viernes, 29 de abril de 2011

LA FAMILIA DEL REY, LOS TÍOS DE CARLOS II: EL CARDENAL-INFANTE DON FERNANDO DE AUSTRIA (PARTE XIX)

El Cardenal-Infante don Fernando.

Tras la périda de Corbie, el Cardenal-Infante mandó a don Miguel de Salamanca, su confidente y después secretario de Estado y Guerra, a Madrid para concertar la estrategia para 1637 (1). Los duros reproches tras la caída de Schenckenschans habían impresionado a don Fernando y ahora que también se había tenido que abandonar Corbie, no podía esperar sino otra reprimenda. Al no ejecutar estrictamente las instrucciones del Rey, se exponía a las críticas, ya que si sus iniciativas no prosperaban, él era responsable. Por ello parece bastante fácil suponer que la misión de Salamanca tenía como objetivo evitar este tipo de riesgos y compartir la responsabilidad de futuros nuevos fracasos con Madrid, al pedir directivas claras.


Don Fernando presentó cuatro posibilidades a su hermano:


1. Una posición ofensiva en ambos frentes.

2. Una posición defensiva en los dos frentes.

3. Atacar a Francia y mantener una posición defensiva frente a la República.

4. Atacar a la República y mantener una posición defensiva frente a Francia.


De entrada, el Cardenal-Infante se declaró en contra tanto del doble ataque ya que incluso con tropas auxiliares, el Ejército de Flandes no tenía fuerza suficiente para ello; como de la doble defensa, ya que ésta excluía cualquier beneficio. Una ofensiva contra Francia tenía muchas ventajas. Había que golpear antes de que Luis XIII pasara al ataque y así conservar la iniciativa. Como ya se había visto en la campaña anterior, ello obligaría a París a sacar tropas de Lorena, Alsacia y el norte de Italia. Gracias a las muchas unidades de Caballería de las que disponía el Cardenal-Infante, se podría penetrar rápida y profundamente en el norte de Francia, lo cual causaría un gran tumulto entre la población gala, aumentaría el descontento contra Richelieu y le podría llevar a su ruina. El ataque contra Francia resultaría menos costoso ya que los fuertes en la frontera sur de la República estaban muy bien defendidos y los asedios costarían mucho tiempo y grandes esfuerzos. Las Provincias Unidas también se verían desfavorecidas por la ofensiva contra Francia, ya que París necesitaría de todos sus medios financieros para defenderse y no podría darles más subvenciones.


Sin embargo, a pesar de los muchos argumentos a favor del ataque a Francia, el gobernador general y sus consejeros se inclinaban por la cuarta opción. La lucha contra la República era lo que daba “mucha satisfacion a las provincias obedientes” y el territorio que se conquistase podría conservarse después de una eventual paz, contrariamente a lo que pasaría con lo conquistado a Francia. Parecía claro que aún en 1637, la concentración de los esfuerzos contra el enemigo neerlandés seguía siendo “mas de la inclinacion de Su Alteza”.


Inmediatamente después de haber expuesto las cuatro opciones, don Miguel de Salamanca se preguntaba si “en caso de hazerse la guerra ofensiva contra Francia” era indicado o no que don Fernando dirigiera en persona el ataque y cruzara la frontera con Francia. El enviado del Cardenal-Infante también citaba “mui urgentes razones”, entre las cuales figuraba que don Fernando sentiría “grande desconsuelo en o asistir a tan grandes ocasiones de mostrarse en el servicio de Su Majestad” ya que “pareze se cortara asi el curso de sus vitorias i de la fidelidad con que entro en Alemania y Flandes”. Además, Salamanca mencionaba las diversiones que las tropas alemanas podrían montar desde el Franco Condado y desde el Electorado de Tréveris contra Francia bajo la bandera del Rey Católico o del Duque de Lorena (ya no se contaba con la colaboración abierta del nuevo emperador Fernando III (2)), con posibles incursiones desde España. De esta forma, a través de las palabras de don Miguel de Salamanca, don Fernando, a pesar de declararse partidario de la ofensiva contra las Provincias Unidas, prefería la lucha contra Francia por encima de todo, esperando así un momento de gloria militar (3).


