sábado, 19 de junio de 2010

LAS GUERRAS DEL REINADO I: LA GUERRA DE RESTAURACIÓN PORTUGUESA (PARTE II)

Alegoría de la Guerra de Portugal: el dragón portugués derrotando al león español.


Tras la firma de la Paz de los Pirineos con Francia, y desde finales de 1660, el frente de Portugal sufrió una reactivación con el envío de tropas desde Flandes, Italia y otros puntos de la Península, además de producirse un considerable incremento del envío de recursos financieros.

Nadie albergó excesivas dudas sobre a quién correspondería el honor de comandar este ejército que se estaba preparando en la frontera extremeña: en 1642, cuando solo contaba con trece años de edad, don Juan José de Austria ya había sido nombrado “Superintendente de la guerra de Portugal”. Según Valladares en difícil saber si Felipe IV aprovechó la necesidad de situar a un miembro de su familia en el frente de Portugal para reconocer a su bastardo, o si, por el contrario, tal reconocimiento fue producto de la carencia de personas de sangre real para aquel puesto. En todo caso, se formó una junta de asesores al servicio de don Juan constituida por consejeros de Estado y Guerra, así como por los generales destacados en la frontera de Portugal. Sin embargo, por motivos desconocidos, aquella decisión quedó en suspenso, y no hay prueba alguna de que la junta llegara a funcionar. Hasta la expedición de Nápoles en 1648, el hijo de Felipe IV permaneció en un discreto segundo plano, rápidamente superado por su actuación en Cataluña y luego en Flandes. De este modo, en 1660 don Juan aparecía, a sus treinta y un años, como el único miembro de la familia real dotado de la experiencia militar suficiente para ostentar el generalato de la guerra portuguesa. Así, a finales de 1660, Felipe IV otorgó a don Juan José de Austria el título de “Capitán General de la Conquista de Portugal” con mando supremo sobre cualquier otro general (1). Sin embargo, la euforia de 1660 se enfrió rápidamente a medida que los problemas en el frente se multiplicaban, sobre todo debidos a la imposibilidad de mantener a un ejército tan numeroso como el que se había acuartelado en Extremadura. Debido a los problemas de intendencia (2) y abastecimiento del ejército, en junio de 1661 se intentará un pequeño avance por el territorio portugués para reducir el peso de los alojamientos en el solar extremeño, lo que se materializó en la toma de Arronches (16 de junio), plaza de escaso valor (3).

Una particularidad de esta guerra iba a ser el brutal estío que obligaba a partir la campaña en dos tiempos, uno de primavera y otro de otoño, lo que exigía el llevar a cabo acciones muy rápidas y de gran contundencia. Además, agravaba el problema el mantenimiento de las tropas durante los meses de forzosa ociosidad. De hecho, al poco de la toma de Arronches, Felipe IV, ordenó la reducción de las fuerzas destacadas en Extremadura, cuyo sostenimiento reconoció imposible. Sin embargo, el problema de licenciar tropas en agosto se traducía en la dificultad de reclutarlas en septiembre de nuevo.

Por otra parte, la ayuda inglesa a los Braganza, representó el factor más inquietante de la guerra, y de hecho, la decisión de suspender el ataque en el otoño de 1661, estuvo parcialmente motivada por el temor a que Lisboa ya hubiese recibido la citada ayuda inglesa. La campaña de 1662 fue el primer intento serio de conseguir un avance considerable en territorio portugués (4). El objetivo será la plaza de Jurumenha, que caerá a primeros de junio (5), pero la campaña no arrojó resultados significativos, y el inicial temor de Lisboa a una invasión firme se vio pronto superado al recibir la esperada ayuda inglesa, y más tarde al comprobar como Francia no estaba dispuesta a permitir que España recuperara Portugal con un primer envío de 500 soldados, así como de uno de sus generales más destacados, el mariscal Schomberg. Ni siquiera el avance desde Galicia, relativamente considerable, causó júbilo en Madrid, pues se sabía que los portugueses “les daba muy poco cuidado” lo obrado en este frente, por lo que se ordenó replegar el ejército hasta la frontera.

