miércoles, 23 de junio de 2010

LAS GUERRAS DEL REINADO I: LA GUERRA DE RESTAURACIÓN PORTUGUESA (PARTE III)

Retrato de doña Mariana de Austria por Juan Bautista Martínez de Mazo (1666).

La muerte de Felipe IV sobrevino en una situación militarmente asumible (al final de la terrible campaña de 1665), aunque sumamente peligrosa desde el punto de vista político, según afirma el profesor Valladares (1). Desde la muerte de don Luis de Haro en 1661, el Rey había resistido a las presiones de quienes aspiraban a acupar el puesto de valido (2). Ninguno de los dos candidatos más firmes para el cargo, el Conde de Castrillo y el Duque de Medina de las Torres, parece lograron ganarse la total confianza del Rey Planeta. En consecuencia, el monarca dejó establecido en su testamento una Junta de Regencia que buscaba afirmar la autoridad de la reina doña Mariana de Austria por encima de las facciones cortesanas (3). Parece ser, por tanto, que la exclusión de don Juan José de Austria y el Duque de Medina de las Torres estaba relacionada con este deseo del fallecido rey, sin embargo, la oposición de los Grandes y la falta de habilidad política de doña Mariana dieron al traste con estos objetivos.


En medio de esta situación, el nuevo gobierno de regencia tuvo que afrontar una guerra que se daba unánimamente por perdida, aunque nadie sabía como liquidarla. La Regente era consciente de que el descontento de la población (alentado por la gran nobleza) había convertido los últimos reveses militares en una coartada para atacar a su gobierno, cada vez más impopular a causa del nuevo valido, el jesuita austriaco Juan Everardo Nithard. De esta forma, aislada, doña Mariana, intentó arropar su política con la intervención de las Cortes de Castilla con el fin de trasladar a este organismo la responsabilidad de decidir sobre la Guerra de Portugal. En marzo de 1666, la Reina sugirió al Consejo de Estado la posibilidad de convocar Cortes para obtener fondos destinados a Extremadura, idea que fue rechazada en bloque por ineficaz y porque causaría “otros inconvenientes” (4). El Consejo de Estado, por entonces favorable a continuar la guerra de Portugal, temía lo peor de una asamblea reunida en tiempos de minoridad real y quebranto social. La mayoría de los Grandes, resentidos con la Regente por su marginación política, buscaban proseguir la guerra para hacer naufragar a Nithard. De ahí que el verdadero objetivo de la Reina al convocar las Cortes fuera presentar ante ellas las condiciones de paz que Lisboa había ofrecido a Madrid. Si la asamblea, como ella esperaba, concedía el visto bueno, Mariana procedería a clausurar la guerra con el respaldo de las Cortes contra la aristocracia. Sin emabargo, la presión de los Consejos logró convencerla de que un asunto de aquella envergadura competía a los tribunales y no a las Cortes, como en efecto se hizo (5).


No era la Regente la única interesada en poner fin al conflicto luso, aunque sólo fuera por estabilizar la situación política. Su hermano, el emperador Leopoldo I, hacía algunos años que pretendía lo mismo con el fin de frenar la agresividad de Luis XIV. Se trataba de que Madrid reactivase los frentes de los Países Bajos y Milán con vistas a fortalecer la posición de Viena ante Francia. Sin embargo, el profesor Valladares afirma que sería erróneo pensar que la Regente y Nithard, ambos austriacos, deseasen la paz con Lisboa sólo para beneficiar al Emperador; más bien, aunque por motivos diferentes, Mariana y Leopoldo coincidían en sus objetivos, aunque ello, en el crispado ambiente madrileño diese lugar a todo tipo de elucubraciones.


