miércoles, 13 de enero de 2010

LA FAMILIA DEL REY, LOS HERMANOS DE CARLOS II: DON JUAN JOSÉ DE AUSTRIA, BASTARDO REAL Y MESÍAS DEL PUEBLO (PARTE II)



Juan José de Austria por José de Ribera (1648). Palacio Real de Madrid.

El 17 de abril de 1647, Felipe IV había expedido un despacho destinado a su hijo don Juan en el que le ordenaba embarcarse en Cádiz para encaminarse, en principio, a Menorca. Su misión fundamental sería averiguar el estado y disposición de las armas navales francesas. La Armada de don Juan constaba de seis galeras de la escuadra de España, gobernadas por Luis Fernández de Córdoba, gentilhombre de la Cámara de don Juan, 31 bajeles de guerra y 8 de fuego, al mando de don Jéronimo Gómez de Sandoval, Capitán General de la Armada del Mar Oceáno.

Los efectivos embarcados sumaban 3.531 hombres de guerra y 3.427 de mar. Don Juan se embarcó acompañado por una parte de los criados que componían su casa (1).
El día 7 de mayo de 1647 tuvo lugar la partida de la Armada. Llegados a Málaga, debieron aguardar dos días la llegada de los navíos retrasados por causa de los fuertes vientos. En Cartagena tuvieron que detenerse casi por completo durante casi una semana para reparar las naves maltratadas por los temporales. En este puerto, tres galeras de la escuadra de Génova se unieron a la Armada.

Llegaron, entre tanto, despachos reales con noticias sobre la llegada a Barcelona de 18 galeras, 4 navíos y otras embarcaciones menores francesas con más de 8.000 infantes que, previsiblemente, intentarían el ataque a Tarragona o Tortosa.
Don Juan prosiguió con rapidez el viaje pasando por Peñíscola donde supo que el Príncipe de Condè había mudado su primera disposición con ponerse sobre Lérida, y que las galeras y navíos, que habían porteado gente y artillería dos veces a Barcelona, habían vuelto a Francia (2).

Al llegar don Juan a Tarragona se encontró con la confirmación de la noticia, no obstante, permaneció allí para mayor seguridad de Tortosa, Lérida y la propia Tarragona.
Estando la Armada en Tarragona, llegó un correo de Madrid con orden de Su Majestad para que Su Alteza con la Armada, pasase a Italia, aunque no se publicó a qué efecto. Se pensó en socorrer Nápoles, cuya población se hallaba revuelta contra el gobierno español, por temor de que las manifestaciones alcanzaran allí la envergadura que habían adquirido ya en Cataluña y Portugal.