En 1663 Felipe IV advirtió la oportunidad perfecta para la conquista, decidió que había que aprovechar la crisis política que se había desatado en Lisboa con el golpe dado por el Conde de Castel Melhor para apartar a la reina regente doña Luisa de Guzmán y proclamar la mayoría de edad de Alfonso VI, asegurándose para sí el valimiento. Madrid ordenó reactivar todos los frentes antes de la primavera, en especial el de Extremadura, confiando en que a la vista del ejército la población se declararía por Felipe IV y las tropas pasarían a alojarse en el fértil Alentejo, aliviando a Castilla. Así, don Juan inició la conquista y tras vencer las primeras plazas fronterizas se dirigió a Évora, la segunda ciudad del reino situada estratégicamente en la ruta hacia Lisboa, la cual se rindió tras un corto asedio (22 de mayo) (6). Algunos días después de capturar Évora, el victorioso ejército de don Juan, abandonó la ciudad, dejando atrás una importante guarnición. Fue una salida apresurada, forzada por la escasez de alimentos para mantener al ejército.

Aunque paralizados en un primer momento, los portugueses sabían que si lograban cortar la línea de comunicación entre Évora y Badajoz, la ciudad lusa se rendiría muy pronto por falta de asistencias, con lo que lograría hacer retroceder a los españoles a su punto de partida. El 26 de mayo, Castel Melhor logró que el Consejo de Guerra aprobase un plan de ataque en campo abierto contra el ejército de don Juan. El bastardo, que había retrocedido con el grueso de sus tropas para organizar la retaguardia, se vio obligado a presentar batalla en Estremoz, punto neurálgico al noreste de Évora y sobre la ruta de invasión que partía de Extremadura. Si la suerte te ponía de parte de ejército de don Juan, Portugal quedaría prácticamente a expensas de los castellanos. La Batalla de Estremoz (o Ameixal) del 8 de junio de 1663, sin embargo, supuso la victoria de los anglo-portugueses del Conde de Vila Flor, causando a los castellanos 4.000 muertos, 2.500 heridos y 3.500 prisioneros. La catástrofe del ejército juanista desató una tormenta de acusaciones entre los distintos ministros de la Corte. La única salida que quedaba ahora, con vistas a rentabilizar el enorme esfuerzo realizado, consistía en la conservación de Évora, sin embargo, la guarnición española acabaría por rendirse el 24 de junio. Nadie podía engañarse respecto de los que se había perdido con el desastre de Estremoz y Évora. El mismo Felipe IV, nada más saber la toma de la ciudad, había afirmado que de aquel suceso podía esperarse “la recuperación de aquel reino”. En consecuencia, el efecto de la pérdida de Évora fue el contrario al que había despertado su caída.

La calma del verano se aprovechó para examinar la situación. Don Juan fuhe llamado a Madrid, adonde llegó el 3 de agosto mientras corrían voces sobre su relevo. Se ordenó abrir una visita para averiguar el uso del dinero consumido en los años de su mandato y se formó una junta que se reunía a diario en El Retiro para estudiar los medios que podrían aplicarse a la guerra (7). Esta junta acordó la sustitución del bastardo real por el Marqués de Caracena, el general más experimentado con que en ese momento contaba Felipe IV (8). A la espera de su llegada desde Flandes, don Juan José partió de nuevo para Badajoz a primeros de octubre, con singular dignidad y ante el pasmo de los madrileños.

Debido al agotamiento de los dos bandos, la campaña de 1664 no supuso ninguna sorpresa. La única acción llamativa la llevó a cabo el Duque de Osuna, general de la fuerzas de Castilla, que ordenó el ataque a las fortalezas de Almeida y Castelo Rodrigo, con la intención de convencer al gobierno de Madrid de que la mejor ruta de invasión era la castellana (9), pero de nuevo resultó un fracaso, con pérdidas de casi mil hombres y de toda la artillería, lo cual le supuso la apertura de un proceso del que finalmente fue absuelto.

