lunes, 30 de mayo de 2011

Testamento del Cardenal-Infante don Fernando


In Dei Nomine, Amen. Sepan los que vieren esta Escritura, como yo Don Fernando por la gracia de Dios, Infante de España, Cardenal de la Santa Iglesia de Roma, del titulo de Santa Maria in Porticu; Administrador perpetuo del Arzobispado de Toledo; Primado de las Españas; Canciller mayor de Castilla, Abad, y Comendatario perpetuo de la Albadia de Alcobaza; Gran Prior de Ocrato, de la Orden, y Milicia de San Juan del Hospital en los Reynos de Portugal; Lugarteniente del Rey mi Señor, su Governador, y Capitan General de los Paises Baxos, hallandome con enfermedad que Dios ha sido servido de darme, en mi entero juicio, hago, y ordeno mi Testamento, y mi vltima y postrimera voluntad, en la forma siguiente.


Conozco que he sido pecador miserable, y pido a Dios nuestro Señor, vse conmigo de su misericordia, por los meritos infinitos de la Passion de Christo nuestro Señor; y a la soberana Reyna de los Angeles, nuestra Señora, la suplico interceda con su preciosísimo Hijo por el perdon de mis pecados; y lo mismo pido a los Santos de mi devocion, en particular al glorioso San Ilephonso, y a los demas de la Corte del Cielo; y a mi Angel de la Guarda, y a todos los Angeles, y Espiritus Celestiales.


Creo, y confieso todo lo que cree, y confiessa la Santa Madre Iglesia Catholica Romana, en cuya fee santa he vivido, y protesto morir, con la gracia de Dios.


Suplico a su Magestad, que ya en vida no cumpli el deseo que siempre tuve de entrar en la Santa Iglesia de Toledo, se sirva de que mi cuerpo sea enterrado en ella, en la Capilla de nuestra Señora del Sagrario, fundando en ella alguna memoria, la que le pareciere a su Magestad: y pido al Dean, y Cabildo de la dicha Iglesia, recivan mi cuerpo, y le den la sepultura que digo arriba; y les encargo se acuerden de mi en sus santas oraciones; y fio lo haràn con muy buena voluntad, porque saven he sido siempre muy estimador de Comunidad tan venerable; y pues mi gobierno les ha sido grato viviendo yo, creo que en mi muerte estimaràn mi memoria, rogando a Dios por mi alma.


Tambien suplico a su Magestad, mande que se funde un Aniversario de vna Missa cada año, el dia de mi muerte, en la Iglesia de Santa Maria in Porticu en Roma, que es el titulo de que soy Cardenal; y que mi cuerpo sea depositado en la Capilla Real deste Palacio, junto al deposito donde està la Señora Infanta mi Tia.


A nuestro Santissimo Padre Vrbano Octavo pido, postrado a sus pies con la reverencia que devo, que como a hijo suyo el mas humilde, me eche su Apostolica bendicion; y pues siempre me ha tratado con el amor de Padre, espero que en esta ocasión encomendarà a Dios mi alma, y intercederà por ella; y es gran consuelo para mi, morir siendo vno de los de su Sacro Colegio; y suplico a su Santidad se sirva de hacer merced de mi Capelo a don Antonio de Benavides, Canonigo de la Santa Iglesia de Toledo, mi Camarero Eclesiastico, y Sumiller de Cortina, que hace oficio de Limosnero Mayor; y fio de su virtud, y calidad, y letras, y buenas partes, que cumplirà con las obligaciones de tal dignidad, haciendole esta honra.


Iten declaro, que en el punto de pedir el Capelo a su Santidad, se siga lo que su Magestad ordenare: que esta es mi voluntad.


Iten mando, que lo mas presto que se pudiere, se digan por mi alma doce mil Missas, las mas que se pudieren, en altares privilegiados. La forma de mi entierro, encargo a mis Testamentarios la dispongan como les pareciere, dando las limosnas que tuvieren por bien. Y encargo a estos Estados, de que su Magestad se sirvio hacerme Governador, que conserven el zelo que deven a la Iglesia Catholica Apostholica Romana, y que siempre han mostrado tener; y assimismo el amor, y lealtad con que en todas ocasiones han servido a su Magestad, y obedecido sus Reales ordenes, de que yo en el tiempo que los he governado, tengo muchas experiencias; y les doy muchas gracias por ello; y espero lo continuaràn de aquí adelante con la misma fidelidad.


Iten declaro, que a mis Criados se les esta deviendo diferentes cantidades de gages, raciones y emolumentos: suplico a su Magestad, que lo que constare importa esto, se sirva de mandar se les pague; y a los que quisieren ir a España, se les de ayuda de costa, segun las calidades de sus personas y oficios. Y por quanto me hallo bien servido de ellos, y deseo que tengan el premio que merece el amor con que han assistido a mi servicio; suplico tambien a su Magesatd, se sirva de hacerles merced; y quiero se continúen por sus vidas los gages, raciones, y emolumentos que agora gozan, enteramente: y entre tanto que su Magestad da en esto la orden que confio, encargo a los Gefes de finanzas, Thesorero General, Y Comises, continúen el pagamento de los dichos gages, raciones, y emolumentos, de los quarenta mil escudos que su Magestad ha mandado fe me den, y de los cinco mil escudos que se me pagan cada mes por aquella via: y es mi voluntad se les de luto a todos mis Criados, conforme a la calida de los puestos de cada vno; y encomiendo tambien a su Magsestad las viuds de mis criados.


