viernes, 27 de mayo de 2011

LA FAMILIA DEL REY, LOS TÍOS DE CARLOS II: EL CARDENAL-INFANTE DON FERNANDO DE AUSTRIA (PARTE XXIII Y ÚLTIMA)

Detalle del túmulo del Cardenal-Infante en la Catedral de Toledo.

* Dedico esta entrada a mi amigo Eduardo de Vicente del blog Crónicas de Torrelaguna, por la enorme relación que su pueblo guarda con don Francisco de Melo, marqués de Torrelguna, protagonista de la entrada de hoy.

A la muerte del Cardenal-Infante, Felipe IV nombró a don Francisco de Melo como gobernador interino de los Países Bajos. El propósito de Felipe IV era mantener esta situación de interinidad por espacio de dos o tres años, hasta que se enviase a Flandes a una nueva persona de sangre real a la que los miembros del Consejo de Estado se referían como el “embozado”. Éste se trataba de don Juan José de Austria, que había sido reconocido por Felipe IV aquella misma primavera de 1642. Los preparativos necesarios para su envío a Flandes precisaban este margen de dos o tres años para que, una vez organizada su casa y aclarado su tratamiento protocolario, pudiese tomar posesión con una edad más adecuada. De esta forma, don Francisco de Melo se convertía en un hombre imprescindible para la corte de Madrid.


Otra de las misiones de Melo fue hacer cumplir el testamento del Cardenal-Infante. De esta forma se habían pagado las raciones y gajes de sus criados, asegurando la consignación de estas partidas, se habían satisfecho todas las deudas con los proveedores, caballeriza y despensa, y se habían abonado los cargos “reservados y de conciencia” (1). Mientras se preparaba la almoneda de parte de sus bienes, se había procedido al cierre de la Casa de los Pajes y de la Caballeriza, obsequiando a su caballerizo mayor, el Marqués de Este, un tiro de seis caballos y cuatro caballos de montura, y a la Duquesa de Orleans, dos coches con dos caballos, pero conservando para el patrimonio real la casta de caballos del bosque de Soignes.


Para reemplazar a su difunto hermano don Fernando en la responsabilidad del gobierno de los Países Bajos, Felipe IV escogió, como queda dicho más arriba, a su hijo bastardo don Juan José de Austria, cuando éste contaba tan sólo con 13 años de edad. De inmediato comenzaron los preparativos para su viaje a Flandes, especificando cuál sería el tratamiento que debería dársele tanto por escrito como en persona (2). El Rey determinó que se ajustase todo el protocolo a lo que se había mantenido con don Juan de Austria en tiempos de Felipe II y con el príncipe Filiberto de Saboya, virrey de Sicilia, en los de Felipe III, sobre todo, teniendo en cuenta que don Juan José también era gran prior de la Orden de San Juan (3).


Don Francisco de Melo, marqués de Torrelaguna. Madrid, Biblioteca Nacional.

En 1643, don Francisco de Melo había agilizado los preparativos para el envío del cuerpo del Cardenal-Infante a la corte española acompañándolo personalmente por Francia hasta Fontainebleau. En el traslado se gastaron 200.000 escudos de la primera paga del mes de enero, de manera que desde septiembre de 1642 hasta el 15 de abril de 1643 los Estados de Flandes se habían mantenido “sin asistencia de parte alguna”. El Consejo de Estado desaprobó este costosísimo traslado de los restos mortales de don Fernando por aventurar con estos gastos el mantenimiento de los Países Bajos “pues fuera de menos inconveniente que el cuerpo del señor Infante se aviara por la mar con menos costa o se prorrogara su depósito donde estaba hasta mejor sazón”(4). Junto con el cuerpo, Melo remitió todas las cerraduras de la llave del Cardenal-Infante, arrancadas de los palacios de Bruselas. Aunque había ordenado que “no se usase de las cerraduras y llaves, ni entrase nadie en los quartos que servía a Su Alteza reservándolo para quien aya de governar aquellos estados”, al Consejo le pareció que era conveniente permitir que los gobernadores interinos usasen estas habitaciones reales “para que no se distruyan y vengan al suelo” (5).


