domingo, 2 de mayo de 2010

TESTAMENTO DE DON JUAN JOSÉ DE AUSTRIA (PARTE I)

Armas de don Juan José de Austria


La siguiente entrada, en la que expongo el testamento casi íntegro de don Juan José de Austria, está dedicada al amigo Dissortat del blog “En el Bosque de la Larga Espera”, quien hace tiempo la solicitó y que se està pasando por duros momentos por lo que además le envió grandes ánimos.

El documento es localizable en la Biblioteca Nacional de Madrid en el manuscrito 10.901. Para hacer más fácil su densa lectura he decidido dividirlo en dos entradas sucesivas. Aquí va la primera parte:

Testamento del serenísimo señor el señor don Juan de Austria. Hijo del señor Rey don Felipe 4º. Falleció Su Alteza el día 17 de septiembre. Año de 1679.

En el nombre de Dios Nuestro Señor todo poderoso, que vive y reina para siempre sin fin; sea notorio a los que vieren este público instrumento testamento de Su Alteza el serenísimo señor don Juan de Austria, gran Prior de Castilla y León, de la orden de San Juan, del Consejo de Estado de Su Majestad, Gobernador General de los Países Bajos de Flandes, Charalois y Borgoña, Generalísimo de la Mar, y Gobernador y Capitán General de las Armas Marítimas…

En la villa de Madrid, Corte del Rey nuestro señor don Carlos Segundo, que Dios guarde, y ensalce felices años, estando en su real palacio a siete días del mes de septiembre de 1679 años, el serenísimo señor don Juan de Austria…hallándose en su cuarto enfermo en cama de la enfermedad que Dios nuestro señor fue servido de darle, en su bien juicio, memoria y entendimiento natural, creyendo, como firmemente cree Su Alteza en el ministerio de la Santísima Trinidad…y deseando disponer su testamento con la enfermedad que padece es breve, para que se pueda hacer con buen acuerdo.

Usando como Su Alteza usa del breve y bula que tiene de Su Santidad para poder disponer de sus bienes a su voluntad, y en la vía y forma que mejor haya lugar de derecho y más firme sea otorga Su Alteza que da todo su poder y facultad cumplida en forma cuan bastante de derecho se requiere y es necesario al Ilustrísimo señor don Juan de la Puente y Guerra, del consejo de Su Majestad, y su presidente en el Real de Castilla, y al eminentísimo Señor Cardenal Portocarrero, Arzobispo de Toledo, y al reverendísimo Padre Fray Francisco Reluz, de la orden de Santo Domingo, confesor que al presente es de Su Majestad, y al que adelante lo fuere, y al excelentísimo señor duque de Alba, y al excelentísimo señor de Medinaceli, a todos los cuales y a cada uno in solidem Su Alteza de su poder cumplido, en forma para que pueda hacer, ordenar, otorgar y disponer su testamento y última voluntad, disponiendo de sus bienes en la forma que mejor convenga y les pareciere, haciendo mandar legados, memorias, y obras pías, según y como Su Alteza lo podía y debía hacer, que para todo y lo anejo y dependiente les da este poder in solidum con libre, franca y general autorización para que lo puedan hacer después del fallecimiento de Su Alteza, en el término que les pareciere, aunque sea pasado el de la ley”.

A continuación se exponen las primeras disposiciones, en este caso sobre su entierro y el reparto de sus bienes:

Entierro. Cuando Dios nuestro señor fuere servido de llevar a Su Alteza de esta presente vida, es su voluntad se haga en la parte y lugar que Su Majestad mandase y fuere servido. Que esa elige desde luego.

Ítem. Dispone Su Alteza que las joyas que tenía ideadas para poner a los pies de la Reina nuestra señora se entreguen a Su Majestad en demostración de su rendimiento.

También es voluntad de Su Alteza se entregue a la reina nuestra señora doña Mariana de Austria la alhaja que su Majestad se sirviere de elegir.