La situación napolitana se remontaba a diciembre de 1646, cuando en medio de un ambiente de epidemias, hambre y sequía, el virrey Duque de Arcos impuso una gabela sobre la fruta, alimento y principal comercio de la población napolitana. Ante las propuestas del pueblo, el virrey prometió en varias ocasiones quitar la gabela, pero la promesa se fue dilatando indefinidamente. En 1647, apareció quemada la garita donde se cobraba dicho tributo, al mismo tiempo que llegaba el aviso de la sublevación de Palermo. El tumulto se inició en el mercado, entre los vendedores y compradores de fruta y estos alborotos fueron creciendo hasta trasladarse al propio palacio virreinal, objeto de múltiples destrozos.
El 7 de julio de 1647 un pescador, Tommaso Aniello o Masaniello, reunió a numerosos jóvenes, los cuales llegaron hasta el palacio del virrey solicitando la caída de las gabelas. La muchedumbtre obligó al Duque de Arcos a huir al Castel Sant'Elmo. Nápoles, de esta forma, se convirtió en una inmensa hoguera bajo el mando de Masaniello.
Ante el terrible cariz que adoptaban los acontecimientos, el Duque de Arcos se vio obligado a conceder la suspensión de las gabelas e, incluso, se avino a recibir a Masaniello, quien pidió calma al pueblo. Para celebrar la jura de las nuevas concesiones, se preparó una ceremonia a la que acudieron el virrey, Masaniello, los ministros del Consejo Colateral y el cardenal Asconimio Filomarino, arzobispo de Nápoles. Este roce con los poderes fácticos acabó tiranizando a Masaniello, al tiempo que el pueblo se cansaba ya de sus crueldades. Éste fue asesinado mientras arengaba a una muchedumbre en el mercado el 16 de julio.
Tras la muerte de Masaniello, la revuelta adoptó un carácter separatista apoyada por la Francia de Mazarino, cuyos bajeles y galeones se acercaban a Nápoles.
De esta manera los napolitanos se manifestaban abiertamente contra el Rey de España y aclamaban, en su lugar, al duque de Guisa, Enrique de Lorena, que pronto y de incógnito llegó a Nápoles.
Así pues don Juan prosiguió su viaje hacia Italia, con órdenes precisas de luchar con la Armada francesa, si ésta era encontrada durante los días de su navegación.
Tras numerosos incidentes causados por las condiciones climáticas que retrasaron el viaje, el 1 de octubre tuvo lugar la llegada de la Armada a Nápoles. El Duque de Arcos informó a don Juan de todo cuanto estaba aconteciendo en el Reino.
El 12 de octubre, don Juan se reunió con los ministros del gobierno político, los cuales acordaron que el remedio más eficaz para poner fin a tan dolorosos acontecimientos era, sin duda, la negociación, siempre y cuando se ocupara personalmente de ella el propio don Juan y no elDuque de Arcos, todavía virrey, puesto que éste era odiado por el pueblo y despertaba su mayor desconfianza.
Mientras se iniciaban las conversaciones con los cabecillas de la revuelta, don Juan ordenó el desembarco de unos 3.000 infantes de la Armada para ocupar los puntos clave de la ciudad. Por fin, el pueblo eligió cuatro representanes para que establecieran negociaciones con el bastardo real, los cuales le expusieron las peticiones de la ciudad que se resumían en los siguientes cuatro puntos:
* Entrega del Castel Sant'Elmo.
* Dimisión del Duque de Arcos como virrey de Nápoles.
* Concesión de una amnistía general.
* Confirmación y ejecución de las capitulaciones juradas por dos veces por parte del virrey, y nunca cumplidas.
Don Juan se mostró dispuesto a hacer concesiones siempre y cuando el pueblo manifestara su buena voluntad, sin embargo, la revuelta en el otoño de 1647, se había ya convertido en un movimiento de tintes separatista gracias, fundamentalmente, a la colaboración francesa.
Ante los hechos, Felipe IV decidió destituir a Arcos del virreinato, otorgando a don Juan las riendas del gobierno napolitano. De esta forma, el Rey mandó publicar una cédula aprobando la toma de posesión del virreinato por parte de su hijo, pero sin considerarla de forma definitiva:
"...Tengo por bien que vos, el dicho don Juan de Austria, mi hijo, hayáis admitido el ejercicio del cargo de mi Virrey y Capitán General en el dicho mi Reino de Nápoles, en lugar del dicho duque de Arcos, en el interín que yo proveo y envío Virrey propietario, que será con toda brevedad". (3)
Además, mediante una misiva fechada el 11 de enero de 1648, el Rey otorgaba plena facultad a su hijo "para que haga lo que juzgare expediente y conductible a la tranquilidad". Por otra parte, y en mombre del Rey podía "tratar, ajustar, disponer y concluir con el fidelísimo pueblo de Nápoles y otros del Reino, todo lo que pareciese conveniente al intento referido, sin exceptuar cosa por extraordinaria que sea" (4).
Esta plenipotencia daba absoluta libertad a don Juan a la hora de ajustar plenamente la paz con el pueblo napolitano.
El 27 de enero, el Duque de Arcos se embarcó, abandonando definitivamente Nápoles.
No había pasado aún mes desde que la Real Cédula confiriera el gobierno de Nápoles a don Juan, cuando el Rey comunicó a su hijo su decisión del nombrar al nuevo virrey:
"He resuelto que el conde de Oñate, mi embajador en Roma, pase luego a servir por interín el cargo de mi Virrey y Capitán General en el dicho Reino" (4).

El 1 de marzo de ese año de 1648, el Conde de Oñate llegó a Nápoles.



La rendición de Nápoles a don Juan de Austria (1648) por Carlo Coppola (Museo di San Martino, Nápoles).


Ante la proliferación de los rumores sobre la pronta llegada de la Armada francesa, Oñate se apresuró a efectuar un reconocimiento de las fortificaciones enemigas, así como de la ciudad, en cuanto a murallas calles, torreones, etc. Tras ello, el maestre de campo Dionisio de Guzmán, don Juan y el Conde de Oñate, decidieron la invasión de la ciudad con 2.000 infantes entre españoles, italianos y alemanes y 100 caballos, además de otros 500 caballeros, en su mayor parte napolitanos. El pueblo empezó a colaborar, dando vivas al Rey; unos por cansancio, otros escandalizados por las ligerezas francesas y, la mayoría, por temor a las posibles represalias de los españoles.

El Conde de Oñate concedió un indulto a todos los presos que no fueran franceses. El Duque de Guisa, enterado de las victorias españolas, intentó escaparse a los Estados Papales pero fue apresado y llevado al castillo de Gaeta para posteriormente ser traladado al Alcázar de Segovia.

Poco a poco, y a imitación de Nápoles, se fueron reduciendo a la obediencia del Rey Católico todas las demás ciudades del Reino.