Y porque estoy obligado al amor, y grande puntualidad con que el Marques de Este me ha servido desde mis primeros años; suplico a su Magestad, me haga merced de honrarle, y favorecerle, estimando, y premiando su persona.


Declaro que estoy deviendo a Mercaderes, y a otras personas, dieferentes cantidades, las quales deseo que con la mayor brevedad se paguen, ajustandoles sus cuentas. Suplico a su Magestad, y encargo a mis Testamentarios, que lo mas presto que se pueda, se les de entera satisfacion.


Iten declaro, que devo a Don Juan de Lira, Pagador General de los Exercitos de su Magestad en estos Estados, diferentes sumas de dineros que ha pagado por mi mandado; y mando se le paguen puntualmente lo que dixere, fiandolo a su verdad, y fidelidad: y a todos los que contra mi hazienda tuvieren acciones, o derechos quiero, y ordeno, que según justicia se les pague lo que se les deviere.


Iten declaro, que a la Casa mortuoria de la Señora Infanta mi Tia, he tomado algunas alhajas, y joyas, ademàs de las que me mandò en su Testamento, que no estan pagadas; y encargo se paguen luego con la misma puntualidad.


Iten declaro, que dexo una Memoria en manos de Don Miguel de Salamanca, con noticia del Padre Fray Juan de la Madre de Dios, de la Orden de los Carmelitas descalzos, firmada de los dos, en que se refieren algunas deudas particulares de dinero que devo; y mando se paguen luego.


Iten declaro, que he comunicado algunas cosas particulares de mi conciencia con Fray Juan de la Madre de Dios, y con Don Miguel de Salamanca; y para cumplirlas, mando se entreguen veinte mil escudos a los susodichos; y les encargo los distribuyan luego en la forma que les he mandado; y quiero, y es mi voluntad que agora, y en ningun tiempo no se les pida cuenta deste dinero: y porque se pueda executar con mas brevedad lo que ordeno en este particular, encargo a Don Miguel de Salamanca cumpla luego esta partida, si se hallare con dineros, y medios de su Magestad; y no los teniendo, disponga la forma que mejor le pareciere, para que se cumpla: que me asseguro que su Magestad lo tendrà por bien.


Iten mando, que se entreguen a Fray Juan de la Madre de Dios doscientos escudos cada mes, por el tiempo que el declarare, para que acuda con ellos a cierta obra pia que le he comunicado; y mando se dè cuenta dello a su Magestad.


Y pagadas todas mis deudas, nombro por mi universal heredero de todos mis bienes, derechos, y acciones que me pertenecen, y puedan pertenecer, al Rey mi Señor, mi Hermano; y le suplico se sirva de mandar se dè satisfacion a todas mis deudas, y se hagan por mi alma los sufragios, y demas buenas obras que fuere servido de ordenar; que fio en su grandeza, y piedad, que en el bien que hiciere por mi alma, continuarà las honras, y mercedes que me ha hecho en vida: y no digo mucho de mi reconocimiento porque todo el mundo save que no ha havido Vassallo tan favorecido de su Rey, como yo, ni tan amado de su Hermano, y Señor; y en mi muerte lo que tengo por mayor perdida, donde me he criado, y que me falte tiempo para servir a su Magesatad, y reconocer lo que le devo; y siento mucho que mi vida no aya llegado a servir al Principe mi Señor, como lo pensava hacer; pero cumplase la voluntad de Dios, que es mi primer deseo: y suplico a su Divina Magestad ayude los intentos santos que se conocen ya en su Alteza, con que la Christiandad tendrà las felicidades que yo puedo desear.


Y quiero, y es mi voluntad, que todo lo referido a esta Escritura se observe, y guarde, y se ami Testamento; y si alguna imperfeccion, o falta de solemnidad huviere, la suplo con la autoridad que su Magestad me ha permitido en estos Estados, para que en todo lo dicho tenga entero cumplimiento en la mejor forma que haya lugar.


Y para executar, y cumplir todo lo dispuesto en mi Testamento, suplico a su Magestad de mandarlo assi se sirva; y nombro por mis Testamentarios al Conde Duque de San Lucar, mi Sumiller de Corps, para que lo sea insolidum; a Fray Juan de la Madre de Dios, que me ha confessado, y asistido; al Obispo, y Governador de mi Arzobispado de Toledo; al Arzobispo de Malinas; el Obispo de Gante, del Consejo privado; Marques de Este; al Marques de Orani, Gentilhombre de mi Camara, y Canciller de Brabante; Fray Juan de San Agustin, mi Confessor; Don Francisco de Melo; Marques de Velada, Presidente del Consejo privado de Brabante; y les doy todo el poder bastante para que ejerzan el oficio de Testamentarios, con todas las calidades que fueren necesarias. Fecha en Brusselas, en presencia del Marques de Velada; Marques de Este; Fray Juan de la Madre de Dios; Don Miguel de Salamanca, como Testigos. En fee de verdad firmè esta con los mis Testamentarios, con el Audiencier, primer secretario de su Magestad en estos Estados, en quatro de Noviembre de mil y seiscientos y quarenta y un años. Firmado: El Cardenal Infante. Y mas abaxo: El Marques de Velada. El Marques de Este. Fray Juan de la Madre de Dios. Don Miguel de Salamanca. Secretario Verreyken.