Y respecto de que Su Alteza tiene comunicada todas sus cosas con el doctor don Miguel de Frías, su confesor, es su voluntad oyéndole sobre todo lo que le ha comunicado de su última disposición, los dichos señores, a quién da este poder Su Alteza, puedan disponer lo que mejor convenga y que se guarden y cumplan todos los papeles que de mano de Su Alteza y del dicho doctor Frías hubiere, menos en aquellos en que hubiere puesto y alterado.

A don Diego Velasco, marqués de las Cuevas, de todo lo que ha sido a su cargo de los bienes de hacienda y rentas de Su Alteza, por la mucha confianza y satisfacción que ha tenido y tiene del dicho don Diego y de su verdad, y proceder no se le pida me de más cuenta de la que diere sin otra alguna de que le releva. Y continúe en cobrar las rentas y hacienda de Su Alteza hasta que disponga otra cosa.

Y para cumplir y ejecutar lo contenido en este poder, y en el testamento que es su virtud se hiciere Su Alteza deja y nombra por sus albaceas y testamentarios a los dichos ilustrísimos señor don Juan de la Puente y Guevara, eminentísimo señor cardenal Portocarrero, y reverendísimo padre maestro fray Francisco Reluz, confesor de Su Majestad…

Y respecto de los empeños, que considera Su Majestad espera de su benignidad se ha de servir de mandarlos satisfacer, y atendiendo al desabrigo en que queda su familia también la pone a los reales pies de Su Majestad, para que con su real protección ponga el alivio que se promete.

Y por este presente Su Alteza revoca y da por ningunos, y de ningún valor ni efecto todos y cualquier testamentos, codicelos, poderes para testar y otras disposiciones que antes de este haya hecho…

Primeramente encomiendo mi alma a Dios, nuestro señor, y muy humilde y afectuosamente suplico a su divina majestad, que pues la crió a su imagen y semejanza…”

En su testamento también viene a reconocer don Juan su falta de rigor en los que se refiere al cumplimiento de sus deberes religiosos, especialmente en una persona como él, que desde la mocedad había sido designado como Prior de la Orden de San Juan en tierras de Castilla y León:

Reconozco la demasiada profanidad con que he vivido, especialmente en el estado religioso militar que he profesado, por tanto pido a Nuestro Señor perdón por lo mucho que he excedido en esta parte, ojalá Señor no hubiera sido así, sino siempre debido con la debida templanza y moderación que nos persuade la doctrina que con tan sagrados ejemplos nos dejó vuestro hijo y nuestro redentor. De los dicho nace otra pena y confusión mía por haber profanado las rentas eclesiásticas, en gastos de banal ostentación del mundo. Verdad es que precediendo consulta de hombres doctos, que se contentaron con señalar una porción de ellas destinadas para hacer limosnas a iglesias y a pobres, como se ha procurado ejecutar, mas como no pocas veces he excedido los límites de la cristiana moderación, confieso que ha faltado mucho y así humilde y dolorosamente pido a nuestro señor perdón, y también a las iglesias pobres, a quienes no he socorrido por no haberme mortificado y ajustado más de lo que la prudencia humana y dictámenes políticos me han persuadido, y el mismo perdón pido a los acreedores que en la propia conformidad debía y podía haberles pagado con puntualidad.

Como en tantos años he tenido gobierno y jurisdicción temporal, recelo mucho de la justicia…digo que es cierto que por la misericordia de Dios Nuestro Señor no me acuerdo de haber cooperado o permitido con cierta ciencia que se haya hecho agravio a injusticia alguien. Pero como no era nuestra intención los hombres, y si mi vida ha sido tan mala temo y con mucha razón que se habrán dado algunos por ofendidos de disposiciones mías, y particulares operaciones y otros por lo mismo escandalizándose a todos pido perdón por el amor de Dios, Nuestro Señor, y les aseguro que toda la culpa que en estas cosas hubiere habido no la ha sido en cuanto puedo creer de la voluntad, sino error del entendimiento…”.

