lunes, 2 de mayo de 2011

LA FAMILIA DEL REY, LOS TÍOS DE CARLOS II: EL CARDENAL-INFANTE DON FERNANDO DE AUSTRIA (PARTE XX)

Salida de la guarnición española de Breda en 1637, obra de Hendrik de Meijer.

Durante dos semanas el Cardenal-Infante emprendió intentos infructuosos para obligar a Federico Enrique a abandonar el asedio de Breda. Cuando se vio que el ataque continuo a las posiciones alrededor de la ciudad no daría ningún resultado, decidió avanzar hacia el valle del Mosa, esperando atraer al grueso del ejército de la República. El 27 de agosto obligó a capitular Venlo y el 4 de septiembre Ruremonde. Pero Federico Enrique, inconmovible mantuvo el sitio de Breda. Don Fernando se vio frente a una triple elección: volver a concentrar sus esfuerzos en la liberación de Breda, seguir avanzando en la región del Mosa o abandonar el campo de batalla en el norte y dirigirse al sur con su ejército de 17.000 hombres, a fin de atacar a los franceses con Piccolomini. Junto con sus consejeros, sólo el jefe-presidente Roose disentía (1), don Fernando se decidió por la última opción. El 6 de septiembre, el cardenal La Vallette había cercado La Capelle, pero la ayuda de don Fernando llegó tarde, el oficial al mando de la ciudad firmó la rendición el 21 de septiembre, más pronto de lo esperado. El Cardenal-Infante consiguió reconquistar Berlaimont, Maubeuge, Saint-Pol y poco después Beaumont, pero el 14 de octubre supo que Breda había capitulado una semana antes y que los 1.600 hombres que quedaban de la guarnición, que antes contaba con 3.500, habían abandonado la ciudad el 10 de octubre. En un intento de compensar el revés de Breda, don Fernando ordenó tomar por sorpresa Rijnberk desde Geldern, pero el intento fracasó. Para mayor desgracia, poco después también se perdió Damvillers en Luxemburgo. Las últimas semanas de la campaña le llovieron las desgracias al Cardenal-Infante. El balance era todo menos favorable: había tenido que abandonar Breda, Landrecies, La Capelle y Damvillers. La toma de Venlo y Ruremonde no podía compensar estas pérdidas. El regreso de don Fernando a Bruselas transcurrió en tono menor.


Aquel año tampoco hubo casi ofensivas desde el norte de España y Lombardía. A finales de agosto, una pequeña fuerza de invasión española se disponía a pasar la frontera francesa desde el Rosellón, pero ésta sufrió una aplastante derrota el 27 de septiembre en Leucate. Por su parte, desde Italia ni siquiera hubo oportunidad de organizar nada, mientras que en primavera ya estaba claro que de la flota española del Mediterráneo no podía emanar ninguna amenaza seria para la costa francesa. El Franco Condado se había librado por poco de una invasión franco-sueca. La ciudad sitiada de Besançon, que hospedaba al Duque de Lorena entre sus muros, sólo pudo liberarse gracias a las tropas mandadas por Maximiliano de Baviera (2).


La ayuda desde el Imperio se limitó a los regimientos bajo el mando de Piccolomini y Jean de Werth, respectivamente en la zona fronteriza con Francia y con el Franco Condado. A pesar de sus éxitos recientes de sus ejércitos contra los suecos, Fernando III no había respondido a las súplicas de Madrid y Bruselas de invadir Francia, y menos aún de lanzar un ataque contra Frisia (3).


El alto mando militar de Flandes, de izquierda a derecha: Tomás de Saboya, el Cardenal-Infante y Ottavio Piccolomini.