Mas abaxo esta escrito: el Marques de Este, Fray Juan de la Madre de Dios, y Don Miguel de Salamanca, decimos que vno de los Testamentarios de la voluntad de su Alteza, que estè en gloria, fue el Señor Conde de Noyeles, Gefe de Finanzas de su Magestad, y Mayordomo de su Alteza; y se dexò de poner con los demas, por olvido de quien escribió el Testamento; y assi se hace esta declaracion al pie del, para que assi conste: y lo firmamos en Brusselas a diez de Noviembre de mil y seiscientos y quarenta y vno. Firmado: el Marques de Este. Don Miguel de Salamanca. Fray Juan de la Madre de Dios. Despues de las dichas firmas esta escrito: Yo el Audiencier, primer Secretario de su Magestad en estos Estados, hago fee, que la Declaracion de arriba se hizo ante mi en Brusselas a diez de Noviembre de mil y seiscientos y quarenta y vn años, que se abrio el Testamento, Firmado: Verreyken. Esta copia concuerda con el Original, de lo que yo Audincier, primer Secretario de su Magestad, firmè esta a diez de Noviembre de mil y seiscientos y quarenta y vno. Verreyken.



Fuente:


* Testamento del Infante Cardenal D. Fernando de Austria, hermano del Rey D. Phelipe IV. Administrador perpetuo del Arzobispado de Toledo, y Governador, y Capitan General de los Paises Baxos, por Su Magestad: otorgado en Brusselas a 4 de Noviembre de 1641. Biblioteca Real, Copia simple ms. en castellano, al fol. 832 de un libro ms. en folio, rotulado: Sucessos del año 1641 y señalado f. 68 cotejada, y corregida en algunos lugares por otra copia simple ms. contenida en un libro ms. del Mraques de Uztariz.

viernes, 27 de mayo de 2011

LA FAMILIA DEL REY, LOS TÍOS DE CARLOS II: EL CARDENAL-INFANTE DON FERNANDO DE AUSTRIA (PARTE XXIII Y ÚLTIMA)

Detalle del túmulo del Cardenal-Infante en la Catedral de Toledo.

* Dedico esta entrada a mi amigo Eduardo de Vicente del blog Crónicas de Torrelaguna, por la enorme relación que su pueblo guarda con don Francisco de Melo, marqués de Torrelguna, protagonista de la entrada de hoy.

A la muerte del Cardenal-Infante, Felipe IV nombró a don Francisco de Melo como gobernador interino de los Países Bajos. El propósito de Felipe IV era mantener esta situación de interinidad por espacio de dos o tres años, hasta que se enviase a Flandes a una nueva persona de sangre real a la que los miembros del Consejo de Estado se referían como el “embozado”. Éste se trataba de don Juan José de Austria, que había sido reconocido por Felipe IV aquella misma primavera de 1642. Los preparativos necesarios para su envío a Flandes precisaban este margen de dos o tres años para que, una vez organizada su casa y aclarado su tratamiento protocolario, pudiese tomar posesión con una edad más adecuada. De esta forma, don Francisco de Melo se convertía en un hombre imprescindible para la corte de Madrid.


Otra de las misiones de Melo fue hacer cumplir el testamento del Cardenal-Infante. De esta forma se habían pagado las raciones y gajes de sus criados, asegurando la consignación de estas partidas, se habían satisfecho todas las deudas con los proveedores, caballeriza y despensa, y se habían abonado los cargos “reservados y de conciencia” (1). Mientras se preparaba la almoneda de parte de sus bienes, se había procedido al cierre de la Casa de los Pajes y de la Caballeriza, obsequiando a su caballerizo mayor, el Marqués de Este, un tiro de seis caballos y cuatro caballos de montura, y a la Duquesa de Orleans, dos coches con dos caballos, pero conservando para el patrimonio real la casta de caballos del bosque de Soignes.


Para reemplazar a su difunto hermano don Fernando en la responsabilidad del gobierno de los Países Bajos, Felipe IV escogió, como queda dicho más arriba, a su hijo bastardo don Juan José de Austria, cuando éste contaba tan sólo con 13 años de edad. De inmediato comenzaron los preparativos para su viaje a Flandes, especificando cuál sería el tratamiento que debería dársele tanto por escrito como en persona (2). El Rey determinó que se ajustase todo el protocolo a lo que se había mantenido con don Juan de Austria en tiempos de Felipe II y con el príncipe Filiberto de Saboya, virrey de Sicilia, en los de Felipe III, sobre todo, teniendo en cuenta que don Juan José también era gran prior de la Orden de San Juan (3).


Don Francisco de Melo, marqués de Torrelaguna. Madrid, Biblioteca Nacional.