En virtud de la plenipotencia otorgada por su padre, don Juan se dispuso a conceder una serie de gracias, privilegios e inmunidades al pueblo napolitano con el fin de liberarlo de las excesivas imposiciones con que se encontraba gravado.
Una vez llegadas a Madrid las noticias sobre la reducción y pacificación de Nápoles, el Rey cursó órdenes para que don Juan ocupara el gobierno de Nápoles, pero éste no acepto, quizás por orgullo o soberbia, por haber deseado ocupar el cargo desde la marcha de Arcos, o bien por deseo expreso de abandonar la ciudad partenopea. Ante este hecho, Felipe IV decidió nombrar a su hijo como nuevo virrey de Sicilia.
La llegada de la Armada a Mesina, con don Juan al frente, tuvo lugar el 27 de septiembre de 1648. Tres meses después, el 27 de diciembre, don Juan tomó posesión oficial del gobierno de Sicilia en la Iglesia Mayor, con el juramento y todo el ceremonial que la ocasión merecía.
De esta forma, don Juan se convertía en el nuevo virrey de Sicilia gozando de un sueldo de 2.406 escudos al mes. Además, y en virtud de una determinación personal, adoptada el 25 de septiembre de 1649, la ciudad colaboraría en los gastos del virrey con 60.000 escudos anuales.
Pero, sin embargo, uno de los hechos más importantes de su estancia mesinesa fue el acuerdo suscrito con la ciudad, en virtud del cual, se convertía en contrato público el privilegio de residencia otorgado por Felipe II en 1591 que implicaba la obligación por parte de los virreyes de residir en Mesina con la Corte y los tribunales durante 18 meses seguidos, es decir, la mitad del tiempo habitual de su gobierno (3 años). Según el texto del contrato, los virreyes no podían excusarse de acudir a Mesona salvo en caso de invasión de enemigos y existencia de guerra viva en el Reino o peste en Mesina
El contrato entre Mesina y don Juan, firmado en Mesina el 25 de septiembre de 1649, fue confirmado por el Rey el 3 de diciembre de 1649, sin embargo, las protestas de Palermo y la Diputación del Reino y el dominio que ejercían sobre el gobierno de la isla lograron que ni don Juan ni los virreyes posteriores hiciesen pública en la isla la confirmación real, requisito indispensable para la entrada en vigor del documento (5).

Fuentes principales:
* Castillo Soto, Josefina. Don Juan José de Austria (hijo bastardo de Felipe IV) : su labor política y militar. Universidad Nacional de Educación a Distancia, 1991.
* Castillo Soto, Josefina. La revuelta napolitana de mediados del siglo XVII y don Juan José de Austria.
* Ribot García, Luis Antonio. La revuelta antiespañola de Mesina. Universidad de Valladolid. Secretariado de Publicaciones e Intercambio Editorial, 1982.
* Ruiz Rodríguez, Ignacio. Don Juan José de Austria en la monarquía hispánica : entre la política, el poder y la intriga. Dykinson, S.L. - Libros, 2008.

(1) Exactamente su séquito estaba formado por:

- Fray Hernando Sanz de Cuéllar, confesor.
- Don Alfonso de Cardona, Mayordomo Mayor y Sumiller de Corps de su Consejo.
- Don Fernando de Monrroy, gentilhombre de la Cámara, más antiguo, y primer caballerizo.
- El Marqués de Espinar, gentilhombre de la Cámara y Capitán de la Guardia.
- El Conde de Xavier, gentilhombre de la Cámara.
- Don Luis Fernández de Córdoba, gentilhombre de Cámara y gobernador de las galeras de España y del Consejo de don Juan.
- Don Pedro de la Mota Sarmiento, mayordomo.
- Don Gregorio de Leguía, secretario de Estado y guerra.
- Don Jerónimo de Cuéllar, secretario de Cámara.
- Don Juan de Hinojosa, Capellán de Honor.
- Don Fernando Carrillo, gentilhombre de Cámara.
- Don Juan Carlos de la Faille, jesuita, catedrático de matemáticas y maestro de don Juan.
- Don Diego de Collazos y Mendoza, caballerizo y Teniente de Capitán de la Guardia.
- Don Francisco de Paz, caballerizo.
- Ocho pajes.
- Algunos oficios de boca.

(2) B.N.M. Mss, 2.378, fol. 53.

(3) A.G.S., Estado, leg. 6.152. Real Cédula de 18 de diciembre de 1647.

(4) Real Orden, fechada el 12 de enero de 1648.

(5) Para los problemas por la capitalidad de Sicilia entre Mesina y Palermo durante la dominación española veáse: Ribot García, Luis Antonio "La Revuelta Antiespañola de Mesina. Causas y antecedentes (1591-1674)"

3 comentarios:

  1. Extensa, documentada y esclarecedora entrada que cubre lagunas sobre aspectos poco conocidos de los últimos Austrias.
    Un saludo.

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  2. Me sumo a la iniciativa de ponerle una placa a tan egregio personaje. ¿Dónde hay que firmar?

    Dentro de poco veremos una calle dedicada a Belén Esteban u otros personajes menos edificantes, muchos otros exponentes preclaros de la Historia, las Artes o las Ciencias quedan relegados al olvido. ¡Una vergüenza!

    Un abrazo

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  3. Estoy haciendo las indagaciones necesarias sobre el tema para poder proponerlo al ayuntamiento de Madrid.

    Un saludo.

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