Mientras se avanzaba en la ejecución de la testamentaria del Cardenal-Infante, se estaba formando la casa de don Juan José de Austria, a la que se incorporaron criados de la infanta Isabel Clara Eugenia y de don Fernando. Felipe IV insistía en que esta casa debía ser más moderada y reducida que la de la Infanta. Aunque se había dispuesto una nueva ocupación para los criados seglares del Cardenal-Infante y nuevos beneficios y destinos para los eclesiásticos, la consignación de los 14.000 ducados sobre las finanzas de Flandes para pagar a los criados de oficios más bajos incumplía las constituciones del país, pues estas contribuciones debían destinarse exclusivamente al mantenimiento de los gobernadores y al sustento del ejército (6). Sin embargo, Felipe IV no hizo caso de estas reticencias ya que consideraba que esta consignación había sido forzosa y duraría poco.


Cuando don Francisco de Melo salió de Flandes para acompañar el envío de una parte de los bienes muebles heredados por Felipe IV y otros encargos para su casa, la consignación de los criados sobre las finanzas de los Países Bajos ascendía a 35.000 escudos anuales (10.000 para los del Cardenal-Infante y 25.000 para los de Isabel Clara Eugenia).


La junta encargada de organizar el viaje de don Juan José de Austria a Flandes acordó que fuese por Francia, pero el lugar de una jornada pública recomendaban que se adoptase la forma de rebozo (7), es decir, un viaje privado en el que el regio bastardo vestiría como un camarada de los nobles de su séquito y restringiría todas las ceremonias al ámbito reservado de la disimulación. Para ello, se solicitaría un pasaporte a la reina Ana que, recuérdese que a pesar de ser la regente de un reino enemigo y con el que se estaba en guerra, también era la hermana de Felipe IV y, por tanto, tía de don Juan José; y se arreglaría el paso de la comitiva entre un “percacho” (“percheur”) de la casa real francesa y un aposentador español. Entre tanto, la situación de interinidad de Melo empezaba a verse comprometida en el gobierno político y militar de Flandes por el retraso en la venida del nuevo gobernador de sangre real. El envío del Marqués de Castel-Rodrigo como nuevo gobernador general aliviaría pronto esta situación y le permitiría emprender el viaje de regreso a España.


Don Juan José de Austria como San Hermenegildo, obra de Eugenio de las Cuevas (h. 1642). Monasterio de las Descalzas Reales, Madrid.

Una junta particular formada por el Conde de Oñate, fray Juan de San Agustín y Miguel de Salamanca valoró cuál sería el menaje, adorno y gasto ordinario que precisaría la nueva casa de don Juan José (8). Para su sustento estimaban necesarios unos 15.000 ducados mensuales, y repasando el estado de las casas reales que encontraría a su llegada, señalaban que quedaban en el Palacio de Bruselas las dos galerías altas y la baja decoradas con pinturas y unos “bufetes de jaspe”. Dado que la apariencia de esta nueva casa real debía tener un boato menor, recomendaban que se incrementase su decoración con siete tapicerías nuevas y con colgaduras de verano, dejando sin colgar la pieza del cubierto de la mesa y los cuartos del mayordomo mayor y sumiller del corps. Se añadirían también 20 reposteros, dos doseles, dos cortinas de capilla, 14 sobremesas de terciopelo y cubiertas de tafetán, antepuertas y cortinas de ventanas, dos camas con todos los requisitos, pero sin contar las camas del mayordomo mayor y el sumiller de corps con sus adornos. Esto importaría unos 32.000 ducados, mientras que la plata de servicio de su persona, de la capilla y estado, de su cámara, secretaría y asiento, con dos blandones, otros 21.000 ducados, y la ropa blanca para la cámara, panetería, y estados, unos 11.000 ducados. Además, se requerirían 10.000 ducados más para componer su guardarropa, oratorio y guardajoyas. A estos gastos habría que añadir para su caballeriza: ocho coches, 50 caballos de tiro, ocho rocines de carga, 20 rocines para el servicio y 17.000 ducados para el guardarnés. En conjunto estimaban que estos preparativos costarían unos 91.500 ducados. La junta encargada de organizar esta nueva casa evaluó los gastos del viaje a Flandes en 41.500 escudos de 50 placas y advirtió que muchas de las alhajas pertenecientes a los palacios de Bruselas y Tervuren se habían vendido por cantidades muy inferiores a su valor, y que sería necesario recuperarlas para adornar estas casas reales a la llegada de don Juan José. El Rey ordenó entonces a Melo que procurase adquirirlas de nuevo, siempre que los precios no fuesen excesivos.