En 1643, don Francisco de Melo había agilizado los preparativos para el envío del cuerpo del Cardenal-Infante a la corte española acompañándolo personalmente por Francia hasta Fontainebleau. En el traslado se gastaron 200.000 escudos de la primera paga del mes de enero, de manera que desde septiembre de 1642 hasta el 15 de abril de 1643 los Estados de Flandes se habían mantenido “sin asistencia de parte alguna”. El Consejo de Estado desaprobó este costosísimo traslado de los restos mortales de don Fernando por aventurar con estos gastos el mantenimiento de los Países Bajos “pues fuera de menos inconveniente que el cuerpo del señor Infante se aviara por la mar con menos costa o se prorrogara su depósito donde estaba hasta mejor sazón”(4). Junto con el cuerpo, Melo remitió todas las cerraduras de la llave del Cardenal-Infante, arrancadas de los palacios de Bruselas. Aunque había ordenado que “no se usase de las cerraduras y llaves, ni entrase nadie en los quartos que servía a Su Alteza reservándolo para quien aya de governar aquellos estados”, al Consejo le pareció que era conveniente permitir que los gobernadores interinos usasen estas habitaciones reales “para que no se distruyan y vengan al suelo” (5).


Mientras se avanzaba en la ejecución de la testamentaria del Cardenal-Infante, se estaba formando la casa de don Juan José de Austria, a la que se incorporaron criados de la infanta Isabel Clara Eugenia y de don Fernando. Felipe IV insistía en que esta casa debía ser más moderada y reducida que la de la Infanta. Aunque se había dispuesto una nueva ocupación para los criados seglares del Cardenal-Infante y nuevos beneficios y destinos para los eclesiásticos, la consignación de los 14.000 ducados sobre las finanzas de Flandes para pagar a los criados de oficios más bajos incumplía las constituciones del país, pues estas contribuciones debían destinarse exclusivamente al mantenimiento de los gobernadores y al sustento del ejército (6). Sin embargo, Felipe IV no hizo caso de estas reticencias ya que consideraba que esta consignación había sido forzosa y duraría poco.


Cuando don Francisco de Melo salió de Flandes para acompañar el envío de una parte de los bienes muebles heredados por Felipe IV y otros encargos para su casa, la consignación de los criados sobre las finanzas de los Países Bajos ascendía a 35.000 escudos anuales (10.000 para los del Cardenal-Infante y 25.000 para los de Isabel Clara Eugenia).


La junta encargada de organizar el viaje de don Juan José de Austria a Flandes acordó que fuese por Francia, pero el lugar de una jornada pública recomendaban que se adoptase la forma de rebozo (7), es decir, un viaje privado en el que el regio bastardo vestiría como un camarada de los nobles de su séquito y restringiría todas las ceremonias al ámbito reservado de la disimulación. Para ello, se solicitaría un pasaporte a la reina Ana que, recuérdese que a pesar de ser la regente de un reino enemigo y con el que se estaba en guerra, también era la hermana de Felipe IV y, por tanto, tía de don Juan José; y se arreglaría el paso de la comitiva entre un “percacho” (“percheur”) de la casa real francesa y un aposentador español. Entre tanto, la situación de interinidad de Melo empezaba a verse comprometida en el gobierno político y militar de Flandes por el retraso en la venida del nuevo gobernador de sangre real. El envío del Marqués de Castel-Rodrigo como nuevo gobernador general aliviaría pronto esta situación y le permitiría emprender el viaje de regreso a España.


Don Juan José de Austria como San Hermenegildo, obra de Eugenio de las Cuevas (h. 1642). Monasterio de las Descalzas Reales, Madrid.

Una junta particular formada por el Conde de Oñate, fray Juan de San Agustín y Miguel de Salamanca valoró cuál sería el menaje, adorno y gasto ordinario que precisaría la nueva casa de don Juan José (8). Para su sustento estimaban necesarios unos 15.000 ducados mensuales, y repasando el estado de las casas reales que encontraría a su llegada, señalaban que quedaban en el Palacio de Bruselas las dos galerías altas y la baja decoradas con pinturas y unos “bufetes de jaspe”. Dado que la apariencia de esta nueva casa real debía tener un boato menor, recomendaban que se incrementase su decoración con siete tapicerías nuevas y con colgaduras de verano, dejando sin colgar la pieza del cubierto de la mesa y los cuartos del mayordomo mayor y sumiller del corps. Se añadirían también 20 reposteros, dos doseles, dos cortinas de capilla, 14 sobremesas de terciopelo y cubiertas de tafetán, antepuertas y cortinas de ventanas, dos camas con todos los requisitos, pero sin contar las camas del mayordomo mayor y el sumiller de corps con sus adornos. Esto importaría unos 32.000 ducados, mientras que la plata de servicio de su persona, de la capilla y estado, de su cámara, secretaría y asiento, con dos blandones, otros 21.000 ducados, y la ropa blanca para la cámara, panetería, y estados, unos 11.000 ducados. Además, se requerirían 10.000 ducados más para componer su guardarropa, oratorio y guardajoyas. A estos gastos habría que añadir para su caballeriza: ocho coches, 50 caballos de tiro, ocho rocines de carga, 20 rocines para el servicio y 17.000 ducados para el guardarnés. En conjunto estimaban que estos preparativos costarían unos 91.500 ducados. La junta encargada de organizar esta nueva casa evaluó los gastos del viaje a Flandes en 41.500 escudos de 50 placas y advirtió que muchas de las alhajas pertenecientes a los palacios de Bruselas y Tervuren se habían vendido por cantidades muy inferiores a su valor, y que sería necesario recuperarlas para adornar estas casas reales a la llegada de don Juan José. El Rey ordenó entonces a Melo que procurase adquirirlas de nuevo, siempre que los precios no fuesen excesivos.


