miércoles, 15 de junio de 2011

La Casa de Austria y la cuestión sucesoria española a comienzos del reinado de Carlos II

Felipe IV

La cuestión sucesoria de la Monarquía Hispánica comenzó a gestarse tras la muerte del príncipe don Baltasar Carlos en 1646 y no se cerraría definitivamente hasta la Paz de Utrecht de 1713. La larga supervivencia de Carlos II (39 años), que casi nadie esperaba, sólo retardó la solución de un problema que, con intervalos intermitentes, permaneció abierto en Europa durante varias décadas. En contraste con la época de Felipe III, el reinado de Felipe IV estuvo marcado por los sobresaltos sucesorios. Cuando murió la reina Isabel de Borbón en 1644, sólo quedaban vivos, como hijos legítimos de Felipe IV, el príncipe Baltasar Carlos y la infanta María Teresa. El Consejo de Estado advirtió al Rey acerca de los peligros que implicaba tener un único heredero varón, pero Felipe IV prefería buscar una candidata para su hijo. La elección recayó en la archiduquesa Mariana, hija del emperador Fernando III y de su hermana María, una decisión conservadora que estrechaba los lazos familiares. La muerte de Baltasar Carlos en 1646 convertía a la infanta María Teresa en la única heredera de la Monarquía. El Rey decidió entonces casarse con su sobrina Mariana, con la que hasta 1657 no tuvo un hijo varón. Hacía 1647 se habló de la posibilidad de casar a María Teresa con el heredero del “rebelde” Juan IV de Portugal, lo que habría permitido la reunificación peninsular en caso de ausencia de hijos varones de Felipe IV (1). Sin embargo, el Rey Planeta parecía más inclinado hacia Austria y ofreció la mano de María Teresa a Fernando III para su hijo Leopoldo, pero al fallecer el Emperador pocas semanas después, se pospuso el matrimonio hasta que se produjera la elección imperial y al fin no se realizó. Durante los dos años siguientes Felipe IV tuvo dos hijos varones en quienes confiar su sucesión, el príncipe Felipe Próspero (nacido en 1657) y el infante Fernando Tomás (nacido en 1658) y, aunque no vivirían mucho, allanaron las negociaciones con Francia que condujeron a la Paz de los Pirineos de 1659 y a concertar el matrimonio de la infanta María Teresa con Luis XIV. Aún así, Felipe IV puso obstáculos y dilaciones al matrimonio francés de su primogénita. De ahí las cláusulas de renuncia que exigió y que Mazarino condicionó al pago de una dote de 2.000.000 de escudos, aunque al final esa cantidad quedó cifrada en 500.000. En cualquier caso, se suponía en Francia que el difícil estado de la hacienda de Felipe IV le impediría pagar la dote y se mantendrían los derechos sucesorios de María Teresa al trono de España. El acuerdo entre las cortes de París y Madrid para el matrimonio de María Teresa supuso un claro revés para el emperador Leopoldo I. Felipe IV no tuvo más salida que ofrecerle la mano de su otra hija, la infanta Margarita Teresa, nacida de su segundo matrimonio con doña Mariana de Austria y, por tanto, sobrina del Emperador.


El testamento de Felipe IV preveía una posible sucesión no lineal de la Monarquía Hispánica y respondía a la opción claramente dinástica adoptada en aquellas fechas. En el se establecía que en caso de morir sin descendencia el futuro Carlos II, que había nacido en 1661, los derechos sucesorios recaerían, por este orden, en la infanta Margarita Teresa y sus sucesores, en los descendientes de su hermana, la emperatriz María, casada con el emperador Fernando III y, por último, en la descendencia de la infanta Catalina Micaela, duquesa de Saboya, hija de Felipe II. La cláusula 15 excluía explícitamente a los descendientes de la unión de María Teresa con Luis XIV. Pero ni el rey francés ni sus consejeros tomaron en serio la renuncia, y desde el principio consideraron el matrimonio con la infanta María Teresa como la medida más acertada para fortalecer los derechos a la sucesión española, de ahí que la renuncia no se registrara en el Parlamento de Paría y que incluso se paralizase la solicitud del pago de la dote de María Teresa a la corte española durante algún tiempo. La diplomacia francesa se habituó a referirse durante años a la muerte de Carlos II como el acontecimiento “que cambiaría en un instante el aspecto de los asuntos del mundo”. Pero el que éste viviera más de lo esperado obligó a retrasar los planes de Luis XIV. El monarca francés aparecía ya por entonces ante los ojos de Europa dispuesto a adoptar el papel hegemónico que había desempeñado durante un siglo y medio la Casa de Austria. Es interesante observar como en los escritos de los publicistas españoles de los primeros años del reinado de Carlos II ya es posible detectar una progresiva admiración hacia la monarquía francesa que iría tomando cuerpo en Castilla a lo largo del último tercio del siglo XVII, hasta adquirir, como ha señalado Gómez-Centurión, tintes mesiánicos en los meses que precedieron a la muerte de Carlos II.


