martes, 6 de septiembre de 2011

Estatuaria carolina (IX): el Carlos II ecuestre atribuido a Bernini


1. Escultura ecuestre de Carlos II, obra de Gian Lorenzo Bernini (1680), Brentwood, Tennessee, colección particular.

Conocida es la historia de la famosa estatua ecuestre que Bernini realizó para Luis XIV y que a su llegada a Francia fue considerada “tan mal hecha y mezquina” que será trágicamente transformada poco después en un “Marco Curcio entre las llamas” (imagen 2) por obra del escultor Girardon y condenada al ostracismo en los jardines de Versalles (1).



Mucho se ha discutido sobre el clamoroso fracaso de esta escultura hoy considerada una auténtica obra de arte: razones de orden político, la voluntad francesa de una definitiva emancipación artística de Italia, la dificultad para entender la iconografía berniniana, la expresión sonriente y solar sobre un rostro demasiado joven que contrastaba con la precoz decadencia física de Luis XIV, y por último, el extremo barroquismo del último Bernini.



Pero la obra que hoy protagoniza esta entrada se trata un pequeño bronce hasta hace poco desconocido e inédito, de 54 cm de alto que apareció en el mercado anticuario de París, hoy perteneciente a una colección privada de Estados Unidos y que está claramente inspirado en el Luis XIV ecuestre de Bernini (imagen 1).

2. Réplica del Luis XIV ecuestre convertido en un Marco Curcio en llamas a las puertas del Museo del Louvre de París. Foto del autor.


La excelente calidad de esta obra y su elevadísima fidelidad al prototipo monumental lo convierten, sin duda alguna, en una de las últimas grandes incorporaciones a la obra de Bernini. Sin embargo, lo más curioso de este bronce es que, evidentemente, la cabeza del retratado no pertenece a Luis XIV, sino a Carlos II. Además, el epígrafe inciso sobre la bandera situada bajo el caballo hace desaparecer cualquier duda pues reza: “Carolus II Hispaniarum et India/rum rex an. MDCLXXX ætat. suæ XIX”. Parece innegable pues, que se trata de una transposición reducida en Carlos II del monumental Luis XIV, esculpido por Bernini entre 1669 y 1677.



La estatua está realizada en bronce dorado, representando a Carlos II a la heróica, vestido “all’antica”, aunque en este caso la loriga presenta menos detalles que la del famoso “Carlos II ecuestre” de Foggini en el Museo del Prado y se incluyen las riendas, motivo que Bernini no incluye en ninguno de sus monumentos ecuestres. En la parte inferior, uniendo el caballo con el pedestal, como se decía anteriormente, y tal y como debió haber sido en origen en la estatua de Luis XIV, se coloca una especie de roca a la que se añade una cartela que data perfectamente la obra en 1680, cuando Carlos II tenía 19 años.


3. Vistas frontal y lateral del Luis XIV ecuestre de Bernini, autor anónimo. National Gallery de Edimburgo.

Es este bronce un documento de gran valor ya que se trata de hecho del único testimonio tridimensional del aspecto que el monumento ecuestre de Luis XIV tenía cuando salió de manos de Bernini y antes de la intervención de Girardon. Sin embargo, la metamorfosis hispánica del bronce no permite contemplar aquella famosa sonrisa serena y solar que tuvo el rostro original, y que era la clave del concepto poético de la obra.



Hasta hoy se consideraba que la imagen más cercana al estado final del Luis XIV de Bernini era la de dos dibujos conservados en la National Gallery de Edimburgo (imagen 3). Sin embargo, la expresión seria del Rey, según Robert Berger, obliga a considerar algo más antiguos estos dibujos (2). Más cercanas al pequeño bronce de Luis XIV convertido en Carlos II son las dos medallas realizadas por Antonio Travani durante los años ’80 del seiscientos por orden del papa Inocencio XI. Es particularmente interesante ver como en una de ellas se utiliza, al igual que en el pequeño bronce de Carlos II, una banderola bajo el caballo para poner una inscripción, como debió se ser en el monumento original de Bernini (imagen 4).