Pese a la insistencia de Felipe IV para que se recuperasen los menajes, tapicería, pintura y otros bienes de la casa del Cardenal-Infante para la de don Juan José de Austria, el secretario Miguel de Olivares afirmaba que “las más de las alajas no son recobrables por haverse vendido por quenta de deudas a mercaderes, officiales de manos y criados en excesivos precios” (9), pero de lo que más se necesitaba para la nueva casa era de plata labrada y caballos españoles. Incluía en su información que el Castillo de Tervuren había sido saqueado por el enemigo en 1635 y que alguna de sus pinturas fueron remplazadas por cuenta del Consejo de Finanzas de manera que habría que encargar sólo unas camas nuevas.


En el verano de 1644, don Francisco de Melo obtuvo finalmente las cédulas de paso de la Cámara de Castilla para realizar su viaje de regreso a España. Había sido remplazado en el gobierno del Flandes por el Marqués de Castel-Rodrigo en el plano político y por Ottavio Piccolomini en el militar. Melo trajo consigo “las tapicerías, colgaduras, camas, bestidos, ropa blanca y otras cosas contenidas en la relación escrita en diez ojas sin ésta firmada de Antonio Carnero del mi Consejo y mi secretario de la Cámara y Estado de Castilla”. Esta relación contiene algunos bienes que pertenecían al propio Melo, pero en su mayor parte se trata de pinturas, tapices, colgaduras, muebles, relicarios y otros objetos suntuarios heredados por Felipe IV de las dos casas mortuorias de la infanta Isabel Clara Eugenia y el Cardenal-Infante, que constituyen el mayor envío, por su volumen y trascendencia, que se realizó desde Flandes a la corte española en todo el siglo XVII.


Por lo que respecta a don Juan José de Austria, y como hemos visto en anteriores entradas dedicadas a su biografía, éste tuvo aún que esperar hasta 1656 para ocupar el gobierno de los Países Bajos, a donde llegó tras sus glorias militares en Italia y Cataluña.


Fuentes:


* Elliott, J. H.: “El conde-duque de Olivares”. Crítica, 2004.


* García García, Bernardo J.: “El legado de arte y objetos suntuarios de las testamentarías de Isabel Clara Eugenia y el Cardenal Infante (1634-1645)”, en “Arte y diplomacia de la Monarquía Hispánica en el siglo XVII” por José Luis Colomer (dir.). Fernando Villaverde Ediones en colaboración con CEEH y Casa Velázquez, 2003.


* Vermeier, René: “En estado de guerra. Felipe IV y Flandes 1629-1648”. Universidad de Córdoba, 2006.


Notas:


(1) Testamento del Cardenal-Infante. BNE, mss. 11773, ff. 620r-621r, 9 de noviembre de 1641. Punto 16.


(2) Consulta del Consejo de Estado, Madrid 13 de diciembre de 1642. AGS, Estado Flandes, leg. 3860.


(3) En marzo de 1636, Felipe IV le nombró en secreto, porque no tenía la edad necesaria, y en 1642 el cargo se hizo efectivo limitando el uso de sus plenos poderes hasta 1645, en que cumplió los 15 años requeridos.


(4) Consulta del Consejo de Estado sobre cartas de don Francisco de Melo y otros ministros de Flandes desde 26 de marzo hasta el 15 de abril. Madrid, 23 de mayo de 1643. AGS, Estado Flandes, leg. 2059.


(5) Íbidem.


(6) Consulta del Consejo de Estado. Madrid, 19 de diciembre de 1643. AGS, Estado Flandes, leg. 2060.


(7) Para las condiciones del protocolo y servicio de este viaje, véase consulta de la junta de testamentarios. Madrid, 17 de enero de 1644. AGS, Flandes, leg. 2062.


(8) Consulta de la junta del Conde de Oñate, fray Juan de San Agustín y Miguel de Salamanca. Madrid, 12 de enero de 1644. AGS, Flandes, leg. 2062.


(9) Copia de la carta de don Miguel Olivares al secretario Jerónimo de Villanueva. Bruselas, 3 de abril de 1644. AGS, Flandes, leg. 2061.