El emperador Leopoldo I.

En el espacio de 20 años (1646, muerte de don Baltasar Carlos y 1665, muerte de Felipe IV y del archiduque del Tirol Segismundo Francisco) la Agustísima Casa vio desaparecer poco a poco a casi todos sus herederos varones, ya sea por culpa de matrimonios consanguíneos o por los celibatos justificados por la ocupación de sedes eclesiásticas en el Imperio: en 1654 moría súbitamente el rey de romanos Fernando IV (prometido no oficial de la infanta María Teresa), lo que abría el camino sucesorio a su hermano menor, el archiduque Leopoldo Ignacio (futuro Leopoldo I), hasta entonces destinado a la carrera eclesiástica; en 1659 moría el infante Fernando Tomás; en 1661 el príncipe Felipe Próspero; en 1662 el archiduque Leopoldo Guillermo, antiguo gobernador de los Países Bajos y Obispo de Passau, entre otros; ese mismo años fallecía el archiduque del Tirol Fernando Carlos; en 1663 lo hacía el archiduque Carlos José, hijo menor del emperador Fernando III, habido de su segundo matrimonio con María Leopoldina del Tirol y, por tanto, medio hermano de doña Mariana de Austria y Leopoldo I. Finalmente, como queda dicho en 1665 morían Felipe IV (17 de septiembre) y el archiduque Segismundo Francisco (25 de junio), último representante masculino de la rama tirolesa de la Casa de Austria. Por tanto, a la muerte del Rey Planeta, los únicos varones con los que contaba la Casa de Austria eran el emperador Leopoldo I, que debía desposar a la infanta Margarita Teresa y el rey-niño Carlos II, de apenas 4 años de edad y físico débil y enfermizo. Además, se podría citar a don Juan José de Austria que, aunque reconocido, no fue nunca legitimado ni le fue otorgado el título de infante, lo cual le privaba de derecho sucesorio alguno.


El rey-niño Carlos II.

En las cortes europeas preocupaba una cuestión fundamental: el agotamiento biológico de la Casa de Austria y el problema consiguiente que se abriría en Europa en torno a la sucesión de la Monarquía Hispánica. La debilidad física del pequeño monarca español ha sido tradicionalmente atribuida a la consanguinidad de su linaje (2), una práctica que tenía una particular valoración en la mentalidad y la cultura de los hombres del siglo XVI y XVII. El hecho de no mezclar su sangre con otros linajes fue para los Austrias un motivo de orgullo. La endogamia no sólo constituía una estrategia para mantener unidos y a salvo de disgregación los patrimonios familiares, sino que era también el medio más adecuado para preservar las virtudes y cualidades que adornaban a sus individuos y que entonces se consideraban ligadas a la herencia biológica. Los Austrias nunca ocultaron su satisfacción respecto a ciertos rasgos físicos que se transmitían de generación en generación, como su famosa mandíbula. Pero esta política de alianzas matrimoniales que pudo, o no, determinar el progresivo debilitamiento de la dinastía, al menos limitó y condicionó las alternativas sucesorias al trono de España durante la segunda mitad del siglo XVII, conduciendo a Francia y a Austria, o mejor dicho, a las Casas de Austria y Borbón y a sus aliados, al enfrentamiento armado tras la muerte de Carlos II.


Fuentes principales:


* Fernández Albadalejo, Pablo (ed.): “Los Borbones. Dinastía y memoria de nación en la España del siglo XVIII”. Marcial Pons y Casa Velázquez, 2002.


* León Sánz, Virginia: “Carlos VI. El emperador que no pudo ser rey de España”. Ediciones Aguilar. Madrid, 2002



Notas:


(1) Valladares, Rafael: “La rebelión de Portugal. Guerra, conflicto y poderes en la Monarquía Hispánica (1640-1668)”. Valladolid, 1998. Pp. 98-100.