Por aquellas fechas en la Corte ya se hablaba de intentar una tregua con el reino rebelde a la vista de que el curso de los acontecimientos no era para nada favorable a los intereses de la Monarquía. De hecho, el Rey llegó al verano de 1665 con la esperanza de que un último golpe de suerte en los campos de batalla le permitiera un ajusto decoroso (se hablaba de un tregua con Portugal). Aquella ilusión se concretó en el ejército que aguardaba a Caracena en Badajoz, formado por 13.000 infantes y 6.500 caballos.

El primer objetivo de Caracena fue asegurar una plaza que sirviera de base para la retaguardia, por lo que decidió intentar la toma de la simbólica Vila Viçosa (10), sede de los Duques de Braganza, aunque los portugueses, advertidos de ello, concentraron allí una fuerza de 25.000 hombres dirigidos por António Luís de Meneses y asistidos por Schomberg que acamparon en Montes Claros, lo que obligó al general castellano a abandonar el asedio y presentar batalla al ejército portugués. El día 17 junio se produjo la última y más sangrienta batalla de aquella guerra. Tras ocho horas de reñido combate, el general español ordenó la retirada hacia la frontera, dejando tras de sí un panorama dantesco de 4.000 muertos y 6.000 prisioneros.

El vendaval desatado en Madrid por la catástrofe de Estremoz acabó en huracán. Las críticas lanzadas contra el Marqués de Caracena traspasaron los mentideros de la Corte y en a toda la Monarquía se hizo familiar la discusión entre apologistas y detractores del Marqués (11). Y es en estos momentos tan duros cuando sobreviene la muerte de Felipe IV el 17 de septiembre de 1665. A partir de este año la guerra portuguesa se mantendría bajo mínimos a la espera de una solución diplomática con la negociación de una tregua o de una paz.



Fuentes principales:

* Lorrain, White: “Estrategia geográfica y fracaso en la reconquista de Portugal por la Monarquía Hispánica (1640-1668)”. Salamanca, 2003.

* Rodríguez Rebollo, Mª Patricia: “El Consejo de Estado y la Guerra de Portugal (1660-1668)". Universidad de Valladolid, 2006.

* Valladares, Rafael: “La rebelión de Portugal: guerra, conflicto y poderes en la Monarquía Hispánica (1640-1680)”, Valladolid, 1998.

* Valladares, Rafael: “Portugal y la Monarquía Hispánica (1580-1668)”, Madrid, 2002.

Notas:


(2) La campaña de 1661 se demoró bastante debido a la llegada de don Juan y a los preparativos pertinentes.

(3) Para saber más sobre esta campaña remito a la entrada anteriormente citada.

(4) Las fuerzas de don Juan constaban de 12.000 infantes, 6.000 jinetes y 30 piezas de artillería, 4.500 “bagajes de arrieros” para transporter la cebada dstinada a la caballería, 1.200 carretas de bue yes cargados de bizcocho y pan de munición para la tropa, 500 mulas de tiro, 300 acémilas con municiones y otros 100 carros de mulas para el traslado de resto de enseres. BNM, ms. 20.467, fol. Relación del ejército de don Juan José de Austria en la campaña de 1662.


(6) Para conocer más detalles sobre la campaña de 1663 consúltese mi entrada “La familia del Rey, los hermanos de Carlos II, don Juan José de Austria, bastardo real y mesías del pueblo (parte IX)”.

(7) La junta estaba formada por el Conde de Castrillo, el Duque de Medina de las Torres, el Marqués de Mortara, don Luis Poderico, don Vicente Gonzaga y los barones de Ausi y Bateville.

(8) Don Luis de Benavides Carrillo y Toledo, marqués de Caracena, había ocupado el gobierno de Milán entre 1648 y 1656, y el de Flandes entre 1658 y 1664. Para una biografía pinchar aquí.

(9) Esta fue la única vez en durante la guerra de 1640-1668 en que se prefirió el corredor norte sobre el sureño, para ello Osuna montó la ofensiva desde Ciudad Rodrigo. Valladares, Rafael: “La guerra olvidada. Ciudad Rodrigo y su comarca durante la Restauración de Portugal (1640-1668)”. Salamaca, 1998.

(10) Vila Viçosa fue atacada en 1665, y aunque la ciudad pronto cayó en manos de los castellanos, el castillo resistió el tiempo suficiente para que un Ejército de socorro portugués llegara a relevarlo.