De por medio estaba también el matrimonio del Emperador con la infanta Margarita Teresa (6). Puesto que su hermana María Teresa había estado destinada, previa renuncia a sus derechos dinásticos, a sellar la paz con Francia, se deduce que Felipe IV consideró a Margarita, nacida en 1651, como su heredera, al menos hasta que pudiera nacerle un hijo varón. De esta forma Felipe IV no se comprometió a conceder al Emperador la mano de la infanta hasta ver en qué paraba su descendencia (7). Sin embargo, después de la muerte del Rey la paciencia de la corte de Viena llegó al límite. Leopoldo se mostraba inquieto, pues no sólo se le daban largas a su ansiado matrimonio con Margarita sino que, además Carlos II podía morir en cualquier momento, con lo que sus opciones sucesorias se verían mermadas frente a Luis XIV. Su impertinencia le llevó a dirigirse a su hermana, por medio de su embajador el Barón de Lisola, como si fuera el rector de la política española, instándola a que se olvidase de Portugal (8). No pocos en Madrid opinaban igual. De esta forma, comenzaba a estar claro que el deseo de la Corte por conservar los Países Bajos iba a traer consigo la crisis definitiva de lo que el gobierno ya denominaba “la diversión de Portugal”(9).


Las facciones luchaban entre sí. Una primera estaba encabezada por el Duque de Medina de las Torres, a quien acompañaba la Regente y el padre Nithard, favorables a una política de supervivencia en Europa basada en el pragmatismo. Ello implicaba hacer la paz con Portugal, estrechar lazos con Viena (única forma de asegurar Flandes e Italia) y promover la amistad con Inglaterra para conservar el tráfico indiano. Frente a éstos, se alzaba la facción del Conde de Castrillo desde la Junta de Regencia, integrada, por el Duque de Alba, de Medinaceli, el Marqués de Caracena y el de Velada, para los cuales la única alternativa era la alianza franco-holandesa, que permitiría a la Monarquía recuperar posiciones (10).


En realidad, se trataba de la vieja disputa entre “españoles” y “austriacos”, es decir, entre aquellos que daban prioridad a los asuntos castellanos, frente a los que primaban la política de tradicional unión entre las dos ramas de la Casa de Austria y la defensa de sus intereses dinásticos en Europa. Como reacción a este conflicto de intereses, la Reina decidió acelerar el matrimonio de la infanta Margarita con Leopoldo. El 25 de abril de 1666 tuvo lugar la boda por poderes en la que Medina de las Torres representóal Emperador. Unos meses más tarde, el octogenario Conde de Castrillo presentò su dimisión a la Reina, advirtiendo del “fin ruinoso” que tendría la Monarquía, cuyo gobierno juzgó “muy diferente a la que debería ser” (11).


La forma en que esta división se proyectó sonre el problema portugués fue bastante curiosa: a medida que Flandes se vió más amenazado, el Consejo de Estado presionó a la Regente para que aceptase las condiciones de paz ofrecidas por Lisboa. Pero doña Mariana y el padre Nithard se oponían ahora a lo mismo que, nada más morir Felipe IV, habían defendido. La razón según Valladares es simple: lo que en 1665 habría supuesto estabilizar la Regencia, un año después se había convertido en una trampa mortal tendida por los enemigos de la Reina para desprestigiar su labor de abandono de Portugal. Mariana seguía creyendo en la necesidad de un ajuste con Lisboa, pero el estallido de la segunda guerra anglo-holandesa aconsejaba no apresurarse al respecto hasta que el panorama europeo se aclarase.




Fuentes principales:


* Rodríguez Rebollo, Mª Patricia: “El Consejo de Estado y la Guerra de Portugal (1660-1668)". Universidad de Valladolid, 2006.

* Valladares, Rafael: “La rebelión de Portugal: guerra, conflicto y poderes en la Monarquía Hispánica (1640-1680)”, Valladolid, 1998.

* Valladares, Rafael: “Portugal y la Monarquía Hispánica (1580-1668)”, Madrid, 2002.


Notas:


(1) Valladares, Rafael: “La rebelión de Portugal: guerra, conflicto y poderes en la Monarquía Hispánica (1640-1680)”, Valladolid, 1998, pag. 193.


(2) Para profundizar en el tema consúltese: Hermosa Espeso, Cristina, “Ministros y ministerio de Felipe IV (1661-1665)”. Universidad de Valladolid, 2007.


