domingo, 24 de enero de 2010

LA FAMILIA DEL REY, LOS HERMANOS DE CARLOS II: DON JUAN JOSÉ DE AUSTRIA, BASTARDO REAL Y MESÍAS DEL PUEBLO (PARTE V)


Grabado en el que se representa a don Juan José de Austria con las riendas de sus diversos gobiernos (1657). Biblioteca Nacional de España.


El 4 de marzo de 1656, don Juan partió del puerto de Barcelona con dos galeras, la denominada San Juan (donde iba él embarcado) y la Santa Ágata. Tras un complicado viaje durante el cual tuvieron que enfrentarse con unos piratas berberiscos, el día 13 llegaron a Cerdeña, prosiguieron luego hacia Génova y después a Milán donde don Juan recogió al Marqués de Caracena, gobernador de aquel Estado, para llevarlo consigo a Flandes como gobernador de las Armas en lugar del Conde de Fuensaldaña (1), que había servido el puesto hasta entonces al lado del archiduque Leopoldo Guillermo (2), anterior gobernador de los Países Bajos Españoles.

Por fin, don Juan llegó a Colonia, y el 11 de mayo se encontró cerca de Lovaina con el archiduque Leopoldo Guillermo. Ambos almorzaron juntos y mantuvieron una serie de conferencias, tras las cuales el archiduque se dirigió a Lieja y don Juan a Lovaina, donde fue recibido por el Príncipe de Condè (3), el Conde de Fuensaldaña y el Príncipe de Ligne (4). Condè lo agasajó con un esplendido banquete. Al día siguiente don Juan llegó a Bruselas, siendo muy bien recibido por el pueblo, que volvía a ver como una persona de sangre real se hacía con el gobierno de su país (5).

Parece ser que muy pronto se produjo una entrevista entre don Juan y el futuro Carlos II de Inglaterra, que desde mediados del mes de marzo se encontraba en Brujas como huésped de Felipe IV en espera de conseguir la caída del gobierno del Lord Protector Cromwell, entonces instalado en el poder, y así lograr la Restauración Monárquica en suelo británico.

Don Juan llegó a Flandes provisto de unas instrucciones muy claras y concretas respecto de lo que se esperaba de su actuación político-militar en su nuevo destino (6):

* En primer lugar se le encomendó el cuidado de la Religión Católica, mediante la propuesta de las personas más idóneas para ocupar los puestos que fueran vacando en Obispados, Arzobispados, Abadías, etc.

* Observancia de la justicia para lo cual contaba con todas las asistencias necesarias en cuanto a tribunales, ministros, etc, y cuidar también de la justicia en el ámbito militar, castigando los malos usos y abusos de los soldados.

* En materia económica, se le ordenó la formación de una Junta de Hacienda que se encargara de las cuentas de aquellas provincias.

* En materia militar se le ordena la reforma del Ejército: "reformar el ejército reduciéndolo a términos que pueda caber en la estrecheza del País...Y así os mando y encargo que procureis con sumo cuidado excusar la multiplicidad de oficios y oficiales y ejecutar las últimas órdenes que se enviaren sobre la reformación del ejército..." (7).

* Por último, se le participaba a don Juan la situacón de Flandes respecto a los países vecinos:

1. Con Francia existía guerra abierta.

2. Con Inglaterra se daban igualmente hostilidades, tanto en las Indias como en Europa. Respecto a la delicada situación del futuro rey inglés, Carlos II, refugiado en Flandes, don Juan recibió un encargo muy especial y que iba a ocupar una parte importante en su política diplomática, durante su estancia en los Países Bajos: "...y estareis advertido de que en nombre del Rey desposeído me han hecho algunas proposiciones para entrar en tratado y siendo punta tan importante, procurar en todo eso introducir en el Reino de Inglaterra alguna división, estareis atentísimo a lograr las ocasiones que os presentaren para conseguir este intento, anteponiéndole a cualquier otras grandes conveniencias por consistir en esto la seguridad de las Indias el frecuente comercio de estos y aquellos Reinos, que es de la utilidad e interés que sabeis y lo mucho que importa el franquearle para las asistencias de todas partes" (8).

3. Con Holanda existía una buena paz, por lo que convenía mantenerles cuanto se les hubiera ofrecido en ella.

4. Con Dinamarca existían lazos amistosos.

5. Respecto a las ciudades hanseáticas, se recordaban los tratados antiguos de comercio, ratificados en la Paz de Münster.