Con respecto a su cuerpo, don Juan indicaba que su voluntad era: “En cuanto en las primeras disposiciones de mi cuerpo, quiero que no se me separe del cuello el Santo Cristo de Bronce que traigo a él, y del brazo las señales de la esclavitud de la Reina de los Ángeles, porque es mi voluntad ser enterrado con uno y otro, y que el dicho mi cuerpo sea vestido y sepultado con el manto y el hábito de mi sagrada religión de San Juan, cuyo hijo soy, aunque muy indigno, por no haber guardado los votos y demás obligaciones de mi verdadero religioso militar, y que debajo se ponga el hábito santo de mi padre San Francisco”.

Pero también preveía el hecho de dar la noticia a su hermano el Rey:

Darase luego noticia al Rey mi señor, de mi fallecimiento, remitiendo a sus reales manos la carta inclusa para Su Majestad, y pedirase su real orden para la forme y parte”.

Pero también en aquel documento se recogían sus últimas voluntades, indicaba expresamente que su deseo era que el funeral que se le dispensara no fuera en ningún caso suntuoso:

En que manda sea conducido y sepultado mi cuerpo, lo cual se ejecutará sin aparato ni ostentación, y mientras viniere el dicho orden si mi muerte fuere en Zaragoza, se depositará dicho mi cuerpo en el interior que está en la Santa Capilla de Nuestra Señora del Pilar, si falleciere en otra parte y yo no hubiera declarado aquella donde se me hubiere de depositar se hará donde pareciere a mi confesor o a quién le sustituyere al tiempo de mi muerte, y es mi voluntad que después cualquiera lugar donde fallezca se traiga y entierre mi corazón en dicha angelical capilla de Nuestra Señora del Pilar, lo más cerca que se pudiere de su sagrada imagen…

Y respecto de que Su Alteza falleció en esta Corte, en la posada que tenía en el palacio y Alcázar del Rey, nuestro señor, que Dios guarde, declaramos que luego que nuestro señor fue servido de llevar a Su Alteza dio cuenta de su fallecimiento a Su Majestad, que fue servido de mandar no se hiciese novedad con su cuerpo hasta haber pasado veinte y cuatro horas de su fallecimiento, y habiéndose ejecutado así, y pasándose el término referido, continuando Su Majestad su real benignidad, se sirvió de mandar que el cuerpo de Su Alteza se embalsamase, armase y vistiese, y pusiese en público dentro del real palacio, en la posada de Su Alteza, y que juntamente con esta honra remitiese la de mandar sepultar su cuerpo en el Convento Real de San Lorenzo del Escorial, en el panteón viejo, que se ejecutó así yendo acompañado con orden de Su Majestad al cuerpo de Su Alteza la cruz de la parroquia del real palacio, las religiones, la guarda de Su Alteza, y sus criados, a quien se dio licencia en cumplimiento de su voluntad, y el corazón de Su Alteza se llevó a la Santa Capilla de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, y en la forma referida se ejecutó el entierro de Su Alteza…”

Con respecto a sus bienes y reliquias, don Juan indicaba que:

La distribución de las reliquias la hará mi confesor o quien entonces me confesare, repartiéndolas o colocándolas como más prudentemente le pareciere, y la cruz grande del Lignum Crucis que traigo conmigo se dará a sor Margarita (1).

