miércoles, 16 de junio de 2010

LAS GUERRAS DEL REINADO I: LA GUERRA DE RESTAURACIÓN PORTUGUESA (PARTE I)

Estandarte real de Carlos II desde 1668 (nótese la ausencia de las armas de Portugal a diferencia del utilizados por sus progenitores)**.


Se inicia hoy una serie de entradas denominadas “Las guerras del reinado”, en las que poco a poco iré narrando los distintos acontecimientos bélicos que marcaron todo el reinado de Carlos II y que hicieron de los mismos el epicentro de la política hispana de aquellos años. De igual forma, daré a conocer los diversos tratados que pusieron fin a estas guerras, así como sus consecuencias directas e indirectas para la Monarquía.
Los principales conflictos del reinado, a modo de resumen, fueron:

* El fin de la Guerra de Secesión o de Restauración Portuguesa (1640-1668), finalizada con el Tratado de Lisboa.

* La Guerra de Devolución (1667-1668), finalizada con el Tratado de Aquisgrán o de Aix-la-Chapelle.

* La Guerra de Holanda (1672-1678) (1), finalizada con el Tratado de Nimega.

* La Guerra de Luxemburgo de 1684, finalizada con la Tegua de Ratisbona.

* La Guerra de los Nueve Años (1688-1697), finalizada con el Tratado de Rijswijk.

Comencemos de manera cronológica con la Guerra de Restauración Portuguesa en su fase final (1660-1668), una vez firmado el Tratado de los Pirineos (1659):

La importancia de la guerra luso-castellana radica principalmente en que será un conflicto que además de su larga duración, incidirá de forma notable en la estructura de la Monarquía, ya que evidenciará además de la crisis desatada a partir de 1640, que era posible un éxito de la sublevación y, por lo tanto, la obtención de la ansiada independencia. La sublevación portuguesa, que rompía el sueño de la Unión Ibérica establecido por Felipe II con la unión en su persona de las dos coronas en 1588, fue de tal magnitud que, después de ella, la Monarquía Hispánica no volvió a ser la misma.

En primer lugar, me gustaría comentar que la figura fundamental para conocer este conflicto es la del profesor Rafael Valladares, que en los últimos años ha dedicado numerosos trabajos al respecto . Gracias a este autor conocemos de forma más profunda todo el desarrollo del conflicto bélico desde su estallido en 1640 hasta la firma de la paz en 1668, así como las dificultades militares, económicas y políticas por las que atravesó dicho conflicto, no sólo desde la parte castellana, sino también desde el otro lado de la “raya” (2), extendiéndose incluso a las consecuencias del mismo en los territorios ultramarinos. De esta forma, se puede afirmar que esta visión global y a la vez intensa de las relaciones entre el reino rebelde y la Monarquía, es la obra de referencia para poder entender la guerra y sus consecuencias (3).

Antes de empezar es necesario hacer un breve resumen del desarrollo del conflicto, ya que sin él no es posible llegar a comprender completamente las dificultades por las que pasó tanto la guerra como las negociaciones de tregua, y que harán necesaria la firma de la paz, sobre todo ante la complicación de la situación internacional de la Monarquía, en especial el estallido, en 1667, de la llamada Guerra de Devolución en los Países Bajos. Así como explicar las razones que llevaron al gobierno a postergar durante veinte años el problema portugués. No creo pertinente analizar las causas de la sublevación de diciembre de 1640 y la proclamación del Duque de Braganza como rey de Portugal con el nombre Juan IV (4), pero si comentar la evolución del conflicto a partir de 1660, ya que tras la firma de la Paz de los Pirineos con Francia en 1659, la reactivación del conflicto supone, a partir de 1664, el inicio de los contactos diplomáticos al mismo tiempo que se constata la inutilidad de los esfuerzos castellanos por reconquistar Portugal.