6. En cambio se pedía a don Juan mucha prudencia en las relaciones con Suecia, debido a la potencia que esta nación estaba adquiriendo.

Pronto se percató don Juan de que uno de los problemas más importantes por los que atravesaban las provincias flamencas era el económico, debido, por una parte, a la misma situación de inestabilidad y caos que creaban las continuas hostilidades y, por otra, a las dificultades existentes para la llegada de ayuda desde los demás reinos (sobre todo de Castilla). Por todo ello, don Juan se decidió a solicitar del Rey, su padre, el envío de un "poder" análogo al recibido por el archiduque Leopoldo en el verano de 1647, que le permitiera vender, empeñar o hipotecar los dominios y otras rentas ordinarias y extraordinarias de Su Magestad en el caso de que las remesas de dinero destinadas a sufragar los gastos de Flandes no llegaran o lo hicieran tardíamente. Felipe IV accedió a enviarle dicho "poder" (8), lo que proporcionó, de momento, un cierto respiro al bastardo.
Tras llegar a Bruselas, don Juan se informó de la situacón bélica de Flandes, puesto que la campaña ya se aproximaba. De hecho, llegaron noticias de que los enemigos empezaban a concentrarse en las plazas de armas.
Antes de iniciar la campaña, se hizo un cómputo sobre las diversas necesidades que existían, las cuales eran muy grandes, sobre todo en el terreno económico, lo que hacía de los donativos de las diversas provincias la principal fuente de ingresos.
Don Juan tras reunir en una Junta de guerra a los principales cabos de su ejército, es decir, el Príncipe de Condè, el Marqués de Caracena, el Príncipe de Ligne, el Conde de Marsín y don Fernando de Solís, les propuso lanzarse al socorro de la plaza de Valenciennes. La situación de la plaza era de gran peligro, debido a la poca pólvora existente en ella. Por otro lado, la guarnición era muy escasa, tan solo 1.000 infantes y 200 caballos, en medio de una abundante población burguesa, de cuya actitud se recelaba. La principal ventaja con la que se contaba, en cambio, era la mala comunicación del enemigo, cuyas fuerzas estaban comandadas por los mariscales Turenne y De la Fertè.
El ejército de don Juan se atrincheró a una legua del enemigo. Se dispusieron cuatro ataques:
· La infantería española e irlandesa, comandada por don Juan y el Marqués de Caracena.
· Las "naciones" a cargo del Príncipe de Ligne, general de la caballería.
· Las tropas de Condè con él mismoy el Duque de Wuttemberg.
· Las fuerzas nuevas, al frente de las cuales estaría el Conde de Marsín.
Por fin, el 15 de julio por la noche se emprendió la acción. Al amanecer, el ejército del mariscal De la Ferté estaba desmantelado y éste hecho prisionero. Más tarde se avanzó hacia el cuartel de Turenne, pero éste había tenido tiempo de retirarse.
El enemigo dejó abandonado abundante armamento en sus líneas y además, se tomaron numerosas cartas de la correspondencia entre los generales franceses y su Corte, lo que permitió conocer el alcance de sus fuerzas.
El triunfo de Valenciennes contribuyó enormemente a elevar la moral de los tercios en Flandes: "produjo en Europa uno de aquellos estremecimientos que solía dar España en tiempos más afortunados".

A comienzos del mes de agosto don Juan se lanzó a sitiar la plaza de Condè, la cual aunque muy poblada, tenía importantes problemas de abastecimiento. Tras un breve asedio, la plaza se rindió el 18 de agosto.

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Fuentes principales:
* Castillo Soto, Josefina. Don Juan José de Austria (hijo bastardo de Felipe IV) : su labor política y militar. Universidad Nacional de Educación a Distancia, 1991.
* Ruiz Rodríguez, Ignacio. Don Juan José de Austria en la monarquía hispánica : entre la política, el poder y la intriga. Dykinson, S.L. - Libros, 2008.


(1) Alonso Pérez de Vivero y Menchaca (Valladolid, h. 1603 - Cambrai, 21 de noviembre de 1661), VII vizconde de Altamira y III conde de Fuensaldaña.

Cabeza de familia titulada desde los 12 años por la muerte de su padre, Juan de Vivero y Luna, II conde de Fuensaldaña en 1616. Casó pronto con doña Blanca Enríquez de Gúzman, hija de los VII Condes de Alba de Liste. En 1632 partió para Flandes donde ejerció como capitán de un tercio.