Del dinero que se hallare en ser se satisfará las misas y gastos del entierro, y a los criados se les de tres meses de goce, como en Zaragoza, para que se vayan donde les conviniese…

A las señoras sor Dorotea de Austria, sor Mariana (2) y Sor Margarita dejo en señal de amor tres imágenes que tengo en la alcoba…Las dudas se resuelvan por pluralidad de votos. Como sospecha que su alma habrá menester de alivios en la otra vida, encarga urgencia a los testamentarios…”

A continuación se observa aquella carta inclusa de la cual ha adelantado la existencia de la misma el propio don Juan en su testamento:

Carta al Rey. Señor. Doy gracias a Nuestro Señor porque, así como necesito únicamente de su misericordia y bondad infinitas para que me perdone lo mucho que he pecado contra Él, y me haga digno de las promesas de Jesucristo, su Hijo, nuestro Redentor, así también haya menester y dependa únicamente de la benignidad Real de Vuestra Majestad en la muerte, como he dependido en la vida. Toda ella, señor, puedo y debo afirmar a Vuestra Majestad que ha respirado mi corazón en ardiente deseo del mayor servicio a Vuestra Majestad, del bien de la Monarquía y de la más alta reputación y aciertos del Gobierno y persona real de Vuestra Majestad, sin tener mira o conveniencias propias, y no hago esta declaración porque crea haber hecho mérito en ello, sino por cumplir con la verdad que en el lance para que escribo esta carta debe tratarse. ¡Oh, señor! Que Vuestra Majestad, por quien es y sin ponerle delante otros motivos, ejercitará su Real Piedad concediendo el reposo de mi alma lo que suplicaré aquí a Vuestra Majestad humildemente”.

Continúa don Juan indicando:

Aunque no fue jamás conforme a mi natural desinterés, ni me acusa la memoria de escrúpulo en orden a haberme valido de la Hacienda Real de más de lo que han importado mis sueldos sin la noticia y aprobación del Rey, mi señor (que está en el Cielo); todavía, como ésta es una materia tan delicada, no sólo en la usurpación y extravío, sino también en la menos justificada distribución y la cuenta que ha de tomar Dios es tan estrecha, y yo tan malo, suplico a Vuestra Majestad, por consuelo mío, se sirva de absolverme en virtud del soberano poder que reside en su real persona de cualquier cargo u omisión que en este particular pudiere haber tenido.

Entre otras calumnias que en varios tiempos ha querido el Señor padezca, ha sido una suponerme muy adinerado, y ha sido y es tan contrario, que siempre he vivido con escasez de medios y embarazado de deudas de obligación y conciencia; de las que líquidamente quedaren en ser después de haberse empleado en su extinción cuanto puede tener nombre mío, como lo ordeno en mi testamento, dejo orden a mis testamentarios para que pongan una puntual nota en las reales manos de Vuestra Majestad, de cuya magnanimidad espero me aliviará de una carga, si en todo tiempo pesada, en el fin de la vida pesadísima, y porque deseara ser lo menos molesto que fuese posible al Patrimonio Real, propongo a Vuestra Majestad y suplico de rodillas se digne interponerse como el Sumo Pontífice para que permita que después de mi muerte prosiga en mi nombre y útil el sueldo que he gozado en la Santa Cruzada por los meses que fueren necesarios para que se acaben de satisfacer mis deudas; y que se dé alguna porción de dinero, según el Real arbitrio de Vuestra Majestad, para que hagan sufragios por mi alma, pues en lo primero de las deudas favorecerá este recomendación el haber de servir una principal parte de este caudal para pagar a mi sagrada Religión de San Juan lo que la debo por razón de las responsiones, lo cual se trata de convenir en la fortificación y defensa de la isla de Malta, en que está interesada toda la Cristiandad, y por esta parte tan conforme de la Santa Cruzada, donde está situado mi sueldo; y en lo segundo, de los sufragios, el que sin esta liberalidad de Vuestra Majestad y de su beatitud, queda mi alma en esta parte casi con el mismo desamparo que la de un pobre a quien entierran de limosna, lástima que debe mover tanto más el real ánimo de Vuestra Majestad y el del pontífice, cuanto yo, como mayor pecador, saldré de esta vida más necesitado de ayudas que alivien las penas que padeceré en el Purgatorio, en donde confío llevará la Sangre preciosísima de Jesucristo Nuestro Señor por la intercesión de su Santísima Madre”.