El bronce carolino parece efectivamente fiel a la obra original de Bernini: a diferencia de la mayor parte de las derivaciones en escala reducida de las esculturas del genio napolitano, ésta recalca con precisión absoluta las formas y los detalles (desde la artificiosa orografía de la crin del caballo a los complicados lazos de las alpargatas romanas). Pero sobre todo la pequeña réplica mantiene la calidad de ejecución de la original: la inverosímil y maravillosa explosión de telas que deforma la espalda del Rey evoca notablemente la expresividad del último Bernini, algo que la intemperie y el vandalismo han reducido en el prototipo monumental versallesco. La única variante tiene que ver con la introducción de las riendas, que parecen incongruentes respecto a la abstracción conceptual del grupo, lo que hace pensar que fueron añadidas en el último momento. Esta es, de hecho, la única “normalización” aportada por el modelador o el fundidor, en obsequio a la tradición iconográfica de las figuras ecuestres y al sentido común. Por otra parte, un pasaje de la biografía de Bernini escrita por el abad Pierre Cureau de La Chambre (publicada en 1685 en París) demuestra como la mano izquierda cerrada de Luis XIV y la actitud del caballo hicieron nacer en los espectadores la exigencia de un complemento no sólo mental de la estatua:



Quelq’un ayant trouvé à rédire, que ce cheval est represente sans Bride à la maniere de Marc Aurele, l’ingenieur italien qui l’a conduit à Paris répondit fort agréablement: “Quello che da freno a tutto’l mondo non ha bisogno di tener a freno a questo cavallo”.


4. Medallas de Luis XIV, obra de Antonio Travani. British Museum de Londres.

Para contextualizar el bronce de Carlos II es necesario saber que en 1680 (fecha de su realización como se ha comentado más arriba) el embajador español en Roma era, nada más y nada menos, que el famoso don Gaspar de Haro y Guzmán, VII Marqués del Carpio (1629-1687), uno de los mayores expertos y coleccionistas de arte de aquella época (3).



En Roma, don Gaspar llevó a cabo una importante labor como mecenas de las artes y la cultura, entrando en contacto con intelectuales y artistas del momento. Bien conocidas son sus relaciones y admiración por Gian Lorenzo Bernini, al que encargó diversas obras. A este respecto es sabida su inclinación por contar con reducciones de grandes obras del escultor napolitano, entre las que destacan una copia de la Fontana dei Fiumi de la Piazza Navona de Roma, encargada al propio Bernini al final de su vida. A esto se unía una reducción del David (4), así como la posesión de “Due mascaroni di Creta cotta fatti dal Cavalier Bernino con loro Cornicie tonde indorate di legno” (5).



No es por tanto descabellado pensar que pudiese haber sido el propio Carpio quien le encargase también la reducción de su Luis XIV ecuestre, trasformándolo ahora en Carlos II, en un intento de volver a ganarse el favor regio que le había alejado de la Corte en 1662 tras ser acusado de intentar atentar contra la vida de Felipe IV. La ocasión idónea se le ofreció precisamente en Roma, donde ese contacto directo con Bernini podía proporcionarle una obra sin parangón en su ámbito.


5. Grabado representando al Marqués del Carpio, obra de Francesco de Grado (s. XVII). Biblioteca Nacional de Madrid.

En los inventarios del Marqués del Carpio aparece en varias ocasiones una estatua ecuestre de Carlos II que ha sido identificada con la conservada en Estado Unidos. Así, en el inventario de la colección redactado en Roma en 1682, cuando don Gaspar partía para Nápoles como virrey, se describe “Un Ritratto di bronzo che rappresenta il Re Carlo secondo delle Spagne Nostro Sig.re che Dio guardi à Cavallo, con sotto nobile Piedestallo” (6). Años después, la misma obra debe ser la que aparece relacionada entre los bienes que fueron enviados desde Nápoles a Madrid, en enero de 1687, poco antes de la muerte del Virrey, embarcada en la caja nº 20 y referida como “La estatua de bronce sobredorado del Rey Carlos 2º á cavallo con su Piedestal” (7).