14 comentarios:

  1. Menudo trajín el del recambio de titular, con esos gastos enormes tanto en lo referente al fallecido (ahorro en gastos o tacañería manifiesta el querer traerlo por mar, más barato que por tierra)como en el mantenimiento del sucesor en el cargo, eso sin hablar del mantenimiento de un costoso ejército que asegurase la preeminencia española en Europa.. Demasiados gastos. No me extraña que aparecieran críticos , como "el amigo" de Olivares cuando escribía aquello de "ya el pueblo doliente empieza a recelar no le echen gabela sobre el respirar", aunque por estas fechas el viejo escritor ya estaba cansado y le quedaban pocos meses de vida.

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  2. Cayetano: demasiados gastos suntuarios e inservibles y poco dinero inyectado al ejército, verdadero motor de ese Imperio. A Quevedo, como a Olivares, que tuvieron vidas paralelas ya poco les quedaba de vida sí, ambos morirían en 1645.

    Un saludo.

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  3. Muchas gracias por la dedicatoria, a Don Francisco de Melo el marquesado de Torrelaguna le duró poco tiempo, se lo dieron por los servicios prestados pero el pueblo lo recurrió, ganó y terminaron quitándoselo, ya daré más detalles en una entrada.
    Enorme "tesoro" se trajo de Flandes.
    Curioso "el pase" que le dio su tía Ana a Don Juan José de Austria.

    Un abrazo.

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  4. O Francisco de Melo (Assumar), tem por aqui uma péssima reputação. Nem sequer por ter tomado o partido do Rei estrangeiro, mas pelo papel desempenhado na prisão de D. Duarte de Bragança.

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  5. Eduardo: de nada ;)...me encantará leer esa entrada que tienes en mente sobre el breve marquesado de don Francisco sobre tu tierra.

    Un abrazo.

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  6. Nuno: eso del rey extranjero es muy relativo. Felipe IV era el rey y señor natural de Portugal, al igual que también lo era de Navarra, Aragón, Flandes o los Países Bajos...la corona era la que otorgaba la naturalidad de un reino. Los Bragança fueron unos nobles advenedizos que se hicieron con la corona tras el golpe de estado de diciembre de 1640, por ellos no fueron reconocidos por la gran nobleza lusa, los fidalgos, que siguieron fieles al Rey Católico: los Castel-Rodrigo, Aveiro, Melo, etc...no querían a un igual como rey...a los "rebeldes" Bragança sólo les apoyó la baja nobleza y una parte del clero. El pueblo por su parte era volátil, unas veces apoyaba a la Casa de Bragança y otras a la de Austria, sino véase los vítores a Juan José de Austria en Arronches o Évora en 1663.

    Espero dedicar una entrada a la historia de don Duarte, preso del Castello Sforzesco de Milán.

    Un saludo.

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  7. Era demasiado joven cuando comenzo recaer sobre él el peso de tan graves responsabilidades. Trece años son muy pocos para ser elegidos, aunque, claro está, al estar estas designaciones basadas en la sangre, no había otra opción.

    Feliz fin de semana

    Bisous

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  8. Madame: así es, cuando la sangre regia corría por las venas poco importaba la edad.

    Un beso.

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  9. Mucho boato y dispendio, incluso en el traslado del cadáver del infante, pero al menos se decidió habitar los aposentos disponibles, porque sino ya se sabe: casa abandonada, casa arruinada. Ha sido interesante este epílogo a la serie del Infante, explicando el gobierno transitorio hasta el infante Juan José. Saludo.

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  10. Curioso oficio el de "percacho". Es la primera vez que tengo noticia de tal cometido. Suena mejor lo de aposentador.

    Ha escrito usted una excelente serie.

    Saludos.

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  11. Desdelaterraza: así es, al menos el palacio quedó con buen criterio habitado...una corrección: don Juan José no ostentó nunca el título de infante por ser bastardo y de hecho ese fue uno de sus grandes anhelos pues ello le habría dado legalidad para ser sucesor al trono.

    Un saludo.

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  12. Retablo: así es, una palabra francesa españolizada según los términos de la época.

    Muchas gracias por sus palabras.

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  13. Como nos has demostrado en entradas anteriores, Juan José de Austria demostró ser mejor que otros verdaderos vástagos de tan gran familia: aunque ahora, con que historias continuarás? Seguro que nos sorprendes.
    Un gran abrazo¡¡¡

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  14. Javier: así es, ojalá hubiera habido más Juan Josés...ya iremos viendo que se me ocurre, aunque tengo muchas entradas en mente y algunas ya escritas ;)

    Un abrazo.

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