Notas:

(1)Se refiere a su hija natural sor Margarita de Austria, residente en el Real Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid, y de la que me encuentro realizando una biografía para una próxima entrada dedicada a la vida privada del bastardo.

(2) Sor Ana Dorotea de Austria, hija natural del emperador Rodolfo II, y sor Mariana de la Cruz y Austria, hija natural del cardenal-infante don Fernando de Austria, ambas residentes en las Descalzas Reales. De ambas pondré dos entradas con sus correspondientes biografías.

14 comentarios:

  1. Muchisimas gracias por mostrarnos este valioso documento, monsieur. Espero que nuestro buen Dissortat se lleve una alegría, y deje de ser dissortat.

    Espero con ansias esa biografia sobre sor Margarita de Austria.

    Buenas noches

    Bisous

    ResponderEliminar
  2. De nada Madame, la historia es patrimonio de todos.

    Yo también espero pronto publicar tal entrada, me hace enorme ilusión así como la de las otras dos regias monjas.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  3. Vaya, un político que en su testamento se acuerda de ayudar a uno de los problemas de defensa que tenía el país en aquel entonces : MALTA.

    Es llamativo que en todos los testamentos de todos esos siglos, ya de personajes como de gente del común, dejen siempre una parte a los curas de allí o de allá.

    Incluso a principios del siglo XX se seguía, quienes podian hacerlo, dejando mandas de pagar misas por su alma a la parroquia de tal o cual con tantos VELLONES por misa para el cura.

    ResponderEliminar
  4. Un testamento que parece más una confesión en toda regla, donde el bastardo intenta reparar algunos errores o daños cometidos con o sin intención, en donde se acusa de "moroso", de haber cometido algunos excesos, de no ayudar convenientemente a las iglesias más pobres con sus limosnas, de haber provocado algunas ofensas y cometido algunas injusticias.
    Todo un documento exculpatorio que pueda llevar a su espíritu el sosiego necesario antes de emprender el viaje de no retorno.
    Interesante.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  5. Muchas gracias por la dedicatoria de este post y por tus palabras de ánimo, y aquí -aunque sea sitio poco indicado- te comunico que las cosas van mejorando día a día por este bosque.

    Leer el testamento de don Juan es todo un placer. Como dice Cayetano, es como una confesión y hay mucha humildad en todo el perdón que solicita, aunque eso es un denominador común en todos los testamentos reales. Sobre todo me llama mucho la atención esa "amnesia" cuando dice: "no me acuerdo de haber cooperado o permitido..." si perjudicó a alguien, pero por lo menos reconoce que pudo hacerlo.

    Son muchas las cosas que se podrían comentar sobre las últimas voluntades del bastardo, pero difíciles de exponer por espacio y tiempo. De todas maneras disfrutaré de esta entrada que releeré sin dudarlo, así como la siguiente entrada.

    De las tres bastardas monjas Habsburgo a las que haces referencia, será de mucho interés poder leer sobre ellas, pues nada de ellas conozco.

    Muchos saludos y gracias por tu consideración por mí al publicar este testamento.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  6. Tellagorri: sin duda, es extrano como dices el recuerdo de la isla de Malta en tan complicado momento para la Monarquìa, pero todo hay que en enmarcarlo en el hecho de ser don Juan, Gra Prior de la Orden de San Juan (o de Malta) en los reinos de Castilla y Leòn y, por tanto, ser su obligaciòn recaudar fondos para la defensa de la isla.

    Lo de los curas, como bien dices era costumbre hasta bien entrado el siglo pasado, y aùn hoy mucha gente lo hace.

