martes, 18 de enero de 2011

LA FAMILIA DEL REY, LOS TÍOS DE CARLOS II: EL CARDENAL-INFANTE DON FERNANDO DE AUSTRIA (PARTE I)

El infante don Fernando (izquierda) junto a sus hermanos, el infante don Alfonso y la infanta doña Margarita, por Bartolomé González y Serrano (1612). Kunsthistorisches Museum de Viena.


El infante don Fernando vino al mundo al mundo el 16 de mayo de 1609 en El Escorial. Era el tercero y último de los hijos varones, llegados a edad adulta, de Felipe III y su esposa Margarita de Austria.

A los dos años quedó huérfano de madre al morir la reina doña Margarita de sobreparto, según Matías de Novoa “dolencia en que peligran la mayor parte de las mujeres del Orbe” (1). El cuidado del pequeño infante quedó encomendado al maternal cuidado de la Condesa de Lemos, doña Catalina de Sandoval, y al de su hermana, la Condesa de Altamira, doña Leonor de Sandoval, ambas hermanas del todopoderoso valido de Felipe III, don Francisco de Sandoval y Rojas, Duque de Lerma.

Don Fernando fue el segundo en la línea sucesoria tras su hermano, el infante don Carlos, hasta el nacimiento del príncipe don Baltasar Carlos en 1629, hecho que, como se vio en la serie de entradas dedicadas al dicho don Carlos, causó no pocos desvelos al Conde-Duque de Olivares durante sus primeros años de valimiento. Pero antes de llegar a esto trataré el tema del cardenalato del infante don Fernando, que gracias a esta dignidad eclesiástica ha pasado a la historia como el Cardenal-Infante:

El 29 de diciembre de 1618, Felipe III escribía a su embajador en Roma, el cardenal don Gaspar de Borja y Velasco, encargándole que solicitase al papa Pablo V la concesión del cardenalato y del arzobispado de Toledo para su hijo don Fernando por muerte de su anterior titular, el cardenal don Bernardo de Sandoval y Rojas (2). El cardenalato era una gracia que sólo el Papa podía conceder, mientras que la presentación al Arzobispado de Toledo entraba en los derechos que le correspondía al Rey por el Patronato Real, salvo la dispensa de edad que era atributo de la Santa Sede.

El infante don Fernando (h. 1618), obra de Bartolomé González Serrano.

Doce fueron las razones alegadas por Felipe III para la solicitud del cardenalato y la dispensa de edad para su hijo. Las cuatro primeras se resumían en un hecho de derecho público: el bien común. Este quedaría mejor protegido y salvaguardado con el nombramiento para esos oficios de la persona del infante don Fernando, cuya grandeza temporal y sangre ilustre ennoblecería el Colegio cardenalicio y a la vez estimularía a los demás reyes y príncipes cristianos al servicio y devoción de la Santa Sede. La grandeza de un hijo del Rey de España no tenía parangón con la de ninguna otra persona en toda la Cristiandad.

Las siguientes seis razones partían de dos hechos de carácter histórico: primero, en cuanto al cardenalato, se alegaba que nunca e toda la historia de la creación de cardenales la Santa Sede había creado un cardenal que fuese hijo del Rey de España; y segundo y en cuanto al Arzobispado de Toledo, nunca tampoco había alcanzado esa dignidad ningún hijo del Rey de España, excepto don Sancho, hijo de Fernando III “el Santo”, quien por haber muerto antes de la edad canónica no llegó a ser consagrado obispo.