Felipe IV compartía esta opinión y ya a finales de diciembre le había escrito a su hermano que debía prepararse a hacer “una entrada grande” en Francia al año siguiente. Para ello se le prestaría el apoyo suficiente desde el mar, así como desde la Lombardía y el norte de España. Por su parte, Oñate y Castañeda deberían volver a insistir al Emperador para que éste también pusiera de su parte, y es que el gobierno de Madrid estaba molesto por la pasividad de Viena durante la anterior campaña y esperaba a que esta vez su apoyo no se limitara a vanas promesas y a que “no se hable al ayre y se obre de acuerdo y con seguridad de que se cumplira effectivamente lo que se asentare” (4). La conclusión unánime del Consejo de Estado, después de los expuesto por don Miguel de Salamanca, fue que, contrariamente a la preferencia de don Fernando (fuera o no fingida) por la ofensiva contra las Provincias Unidas, 1637 sería el gran año de la ofensiva contra Francia (5). Además, el Cardenal-Infante en persona debería dirigir las operaciones (6).


La reina madre de Francia María de Medici por Rubens (1622). Museo del Prado de Madrid.

Por otra parte, a finales de 1636 parecía que el díscolo hermano de Luis XIII, Gastón de Orleans, iba a pasarse una vez más al bando español. Después de la reconciliación con su hermano en octubre de 1634 parecía que una posible acción contra París utilizando a los malcontentos contra Richelieu se había esfumado, ya que Madrid estimaba que María de Medici no tenía la suficiente fuerza para montar una operación de tal envergadura. De esta forma, a don Fernando se le impuso la presencia de una huésped inútil pero muy cara (la Reina madre recibía del Rey Católico una pensión mensual de 10.000 escudos y ésta aún pedía más). Además, la colonia de descontentos franceses era un grupo demasiado revoltoso. María de Medici estaba reñida con la esposa de Gastón, Margarita de Lorena, y con la hermana de ésta, Enriqueta, Princesa de Phalsbourg. Por tanto, para el Cardenal-Infante no era nada fácil quedar bien con ambas partes. No podía ofender a las dos hermanas del Duque de Lorena, importante general a favor de España, ya que éste podría pasarse al bando de Richelieu, pero tampoco podía malquistarse con María de Medici. Así, cuando la rivalidad pública entre la Reina madre y la Princesa de Phalsbourg estalló, Olivares no se cortó la lengua en el Consejo de Estado al afirmar: “en Flandes hoi goviernan mugeres, o por lo menos tienen mas mano y entremetimiento de lo que conviene” y proponía “purgar algo aquella corte deste genero de gente, que no hay duda es muy dañosa al servicio de Vuestra Magestad” (7).


Sin embargo, parece que esta vez los malcontentos franceses iban a ser de utilidad. Los avances del Ejército de Flandes hacia más allá del Somme en 1636 habían causado gravés tensiones en el campo francés. Luis XIII y Richelieu habían decidido restructurar el ejército y degradar a los comandantes en jefe Soissons y Gastón de Orleans. Ambos juraron que nunca se lo perdonarían y decidieron acabar con el Cardenal. A mediados de octubre quedó frustrado un atentado contra el primer ministro. Temerosos de las consecuencias del descubrimiento eventual del malogrado plan, los dos huyeron. Gastón se dirigió al sur, a Guyenne, donde esperaba encontrar al Duque de Épernon, un poderoso noble y adversario declarado de Richelieu. Por su parte, Soissons huyó a Sedan y se puso inmediatamente en contacto con el Cardenal-Infante, María de Medici y su cuñado el Príncipe Tomás.