Pese a la insistencia de Felipe IV para que se recuperasen los menajes, tapicería, pintura y otros bienes de la casa del Cardenal-Infante para la de don Juan José de Austria, el secretario Miguel de Olivares afirmaba que “las más de las alajas no son recobrables por haverse vendido por quenta de deudas a mercaderes, officiales de manos y criados en excesivos precios” (9), pero de lo que más se necesitaba para la nueva casa era de plata labrada y caballos españoles. Incluía en su información que el Castillo de Tervuren había sido saqueado por el enemigo en 1635 y que alguna de sus pinturas fueron remplazadas por cuenta del Consejo de Finanzas de manera que habría que encargar sólo unas camas nuevas.


En el verano de 1644, don Francisco de Melo obtuvo finalmente las cédulas de paso de la Cámara de Castilla para realizar su viaje de regreso a España. Había sido remplazado en el gobierno del Flandes por el Marqués de Castel-Rodrigo en el plano político y por Ottavio Piccolomini en el militar. Melo trajo consigo “las tapicerías, colgaduras, camas, bestidos, ropa blanca y otras cosas contenidas en la relación escrita en diez ojas sin ésta firmada de Antonio Carnero del mi Consejo y mi secretario de la Cámara y Estado de Castilla”. Esta relación contiene algunos bienes que pertenecían al propio Melo, pero en su mayor parte se trata de pinturas, tapices, colgaduras, muebles, relicarios y otros objetos suntuarios heredados por Felipe IV de las dos casas mortuorias de la infanta Isabel Clara Eugenia y el Cardenal-Infante, que constituyen el mayor envío, por su volumen y trascendencia, que se realizó desde Flandes a la corte española en todo el siglo XVII.


Por lo que respecta a don Juan José de Austria, y como hemos visto en anteriores entradas dedicadas a su biografía, éste tuvo aún que esperar hasta 1656 para ocupar el gobierno de los Países Bajos, a donde llegó tras sus glorias militares en Italia y Cataluña.


Fuentes:


* Elliott, J. H.: “El conde-duque de Olivares”. Crítica, 2004.


* García García, Bernardo J.: “El legado de arte y objetos suntuarios de las testamentarías de Isabel Clara Eugenia y el Cardenal Infante (1634-1645)”, en “Arte y diplomacia de la Monarquía Hispánica en el siglo XVII” por José Luis Colomer (dir.). Fernando Villaverde Ediones en colaboración con CEEH y Casa Velázquez, 2003.


* Vermeier, René: “En estado de guerra. Felipe IV y Flandes 1629-1648”. Universidad de Córdoba, 2006.


Notas:


(1) Testamento del Cardenal-Infante. BNE, mss. 11773, ff. 620r-621r, 9 de noviembre de 1641. Punto 16.


(2) Consulta del Consejo de Estado, Madrid 13 de diciembre de 1642. AGS, Estado Flandes, leg. 3860.


(3) En marzo de 1636, Felipe IV le nombró en secreto, porque no tenía la edad necesaria, y en 1642 el cargo se hizo efectivo limitando el uso de sus plenos poderes hasta 1645, en que cumplió los 15 años requeridos.


(4) Consulta del Consejo de Estado sobre cartas de don Francisco de Melo y otros ministros de Flandes desde 26 de marzo hasta el 15 de abril. Madrid, 23 de mayo de 1643. AGS, Estado Flandes, leg. 2059.


(5) Íbidem.


(6) Consulta del Consejo de Estado. Madrid, 19 de diciembre de 1643. AGS, Estado Flandes, leg. 2060.


(7) Para las condiciones del protocolo y servicio de este viaje, véase consulta de la junta de testamentarios. Madrid, 17 de enero de 1644. AGS, Flandes, leg. 2062.


(8) Consulta de la junta del Conde de Oñate, fray Juan de San Agustín y Miguel de Salamanca. Madrid, 12 de enero de 1644. AGS, Flandes, leg. 2062.


(9) Copia de la carta de don Miguel Olivares al secretario Jerónimo de Villanueva. Bruselas, 3 de abril de 1644. AGS, Flandes, leg. 2061.

miércoles, 25 de mayo de 2011

SOLUCIÓN A LOS PROBLEMAS CON BLOGGER


Como ya hemos comentado, muchos estamos teniendo problemas con Blogger. Pues bien, algunos amigos me han recomendado como solución utilizar el navegador de Google, llamado Google Chrome, en lugar del Internet Explorer de Microsoft. Yo por mi parte, en casa utilizo Chrome desde hace un año aproximadamente y no tengo problemas, todo lo contrario que cuando me conecto desde la oficina que utiliza Explorer o cualquier otro ordenador que tenga el tradicional navegador de Microsoft.

La cosa puede tener una explicación muy fácil ya que Blogger pertenece a Google, al igual que Chrome, por lo que puede ser que la multinacional de Palo Alto (California) esté optimizando su red de blogs para su navegador, para de esta forma hacer la competencia a Explorer e incitar a la gente a cambiarse.

Como mucho sabéis, yo me dedico profesionalmente a esto del marketing y las estrategias digitales y aunque aún no me ha llegado ninguna comunicación, todo parece dirigirse hacia esa dirección.

Por último decir, que mi experiencia con Chrome es bastante buena y que en un par de días uno se acostumbra pues no son tantas las diferencias con respecto a Explorer.