(2) Recientemente varios investigadores españoles de la Universidad de Santiago de Compostela y la Fundación Pública Gallega de Medicina Genómica publicaron en la revista Plos ONE un estudio sobre la endogamia de Carlos II y sus consecuencias, haciendo público que el Rey contaba con un coeficiente de endogamia del 25 %, que equivalía a un incesto entre hermanos o entre padres e hijos.

22 comentarios:

  1. Pues la verdad, monsieur, que sentirse orgullosos de su acusado prognatismo maravíllame en extremo. Mire que tenían rasgos donde elegir.
    Lástima no haber sido conscientes durante tantas generaciones de las funestas consecuencias que acarreaba tan continuada endogamia.

    Buenas noches

    Bisous

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  2. Pues no hubiera estado mal unas bodas entre la infanta María Teresa y el heredero portugués. Aunque con tanto lío, quién sabe como hubiera acabado todo. Como para hacer un novela de historia-ficción.
    Un saludo cordial.

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  3. Vaya entresijos familiares. Me apunto a la vertiente portuguesa, eso habría hecho un único país en la península y no dos.

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  4. Que gran entrada Carolus; es un tema apasionante que siempre había estudiado, pero aquí aparece una lección de manual, claro, conciso y tremendamente didáctico. Fue un gran problema que duró, como bien dices, casi tres cuartos de siglos. El hecho de no tener varios hijos varones Felipe IV complica la cuestión, y sobre todo las muertes infantiles, tan propicias de la época. Siempre tiró el rey planeta hacia Austria y con recelos hacia Francia, pero había motivos para ello, no?. En fin, que me gustó mucho el post y la guardo. Un abrazo.

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  5. Siempre me he preguntado el motivo por el que no le "fabricaron" a Carlos II un heredero "biológico"...

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  6. Vender la res antes de que muera esta, me parece, y más con lo que Carlos II realizó durante su reinado, y aparte el miedo génico de los Austrias a que acabara su estirpe.
    Saludos Alberto¡¡

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  7. Tengo entendido que una de las razones para que optara Felipe IV por su sobrina Mariana era por la fama de prolíficos que había en la familia de ella, solo que se equivocó por añadir más leña al fuego peligroso de la consanguinidad.
    Un saludo.

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  8. La consaguinidad de Carlos II da miedo. La Casa de Austria recuerda un poco a los propios faraones quienes llegaban a casarse con sus propias hermanas o incluso a los reyes aztecas, mayas o incas. La cuestión es que ellos mismos promovieron la desaparición de su dinastía. Estaba claro que por no perder sus dominios continuamente casaban una y otra vez entre ellos, pero ¿no se daban cuenta de lo que podía traer esto consigo? De acuerdo que entonces no se tenían los mismos avances médicos de ahora, pero ¿nadie sabía nada acerca de la consanguinidad? No creo que una marca de la casa, véase la mendíbula o el belfo, pudiera merecer la destrucción de la propia dinastía.

    Besos

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  9. El imparable naufragio de la de la Augustísima Casa. La desastrosa endogamia de los Austrias que reforzaba sus lazos dinásticos, pero envenenaba su sangre.

    Un saludo, Alberto

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  10. Madame: era algo muy suyo, es como el que se siente orgulloso de un lunar...para gustos los colores :)

    Un beso.

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  11. DLT: la verdad es que ese casamiento estaba difícil y más cuando Felipe IV no reconocía a los Braganza más que como una casa ducal rebelde que no tenía abolengo suficiente para entroncar con los Austrias.

    Un saludo.

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  12. Valverde: como digo al amido DLT era muy difícil, hay que recordar que nos encontrábamos en plena guerra de restauración portuguesa (1640-1668).

    Un saludo.

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  13. Paco: gracias por tus palabras...el motivo no era otro que la tradicional enemistad entre las Casas de Austria y Francia y el temor castellano a pasar a ser una provincia de la emergente Francia....al final gobernarían los Borbones, pero con un rey propio (Felipe V) y no Luis XIV como rey de las dos coronas que es lo que pretendió en su juventud...la unión España-Francia fue uno de los principales motivos de la Guerra de Sucesión, que obligó a Felipe V a renunciar a sus derechos sucesorios franceses (aunque en verdad no lo hiciera al no registrarse en el Parlamento de París).