En Bruselas se veía con buenos ojos una alianza con Soissons ya que éste gozaba de una gran popularidad en el ejército francés. Una operación desde Sedan podía causar graves dificultades a Richelieu y hacerle desistir de un ataque a los Países Bajos (8). La noticia de la huída de Soissons también causó gran alegría en Madrid y, aunque a principios de 1637 el veleidoso Gastón ya se había vuelto a reconciliar con su hermano, esto no quitaba para que continuasen las negociaciones. Don Fernando recibió un poder para concluir una liga con Soissons y otros exiliados franceses, aunque Olivares no creía realizable la formación de un “partido de consideración”. Aún así, se incitó a don Fernando a mostrar aprecio por el valor demostrado por el Conde al dar este paso. Soissons era “de más cuerpo y sustancia de lo que suelen ser los otros franceses” (9). Las conversaciones finalizaron en un proyecto de acuerdo rubricado por el Cardenal-Infante y por María de Medici como representante de Soissons. Felipe IV se comprometía a no concluir la paz con Luis XIII sin que María de Medici y Soissons estuvieran implicados (algo parecido a lo que el futuro pasó con el Príncipe de Condé y la Paz de los Pirineros). Al Conde se le prometieron 200.000 escudos para mantener un pequeño ejército hasta el final de la campaña de 1637 y para estacionar una guarnición en Sedan a fin de proteger la ciudad. El Duque de Bouillon que tenía la amabilidad de poner Sedan en mano de los conspiradores, tendría una indemnización por la represalias que se podían esperar de París. María de Medici, por su parte, prometió solemnemente que, desde el momento en que Richelieu cayese en desgracia, haría todo lo posible por reconciliar a su hijo Luis XIII con Felipe IV y Fernando III.


Sin embargo, para desgracia de don Fernando, Soissons dejó de nuevo a la vista la legendaria veleidad de los malcontentos franceses, negándose a firmar el texto. Richelieu se había dado cuenta de que el paso al enemigo de Soissons podía significar un verdadero peligro para Francia (mucho mayor que el de Gastón de Orleans que carecía de credibilidad) y también le había hecho llegar alguna tentadora propuesta. Éstas, sumadas a un despliegue de poder militar, resultaron suficientes para propiciar la vuelta al bando francés de esta notorio descontento. Soissons se reconciliaba finalmente con Luis XIII en julio de 1637 (10).


Así, para la jornada de 1637, don Fernando no pudo contar con la ayuda de los malcontentos franceses. A mediados de abril, al intentar ocupar Hulst, Federico Enrique obligó al Ejército de Flandes a defenderse. El Cardenal-Infante pudo detener el ataque, después de lo cual el ejército de la República se concentró cerca de Vlissingen y se dispuso a hacer la travesía a Philippine para avanzar hacia Dunkerque siguiendo la costa. A su vez, los ejércitos franceses se disponían a iniciar el ataque, por lo cual gran parte de las tropas españolas se quedaron bloqueadas en la frontera sur de los Países Bajos. El ejército auxiliar de Piccolomini, prometido por Fernando III, se hizo esperar (11). El 19 de julio, de improviso Federico Enrique dio orden a sus tropas de desembarcar cerca de Bergen-op-Zoom y avanzó rumbo a Breda con 20.000 soldados de Infantería y 3.000 de Caballería. Don Fernando se vio enfrentado por primera vez con la pesadilla de cualquier general: la guerra en dos frentes en dos frentes estaba en marcha y carecía de los hombres necesarios para dar una réplica rápida y convincente a ambos enemigos a la vez. Desde Amberes reclamó con urgencia parte del ejército dispuesto contra los franceses para que se dirigieran a la frontera norte. La espera de los refuerzos y la falta de resolución en el mando supremo le hicieron perder un tiempo considerable, aprovechado inmediatamente por el Príncipe de Orange para instalarse sólidamente alrededor de Breda a partir del 21 de julio. Don Fernando partió de Amberes el 31 de julio; el 4 de agosto llegó con un ejército de liberación a Rijsbergen desde donde se organizó el contraataque. Mientras tanto, los franceses utilizaron a su vez la debilidad del ejército español en Henao y Artesia para tomar Landrecies, Maubeuge, Beaumont, Berlaimont y Saint-Pol. Sólo se pudo frenar su avance cuando Piccolomini llegó con unos 11.000 soldados cerca de Mons el 2 de agosto.



NOTA: últimamente blogger me da problemas y no me permite justificar el texto, perdón si éste no queda todo lo bien que debiera...intentaré solucionarlo.


Fuentes principales:


* Elliott, J. H.: “El conde-duque de Olivares”. Crítica, 2004.


* Vermeier, René: “En estado de guerra. Felipe IV y Flandes 1629-1648”. Universidad de Córdoba, 2006.


Notas:


(1) Don Fernando a Felipe IV, 19 de noviembre de 1636 (SE 215, f. 408).


(2) Fernando II había muerto en febrero de 1637, siendo sucedido en el trono de los estados patrimoniales de la Casa de Austria por su hijo Fernando III, que era ya Rey de Hungría y Bohemia. Además, Fernando III sucedió a su padre en la dignidad imperial.