(3) Para más detalles sobre la Junta de Regencia y el testamento de Felipe IV consúltese mi entrada: “Testamento de Felipe IV: Mariana de Austria y la Junta de Regencia”.


(4) Consulta del Consejo de Estado, 8/IV/1666.


(5) BNM, ms. 19.700-36 fol. Lv., “Discurso del duque de Medina de las Torres sobre las paces con Portugal”, Madrid, 11/VIII/1666.


(6) Para saber más sobre este asunto consúltese mi entrada “La familia del Rey, los hermanos de Carlos II: Margarita Teresa de Austria, infanta de España y emperatriz de Alemania”.


(7) El nacimiento de Felipe Próspero en 1657 (fallecido en 1661), de Fernando Tomás en 1658 (muerto en 1659) y del futuro Carlos II en 1661, disuadieron a Felipe IV de hacer jurar a Margarita como heredera, al igual que años antes la esperanza de tener un hijo varón y las negociaciones con Francia impidieron hacer lo propio con María Teresa. Con todo, hasta 1657 no hay duda de que ambas hermanas fueron, por orden de edad, las presuntas herederas de la Monarquía.


(8) AGS, E, leg. 2.738, el barón de Lisona a la reina regente, Madrid, 5/XII/1665.


(9) AGS, E, leg. 2.738, Consejo de Estado, 15/XII/1665.


(10) R.A. Stradling: “A spanish Statestman of Appeasement: Medina de las Torres and Spanish Policy, 1639-1670”, Historical Journal, XIX, 1976, en especial pp. 13-18, 21-22 y 26-28.

18 comentarios:

  1. España estaba en un auténtica encrucijada. Difícil cuestión era elegir entre dar prioridad a los asuntos con Flandes o resolver la paz con Portugal. Y aquí estaba en juego el prestigio de la reina, presionada a su vez por intereses de terceros.
    Me temo que tendré que ir a Portugal el mes próximo a ver si puedo resolver alguna cosa.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  2. Cayetano: era una encrucijada complicada, demasiados frentes abiertos para una monarquìa en crisis militar y de gobernabilidad, con un rey de apenas 4 anos y una mujer sin experiencia en el trono...

    Esperemos que puedas solucionar las cosas con tu viaje a Portugal, al menos que nos traigas un poco de bacalao.

    Saludosl

    ResponderEliminar
  3. Si que la situación estaba confusa, pero es curioso lo que dices y que es una gran verdad: como liquidar una guerra que estaba totalmente perdida. Nuevamente juegan los intereses dinásticos, con una regencia débil y una reina con poco apoyo. Saludos Majestad.

    ResponderEliminar
  4. Oiga usted, Carolvs, que se ha apropiado de la imagen de Doña Elena de Nueva Carteya, Reverendísima Abadesa de la Iglesia de la Ilustración. Déjese de Marianas de Austrias y reponga vuestra merced el nombre que le corresponde.
    ELENA, bloguera de El callejón de la Prisa.

    ResponderEliminar
  5. Creo que la reina regente y sus consejeros (más bien estos que ella) creyeron que era mejor intentar aparcar cuanto antes el tema portugués, lo cual no significaba rendirse, sino posponer el conflicto para más adelante) y centrarse fuera de la península. Al fin y al cabo lo que se estaba jugando era el tablero de Europa frente a Inglaterra o Francia. Los conflictos internos, si los podemos llamar así, podían resolverse más adelante. Al fin y al cabo, las fronteras estaban cerca y las tropas se podían movilizar en cualquier momento...

    Saludos

    ResponderEliminar
  6. Paco:como dices eran una situación que podía convertirse en una trampa mortal para la regencia: si no la liquidaba los pecheros sufrirían nuevas cargas impositivas sobre sus hombros, sin embargo, una reina regente no estaba capacitada legalmente para enajenar un reino que pertenecía al Rey, su hijo...