    Un abrazo.

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  14. José Luis: supongo que te refieres a que alguien de "stragis" dejase preñada a Mariana de Neoburgo, no?...alguna vez yo también lo habría pensado, total en aquella época no había pruebas de ADN...pero imagina el escándalo al comparar sus ADN con el de un posible rey actual de la Casa de Austria

    Un saludo.

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  15. Javier: la muerte de Carlos II y la sucesión española fueron el sino de la política y la vida de Luis XIV.

    Un abrazo.

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  16. Cayetano: eso que comentas se refiere al matrimonio de doña Mariana de Neoburgo con Carlos II...las razones del matrimonio de Felipe IV con doña Mariana fueron más que nada dinásticas y estratégicas a la par que de compromiso por la muerte de Baltasar Carlos.

    Un saludo.

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  17. Carmen: como digo en la entrada eran cuestiones patrimoniales en pos de evitar la disgregación de la heterogénea monarquía de los Austrias la que motivó esta excesiva endogamia...las razones científicas no se conocían entonces y tampoco es concluyente que la misma (al menos en grados menores al 25 % de Carlos II) tuviese porqué afectar a la salud de la Casa.

    Un beso.

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  18. Jordi: tu lo has resumido perfectamente amigo.

    Un abrazo.

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  19. Magnífica entrada amigo, se expone con absoluta claridad el problema sucesorio de la Monarquía Hispánica.
    Todo un quebradero de cabeza, si no hubiera sido por el adverso destino de los pretendientes, creo que la mejor opción hubiera sido el hijo bastardo de Felipe IV Don Juan José, por muchos motivos, entre otros su carisma y su especial capacidad como estratega y dotes de mando, lástima de su temprana muerte y que nunca fuese reconocido como posible sucesor.
    Por ora parte comprendo perfectamente la clarísima idea de Felipe IV de evitar un sucesor de la órbita francesa,de allí poco bueno podría venir, bastante humillante fue ya entregar a su propia hija como esposa al francés, sin embargo este propósito se desbarataría con la voluntad final de su hijo Carlos II.
    La idea del candidato portugués tampoco me parece descabellada, hubiera sido la reunificación de los dos imperios, aunque quizá hubiera regresado la lacra separatista de los reinos que componían el conglomerado hispánico como en 1640 (He leído algunas ideas del Iberismo que apuntaban a qué hubiera pasado si hubiera triunfado esta posibilidad).
    La idea de no mezclar su sangre con otros linajes, aunque fuera un motivo de orgullo, supuso el final de la dinastía y la desintegración de gran parte del Imperio, pero qué iban a saber ellos sobre este tema en aquella época...
    En fin, un complicado rompecabezas que finalmente terminó en un ignominioso reparto de gigante caido con la Guerra de Sucesión, donde los enemigos del antaño poderoso Imperio Español se repartieron con avidez y saña los despojos. De aquella vergüenza todavía hoy seguimos arrastrando la mancha de Gibraltar....

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  20. Es una lección aprendida actualmente, cuando las casas reales emparentan con familias aristocráticas o simplemente burguesas. Y, guste o no a los más legitimistas y chapados a la antigua, es necesario. Felipe IV o Carlos II no pudieron escapar a su tiempo ni, por supuesto, a la mística de la realeza vigente. Es, por otra parte, llamativo que Carlos II casara con Mariana de Neoburgo, de un linaje evidentemente muy por debajo en rango de la Casa de Austria.

    Saludos.

    Saludos.

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  21. Pedro: la sucesión en Francia era algo inconcebible para Felipe IV que se negaba a dar su herencia al que había sido su gran enemigo a lo largo de todo su reinado, sin embargo, las razones que llevaron a Carlos II a firmar un testamento dando la sucesión a Felipe de Anjou son muy complejas y han sido magníficamente estudiadas por Luis Ribot en su libro "Orígenes políticos del testamento de Carlos II"...aún así pienso que de haber sobrevivido a su última enfermedad, el Rey Católico habría cambiado por enésima vez su testamento.

    Un abrazo.

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  22. Retablo: desde luego que los Neoburgo eran una casa muy inferior dinásticamente a los Austria que tradicionalmente habían casado con miembros de su propia dinastía, de la de Francia o la de Portugal la Casa de Avís)...pesaron seguramente más las prisas por conseguir un heredero...

    Un saludo.

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