El Rey y Olivares, a mediados de agosto, recibieron las primeras noticias sobre la pérdida de Landrecies y el sitio de Breda, y pronto se dieron cuenta de que sus esperanzas militares no se iban a cumplir y además, ponían en duda que tanto el Cardenal-Infante y sus comandantes supieran mantenerse: “de Landresi no se me escrivio que estaba sitiada ni inblocada en las postreras cartas”, escribió Felipe IV en una carta personal a su hermano, “antes bien que no havia que temer porque los franceses estaban mui flacos de gente y que no se havian movido de los quarteles junto a Landresi en 20 dias”. Pero aún eran más duro en relación al sitio de Breda: “en lo de Breda no hallo disculpa humana para que se tardase 10 dias en ir a yntentar el socorro”. Por otra parte, las críticas del Consejo de Estado iban en aumento a medida que se conocían más detalles sobre la angustiosa situación del Ejército de Flandes. Olivares estaba enormemente preocupado por la las permanentes desavenencias en el mando militar. Leyendo las cartas de Flandes, sólo podía constatar que “en ninguna se lea otra cossa que quexas y hechar la culpa los unos a los otros, y lo peor es que creo que tienen hasta razon todos, porque no veo ninguna cabeza grande entre ellos”. Nadie parecía preocuparse por “las ordenes de Vuestra Majestad”, de las que “no se obedece ninguna, y Su Alteza dice que se obedecen todas, que aqui consiste el mayor daño”.


Olivares y Felipe IV no dudaron en cantarle las cuarenta a don Fernando y en su correspondencia privada con el gobernador general le hablaron muy claro. El 15 de septiembre el Conde-Duque le escribía que “el rey nuestro señor (dios le guarde) esta como jamas le he visto porque, señor, lo que se ha errado y lo que ha sido menester herrar para que se pierda Breda y no se socorra, son cosas jamas oidas en el mundo”. “Despues que Flandes es Flandes no se ha obrado otra cosa tan desacreditada como esta”, apuntaba Felipe IV (4). “Nada creo que sera ygual a Breda y perdella como se ha perdido quita la reputacion de manera que con nada se puede recobrar o a lo menos, hijo, con grandissima dificultad y muchisimo tiempo”, añadió el Rey, abatido.


La ciudad, cuya toma en 1625 por Ambrogio Spinola, fue celebrada por Velázquez con sus magnífica obra “Las Lanzas” (o “La rendición de Breda”) y que ahora colgaba en el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro junto a otros lienzos que celebraban los triunfos del Rey Planeta, se había perdido. No cabía ilustración más dolorosa del definitivo revés de fortuna de las armas hispanas. Y es que el valor simbólico de la pérdida de Breda era enorme.


Cuando se supo que Soissons se reconcilió con París y que la situación en el frente se estaba deteriorando, los franceses residentes en Bruselas sufrieron las consecuencias. En verano, cuando la República sitió Breda y el ejército francés avanzó hacia Artesia y Henao, el nerviosismo fue en aumento entre la población. Se señalaba con dedo acusador a María de Medici y a sus compatriotas de hospedar a espías de Richelieu que mediante sus indicaciones hacían que el ejército francés pudiera cosechar éxitos rápidos. En el mes de agosto, el Consejo de Estado ordenó registros domiciliarios en los círculos de los malcontentos galos que ni siquiera respetaron la residencia de la Reina madre. Cuando en la primavera de 1638, ésta se enteró de que su presencia (y sobre todo la de su círculo) en Bruselas constituiría un problema político, decidió abandonar la capital flamenca con la excusa de una visita a los baños de Spa. Abandonaría Bruselas el 10 de agosto. Don Fernando aprovechó la salida de María de Medici para extraditar a algunos franceses siguiendo órdenes del Rey. Margarita de Lorena y la Princesa de Phalsbourg, en cambio, podían quedarse porque el Duque de Lorena en incluso, tal vez, Gastón de Orleans, podrían prestar servicios al Rey Católico en el futuro (5).


La desastrosa campaña de 1637, pronto hizo obligada un cambio de estrategia: Olivares, con la adhesión de todos los miembros del Consejo de Estado, manifestó que desaprobaba la decisión de don Fernando de no atacar las ciudades del Mosa en manos republicanas y de avanzar contra Francia con Piccolimini, lo que significó el abandono de Breda antes de que la ciudad hubiera capitulado. Este punto de vista también era compartido por Felipe IV. El 22 de octubre, don Fernando recibió órdenes de reforzar en primer lugar Amberes y posteriormente de ampliar las guarniciones de Gennep, Stevensweert, Geldern, Ruremonde y Venlo y de fortificar Helmond, Eindhoven y Lier. Felipe IV y Olivares deseaban volver a crear las condiciones necesarias para atacar a las Provincias Unidas. Maastricht debía ser el próximo objetivo. De esta forma se pondría entre paréntesis la ofensiva contra Francia.