    Lo de pedir misas por su alma...otra tradiciòn, extrana para mi, pues pedir a los demas que pidan por ti, es forzar a la gente a hacer algo que no haràn se corazòn, asì que dudo que tuviese efecto ante el "Altìsimo", pero como digo tradiciòn real...

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  7. Cayetano: completamente de acuerdo contigo, màs parece una confesiòn que un testamento, pero creo que fuera algo normal entre personas de condiciòn eclesiàstica, como no lo olvidemos, era èl...aunque sinceramente yo creo que podìa estar justificado ya que al èl le obligaron y no fue por devociòn personal, pero sinceramente tambièn lleva a cabo un barroquismo habitual en aquella època.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  8. Dissortat (Jordi): e nada, espero que al menos este documento te permita evadirte por algùn instante de los problemas. Estoy muy contento de que las cosas estèn mejorando.

    Con lo de la confesiòn estoy de acuerdo tambièen contigo y vuelvo a recordar el estado eclesiàstico de don Juan.

    En cuanto a las reales e imperiales monjas yo tambièn deseo darlas a conocer pues tuvieron un destacado papel en las intrigas polìticas de la època.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  9. Es una verdadera manifestación del espíritu del XVII. Por cierto, sus entradas sobre los proyectos de reforma de Don Juan José de Austria han sido espléndidas.

    Me ha interesado mucho la cita sobre la reducción de oficios públicos. La práctica de la venta de éstos estaba ya muy arraigada en España. Creo, sin embargo, que los ingresos para la Real Hacienda procedían no tanto por la reducción de exenciones fiscales de los antiguos propietarios, como por la posterior venta de los oficios amortizados a los propios concejos, en general interesados en adquirirlos.

    Reciba usted un cordial saludo.

    ResponderEliminar
  10. Gomez de Lesaca: gracias por los cumplidos.

    En cuanto a la venta de oficios, el beneficio estaba en la venta y reventa de los cargos. Una excelente lectura sobre el tema la puedes encontrar en "¿Corrupción o necesidad? La venta de cargos de gobierno americanos bajo Carlos II (1674-1700)" Sanz Tapia; o "La República de las parentelas: la Corte de Madrid y el Estado de Milán durante el reinado de Carlos II" de Antonio Alvarez-Ossorio Alvariño.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  11. Hoy es mi primera incursión en esta página, y me ha encantado notablemente.
    Es muy interesante la redacción y la última voluntad que se refleja en este testamento. Me ha llamado mucho la atención el texto en el que sobre la falta de rigor en los deberes religiosos, comenta el monarca, más teniendo en cuenta que el poder religioso influía sobre el real en la época de la que estamos hablando, y bien , lo que siente este de no haber cumplido con esos deberes propios.
    Un "mea culpa" en toda regla.
    Excelente documento, espero la IIª Parte.
    (Les gustaba dejar el país atado y bien)

    ResponderEliminar
  12. Amigo Javier gracias por el comentario y bienvenido, de todas formas creo (si no entiendo mal tu comentario) que has confundido el testamento de don Juan con el del Rey, éste documento testamentario es de don Juan José de Austria, hermano eso sí del Rey...pero desde luego si que quería dejar todas sus cosas y "familia" o clientela bien atada.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  13. Muy interesante es leer el testamento del bastardo. Ya lo han dicho los demás comentaristas: un documento donde trata de congraciarse con todos, exculpar en cierta manera algunos excesos o defectos del pasado e intentar acometer con buen camino el último puerto de su vida. Me ha llamado la atención el hecho de no querer un lugar lujoso o magnánimo para pasar su sepultura. Esperamos la segunda parte del testamento. Saludos, Majestad.

    ResponderEliminar
  14. Paco: aùn asì gracias por comentar.Desde luego mucho dice de su mentalidad el hecho de renegar de la ostentaciòn y la pompa fùnebre. Aùn asì los Austrias en general siempre fueorn bastante comedidos en este hecho.

    Un saludo.

    ResponderEliminar