Además de esas seis razones, la undécima aducía un hecho de carácter económico: la Iglesia Primada de Toledo era con mucho la más rica de España con unos ingresos anuales de unos 250.000 escudos, según los cálculos presentados en Roma, en 1630, por los procuradores de las Iglesias de Castilla y León (3). Pero el acento no se ponía en esto sino en los muchos gastos que la Hacienda Real había invertido para conservar la Fe Católica, particularmente en la defensa de Flandes, donde con anterioridad a la fecha de la carta se llevaban ya consumidos 180 millones de escudos desde el principio de la contienda. Sólo en la defensa de las Islas Filipinas, donde contaba la Corona con 500.000 tributarios católicos, se habían gastado, en 10 años, más de 7 millones de escudos. Todo esto sin contar con otros muchos gastos en defensa de la Iglesia Católica en todo el mundo. Y, supuesto que el Rey de España se había empobrecido en beneficio de la Fe, justo era que se empleasen los ingresos de Toledo en compensación de tantos gastos.

Finalmente, la última razón se basaba en el Patronato Real sobre la referida Iglesia de Toledo, que había sido reconquistada a los moros, dotada y fundada por los Reyes de España como ninguna otra Iglesia de otros reinos cristianos en Europa. Y, si había diferencia a favor de España en los derechos patronales, justo era que también la hubiese por parte de Su Santidad al conceder la petición, puesto que así gratificaba a la Monarquía Hispánica con lo que era suyo sin quitarlo a terceros, con beneficio de todos y buen ejemplo universal “que son las razones de justicia y congruencia y buen gobierno, que obligan a que esta dispensación no lo sea, sino justa determinación legal en caso particular no comprehendido en los universal del Concilio ni el Derecho Canónico” (4).

Según la carta real al embajador Borja, la solicitud se hizo “con acuerdo y justificación de ministros míos y personas más graves de mis Consejos y otro teólogos” y, sin duda, la iniciativa de enviarlo a consulta tenía que partir del Rey. Pero esta era la versión oficial. La realidad, sin embargo y siguiendo a Pérez Bustamante, parece ser que se debió a la intervención del confesor real, el dominico fray Luis de Aliaga, quien con esta maniobra trataba de evitar que el Arzobispado de Toledo cayese en manos del Duque de Lerma, valido de Felipe III, que había conseguido para sí la dignidad cardenalicia el 26 de marzo de 1618.

Es conocida la tensión que se había ido acumulando entre el omnipresente Lerma y su antiguo confesor fray Luis de Aliaga, más tarde confesor real y ahora rival del valido. No hacía mucho que Aliaga había conseguido el alejamiento de don Rodrigo Calderón, que gozaba de la máxima confianza del de Lerma y al que muchos consideraban “el valido del valido”. Con esta hábil maniobra el confesor asestó un golpe mortal al otrora todopoderoso valido. Tiempo después, el Duque de Lerma, previendo la muerte del cardenal-arzobispo de Toledo, don Bernardo de Sandoval y Rojas, tío suyo, pensaba que estando investido con la dignidad cardenalicia, le sería más fácil obtener el ansiado Arzobispado. Sin embargo, el Nuncio en Madrid, Antonio Gaetano, comentaba, con fecha 26 de febrero de 1615, que en una entrevista secreta con Aliaga, éste te mostraba completamente contrario no sólo a que se concediese a Lerma el Arzobispado de Toledo, sino también el cardenalato. Y para desmontar de sus pretensiones tanto a Lerma como a don Andrés Pacheco, Obispo de Cuenca y segundo pretendiente a la mitra toledana, Aliaga proponía una tercera solución ideal y difícilmente rechazable: hacer cardenal-arzobispo de Toledo al infante don Fernando, “dando la administración, con dispensa de nuestro Santo Padre, a algún otro prelado honesto y digno que administrase y tenga cuidado del gobierno de aquella Iglesia” (5).