Sin embargo, si el 8 de enero de 1638, Olivares consideraba emplear todos los medios disponibles contra la República (6), dos meses más tarde volvió a optar, junto con el Consejo de Estado, por la ofensiva contra Francia y una posición defensiva frente a las Provincias Unidas. Luis XIII era considerado el enemigo número uno de España y al combatirlo en el norte de Francia, se le obligaría a rebajar la presión en la Lombardía, lo que podría disminuir igualmente sus acciones en el Franco Condado y Alsacia (7). El Cardenal-Infante, el Príncipe Tomás y Piccolomini, por su parte, también se habían declarado a favor de una nueva ofensiva contra Francia. Madrid y Bruselas obraban, pues, al unísono y en sus cartas del 7 y 31 de marzo el Rey encomendó a su hermano que se preparase para el enfrentamiento contra Francia, aunque dejando claro que, en caso de que se presentas una oportunidad, no se podía dejar de reconquistar terreno a la República.


A pesar de los proyectos y los grandiosos presupuestos, también la campaña de 1638 seguiría un curso distinto al planeado. Mientras que Madrid partía de la hipótesis de que el Cardenal-Infante podría disponer, tropas auxiliares del Imperio inclusive, de 100.ooo soldados (60.000 contra Francia y 40.000 contra la República), don Fernando se quejaba en mayo que de que los refuerzos prometidos aún no habían llegado y que era imposible lanzar el ataque sin disponer de los efectivos necesarios.


A principios de junio, una fuerza francesa intentó ocupar Saint-Omer, pero el príncipe Tomás de Saboya llegó a tiempo para evitarlo (8). Unos días más tarde, el ejército de las Provincias Unidas entró en acción. Con una vanguardia de 6.000 hombres, el conde Guillermo de Nassau marchó en dirección a Kallo, esperando poder tomar posesiones en la orilla izquierda del Escalda, desde donde podría iniciarse el ataque a Amberes. Gracias a la pronta réplica de Felipe de Silva, gobernador militar de Amberes, se pudo rechazar al enemigo que fue aplastado en un combate nocturno el 20 de junio. Casi la mitad de los hombres de Nassau fueron hechos presos y centenares de soldados neerlandeses murieron. El Cardenal-Infante, aliviado, escribió a Roose que éste había sido el éxito necesario para “sacarnos del aprieto en que todo estaba” y lamentó no disponer de más soldados de Infantería para poder cargar conta la República (9). Sin embargo, todo esto no fue más que una ilusión ya que el ejército de campaña que apenas contaba con 18.000 hombres, lo que no ofrecía grandes posibilidades (10). El 14 de septiembre, los franceses reconquistaron Le Catelet. A mediados de agosto, Federico Enrique salió con 16.000 hombres para Geldern, pero allí también se había adelantado el ejército del Cardenal-Infante con la ayuda de unidades alemanas estacionadas cerca de la frontera. Por segunda vez en esta campaña, el ejército de la República tuvo que batirse en retirada con grave daño para su reputación.


Incluso en 1638, Francia y la República habían conservado la iniciativa. Esta vez tampoco se había producido ninguna ofensiva desde Flandes, pero al menos los ataques enemigos fueron rechazados con éxito y después de la catastrófica campaña de 1637 esto constituía un motivo de felicidad. Esta vez, don Fernando aceptó la entrada triunfal en Bruselas el 30 de octubre. En Lombardía y en el norte de España los franceses no habían cosechado grandes logros pero en la Renania Superior habían conseguido sus objetivos. El 2 de marzo, Bernardo de Sajonia-Weimar había rendido Rheinfelden y después de un sitio de 8 meses pudo ocupar para Francia la ansiada Breisach. Las comunicaciones entre Alsacia y el sur de Alemania estaban ahora en manos francesas y el Camino Español de Milán a los Países Bajos quedaba cortado. Esto implicaba que para el transporte de refuerzos, el Ejército de Flandes dependía más que nunca de la ruta marítima.




Fuentes principales:


* Elliott, J. H.: “El conde-duque de Olivares”. Crítica, 2004.


* Vermeier, René: “En estado de guerra. Felipe IV y Flandes 1629-1648”. Universidad de Córdoba, 2006.