Tras la rebelión de 1640, la invasión se deshecho debido al mal estado de las fuerzas castellanas. Felipe IV prefirió dar mayor importancia al frente de Aragón que se encargaba de sofocar la otra rebelión peninsular, la de Cataluña. Igualmente la Guerra de los Treinta Años, fue otro de los frentes abiertos que influyó definitivamente a la hora de no dar prioridad al problema portugués. La importancia política y estratégica que esta guerra europea tenía para la Monarquía explica que durante todo el reinado de Juan IV, las operaciones militares no tuviesen gran envergadura. La guerra se limitó durante muchos años a campañas fronterizas, sin consecuencias decisivas para ninguna de las dos partes. De esta forma, durante dos décadas fue posible para el rebelde Portugal organizar su defensa, reconstruir las fortalezas, conseguir oficiales, armas y caballos para la guerra. Hasta que no se acabó con la revuelta catalana en 1652, tras la toma de Barcelona por don Juan José de Austria, y se firmó la Paz de los Pirineos, la situación poco variable del frente portugués se mantuvo más por la debilidad castellana que por la fuerza portuguesa. Tras la insurrección de Cataluña y Portugal, fue el Principado el que preocupó de forma más alarmante a la Corte, ya que Cataluña quedó formalmente anexionada a Francia y los ejércitos franco-catalanes avanzaron hacia Aragón. España y Francia luchaban por mantener, en el primer caso, o arrebatar, en el segundo, la hegemonía europea, siendo ésta la principal inquietud de Felipe IV. El peligro del avance francés dentro de la propia Península fue la razón principal, por la cual el problema luso fue relegado a un segundo plano, con la esperanza de que cuando se solucionara la emergencia catalana podrían concentrarse las fuerzas en someter al rebelde portugués.

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Fuentes principales:

* Rodríguez Rebollo, Mª Patricia: “El Consejo de Estado y la Guerra de Portugal (1660-1668)". Universidad de Valladolid, 2006.

* Valladares, Rafael: “La rebelión de Portugal: guerra, conflicto y poderes en la Monarquía Hispánica (1640-1680)”, Valladolid, 1998.

* Valladares, Rafael: “Portugal y la Monarquía Hispánica (1580-1668)”, Madrid, 2002.

Notas:

** En realidad Carlos II siguió utilizando en diversas ocasiones, como por ejemplo las monedas, sus armas con el escudo de Portugal, lo que generó una gran controversia con los embajadores portugueses que se resolvió sólo en 1685. Espero poder dedicar una entrada a este tema en el futuro.

(1) España entró en la guerra en 1673 en apoyo de las Provincias Unidas. Enmarcado en este conflicto tendrá lugar también la llamada Guerra de Mesina (1674-1675), magistralmente tratada por el profesor Luis Ribot en su libro “La Monarquía de España y la guerra de Mesina (1674-1678)”. Editorial Actas S.L., 2002.

(2) Barbero Bajo, Jaime: “Relaciones históricas entre España y Portugal, “la raya” y la evolución legislativa peninsular”. Lex nova n°57, 2009.

(3) La obra fundamental de Valladares a la que se alude es: “La rebelión de Portugal: guerra, conflicto y poderes en la Monarquía Hispánica (1640-1680)”, Valladolid, 1998. Sin embargo, ha publicado otros muchos trabajos relacionados con el tema: “Portugal y la Monarquía Hispánica (1580-1668)”, Madrid, 2002; “Felipe IV y la Restauración de Portugal”, Málaga, 1995; “De ignorancia y lealtad. Portugueses en Madrid, 1640-1679”, Torre de los Lujanes, 37 (1995); “Castilla y Portugal en Asia (1580-1680): declive imperial y adaptación”, Lovaina, 2001; “El Brasil y las Indias españolas durante la sublevación de Portugal (1640-1668)”, Cuadernos de Historia Moderna, 14 (1993).

(4) De manera resumida, podemos decir que las tres razones fundamentales del malestar portugués con los Austrias, incrementado durante el reinado de Felipe IV, fueron: lo ataques y pérdidas territoriales llevados a cabo por los holandeses en sus territorios ultramarinos, los esfuerzos por excluir a los portugueses del comercio con las Indias castellanas, y las pretensiones de la Corona de una mayor colaboración impositiva para la defensa de la Monarquía, en especial la política olivariana de la Unión de Armas. Todo ello había desatado ya las revueltas de Évora de 1637.