Tras su muerte y ante las acuciantes deudas, se hacía necesaria la venta de sus fabulosas colecciones. Con este propósito, en 1688 se elaboró otro inventario de los bienes presentes en las varias propiedades de Madrid que habían llegado ya de Nápoles, en previsión de almoneda de los mismos. Allí aparece descrita la estatua: “Más Una efigie del Rey nro Sr Carlos Segundo à cavallo de bronze dorada con peana de diferentes piedras embutida de porfido con las armas reales y la peana con sus molduras de bronce dorado” (8).




Fuentes principales:



* Montanari, Tomaso: “Da Luigi XIV a Carlo II. Metamorfosi dell’ultimo capolavoro di Gian Lorenzo Bernini”, en Colomer, José Luis (dir.) “Arte y diplomacia en la MonarquíaHispánica en el siglo XVII”. CEEH. Madrid, 2003.



* Pascual Chenel, Álvaro: “El retrato de Estado durante el reinado de Carlos II. Imagen y propaganda”. Fundación Universitaria Española. Madrid, 2010.



Notas:



(1) El monumento permaneció en dichos jardines hasta 1980, año en el que fue brutalmente mutilado por unos vándalos. Posteriormente fue limpiada y restaurada siendo colocada en los Grandes Ecuries de Versalles. Además, se realizaron tres copias que hoy lucen en los jardines versallescos, en el lugar que ocupó la original; en la entrada del Museo del Louvre de París; y otra en Jackson, Mississippi (EE.UU).



(2) Robert Berger, “Bernini's Louis XIV Equestrian: A Closer Examination of Its Fortunes at Versailles”, Art Bulletin 63 (1981).



(3) El VII Marqués del Carpio fue hijo de don Luis Méndez de Haro, valido de Felipe IV, y de doña Catalina Fernández de Córdoba. En 1662 fue acusado de atentar contra la vida de Felipe IV, más tarde rehabilitado y nombrado embajador en Roma a finales de 1671. En 1683 sería nombrado virrey de Nápoles, muriendo en la capital partenopea en el desempeño de su cargo en 1687. Do Gaspar ha pasado a la historia como uno de los mayores coleccionistas y mecenas del Barroco.

(4) Tasación de los bienes del Marqués del Carpio realizada en Madrid en 1689: "Mas ottra estatua de bronce de una bara de alto de David sacada por el original del Cavallero Bernini vale ocho mil reales". AHPM, protocolo 9819, f. 979r.

(5) Inventario de la colección del Marqués del Carpio realizado en Roma en 1682 con ocasión de su partida hacia Nápoles como virrey. Archivo de la Fundación Casa de Alba, caja 302, nº4, f. 166v.

(6) AFCA, caja 302, nº4, f.163r.

(7) Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial, mss & IV-25, f. 29v.


(8) AHPM, 9819, f. 825r.

14 comentarios:

  1. Vaya vaya con el marqués del Carpio, no sabía que hubiese sido sospechosos de regicida. Siempre me gustan los maestros de un arte concreto, aun que sea el barroco, y Bernini es el gran genio indiscutible. Sin él Roma no sería la misma. Por lo demás, decir que Su Católica Majestad tuvo un buen ambiente, aunque lo pusiesen de Hechizado y psase a ser el rey más bobo de España junto a Carlos IV. Será que eso de reyes carlos van a pares para lo malo y para lo bueno: buenos el de Gante y el rey-alcalde, el III. Los tontos, Vos, el Hechizado (con todos mis respetos) y el carabobo del IV, al que corneaba con gracia su mujercita con el Choricero de Godoy.
    Saludos Majestad.

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  2. Dos estatuas magníficas y una canallada hacia la de Bernini, un ejemplo más de cuando los políticos se meten a críticos, en vez de atender a lo suyo.
    Es harto frecuente ver que en estas estatuas ecuestres el caballo tiene las patas delanteras levantadas. Me imagino que es algo estético, porque dota a la escultura de mayor movimiento y energía, imprimiendo mayor carácter a la obra, pero creo que, según el lenguaje escultórico, si el caballo tiene las dos patas de delante en el aire es porque su jinete murió en combate, a no ser que valga para los reyes que murieron ejerciendo su cargo, es decir, "con las botas puestas".
    Un saludo.