CAROLVS II

OJO CON BLOGGER

Como ya habréis notado en los últimos días Blogger nos está dando más de un disgusto borrando comentarios (incluso de entrada pretéritas), no dejando subir imágenes ni justificar textos, dando errores cuando intentas acceder a tu cuenta como si no existiese o siendo imposible dejar comentarios en los blogs amigos...


...seguiré atento a la evolución, pero si esto sigue así me plantearé refundar el blog en otra plataforma como WordPress...


CAROLVS II

domingo, 22 de mayo de 2011

LA FAMILIA DEL REY, LOS TÍOS DE CARLOS II: EL CARDENAL-INFANTE DON FERNANDO DE AUSTRIA (PARTE XXII)


El Cardenal-Infante don Fernando por Gaspar de Crayer (1639).

A finales de 1637 al Cardenal-Infante le resultaba evidente que la guerra en ambos frentes era imposible de ganar y ya en aquellas fechas había pedido a Madrid que se volvieran a poner en marcha conversaciones de paz con las Provincias Unidas. Varios de sus consejeros, entre ellos fray Juan de San Agustín y el Marqués de Mirabel, estaban plenamente de acuerdo, en cambio Pedro Roose no. El jefe-presidente se oponía radicalmente a las negociaciones porque implicaban concesiones. Pero para reforzar su argumentación frente a Felipe IV, don Fernando contaba cómo el Arzobispo de Malinas y los obispos de Gante y Amberes le habían comunicado su preocupación por el hecho de que en los territorios conquistados por la República desde que se inició la guerra en 1621, “más de 1.000.000 de almas ni oyan missa ni se confessavan ni baptizavan los niños, y en fin vivian como bestias”. Según los prelados, estos abusos llegarían a su fin si en un acuerdo con La Haya se pudiera obtener la libertad de culto, al menos en los llamados Países de la Generalidad. Si incluso la cúpula del clero nacional señalaba prudentemente que un arreglo con los neerlandeses no iba en contra de los intereses del Catolicismo ¿por qué no actuar antes de que fuese tarde? Don Fernando pidió a su hermano que no considerase únicamente la opinión de Roose, porque “teme Su Alteza que aunque se crea que el pressidente es el remedio de aquellos estados, no sea la perdicion de toda la monarchia” (1). Madrid comprendió que ya no podía negarle al Cardenal-Infante el permiso de negociar. En la primavera de 1638 le dieron luz verde para empezar las conversaciones, pero los miembros del Consejo de Estado se habían puesto de acuerdo en no hacer concesiones sustanciosas. Negociar desde una posición perdedora sólo provocaría “grandisimos daños nuestros y ventaxas de los enemigos”. Sin “alguno o algunos cpnsiderables sucesos que realzen la reputacion de las armas de Vuestra Majestad y modifiquen la sobervia de aquellos rebeldes”, para Olivares el diálogo no era posible (2). En todo caso, el Cardenal-Infante tenía que poner como condición previa que la República restituyese Breda y Maastrich y cediese sus conquistas en el Brasil por tres o cuatro millones de florines. Además habría que restablecer la posición española en el Rin mediante la devolución de Kerpen, Orsoy y Rijnberk. Una vez más se puso el listón muy alto, aunque la Monarquía no se encontraba precisamente en la posición de poder imponer sus condiciones. El transcurso de las nuevas negociaciones entre España y las Provincias Unidas resultaba, pues, predicible. Al enterarse Richelieu, Federico Enrique se apresuró a poner fin a los contactos.

Los sucesivos reveses de 1639 y 1640, sobre todo la rebelión catalana de junio de 1640 y la portuguesa de diciembre de ese mismo año, deshicieron todos los proyectos. “Propongo paz y más paz”, exclamó Olivares en una sesión del Consejo de Estado a mediados de noviembre de 1640. Unas semanas más tarde, el caos era completo. De prisa y corriendo, don Fernando tenía que encargarse una vez más de firmar una tregua con la República, que no incluyese un arreglo para las Indias porque esto complicaría todo. También había que prolongar el alto el fuego con Francia, preferiblemente para uno o dos años. La única condición era que Francia y las Provincias Unidas se abstuvieran de ayudar a los catalanes y los portugueses. Dentro de 20 días se le harían llegar directrices concretas al Cardenal-Infante y en el interín tenía que intentar ganar tiempo. Si no fuera posible, tenía que firmar inmediatamente y por iniciativa propia una tregua temporal que partía del principio de que todas las partes conservarían lo que tenían en aquel momento, incluso en las Indias. Si Francia no estuviese dispuesta a firmar la tregua, entonces quedaría limitada a las Provincias Unidas (3).