(3) Informe de don Miguel de Salmanca a Olivares, 8 de febrero de 1637 (AGS Estado, 2051, f. 225).


(4) Felipe IV a don Fernando, 16 de diciembre de 1636 (AGS Estado, 2243, s.f.).


(5) Consulta del Consejo de Estado, 25 de febrero de 1637 (AGS Estado, 2051, f.226).


(6) Felipe IV a don Fernando, 17 de marzo de 11637 (AGS Estado, 2244, s.f.).


(7) Consulta del Consejo de Estado, 23 de mayo de 1636 (AGS Estado, 2051, f. 42).


(8) Don Fernando a Felipe IV, 6 de diciembre de 1636 (SEG 215, f. 460-461).


(9) Poder a don Fernando, 4 de febrero de 1637 (AGS Estado, 2244, s.f.).


(10) Don Fernando a Felipe IV, 29 de julio de 1637 (SEG 216, f. 305-306).


(11) Según una relación de don Miguel de Salamanca, a principios de 1637 el Ejército de Flandes contaba en teoría con 65.000 hombres. En realidad, había como mucho 55.000 soldados, de los cuales se necesitaban 39.000 para ocuparse de los presidios. Los 16.000 restantes podían utilizarse para las campañas. Se proponía levantar a 12 o 13.000 soldados más. Informe de don Miguel de Salamanca a Olivares, 8 de febrero de 1637 (AGS Estado, 2051, f. 225).

12 comentarios:

  1. A veces, para preparar una estrategia, basada en varias posibilidades, define el éxito o el triunfo de una batalla.
    La mejor, atacar sin avisar.alud¡¡
    S

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  2. Al final, y contra su voluntad, parece que se produjo al segunda posibilidad, la defensa en dos frentes, por falta de medios.
    Qué gran personaje el Cardenal Infante don Fernando. La larga serie que estamos leyendo, ya por el capítulo 19, me está enseñando un personaje insuficientemente valorado. He estado en Madrid unos días y he podido –tenía pendiente esta asignatura- visitar el convento de las Descalzas Reales, seguro que lo conoces. Es una maravilla, en buena medida un auténtico museo de los Austria. Me acordé de ti y tu blog, cuando vi en una de las salas un enorme retrato del Cardenal Infante y en esa misma sala uno más pequeño, en un rincón, de Carlos II. Saludos.

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  3. Mala cosa esta de presentar batalla en dos frentes, aunque sea defensiva. La historia posterior se encargará de demostrar su inconveniencia. Y si no que se lo digan a los alemanes del II o del III Reich.
    Un saludo.

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  4. Atacar a Francia debía ser la opción única, majestad. Cuando se tienen un abanico de posibilidades se duda, y en la guerra, la duda es mortal. Seguiremos esperando buenas noticias. Un cordial saludo.

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  5. Es asombroso para ojos de hoy como podía la Monarquía española mantener tal cantidad de frentes y enemigos por tierra y mar (América, Filipinas...).
    Saludos.

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  6. Javier: así es, aunque es muy difícil pillar al enemigo por la espalda.

    Un saludo.

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  7. Desdelaterraza: sí, conozco bien las descalzas reales y como dices, es un auténtico museo de la Casa de Austria, por eso me encanta. La sala que dices es la llamada sala de reyes llena de retratos reales. También hay un retrato de la hija bastarda del Cardenal-Infante y de don Juan José.

    Un saludo.

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  8. Cayetano: demasiado difícil mantener dos frentes abiertos contra dos enemigos tan peligrosos desde luego...y aún así se pudo resistir.

    Un saludo.

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  9. Paco: así lo pienso yo también, pero lo malo es que la República no se iba a quedar parada...por desgracia me parece que las buenas nuevas van a ser escasas.

    Un saludo.

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  10. Eduardo: solo un coloso como era la Monarquía Hispánica podía conseguirlo, por eso siempre he puesto en duda eso de la decadencia militar...cualquier otro reino se hubiese desmoronado.

    Un saludo.

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  11. Es de admirar la capacidad que para enfrentar estas situaciones tenía la Monarquía Católica, arruinada, en quiebra, tras siglo y medio de no parar.

    Saludos.

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  12. Retablo: quedo igualmente sorprendido de lo que dices.

    Un saludo.

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