    Saludos

    ResponderEliminar
  7. Tellagorri: pido perdón a Doña Elena de Nueva Carteya, Reverendísima Abadesa de la Iglesia de la Ilustración, por haber tomado su retrato sin permiso y me pongo a sus pies para reponer el honor de su persona y linaje, igualmente pido perdón a su Ilustrísima Padre Tellagorri, fundador de esta Santa Iglesia de la Ilustración.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  8. Carmen: como dices lo importante era la hegemonía en Europa, algo que por otra parte estaba ya perdido pero que los más rancias defensores del regalismo austriaco se negaban a reconocer...además y como comento a nuestro querido Paco Hidalgo, una reina regente no estaba legalmente capacitada para enajenar un reino que pertenecía a su hijo, el verdadero rey y señor natural de aquel reino, por ello se trató de instaurar una tregua, para que en tiempos de mayoridad el Rey pudiese reprender la reconquista de los rebeldes...

    Saludos bejarana.

    ResponderEliminar
  9. Se aprende mucha más historia leyendo vuestros artículos, señor, que consultando la mejor enciclopedia.

    ResponderEliminar
  10. Bwana: muchas gracias, tus palabras me honran sobremanera.

    Saludosl

    ResponderEliminar
  11. Muy interesantes las dos entradas sobre la guerra de Castilla con Portugal. Siempre me llamó la atención de, nada menos que más de 25 años para acabar de firmar la paz ambas coronas. Y todo ello sin batallas importantes. Desconocía la debacle que narras del marqués de Caracena en Portugal. Espero conm ganas las sigueintes entradas que llevarán a la firma de la Paz. Lo que sí que veo es esa división de los castellanistas y los expansionistas en Europa, expansionismo del que nos libramos ¡¡por fin!! en Utrech en 1714. También saco en claro que la tan extendida idea del desastroso reinado de Carlos II es errónea, en realidad lo fue el reinado de su padre Felipe IV.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  12. Juan: como dices la guerra con Portugal es una de esas cosas olvidadas por la historiografía española quizás por el desastroso final pero que marcó la vida política española de su tiempo, sobretodo en Extremadura y la raya de Portugal. Por otra parte la historiografía portuguesa no ha sido objetiva en la misma por la inercia del nacionalismo del XIX, por eso la figura del porfesor Valladares es clave...

    ...aún así si que hubo dos grandes batallas: Ameixal y Montes Claros que supusieron el fin de tan larga y lenta guerra de degaste...

    ...y como dices, muchos de los problemas del reinado carolino se arrastraban de tiempos de Felipe IV, que no dejó las cosas atadas y bien atadas como le habría gustado sin duda.

    Saludos amigo.

    ResponderEliminar
  13. madre que lios.... la de dinero que se llevarían para compensar semejantes fregados...

    ResponderEliminar
  14. José Luis: esta guerra fue una de las más ruinosas llevadas a cabo por la Monarquía de los Austrias, y sin embargo, es una de las menos conocidas...

    Saludos.

    ResponderEliminar
  15. Pobre doña Mariana. Menuda papeleta le quedaba por resolver. Era como una patata caliente en sus manos. El cambio de opinion es llamativo, pero sí, supongo que se deba a eso. Sus enemigos debian de estar aprovechando todos los tantos.

    Feliz dia, monsieur

    Bisous

    ResponderEliminar
  16. Madame lo has descrito perfectamente: era una patata caliente o más bien una trampa mortal, hiciese lo que hiciese sería criticada.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  17. Con el panorama que tenía delante la regente, quizá debió insistir en que se aceptasen desde el primer momento las condiciones de paz de Portugal.

    Parece ser que el futuro conflicto dinástico y guerra estaban ya servidos.

    Saludos

    ResponderEliminar
  18. Jordi: era una situaciòn difìcil, pues una regente no podìa enajenar un reino que pertenecìa a su hijo por derecho dinàstico...aùn asì no creo que el fin màs inmediato de la guerra de Portugal hubiese mejorado la situaciòn en Europa.

    Saludos.

    ResponderEliminar