Notas:


(1) Consulta del Consejo de Estado, 7 de octubre de 1637 (AGS Estado, 2052, s.f.)


(2) Don Fernando a Felipe IV, 29 de julio de 1637 (SEG 216, f. 295-300).


(3) Felipe IV a don Fernando, 10 de agosto de 1637 (SEG 216, f. 345).


(4) Felipe IV a don Fernando, 16 de septiembre de 1637 (BL Add. 14.007, f. 91-92).


(5) Don Fernando a Felipe IV, 9 y 30 de septiembre de 1638 (SEG 220, f. 98 y f.236).


(6) Voto del Conde-Duque, 8 de enero de 1638.


(7) Consulta de una Junta de Estado, 7 de marzo de 1638 (AGS Estado, 2053, s.f.).


(8) Don Fernando a Felipe IV, 14 de junio de 1638 (SEG 219, f. 188-195).


(9) Don Fernando a Pedro Roose, 25 de junio de 1638 (CPE 1510, f. 111).


(10) Don Fernando a Felipe IV, 2 de agosto de 1638 (SEG 219, f. 499-500).




20 comentarios:

  1. Una oleada de reveses para la España de Felipe IV.
    Debía ser muy triste ver el cuadro de Velázquez La rendición de Breda, con Spínola recibiendo las llaves de la ciudad y saber que ese cuadro de repente pertenecía sólo al recuerdo, a la nostalgia de tiempos mejores y que venía con fecha de caducidad.
    Luego, algo muy típico de por aquí:

    “en ninguna se lea otra cossa que quexas y hechar la culpa los unos a los otros, y lo peor es que creo que tienen hasta razon todos, porque no veo ninguna cabeza grande entre ellos”.
    Parece que se hablara de nuestros políticos actuales. Debe ser que hemos cambiado poco.
    Un saludo.

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  2. Cayetano: sin duda, contemplar esa obra de arte de Velázquez debía torcer el gesto del imperturbable Felipe IV cada vez que lo viese colgado de las paredes del Salón de Reino, la nostalgia debía atravesar su mente como un cuchillo.

    y así es, no hemos cambiado, y lo malo es que pienso que no cambiaremos jamás, es el carácter ibérico.

    Un saludo.

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  3. Menudo aliado poco fiable hubieran encontrado en Gaston de Orleans. Mire que era desastre el hombre. Vamos, desesperante, y un cobardica que cambiaba de bando en cuanto las cosas comenzaban a ponerse peligrosas. Una de las grandes glorias de la casa de Borbón :)

    Buenas noches, monsieur

    Bisous

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  4. Madame: Gastón de Orleans fue una oveja negra de la familia, de eso no cabe duda, y es que parece que los segundones del reino de las lises no llegaban a la altura del betún a sus coronados hermanos porque lo mismo pasó con Monsieur.

    Un beso.

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  5. Debió ser muy doloroso perder el bastión histórico que significaba Breda, a la par el descrédito que se ganaba Don Fernando.
    El tiempo se acaba...
    Salud¡¡

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  6. Javier: la guerra en los Países Bajos fue una continua rapiña de plazas de una parte a otra hasta la Paz de Risjwik de 1697, pero sin duda el valor simbólico de Breda era elevadísimo...seguiremos informando desde el frente :-)

    Un saludo.

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  7. A mi también me sale ese recuerdo del lienzo de Velázquez, las lanzas, que estaba pensado para decorar ese salon de Reinos del Palacio del Buen Retiro, junto a otras grandes hazañas de la monarquía, como la defensa de Cádiz, de Zurbarán. Y ahora todo aquello era nostalgia. Los tiempos estaban cambiando para el imperio, y para mal. Un abrazo, Carolus.