En febrero de 1635 fue nombrado castellano de Cambrai, donde su tercio quedó de guarnición. En abril de 1640 fue promovido al generalato de la Artillería de la frontera de Francia. Luego fue general de la Caballería de la frontera de Holanda y maestro de campo general de dicho ejército (1643), siendo transferido en 1644, con el mismo empleo, al de la frontera de Francia, que retuvo hasta 1646, en que designado como gobernador de las Armas del Ejército de Extremadura que luchaba contra los rebeldes portugueses, donde permaneció poco tiempo.

El 3 de marzo de 1648 desembarcaba en Ostende para servir los cargos de gobernador general de las Armas del Ejército de Flandes, a las órdenes del gobernador general, al archiduque Leopoldo Guillermo de Austria (primo de Felipe IV), junto con la superintendencia de la Hacienda. Aunque derrotado por Condè en la primera campaña, cuando acudió al socorro de Lens, desde 1649 logró reconquistar casi todo el territorio perdido desde la batalla de Rocroi de 1643. No obstante, esta racha de victorias se frenaría ante los muros de Arrás de 1654.

Sus fricciones con el archiduque Leopoldo Guillermo, intensificadas desde 1655, forzaron la dimisión de éste, asumiendo el gobierno interino de estos Estados hasta la llegada de don Juan José de Austria, después de lo cual quedó como adjunto del nuevo gobernador general, mientras que el Príncipe de Condè (que servía a España desde 1652) pasaba a desempeñar el gobierno de las Armas.

En 1656 fue designado para el virreinato de Sicilia a la par que el Conde de Oñate lo era para Milán, per la muerte de éste último obligó a Fuensaldaña a trasladarse al Milanesado. Tras la Paz de los Pirineos y la vuelta de don Juan a España, Felipe IV le nombró gobernador general de los Países Bajos. No obstante, debía debía desempeñar primero una misión diplomática en París, donde permaneció más de un año. Cuando se dirigía a Bruselas para ocupar su cargo, enfermó de camino y se retiró a Cambrai, donde murió.

(2) Leopoldo Guillermo de Austria (Wiener Neustadt, 5 de enero de 1614 – Viena, 20 de noviembre de 1662). Era hijo del emperador Fernando II y de María Ana de Baviera, era por tanto, hermano del emperador Fernando III.

Pronto fue designado para la carrera eclesiástica. Fue obispo de Passau (1625), Estrasburgo (1626) y Halberstadt (1628) pero, como su primo el cardenal-infante don Fernando (hermano de Felipe IV y, por tanto, tío de Carlos II), hubo de abandonarla para hacerse cargo de los ejércitos de su hermano el emperador cuando el general sueco Banner, tras tomar Torgau y Neuburgo (Sajonia), ingresó en Bohemia y amenzó Praga.

Combatió con éxito en Turingia, Sajonia y el Palatinado, pero tras la derrota de Breintenfeld, que combatió con Piccolomini (1642) abandonó su cargo, aunque volvió en 1645 para expulsar a los suecos de Franconia.

En 1648 fue nombrado gobernador general de los Países Bajos Españoles por su primo Felipe IV, y en ese mismo año recuperó la plaza de Lens para después ser derrotado por Condè en sus alrededores. Per en 1649-1650 llevó la guerra al interior de Francia y en 1652 ya había restaurado la autoridad real y expulsado a los franceses de Flandes, Artois y Hainaut, salvo Arrás, ante la que fracasó en 1654. El ascendiente de Condè, al servicio de España desde 1652, a quien el país quería como capitán general, y los enfrentamientos con el Conde de Fuensaldaña, le movieron a retirarse del cargo y de la política en 1655, refugiándose en el obispado de Breslau hasta su muerte.

No obstante su actividad militar, política y religiosa, el archiduque es quizás más recordado por su riquísimas colección pictórica, numerosas veces llevada al lienzo por David Teniers, La famosa pinacoteca del Kunsthistorischen Museum tiene su origen en la colección del archiduque-obispo.

(3) El Príncipe de Condé se había pasado al servicio de Felipe IV, el 25 de noviembre de 1652, siendo nombrado "Generalísimo del Ejército de Flandes". Se le concedió su petición de libertad al duque de Guisa, el que fuera apresado en Nápoles, así como todo lo que conquistase "por su cuenta" en Francia, a tres leguas de la frontera flamenca. Aunque mantuvo su fidelidad al Rey de España durante las campañas en Flandes, pasados los años, cuando Luis XIV declaró la guerra a Carlos II, Condé tomó de nuevo las armas, en contra de sus antiguos aliados.