Don Bernardo de Sandoval y Rojas murió finalmente el 7 de diciembre de 1618. A las tres semanas, el 29 de diciembre, salía la mencionada carta de Felipe III al Cardenal Borja ordenándole solicitase al Papa para su hijo el Arzobispado de Toledo y el cardenalato. Sin embargo, esta negociación no fue fácil, pues, aunque don Fernando siendo niño no tenía el impedimento del matrimonio ni de los hijos, como ocurría en el caso de Lerma, la falta de edad canónica requería de una dispensa muy excepcional, no fácil de conceder, ni bien vista por otras cortes europeas. Mientras tanto, el 4 de octubre de ese mismo año de 1618, Felipe III decidió licenciar al Duque de Lerma, cayendo éste de su encumbrada privanza, gracias entre otras cosas a las tramas de su propio hijo, el Duque de Uceda. Por otra parte, en aquellas fechas se produjo también la famosa defenestración de Praga (26 de mayo), que fue la mecha que prendió el fuego de la Guerra de los Treinta Años, aquella que devoró vorazmente el dinero y los hombres de la Monarquía y en la que el pequeño Infante que ahora se acercaba al capelo cardenalicio iba a jugar un importante papel.

La carta que Felipe III envió a Pablo V recibió respuesta del secretario de Estado de la Santa Sede, el Cardenal Borghese, le 20 de enero de 1619, a través del Nuncio en Madrid, exhortando al Rey, de parte del Santo Padre, a buscar un sujeto verdaderamente idóneo para la Sede Primada (una de las más importantes de la Cristiandad). Sin embargo, Borghese advertía al Nuncio que, en caso que Felipe III persistiese en su empeño, trataría de complacerle, pero nombrando un administrador apostólico “in spiritualibus et temporalibus” a beneplácito de Su Santidad. La corta edad de don Fernando dificultaba el nombramiento. Pero Borghese también exhortaba al Rey a que reflexionase sobre el carácter de su hijo y considerase con detenimiento sus inclinaciones y aptitudes para la vida eclesiástica, puesto que se sabía que el Infante manifestaba poco gusto por el ministerio sacerdotal.

En cuanto al capelo, Pablo V manifestó al Cardenal Borja que sería un honor para la Santa Sede agregarlo al Sacro Colegio de Cardenales, pero reflexionando de nuevo sobre su corta edad, estimaba el Papa que convenía diferirlo hasta más adelante.

"Teatro de las Grandezas de la Villa de Madrid Corte de los Reyes Católico de España": "Capelo de Cardenal que la Santidad de Paulo Quinto dio al Serenisimo Infante Don Fernando". Gil González Dávila. Madrid, 1623.


Dos cosas disgustaron a Felipe III, no obstante mostrar su agradecimiento por las palabras tan afectuosas del Papa: la dilación en la concesión del capelo cardenalicio y la pretendida provisión por parte de Roma de un administrador apostólico para Toledo, que era contraria, a su entender, al Patronato Real (6). Y así lo manifestó el Rey Católico en sus cartas del 22 de febrero tanto a Pablo V como a Borja. Esta intervención de Felipe III, que recuérdese era el más grande monarca de la Cristiandad, hizo cambiar el rumbo de las cosas. La resistencia de Roma al fin cedió. Un breve pontificio de 11 de marzo de 1619 concedía a don Fernando el Arzobispado de Toledo remitiendo el tema de la administración apostólica a una posterior negociación con Borja. Y, al mismo tiempo, le prometía resolver favorablemente y en poco tiempo la concesión del cardenalato. Y, en efecto, según rezan en latín las Actas del Colegio de Cardenales, “en el Consistorio secreto de 29 de julio de 1619 Su Santidad declaró Cardenal de la Santa Iglesia Romana al Serenísimo Fernando, hijo del Rey Católico, Infante de España, y al mismo tiempo le asigno el título de Santa María in Porticu y mandó que le transmitiesen el anillo, el capelo y las insignias de Cardenal” (7).



Fuentes principales:

* Aldea Vaquero, Quintón: “El cardenal-infante don Fernando o la formación de un príncipe de España”. Real Academia de la Historia, 1997.

* Elliott, J. H.: “El conde-duque de Olivares”. Crítica, 2004.

* Vermeier, René: “En estado de guerra. Felipe IV y Flandes 1629-1648”. Universidad de Córdoba, 2006.


Notas:

(1) Novoa, Matías de: “Historia de Felipe III, Rey de España”. Codoin, tomo 60. Madrid, 1875, p. 447.