El Consejo de Estado se daba cuenta de que los enemigos no estaban dispuestos a demostrar comprensión por la penosa situación en la que se encontraba la Monarquía y que en estas circunstancias tenderían más bien a aumentar la presión. En vez de negociar un acuerdo con España por miedo a Francia, las Provincias Unidas podrían aprovechar la situación para anexionar una parte de las provincias obedientes y utilizarlas como protección contra el poderosos vecino meridional. Pronto ya no tendrían nada que temer del Emperador, que se vería en dificultades debido al cese de las subvenciones españolas, lo que le impulsaría a concluir un acuerdo con la República. Sin embargo, las Provincias Unidas no tenían interés en ver a España demasiado debilitada ya que quizás algún día las potencias católicas juntas se volverían contra ella bajo la dirección del Papa, y por motivos de seguridad podría serle más interesante quedarse bajo la tutela española. Probablemente para consolarse, los miembros del Consejo concluyeron que esta última considereración podría ser determinante para las Provincias Unidas, de modo que España podía aún imponer ciertas condiciones. A don Fernando se le comunicó que en tal caso tenía que exigir que los neerlandeses reconocieran de alguna forma la soberanía del Rey de España, que las monedas de la República se emitieran en nombre del Rey de España como Conde Holanda o Señor de los Países Bajos septentrionales, que le pagaran impuestos al Rey, que se garantizara la libertad de culto para los católicos, que no dieran ningún apoyo a los enemigos de España, que todas las vías fluviales, incluso la desembocadura del Escalda, estuvieran abiertas a la navegación y finalmente que con respecto a las Indias se encontrara un arreglo que satisficiera a todas las partes. En comparación con las reivindicaciones anteriores, estas exigencias eran más bien moderadas, pero teniendo en cuenta el desarrollo de los acontecimientos en la Península Ibérica, para Federico Enrique esta moderación llegaba demasiado tarde. Como se podría esperar, la reacción de la República a las muestras de buena voluntad por parte de la Monarquía Hispánica fueron tibias (4).

Felipe IV y Olivares se concentraron sobre todo en las crisis de la Península. Más que nunca, la gestión de la guerra en los Países Bajos se dejó al buen entender del Cardenal-Infante, pero después de la decepcionante campaña de 1640 éste se hallaba preso del desánimo y no mostraba gran entusiasmo para la preparación del año siguiente. No es de extrañar, pues, que don Fernando tuviese pocas ilusiones sobre una eventual posición ofensiva en 1641. Ponía todas sus esperanzas en la rebelión que los malcontentos franceses desencadenarían desde Sedan, que se había convertido en un nido de conspiradores (5). Los contactos del Conde de Soissons y sus partidarios, entre los cuales figuraba el Duque de Bouillon, se habían continuado de manera discreta, a pesar de la reconcialiación del Conde con Richelieu. Ahora que estaba en marcha la rebelión campesina de los va-nu-pieds de Normandía, una intriga nobiliaria francesa podía ofrecer posibilidades de éxito. Que el Duque de Bouillon fuera en aquel momento también gobernador de Maastricht, en el campo neerlandés, no era impedimento. Para Bruselas, su compromiso contra Francia era tan importante como el de Soissons. Las negociaciones, supervisadas por don Miguel de Salamanca, duraron más de un año. En paralelo hubo frecuentes concertaciones con el Emperador ya que España esperaba que éste haría una contribución decisiva para el éxito de la conspiración de Sedan. Para dar peso suficiente a la empresa, seguía siendo necesario un apoyo militar sustancial por parte de Fernando III (6). “Verdaderamente no puede haver remedio natural para atajar la rabia y furia con que contra dios y contra justicia el rey de Francia se vale de las rebeliones de España sino este”, dijo Olivares que al fin veía la oportunidad de pagar a su colega francés con la misma moneda (7).

El Cardenal-Infante, obra de un seguidor de Gaspar de Crayer (puesto a subasta por la casa Christie's).

Pero otra ilustre figura con fuertes relaciones con Francia, el duque Carlos IV de Lorena, parecía distanciarse. El Duque, comandante en jefe del ejército español en el Franco Condado, había abandonado el territorio en la primavera de 1639 ya que temía la mayor fuerza del enemigo y parecía querer acercarse a París. Después de una nutrida correspondencia y unas misivas de don Miguel de Salamanca, don Antonio Sarmiento y Virgilio Malvezzi, se abandonó toda esperanza de poder hacer nada de provecho con el imprevisible Duque. Se le consideraba como un “hombre terrible”, “peligrosso y ligero”, “extravagante de condicion” y “inutil para todo bien y occassion de infinitos males, gastos, descomodidades y desabios” (8). Antonio Sarmiento, cansado de negociar con Carlos de Lorena, concluyó que “contra toda regla de los hombres, ni los beneficios le hacen amigo de quien se los da, ni los agravios enemigos de quien los recive” y que “España no ha ometido nada para obligalle ni Francia ni Francia para destruille, y con todo sigue con violencia el partido de Su Magestad y solicita el contario, aunque no le admiten” (9). Finalmente, el propio don Fernando tampoco sabía ya qué hacer con el veleidoso Duque y decidió que “esta materia del duque de Lorena es de mucho cuydado y solo Su Magestad la puede resolber” (10). Felipe IV hizo saber que cuando la contemporización de Carlos IV se hicera demasiado peligrosa, don Fernando tenía que concertarse con el Emperador, arrestar al Duque y ponerle entre rejas (11).

Los malcontentos reunidos en Sedan tendría palabra, pero Luis XIII, al tanto de sus planes, tomó sus precauciones y a mediados de mayo mandó a Sedan un cuerpo de ejército bajo el mando del Mariscal Châtillon, mientras el Mariscal La Meilleraye se preparaba para adentrarse en Artois (12). A principios de julio, en La Marfée, en la orilla izquierda del Mosa, se produjo un enfrentamiento entre Châtillon y los rebeldes, apoyados por un destacamento imperial de 3.000 hombres al mando de Lamboy. El ejército francés fue rechazado y a continuación los rebeldes tomaron la cercana fortaleza de Donchery, pero la alegría de la victoria quedó aniquilada por la muerte en combate de Soissons. Los conspiradores habían perdido a su líder más importante y cuando don Fernando les quitó las tropas de Lamboy para que le asistieran en Artois, el panorama cambió drásticamente. Unas semanas más tarde, Donchery fue reconquistado por Châtillon y Bouillon decidió reconcialiarse con Luis XIII. A finales de agosto, una guarnición francesa entró en Sedan. Así terminó la aventura de los malcontentos franceses.

