casi personal de Castel Melhor para imponer a su gobierno la aproximación a Francia formaba parte de una visión de estado que pretendía superar la sujeción de Portugal a los dictados de las demás potencias (en especial Inglaterra). Desde la sublevación de diciembre de 1640, los portugueses habían llevado a cabo una diplomacia sin rumbo, sometida a la superioridad de unos vecinos que habían conseguido no pocas ventajas de aquella situación. La intención de Castel Melhor era acabar con esto y situar a Portugal en una situación más firme desde la que pudiera defender mejor sus intereses. A su juicio el medio más adecuado era la alianza con París. El matrimonio de Alfonso VI con María Francisca de Saboya, hija del Duque de Nemours, concertado en febrero de 1666, fue un paso más en esa dirección. Contra quienes temían dar motivos de queja a Londres, Castel Melhor no se cansaba de denunciar el expolio que los ingleses habían cometido el Portugal desde 1640. De esta forma, se puede decir que la firma del acuerdo franco portugués del 31 de marzo de 1667 supuso el gran triunfo de la política de Castel Melhor, quien, de este modo, vio coronado por el éxito su anhelado objetivo de provocar el ataque del Cristianísimo sobre la Monarquía española. La paz con Madrid estaba mucho más cerca.

Por suerte para Lisboa, doña Mariana de Austria se veía cada vez más presionada por Medina de la Torres y el Barón de Lisola. En un informe dirigido a la Reina en septiembre de 1666, el enviado de Leopoldo I volvió a exponer las ideas que un mes antes Medina de las Torres había expuesto a la Regente. Se trataba, una vez más, de convencer a Mariana de que a veces, en la política, era necesario elegir entre lo malo y lo peor: “Siendo Portugal una de las partes de esta Monarquía, si para salvar su principalidad conviene abandonarla, se debe hacer, que es mejor que quede manca que no perdida, y no quedará tan manca, pues fue gran rey de España Carlos Quinto sin Portugal y Felipe II antes de que lo uniese” (3).

A finales de 1666, el Consejo de Estado discutió la nueva propuesta de Sandwich, a la que se consideraba todavía mejorable. Se rechazó el preámbulo en el que figuraban los títulos de “corona de Castilla” y “corona de Portugal”, por situar a ambas en rango de igualdad. Efectuada la oportuna corrección, los tratamientos a usar serían los de “señora reina de las Españas” y “corona o reino de Portugal”, argucia que permitía subsumir el título arrogado por los Braganza en el de la regente católica. En segundo lugar, Madrid exigía a Inglaterra que abandonase al gobierno luso si éste volvía a rechazar la tregua. En tercer lugar, el Consejo de Estado consideró que “por decoro y decencia” doña Mariana de Austria debía mantener explícitamente “sus reales derechos a la corona de Portugal”. Finalmente, la duración de la tregua se estableció en 30 años, y no en 60 como pedían los portugueses.

En enero de 1667, Southwell, desde Lisboa, se lamentaba del obstáculo que suponían las aspiraciones de Castel Melhor para la firma de cualquier acuerdo con España, ya que el ministro portugués se negaba a aceptar la tregua propuesta por Madrid. En mayo, Londres consiguió al menos cerrar el tratado con España, en parte como consecuencia del pánico desatado en Madrid por la liga franco-portuguesa. En el acuerdo se incluyó un artículo secreto por el cual Madrid y Londres se comprometían a no asistir a los “rebeldes” de cada reino. En documento aparte, Su Majestad Británica se ofrecía a llevar a Lisboa la propuesta española de ajustar con la “corona lusitánica” una tregua de 45 años. Si Portugal no aceptaba la propuesta española en el plazo de 6 meses, el tratado se consideraría igualmente vigente en cuanto fuese ratificado por Carlos Estuardo y doña Mariana de Austria (4).

Fuentes principales:

* Valladares, Rafael: “La rebelión de Portugal: guerra, conflicto y poderes en la Monarquía Hispánica (1640-1680)”. Valladolid, 1998.

* Valladares, Rafael: “Portugal y la Monarquía Hispánica (1580-1668)”, Madrid, 2002.


Notas:

(1) BNL, ms. 208, documento 5, carta de Pedro de Labransa a don Luis Carrillo Fuerte, Madrid, 6/IV/1666.

(2) BNL, Pombalina, ms. 548, fols. 95-97, “Papel del señor conde [de Castel Melhor] en que hace juicio de las cosas de Europa”, Alcántara, 22/VIII/1666.