(11) “Harto defiendo a Caracena, pero me acompañan pocos, siendo muchos los que le hacen cargos”, escribió el Marqués de Aytona a don Esteban Gamarra, AGS, EEH, libro 139, 14/VII/1665. Véase también BNM, ms. 2.392, fols. 152-163, “Respuesta de un soldado del ejército de Extremadura a una carta de un ministro de Madrid” (1665). Documento favorable a Caracena, es probable que fuese redactado por él o por un colaborador de su entorno.

20 comentarios:

  1. No es de extrañar que el bastardo quedara al margen de la dirección del conflicto con Portugal hasta cumplir algunos años más, puesto que en un principio sólo contaba con 13 años y a esa temprana edad era demasiada responsabilidad para un niño.
    De todas maneras se puede calificar la empresa como un auténtico descalabro para España.
    Voy a ver si este verano soy capaz de conquistar Portugal de nuevo.
    A mí ya me tiene en el bote.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  2. Cayetano: como dices, por mucho don Juan que fuese y por mucha sangre real que corriese por su venas, era una responsabilidad demasiado grande para un muchacho de 13 años.

    La palabra para esta guerra ya la has dicho tú: DESCALABRO. Esperemos que a ti se te de mejor este verano tu internada en tierras portuguesas ;)

    Saludos.

    ResponderEliminar
  3. Perdoname,te escribo de Italia,porque veo que eres en mi contactos.
    sabes como podaria hacer por crear un bliog con indirzzo espanol?
    perdona mi idioma!
    Saludos
    cristiana

    ResponderEliminar
  4. Dicolamia: ciao, non ti preoccupare parlo italiano...nn sono sicuro ma immagino che sei vuoi farlo in spagnolo dovresti andare alle impostazioni e cambiare lingua...cmq io nn sono un grande intenditore informatico quindi nn ti lo posso assicurare al cento per cento

    Saluti.

    ResponderEliminar
  5. Interesante tu blog, también. Gracias por tu visita.
    Por cierto, tu blog me ha recordado que durante varios años fui profesor en la Universidad Carlos III, y siempre pensé que habria sido mucho más interesante si la hubieran llamado Universidad Carlos II.
    .
    Saludos

    ResponderEliminar
  6. Jesús: muchas gracias por tus palabras...por desgracia Carlos II no ha dado nombre a ninguna institución a pesar de ser su reinado la base de la recuperación española del XVIII...

    Saludos.

    ResponderEliminar
  7. Se comenzó demasaido tarde el intento serio de reconquista de Portugal. Los portugueses se prepararon y comenzaron a tener reconocimiento y ayuda internacional. Realment uno de tantos descalabros de las últimas guerras de los Austrias.

    La alegoría impresionante y muy acertada.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  8. Jordi: como en todo en la vida no hay que dejar las cosas para el final, en estos casi 20 años de dejadez los portugueses formaron un ejército serio, reconstruyeron fortalezas y lo que es más importante: consiguieron el apoyo en hombres y generales de ingleses y franceses, sin los cuales su resistencia habría durado bien poco...

    Saludos.

    ResponderEliminar
  9. Vaya, pero si vuelve don Juan José por aquí!
    No, 13 años son demasiado pocos para cualquier cosa, desde luego, y maxime para una situacion tan complicada incluso para cualquier adulto.

    Monsieur, que sobresaltos, me marcho un fin de semana y a mi regreso me encuentro con mas guerras. Ay, Estremoz! Pero no le fue precisamente mejor a Caracena. No tiene usted reposo, don Juan!

    Feliz tarde

    Bisous

    ResponderEliminar
  10. Madame: efectivamente 13 años son demasiado pocos para empezar ya a guerrear por mucho don Juan de Austria que se fuese...

    ...como dice Estremoz fue un desastre pero a Caracena le fue incluso peor en Montes Claros, demasiados muertos para tan poco botín...

    Saludos.

    ResponderEliminar
  11. 13 años y ya intendente... no me extraña que con los años sugiriera a su padre que lo nombrara heredero...en cuanto al desarrollo de la campaña... pues lo has descrito estupendamente, no se puede mandar un ejército a la buena de Dios...