Mientras tanto, La Meilleraye tampoco había estado ocioso. A finales de mayo circundó la pequeña ciudad de Aire-sur-la-Lys que se rindió el 26 de julio, después de semanas de asedio y a pesar de diversas tentativas de romper el cerco (13). Nada parecía poder detener ya al ejército francés. Lens y La Bassé fueron tomados por sorpresa, por lo cual quedaba abierto el camino a Lille. Don Francisco de Melo, que representaba a Felipe IV en la Dieta Imperial de Ratisbona, corrió a los Países Bajos para sustituir al Cardenal-Infante, que había caído gravemente enfermo de viruelas, en el mando supremo. A finales de septiembre supo evitar en el último momento un ataque contra Lille y Douai pero ya no pudo salvar Bapaume. Dos meses más tarde, después de un sitio tenaz, Melo consiguió in extremis recuperar Aire-sur-la-Lys.

En la luchas contra las Provincias Unidas también hubo pérdidas. En vez de desembarcar en el norte de Flandes, el ejército neerlandés se había dirigido de entrada hacia la región del Mosa y se hallaba instalado alrededor de Gennep de que una lenta fuerza contraria española hubiese llegado a la ciudad. El presidio de la ciudad supo resistir siete semanas pero tuvo que firmar la rendición el 26 de julio. A continuación las tropas neerlandesas quedaron ociosas durante unas semanas, hasta que Federico Enrique decidió bajar hacia Flandes a fin de apoyar la ofensiva de Luis XIII en Artois. Sin demasiado ánimo, el ejército del Príncipe de Orange se estacionó cerca de Assenede hasta que a principios de octubre se retiró sin más a Bergen-op-Zoom para recogerse en los cuarteles de invierno.

El Cardenal-Infante no vivió para ver el final de la campaña de 1641, excepcionalmente larga. Después de una enfermedad de varios meses, don Fernando falleció en Bruselas el 9 de noviembre. Sólo tenía 33 años.


Fuentes principales:

* Elliott, J. H.: “El conde-duque de Olivares”. Crítica, 2004.

* Vermeier, René: “En estado de guerra. Felipe IV y Flandes 1629-1648”. Universidad de Córdoba, 2006.


Notas:

(1) Don Fernando a Felipe IV, 3 de diciembre de 1637 (AGS Estado, 2053, s.f.).

(2) Voto de Olivares, 18 de abril de 1638 (AGS Estado, 2156, s.f.).

(3) Voto de Olivares de mediados de 1640 (AGS Estado, 2055, s.f.).

(4) Don Fernando a Felipe IV, 8 de enero de 1641 (SEG 227, f. 66).

(5) Don Fernandi a Felipe IV, 9 de marzo de 1641 (SEG 228, f. 75-77).

(6) Don Fernando a Felipe IV, 7 de agosto de 1640 (SEG 225, f. 311-312).

(7) Consulta del Consejo de Estado, 13 de abril de 1641 (AGS Estado, 2056, s.f.).

(8) Felipe IV a don Fernando, 9 de octubre de 1639 (SEG 223, f. 260-261).

(9) Voto de don Antonio de Sarmiento, 10 de febrero 1640 (SEG 652, f. 38-40).


(10) Texto de don Miguel de Salamanca con apostillas del Cardenal-Infante, 2 de octubre de 1640 (AHN Estado, libro 961, f. 240-254v).

(11) Felipe IV a don Fernando, 19 de junio de 1641 (AGS Estado, 2248, s.f.).

(12) Don Fernando a Felipe IV, 20 de mayo de 1641 (SEG 229, f. 99-100).

(13) Don Fernando a Felipe IV, 20 de agosto de 1641 (SEG 230, f. 103-106v).

viernes, 20 de mayo de 2011

"España Defendida" - Francisco de Quevedo

La actual situación de revueltas en la Puerta del Sol de Madrid me está impidiendo publicar con la frecuencia que quisiera pues cada día me paso por allí para ver que se "cuece" e intentar hacerme una idea independiente de medios de comunicación y partidos políticos (la opinión me la guardo pues no es éste un blog político), aún así espero publicar la que probablemente será la última entrada sobre la biografía del Cardenal-Infante este fin de semana. De momento os dejo este poema de don Francisco de Quevedo perteneciente a su obra la la “España defendida” (1609), que viene muy a cuento en estos días:


Miré los muros de la patria mía,

si un tiempo fuertes, hoy desmoronados,

de la carrera de la edad cansados,

por quien caduca ya su valentía.

Salime al campo, vi que el sol bebía

los arroyos del yelo desatados,

y del monte quejosos los ganados,

que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa; vi que, amancillada,

de anciana habitación era despojos;

mi báculo más corvo y menos fuerte;

Vencida de la edad sentí mi espada

y no hallé cosa en qué poner los ojos

que no fuese recuerdo de la muerte.