(4) Claude Lamoral (Beloeil, 8 de octubre de 1618 — Madrid, 21 de diciembre de 1679), III príncipe de Ligne, príncipe del Sacro Imperio Romano, príncipe de Epinoy, marqués de Roubaix, conde de Fauquemberg, Grande de España y caballero del Toisón de Oro. Sirvió a Felipe IV y a Carlos II, fue capitán general de la Caballería española de Flandes, además de virrey de Sicilia, gobernador de Milán y embajador de España en Inglaterra.

(5) "Fué constante propósito de los Monarcas españoles, desde Felipe II, que gobernaran aquellos Estados personas de sangre real, verificándose este propósito en cuantas ocasiones fué posible, y cuando no lo fueron, se tuvo siempre especial cuidado en enviar allí por Gobernadores generales aquellos personajes que se suponían con singulares dotes para desempeñar aquel elevado y difícil cargo". F. van Kalken, "La fin du régime espagnol aux Pays Bas".

Así ocuparon este puesto: Margarita de Austria (1516-1530), María de Hungría (1531-1555), Manuel Filiberto de Saboya (1555-1559), Margarita de Parma (1559-1567), don Juan de Austria (1576-1578), el archiduque Ernesto de Austria (1594-1595), el cardenal-archiduque Alberto de Austria y su esposa, la infanta Isabel Clara Eugenia en calidad de soberanos (1598-1621). Tras la muerte del archiduque, la infanta Isabel Clara Eugenia gobernó en nombre de su sobrino Felipe IV de 1621 a 1633; el cardenal-infante don Fernando lo hizo de 1634 a 1641, el archiduque Leopoldo Guillermo de 1648 a 1656, don Juan José de Austria de 1656 a 1659, Alejandro Eduardo Farnesio de 1678 a 1682, mientras que el duque elector de Baviera Maximiliano Manuel lo hizo de 1692 a 1702 y de 1704 a 1706.

(6) A.H.N., Estado, leg. 1.414. Instrucción reservada, dada a Don Juan para el Gobierno de los Países Bajos, 26 de marzo de 1656.

(7) A.H.N., Estado, leg. 1.414.

(8) A.G.S., Estado, leg. 2.197. "Poder" otorgado a don Juan, fechado en Madrid, el 11 de julio de 1656.

4 comentarios:

  1. En la "historia oficial", es decir la que se cuenta normalmente en los manuales, se suele dar poca relevancia a la obra de los hijos bastardos de nuestros reyes, no sé si por prudencia o para no eclipsar la obra de los "legítimos". Por eso es de agradecer entradas como la presente que ofrecen una información de hechos menos conocidos. Al menos por mí.
    Un saludo.

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  2. Es posible, el problema es que en el viejo hispanismo, parece que la historia gloriosa de los Austrias acababa hacia 1659, con la Paz de los Pirineros y todo lo que venìa despuès era un oscuro mundo de decadencia, en cambio podemos comprobar que no era asì y ue todavìa existieron victorias y hombres magnìficos que trataron de hacer frente a la situacion difìcil del momento.

    Un saludo.

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  3. Perdone por mi ausencia, pero motivos laborales me han llevado a la capital de las Españas por unos cuantos días.

    Espero ponerme las pilas y seguir leyendo sus magnficos análisis históricos.

    En cuanto a don Juan José veo que heredó los problemas del polvorín de Flandes, nuestra ruina europea, la fiebre perpetua de nuestros gobernantes y el pozo sin fondo de la maltrecha economía española. Y ahora con la poderosa Francia de por medio...

    Un abrazo

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  4. Sin duda, pero como dijo el Conde-Duque de Olivares "sin Flandes no hay nada". La posición privilegiada de aquellas tierras seguía manteniendo a España en el eje de la política europea y en el meollo de cualquier tratado, alianza o guerra...en mi opinión España dejó de mirar a Europa cuando se perdió Flandes para convertirse en una nación atlántica que solo miraba a ultramar...y cuando se perdieron también auqellas tierras se perdió toda la dignidad que no se ha podido recuperar hasta los últimos 25 años...y lo que queda por hacer...

    Un saludo

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