(2) Pérez Bustamante, Ciriaco: “Los cardenalatos del Duque de Lerma y del Infante don Fernando de Austria”. Boletín de la Biblioteca Meléndez Pelayo 16 (1934). Pp. 246-272 y 503-532.

(3) Aldea, Q.: “La economía de las Iglesias locales en la Edad Media y Moderna”. Hispania Sacra 26 (1975). Pp. 27-68.

(4) Archivo de la Embajada de España ante la Santa Sede. Estado 57, fol. 82-85: carta del Rey al Cardenal Borja de 29 de diciembre de 1618.

(5) Carta del Nuncio en Madrid al Cardenal Borghese. Madrid, 26 de febrero de 1615.

(6) Archivo de la Embajada de España ante la Santa Sede. Estado 57, fol. 69-71.

(7) Gauchat, Patricio: “Hierarchia Catholica Medii et Recentioris Aevi”. Monasterii, 1935. P. 14.

22 comentarios:

  1. Buenas cartas exhibió Felipe III al Papa para lograr que don Fernando fuera nombrado cardenal, en especial todo lo que se había luchado e invertido por preservar la fe en tierras españolas, incluyendo Toledo. Y luego, paralelamente, el valido duque de Lerma con su política corrupta y nepotista, favoreciendo a parientes y amigos sin olvidarse de él mismo, que ante el temor de que le pudieran "tirar de las orejas" intentó por todos los medios hacerse con el cardenalato y luego aspirar a más. Menudo elemento era el valido...hasta que dejó de serlo.
    Un saludo.

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  2. Estos si que eran Cardenales!!

    Una curiosidad: los tìos, segùn los retratos, no eran parecidos a Carlos II.

    ameno, como siempre.

    Un abrazo.

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  3. Claro, es que, efectivamente, eran muchos los gastos que la Hacienda Real había invertido para conservar la Fe Católica. Demasiados. Pero bueno, si compensaba de todo el hecho de nombrar a un niño cardenal...
    Qué barbaridad, monsieur.
    Y era igualico que su hermano, eh?

    Buenas noches

    Bisous

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  4. Parece premonitorio que en su infancia estuviera bajo cuidados de una de las hermanas del duque de Lerma, la condesa de Altamira, conocida como "la esponja de Dios" debido a su afición a repartir cargos eclesiasticos, naturalmente de modo oneroso. No sería por esto, pero curiosamente su pupilo acabo con un solideo rojo sobre su cabeza. Un saludo.

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  5. Cayetano: la firme postura de Felipe III (aconsejado por su confesor) fue fundamental para conseguir las prebendas que se pedían al Papa. Lerma consiguió finalmente salvar el pellejo precisamente gracias a su condición de cardenal, al contrario que Rodrigo Calderón que fue ejecutado por Olivares en la Plaza Mayor de Madrid en una sonada ceremonia pública.

    Un saludo.

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  6. Gaucho: la verdad es que no se parecían mucho, salvo en la rubia cabllera jejeje

    Gracias y un abrazo.

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  7. Madame: pues sí, tanto miles de escudos en defensa de la Fe y de la Santa Madre Iglesia, algo habría que obtener de recompensa...ya sabe usted que era habitual entre las casas reinantes que los niños secundones acabasen vestido de púrpura cardenalicia.

    Iguales sí :)

    Un beso.

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  8. Desdelaterraza: no conocía el apodo de la Sandoval, pero desde luego muy premonitorio. Desde luego fue un fichaje de lujo para el Colegio de Cardenales.

    Un saludo.

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  9. Curiosa y llamativa la dispensa católica que se le solictitaba por su corta edad. Cosa lógica, ya que esas edad canónica, ha de llevar un maduramiento lógico de personalidad, y la edad física dice mucho, creo...
    Un saludo¡

    19 de enero de 2011 15:28

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  10. Poderoso caballero es don Dinero que diría Quevedo unos años después de estos sucesos... con tejemanejes así no es de extrañar q a los protestantes no les faltasen argumentos contra Roma...