(3) BL, Add. Ms. 14.001, fols. 147-147v, “Antídoto contra el veneno”, 20/IX/1666.

(4) Abreu Bertodano, “Colección de tratados de paz”, 10, pp. 145-191.

10 comentarios:

  1. Una tregua de 30 años? pero para cuando termine, la gente se habrá olvidado, me imagino.

    Pero es cierto, grandes reyes fueron Carlos y Felipe sin Portugal, y no era necesario mantenerlo bajo la corona Hispánica.

    Saludos Reales

    M.I H.R.

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  2. Unas negociaciones muy complicadas las que tuvieron los portugueses y los castellanos. Cualquiera diría que no tenían ganas de concluir la guerra.

    Un saludo

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  3. Hola, saludos desde Portugal, y perdonad mi torpe castellano. Curiosamente, cuando se le preguntas a un portugués cuál es el momento llave de nuestra independencia, la respuesta será casi siempre "a batalha de Aljubarrota" (1385), raramente el reconocimiento papal de 1143, y casi nunca el "1.º de Dezembro de 1640", que fue verdaderamente la fecha más importante, porque tras 60 años de incorporación en la monarquía hispánica, resultaba muy difícil, casi un milagro, reganar la independencia. Lo de 1385 en Aljubarrota ha sido importante, pero no es comparable. Y sin embargo es la fecha que sale cuando uno quiere decir que hemos conseguido garantizar nuestra independencia. Todos conocen la fecha, hay excursiones al pueblo ese de Aljubarrota, hay leyendas y figuras mitológicas (ele condestabre Nuno Álvares Pereira, que era el jefe del ejército portugués ha sido canonizado el año pasado, pera era considerado santo hace mucho tiempo: hay un viejo barrio de Lisboa llamado "Santo Condestabre"). Pero de 1640-1668 poco se sabe. La gente sabe que hubo una revolución, que hemos expulsado los españoles, pera nada más. Hay un monumento a los "Restauradores" en Lisboa, pero la gente no sabe lo que significa. La primera gran celebración no ha sido em 1740 ni en 1840, sino sólo em 1940. Yo no consigo comprender por qué será más importante para la gente 1385 que 1640.

    Incluso cuando la selección portuguesa de fútbol ha ganado a la de España en 2004 se decía de broma "una nueva Aljubarrota", no "un nuevo 1.º de Diciembre". Había unas imágenes adaptadas de ilustraciones medievales de la batalla de Aljubarrota en las que ponían las caras de los jugadores, pera nadie hizo caricaturas con imágenes de 1640-1668.

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  4. Largas y complicadas conversaciones y negociaciones para llegar al acuerdo final entre Portugal y España, una paz por otra parte muy necesaria para asegurar la estabilidad de la monarquía y del país.
    Un saludo.

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  5. Mathías: puede que mucha gente se hubiese olvidado, pero no los verdaderos interesados, es decir, el rey y sus consejeros.

    Saludos.

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  6. Jordi: cada uno buscaba salir lo mejor parado, sobre todo, en el tema del honor tan importante en la época barroca.

    Saludos.

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  7. Andre: sin duda que como dices, parece ser que la batalla de Aljubarrota está mucho más presente en el imaginario popular y nacionalista portugués, aunque el hecho fundamental de la independencia portuguesa se debe a la sublevación de los fidalgos portugueses el 1 de diciembre de 1640 contra su rey y señor natural Felipe IV (III de Portugal)...de no haber sido por este alzamiento y por la dejadez castellana envuelta en otros conflictos como son la revuelta de Cataluña y la Guerra de los 30 años, ambas coronas seguirían aún unidas como bien dices.

    Muchas gracias por tu interesante reflexión.

    Saludos.

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  8. Cayetano: espero que lo estés pasando muy bien por tierras lusas. Como dices la paz era fundamental para ambos bandos a pesar de que ninguno se quisiese bajar del carro de sus pretensiones.

    Saludos.

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  9. Hola Majestad:

    He estado poniéndome al día luego de las vacaciones con la corte. Esta vez veo que han resultado complicadas las negociaciones.

    Me ha llamado la atención el comentario de André sobre el poco conocimiento de los mismos portugueses de estas negociociaciones que terminaron con la independencia de Portugal.

    Saludos

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  10. Manuel: a mi también me ha llamado la atención el comentario del amigo Andre, pues supongo que igual que tú, tenía una "visión española" del tema donde nuestra historiografía trata con un cierto desprecio estos importantes hechos históricos derivados del tradicional sentido de superioridad español sobre el vecino portugués...

    Saludos.

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