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  3. Si es los franceses son muy suyos y Luis XIV más que nadie... En cuanto a la estatua de Carlos II si que parece el capricho de un coleccionista como el Marqués de Carpio, el cual viendo su grabado guardaba gran parecido físico con Carlos II

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  4. El marqués del Carpio, a parte de un gran coleccionista, era también un gran pelota. ¿Tendría que ver con la acusación de haber intentado matar a Felipe IV que se menciona en las notas al pie? No es extraño que el acusado, además de arrepentido, se esforzase por parecerlo encargando estatuas conmemorativas y si eran de Bernini mucho mejor.

    Besos

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  5. Excelente estudio de este bronce de Bernini, como las anteriores entredas sobre la escultura carolina. No hay duda que es obra del genio de Bernini, con ese tratamiento violento y convulso de ropajes, crines, etc. No tuvo mucha suerte Bernini con el Rey Sol, tal vez los gustos clasicistas franceses no compaginaban con el arrebato barroco del napolitano, y fue rechazado su proyecto para la fachada del Louvre, así como el retrato ecuestre de Luis XIV. Desconocía totalmente ese ataque vandálico a dicha obra.
    Lo dicho, Carolus, excelente entrada, superdocumentada; así da gusto. Saludos.

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  6. Juan: así es, la Roma actual no sería lo mismo sin Bernini, esa Ciudad Eterna barroca al máximo que tanto me gusta. Carlos II, se ganó esa fama por los historiadores decimonónicos, pero su época fue de esplendor cultural como ves, plena explosión barroca.

    Un abrazo.

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  7. Cayetano: los políticos cuando se meten a críticos de arte o historia la suelen cagar siempre (con perdón). Sólo Felipe IV el Grande fue capaz de entender el arte en todas sus dimensiones (incluso en los desnudos de los que nos hablabla Paco)...

    ...en cuanto a la posición del caballo, es la denominada posición de corveta, en la que sólo podían ser representados los reyes pues era la más difícil de entre todas y por tanto, se consideraba la perfección en el arte de domar al caballo, sinónimo de tener las riendas del Estado...algún listo como el Conde-Duque de Olivares se hizo representar así (véase el Velázquez del Prado) para hacer notar su poder, al igual que su señor Felipe IV.

    Un saludo.

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  8. José Luis: los franceses son así, siempre les gusta dar la nota jejeje...hombre un aire se da con S.M. don Carlos II.

    Un saludo.

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  9. Carmen: ya sabes que lo de ser pelota era algo que iba unido a la cultura cortesana del siglo XVII, una manera de conseguir privilegios de la liberalidad regia, y más en este caso, como dices, en el que la mancha del intento (o eso dicen) de regicidio...

    Un beso.

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  10. Paco: para mi tampoco hay ninguna duda de que se trata de un Bernini, ese barroquismo extremo le delata. Mal avenidos andaron los franchutes con Bernini sí...vamos que le hicieron ir a Francia para nada.

    Gracias por tus palabras.

    Un abrazo.

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  11. He estado repasando tus últimas entradas, después de unos días fuera, y veo que has estado en Viena. Seguro que esto será fuente de buenos artículos. Sobre la figura ecuestre de Carlos II, la de Bernini, soberbia. Un abrazo.

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  12. DLT: sí estuve en Viena, una viaje muy gratificante y de donde saqué mucho material para el blog. En cuanto a la obra de Bernini tu mismo lo has definido muy bien: soberbio.

    Un abrazo.

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  13. Aún así, los rasgos son muy suaves y estilizados, en consonancia con el verdadero rostro del Austria, muy al estilo de Bernini.
    Salud¡¡

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  14. Javier: así es, un rostro idealizado como idealizada era toda la composición.

    Un abrazo.

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