    Y una duda personal... nunca he entendido la costumbre de vestir a niños y niñas por igual, tal y como ilustras en la primera imagen de la entrada...

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  11. El argumento, centrado en que un Infante de España daría mayor lustre al Colegio cardenalicio, me parece muy convicente. Y buena muestra de la forma en que se veían a sí mismos los Austrias españoles.

    Saludos cordiales.

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  12. Qué manía de dar altos cargos, eclesiásticos sobre todo, a jóvenes de tan corta edad; y puestos a pedir cargos, que mejor que el de cardenal primado de España, el de más prestigio y mejor remunerado de todos, acorde a la dignidad de un hermano de rey e hijo de rey. No conocía el lienzo de González y Serrano del Museo de Viena, muy interesante. Saludos, Alberto.

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  13. Javier: dispensa lógica desde luego...muy bueno lo de la edad física, supongo que con los "ardores" de la adolescencia a uno se le quitaban aún más las ganas de mantener la abstinencia sacerdotal jejejeje

    Un abrazo.

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  14. José Luis: desde luego que había mucho nepotismo, venalidad y corrupción entre las prebendas eclesiásticas que pocas veces iban a parar a las personas justas...

    ...por lo de vestimenta, por desgracia y como ya comenté una vez, desconozco el motivo de la misma...aunque también expuso aquella vez que quizás se deba al hecho de que el niño hasta los 7 años más o menos era educado entre mujeres, edad a partir de la cual pasaba a ser educado por hombres...

    Un saludo.

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  15. Retablo: los Austrias se veían a ellos mismos como la espada de la Cristiandad, sus máximos defensores, así como unos primus inter pares respecto a otros monarcas católicos, como de hecho eran.

    Un saludo.

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  16. Paco: pocos puestos había tan dignos para un hijo del Rey de España, la espada de la Cristiandad, como el de cardenal primado de Toledo, uno de lo más destacados que otorgaba la Iglesia.

    ...desde lueggo que sí que es interesante el retrato de Bartolomé González, de eso tipo abundan mucho en el Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid.

    Un abrazo.

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  17. Realmente a esto es lo que yo llamo "tener enchufe" estas prebendas por parte de la iglesia dejaban muy claro el caracter material y poco divino de esta institución.
    Sobre este tema, hace poco leí un interesante texto de Ricardo Gómez Rivero "Consulta del Inquisidor Quintano Bonifaz sobre prebendas eclasiásticas" quizá le haga pasar un buen rato :
    http://revistas.ucm.es/der/11315571/articulos/RVIN9191110247A.PDF

    Un saludo, su entrada como siempre magnífica.

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  18. Pedro: la Iglesia ha sido siempre más un poder terrenal que espiritual, al menos en lo que se refiere a los altos cargos (Papa, cardenales, arzobispos,...)...muchas gracias por el texto, lo leeré con interés.

    Un saludo.

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  19. Todo el tinglado que se montó para la concesión de lo pedido por Felipe III al papa Pablo V ha quedado desvelado y esclarecido a la perfección..
    Me han encantado los alegatos que se presentan en Roma para decantar a S.S. a favorecer las pretensiones del rey Católico.

    Y esto solo es el principio de la vida de cardenal-infante, que he de confesar que es mi infante favorito jejejeje. La infanta, como no, es Isable Clara Eugenia.

    Un abrazo desde el everywhere

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  20. Jordi: me alegra que te guste, también el cardenal-infante, junto a don Juan José de Austria, ha sido siempre mi figura histórica preferida :)

    Un abrazo desde la Villa y Corte.

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  21. No me cabe la menor duda, querido Carlos, que pasarse por tu blog es invertir cuantiosamente el tiempo.

    Un abrazo muy fuerte!!!

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  22. Chevalier: cuanto tiempo! como siempre tan amable ;)

    Un abrazo.

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