    ResponderEliminar
  12. José Luis: don Juan como ves fue destinado desde muy joven a cumplir importantes papeles en el seno de la Monarquìa de su padre...era el ùnico miembro de la familia real que por entonces estaba en grado de sumplir tan altas miras...

    Saludos.

    ResponderEliminar
  13. Majestad, llevo fuera desde el jueves y me he perdido las dos entradas sobre la guerra portuguesa, y ahora mismo acabo de leerlas. Que cantidad de información nos da sobre ella, desconocía mucha de ellas. También he leido el tributo que le dedica Saramago, un iberista convencido, y una de las personas más justas y solidarias, con un sentido común que muchos deberíamos seguir. Aprovecho para despedirme, aunque si usted publica pronto, podré comentar, pues estaré en Sevilla hasta medidados de la próxima semana. Buen Verano, Alberto.

    ResponderEliminar
  14. Paco: estoy contento de que te hayan gustado las dos entradas. Comparto ademàs todo lo que dices sobre Saramago, una de las mentes màs imponentes del siglo.

    Si el trabajo me lo permite espero publicar de aquì a 2 o 3 dìas.

    Aùn asì y como te decìa en tu blog, yo tambièn te deseo un buen verano.

    ResponderEliminar
  15. La decisión de dejar la guerra en manos de don Juan José, o al menos en algún miembro de la familia real, me recuerda a las decisiones tomadas por Felipe II a este respecto al nombrar gobernadores y capitanes a don Juan de Austria o a Alejandro Farnesio. Si no quedaba más remedio era mejor dejar las cuestiones peliagudas a los parientes, ¿no?

    En cuanto a la guerra en general, siempre me he preguntado si con Portugal se dejó todo atado y bien atado. Es decir, en qué medida teníamos controlado y dominado al país vecino. Me temo que todo pivotaba en el dominio militar y se acabó. Mal asunto si éste decrecía, como en a mediado del siglo XVII. A Felipe IV en ese momento le crecían los enanos.

    Un saludo y gracias por recomendarnos tan buenas exposiciones.

    ResponderEliminar
  16. Carmen: un miembro de la realeza estaba roseado de ese halo de grandeza y heroísmo que otros generales no podían conseguir, por no hablar de que su sangre real era capaz de asustar al contrario y crear fidelidades entre las propias tropas.

    La situación de Portugal como narra Valladares era inestable por la propia naturaleza de la incorporación militar del reino, sin embargo, la gran nobleza lusa como los Melo o los Castel Rodrigo fueron siempre pro-hispanos y no pudieron soportar ver a un igual aupado al trono como fue el rebelde Duque de Braganza...

    Saludos.

    ResponderEliminar
  17. Disculpa aigo pero diré algo que de pronto ya acaba caracterizandome...

    Santa Madre! 1200 carretas con bizcocho y pan?! Oye, si tu hermano desea un poco de ayuda voy a socorrerlo de inmediato! jajaja

    Saliendo del tema de mi gula, como persona que toma muy en cuenta el simbolismo, debo decir que es una alegoría muy acertada.

    Resulta sorprendente ver que Juan de Austria llego a comandar una guerra sólo a los 13 años... Una desgracia que Iberia se haya terminado de esa manera.

    Saludos

    ResponderEliminar
  18. Mathias: sì, son muchas carretas, pero habìa tambièn muchas bocas que alimentar...

    Lo de Iberia o Hispania acabò muy mal y supuso el inicio de una separaciòn abismal entre dos naciones vecinas que aùn hoy siguen siendo extranas entre sì...

    ...en cuanto a don Juan al final no dirigiò la campana con 13 y tuvo que esperar a 1648 con las revueltas de Nàpoles para hacer su entrada en el teatro de la guerra...

    Saludos.