13 comentarios:

  1. Claro, eran demasiados frentes abiertos. Es comprensible que el problema portugues pasara a un segundo plano y se fuera demorando, con consecuencias fatales para España finalmente.
    Una epoca verdaderamente agitada.

    Buenas noches

    Bisous

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  2. Madame: de no haber existido, al menos, el frente catalán, la revuelta portuguesa no habría pasado de eso, de una revuelta sin mayores consecuencias...

    Saludos.

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  3. Claro. Era más importante para Felipe IV mantener la supremacía europea frente a Francia que el frente portugués. También preocupaba mucho el tema catalán. Se jugaba más en la partida. Y descuidar o minimizar a los lusos fue negativo para la corona española.
    Un saludo.

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  4. Cayetano: como dices lo gordo se jugaba en el frente de Aragòn y los Pirineos, ahì estaba el prestigio y la hegemonìa...podemos asegurar que de no hacer existido la revuelta catalana, la revuelta portuguesa habrìa sido aplastado sin problemas...pero como siempre estos son silogismos històricos que de poco valen.

    Saludos.

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  5. Que hubiera pasado si...hay nos podemos pasar horas y horas... lo cierto es que las brechas se multiplicaban y no había apósitos para tanta fuga...

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  6. José Luis: tù mismo lo has dicho, los silogismos son silogismos...habìa demasidos frentes abiertos y al final el catalàn se solucionò de la mejor forma, al menos se logrò recuperar casi el 100 % del Principado...

    Saludos.

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  7. Voy a disfrutar de estas nuevas entradas dedicadas a las guerras del último rey habsburgo de las Españas.

    Es lógico, como todos decís, que el rey se decantase más por recuperar Catalunya que Portugal, pero es comprensible que se desatasen revueltas en muchos sitios de la monarquía -Catalunya y Portugal en 1640, problemas en Andalucía en 1641 con el de Medina Sidonia y en Aragón con el de Híjar. Nápoles en 1647, Sicilia en 1648...-, porque la política imperial de los Austrias era insostenible. Al final se perdió el siempre deseado reino luso y el Rosselló, y aunque fue mucho, pudo haber sido mucho más.

    El tema de la heráldica en las armas de Carlos II por la inclusión de las de Portugal en algunos casos, será muy interesante si llegas a dedicarle algo de tiempo. Ya sabes que para mí será todo un placer.

    Saludos

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  8. Jordi: tu mismo lo has dicho, la política imperial de los Austrias llegó a ser insostenible, incluso una potencia militar y política como era aquella España no estaba capacitada para mantener tantos frentes abiertos...si las revueltas internas de 1640 nu hubiesen existido, otro gallo habría cantado...de hecho hasta 1640 la guerra con Francia fue favorable a España, baste recordar como el cardenal-infante llegó hasta las misma puertas de Paris, para ser más concretos hasta Corbie...

    Lo de la heráldica ten por seguro que trabajaré para sacar adelante una entrada dedicada a la misma...

    Saludos.

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  9. Blog interesante estare antenta.
    Un saludo

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  10. Ladymaria: muchas gracias por pasarte. Espero verte muy a menudo por aquì.

    Saludos.

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  11. Recuerdo que uno de los libros de Valladares sobre este tema que vas a exponernos era lectura indispensable para aprobar la asignatura de Historia Moderna de España. Y no lo pasé mal leyéndola, pues hay que reconocer que es un experto en ello.

    Agradezco que nos refresques la guerra de restauración portuguesa y los distintos frentes bélicos que tenía la monarquía española por entonces en Europa y dentro de casa.

    Un saludo

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  12. Carmen: Valladares es un verdadero monstruo en su campo, sin duda, el más preparado en esta desconocida guerra.

    Espero que disfrutes con esta serie de estradas.

    Saludos.

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  13. Estoy interesado en obtener el texto del Tratado de Nimega. Hay una fuente???

    Gracias

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