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  8. Imagino el dolor moral que supuso la pérdida de Breda que años antes se había tomado con gran esfuerzo y que supuso en su momento un soplo de aire fresco para elevar los ánimos de las mermadas fuerzas hispanas. Aquella victoria fue un triunfo en una guerra perdida y la pérdida de Breda supuso finalmente la constatación de ello. Pienso que Breda a parte de su valor estratégico tenía un claro valor político y propagandístico para la Monarquía Hispánica y para las Provincias Unidas prueba de ello fue el toma y daca que sufrió en un "corto" periodo de tiempo, así fue conquistada por los españoles en el año 1581 con Felipe II, y en 1590 fue reconquistada por los holandeses. que la mantuvieron hasta 1625, cuando las fuerzas españolas obtuvieron su capitulación y la vistoria fue inmortalizada por Velázquez en su pintura "La rendición de Breda". Finalmente los holandeses la recuperaron definitivamente en 1637. Lástima también del Camino Español, que finalmente fue cortado con lo que eso supondría para las fuerzas de Flandes. Aún así, las fuerzas de la Monarquía todavía darían alguna muestra de fuerza ante tan variadas acechanzas enemigas saliendo muchas veces mal parados y con su honor puesto en entredicho.

    Un saludo :-))

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  9. Tras la mala campaña del año 37, el 38 se presentaba con indecisión en la las acciones. Olivares cambiando de opinión en pocos meses, a tenor de las circunstancias. Muchos frentes, pocas fuerzas, menos ayudas del imperio. Esas dudas en las prioridades no puede traer nada bueno. Un saludo.

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  10. Paco: así es, ya sólo quedaba la nostalgia pues la mayoría de esas batallas del salón de reinos habían perdido su valor político, no sólo Breda sino también la recuperación de Salvador de Bahía pues los holandeses habían vuelto a ocupar el Brasil.

    Un saludo.

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  11. Pedro: Breda fue todo un símbolo, una especie de joya de la corona para la propaganda de ambos bandos como muy bien has narrado.

    Lo del camino español obligó a utilizar la ruta marítima gracias a los corsarios de Ostende pagados por España o a utilizar la ruta del Tirol como vimos en el viaje de don Juan José de Austria hasta Bruselas.

    Un saludo.

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  12. Desdelaterraza: como dices había demasiada dispersión de ideas, parece que faltaba un objetivo clave y luego sigue la dejadez del Imperio.

    Un saludo.

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  13. Cuantas gestas,cuanta sangre derramada por los Tercios de Flandes -el mejor ejército de la Historia-,para desembocar en aquella batalla de Rocroi, que sí que supuso el fin de una era.

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  14. Natalia: no te creas, Rocroi ha sido magnificado para mal por la historiografía española y para demasiado bien por la francesa...lo cierto es que la guerra contra Francia no se decidió hasta la entrada de la Ingleterra de Cromwell en favor de Luis XIV, de hecho aún en 1656, las armas hispanas consiguieron una magnífica victoria en Valenciennes.

    Un saludo.

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  15. Cosas de las que arrepentirse:

    http://pilingui.blogspot.com/2011/05/miley-cyrus-destroza-cancion-de-nirvana.html

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  16. Javier: ayyyyy miedo me da :S...que manía le ha entrado a esta gente con hacer versiones de Nirvana, se ve que está gente tan "chic" no conoce el espíritu de Kurt y Nirvana...hay cosas que jamás deberían versionarse...

    Gracias de la info.

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  17. Querido Alberto, siempre te digo que llego tarde a leer tus entradas, pero no es así. Las dos últimas las he leído con el detenimiento que se merecen para no perder el hilo de la historia.

    Sigo los avatares de la vida del infante-cardenal con verdadero interés.

    Un abrazo

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  18. Jordi: me alegra enormemente que estés siguiendo con tanto interés las entradas sobre el Cardenal-Infante.

    Un abrazo.

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  19. Menuda responsabilidad la del Cardenal- Infante. Desde Madrid llegarían las órdenes, unas órdenes difíciles de cumplir a la hora de plasmarlas en el campo de batalla. Además, en una época en las que no había buenas comunicaciones las decisiones más rápidas había que tomarlas prácticamente solo o con la ayuda de los mariscales de campo y éstas podían o no agradar a Su Majestad y a Olivares. Me pregunto si habría alguna "gran cabeza" en la Villa y Corte, jejej.

    Un beso

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  20. Carmen: desde luego las comunicaciones no eran las de ahora, una carta desde Bruselas tardaba semanas en llegar a Madrid, por lo que lo mejor era dejar la responsabilidad en manos del Cardenal-Infante y sus generales...en aquella época aún había buenas cabezas en Madrid, y Olivares era una de ellas.

    Un beso.

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