    ResponderEliminar
  19. Hola, saludos deste Portugal. La imagen del león y del dragón es de la “Lusitania liberata” (1645), de António de Sousa de Macedo, embajador del nuevo rey de Portugal, D. João IV, en Inglaterra. Es una respuesta muy divertida a una outra alegoría, publicada en 1639, en el “Philippus Prudens” de Juan Caramuel, en la que un león derrota a un dragón. Caramuel explica que el león es la constelación de león, y el dragón la Cabeza de Dragón, que parece que huye de la constelación de león, pero siempre vuelve. Así, dice, es Portugal, que siempre huye de León (y Castilla), pero siempre vuelve. La obra fue publicada en 1639, un año antes de la Restauración, y en un latín espléndido intenta demonstrar que Felipe II era, en 1580, el legítimo sucesor de la Corona Portuguesa. Cuando Sousa de Macedo escribe su “Lusitana Liberata”, en la que intenta demonstrar la legitimidad de D. João IV, pone esa imagen, pero ahora es el dragón que derrota el león. Pero si atentais en la imagen, no es un león, sino una oveja con cabeza de león! Sousa de Macedo escribe, sobre la imagen, en latín algo como “ahora el león se transforma en oveja”. Tengo en mi ordenador las dos imágenes, con las leyendas en latín, por si alguien está interesado. La de Caramuel (y toda la obra) está en línea en la Biblioteca Nacional de Portugal: http://purl.pt/14358

    Saludos desde Lisboa, y perdonad mi torpe castellano

    ResponderEliminar
  20. Sem entrarmos em detalhes estéreis, a primeira nota refere-se ao incontroverso facto de que em 1580 e pelas leis portuguesas - que Filipe II bem conhecia -, a coroa pertencia à Casa de Bragança. Sem qualquer dúvida. A duquesa Catarina era filha do infante D. Duarte e neta de D. Manuel I. Filipe II era filho da infanta (imperatriz) Isabel e também neto de D. Manuel I. Posto isto, considero esta série de posts muito interessantes, embora o posicionamento espanhol seja muito conhecido entre nós, desde a pouco cuidada argumentação jurídica que jamais menciona a parte da Lei sucessória portuguesa, até às justificações dos desaires bélicos. De facto e de forma absolutamente invariável, estes desaires são sempre explicados à luz da "intervenção externa", seja ela diplomática ou militar. Como se a diplomacia e a obtenção de vantagens, não pudesse ser recíproca! Na fase final da campanha, surge o nome do marechal Schomberg e dos... 500 ingleses. Como o autor do blog muito bem declara, o exército de Montes Claros tinha mais de 25.000 homens. Os académicos espanhóis nem se dão conta das contradições que o argumento encerra, pois o próprio exército espanhol contava com numerosos efectivos estrangeiros, desde flamengos, a italianos e alemães. Deve ser ainda dito, que a esmagadora maioria dos nossos efectivos eram, de facto, totalmente portugueses e a metodologia organizativa do nosso exército, obedecia às regras adoptadas ao longo da primeira metade do século XVII, ainda sob o domínio da Casa de Áustria.
    Como explicam então, que a dado momento estivéssemos em conflito aberto com a Espanha e em simultâneo, numa quase guerra de extermínio com a Holanda? Há que frisar o facto de no final, Portugal ter mantido o essencial, isto é, o espaço euro-atalântico no qual o Brasil ocupava um grande destaque. Brasil que a incúria dos centralistas madrilenos deixarou cair em poder dos holandeses e que nós, com escassos recursos, recuperámos. Perdeu-se grande parte do Oriente, é certo, mas ficou o núcleo daquilo que hoje é a Comunidade dos Países de Língua Portuguesa. Espalhados em quatro continentes e não reduzidos a uma parte europeia e outra americana, tem uma certa importância. Sem 1640, o Brasil que hoje conhecemos, não existiria e a história das Américas teria sido bem diferente, com certeza. A verdadeira História não pode ser feita com nostalgias e com um ou outro "se", especialmente se este "se" é invariavelmente depreciativo para com os adversários. Os factos existiram e há que aceitá-los.
    Como simples curiosidade, acabamos de ser informados que um estudo espanhol, diz que a seguir aos ciganos, os portugueses são o povo mais detestado no vosso país. Ora, isso é bastante tranquilizador. Amigos? Sim, sem dúvida. Mas seria útil se começassem a encarar-nos normalmente, tal como o fazem em relação a checos, croatas, gregos ou congoleses, por exemplo.

    ResponderEliminar