lunes, 24 de enero de 2011

LA FAMILIA DEL REY, LOS TÍOS DE CARLOS II: EL CARDENAL-INFANTE DON FERNANDO DE AUSTRIA (PARTE III)

El cardenal infante don Fernando, obra de Pedro Pablo Rubens (?) y taller. Génova, Palazzo del Principe.

La muerte de Felipe III en 1621 y la reorganización de la Corte del nuevo soberano retrasaron la provisión de los oficios de la Casa de don Fernando hasta el 12 de junio de 1622 (1):

Como mayordomo mayor y ayo de don Fernando se nombró a don Francisco de Ribera, Marqués de Malpica, uno de los hombres más influyentes en la Corte durante la transición de Felipe III a Felipe IV. Al morir éste el 12 de septiembre de 1625, le sucedió en el cargo el Marqués de Camarasa, quien retuvo además su anterior cargo de sumiller de corps. Camarasa era primo de Olivares y, por tanto, confidente suyo.

Los demás cargos que se proveyeron en esa fecha fueron: como caballerizo mayor, el Marqués de Este; por sumiller de corps, el ya citado Marqués de Camarasa, don Diego Sarmiento de los Cobos, nieto del famoso Secretario de Carlos V, Francisco de los Cobos; como primer caballerizo, Francisco de Eraso, Conde de Humanes a partir del 14 de julio de 1625. Como mayordomos fueron nombrados el Conde de Peñaflor, el Conde del Real, don Antonio de Cardona, don Fadrique de Vargas, don Luis Lasso de la Vega y don Francisco Niño de Ribera. Por gentilhombres de la cámara lo fueron don Diego de Silva y Mendoza, Marqués de Orani y los Condes de Puñoenrostro, don Arias Gonzalo Dávila y Bobadilla, de Salvatierra, don García Sarmiento de Sotomayor, y de Villanueva, don Antonio de Fonseca y Enríquez. Por camarlengos de hábitos largos, don Melchor de Moscoso, don Antonio Portocarrero, un hijo del Con de Elda y otro del Conde de Peñaranda de Bracamonte (2).

El 16 de julio de ese mismo año se publicaron por gentilhombres de la boca del Cardenal-Infante a las siguientes personas: don Antonio Sarmiento de Mendoza, don Fernando de Acuña Enríquez, don Juan de Granada, don Felipe de Valencia, don Alonso de Toledo (juntamente a la plaza de acemilero mayor), don Andrés Criado de Castilla, don Luis Manrique de Lara, don Pedro de Espinosa, don Andrés Gutiérrez, don Juan Luis de Guzmán y don Luis Venegas (3).

Pocos días después, el 20 de julio, se publicaron otros siete caballeros de cámara y teólogos, que fueron los doctores Terrones y Zapata, este último maestro de ceremonias.

A los dos días, el 22 del mismo mes, se publicaron otros siete caballerizos más. Las dos primeras plazas fueron para los futuros maridos de dos damas de la cámara de la Reina: doña María de Jérica y doña María de Quirós. Las otras 5 plazas fueron para don Pedro de Mendoza, el Capitán Triviño, don Lope de Rioja, don Francisco de Herencia y don Rodrigo de Moscoso.

El 24 de julio “se publicaron trece capellanes, que fueron don Diego de Zúñiga (primer capellán), Don Andrés de Sandoval (camarero que fue del Arzobispo de Burgos), Don Juan del Valle (hijo del Doctor Valle), Don Francisco de Prada y Mógica, Don Pedro de Angulo, el Dr. Simón López de Soto, Don Francisco de Izaguirre, el Doctor Mira de Mescua, el Mestro Valdivieso, el Doctor Juan Ladrón de Guevara, el Maestro Torre, Don Pedro Zapata de Vargas y el Doctor Serrano” (4).

El 4 de octubre juraron puesto para la cámara del Cardenal-Infante nueve personas más: Antonio de Espejo, con el oficio de guardarropa; Luis Hurtado, con el oficio de aposentador de Palacio; don Pedro de Peral, con el título de secretario de cámara, con las audiencias y remisión de memoriales; don Jerónimo de Vela Acuña; Cristóbal de Medina; un yerno del doctor Andosilla, cirujano del Rey; don Diego de Vera; don Juan Mazas; y don Pedro de Herrera (5).

Y, por fin, el 1 de febrero de 1623, juró don Pedro de Guzmán, hermano del Marqués de Camarasa, por camarlengo del Cardenal-Infante para rezar con Su Alteza. Contaba entonces don Fernando con 14 años de edad (6).

En general, la mayoría de los oficios recayeron en personas de la confianza del Conde-Duque de Olivares, excepto en le caso de los sobrinos del Duque de Lerma e hijos de su hermana, la Condesa de Altamira, doña Leonor de Sandoval y Borja, que, como se dijo en la primera entrada, había criado a don Fernando a raíz de la muerte de la reina doña Margarita de Austria. Eran estos don Melchor y don Antonio de Moscoso. La resuelta voluntad y apego por ellos de don Fernando fue más fuerte que la firme resolución de Olivares por alejarlos.

A don Melchor consiguió finalmente Olivares alejarlo de la Corte otorgándole el Obispado de Segovia, sin embargo, don Antonio, para tormento del todopoderoso valido, quedó en la Corte con el oficio de gentilhombre de la cámara del Cardenal-Infante, aunque éste pretendiese uno de los oficios mayores, probablemente el de mayordomo mayor, que había quedado vacante en 1625 debido al fallecimiento del Marqués de Malpica. Sólo la muerte pudo separarlo de don Fernando. Murió, en efecto, en Rattenberg, cerca de Innsbrück, el 29 de julio de 1634, acompañando al Cardenal-Infante a Flandes.

La providencia había secundado los planes de Olivares, pero dos años antes de este viaje, es decir, en 1632, el Conde-Duque reiteraba al Rey en un largo informe sobre los dos Infantes sus inquietudes y angustias por el creciente influjo de Moscoso, convertido ya en dueño absoluto y valido del Cardenal-Infante. Esto constituía, a juicio de Olivares, un peligro muy grave para su gobierno en Flandes:

Don Antonio de Moscoso después de la expulsión del obispo de Segovia, su hermano, es dueño absoluto de la gracia del Infante Don Fernando…y, como ya otras veces he avisado a V.M., no conviene que ninguno tenga privado ni que corran por cuenta de su Palacio sus excesos” (7).

Precisamente uno de los motivos, aunque no el principal, del envío a Flandes de don Fernando fue el separarlo de don Antonio. Aunque el Cardenal-Infante, demostrando una vez más su avispado carácter, sospechó el Conde-Duque era el responsable de esta trama y tuvo con él uno de los no raros encuentros violentos que desconcertaban al de Olivares e inquietaban al Rey. Estas violentas reacciones de don Fernando ponían un grave interrogante sobre su futuro como hombre de gobierno y sobre su lealtad a las órdenes de su hermano y Rey.

Todo lo que fuera contrario a los gustos y deseos del Cardenal-Infante, era siempre una fuente de conflictos. Y esto había que cortarlo:

De aquí, Señor (prosigue Olivares), nacen discordias e inquietudes en su Palacio, y en el amor resfriarse para con V.M. y aun zozobrar en el respeto y obediencia. Y, enseñándole la carta, el otro día, de la Sra. Infanta de Flandes (se refiere a la infanta Isabel Clara Eugenia) y la consulta del Consejo de Estado, en que amorosamente se le avisaba no convenía llevarse privado a Flandes, que aquella nación no lo consiente si afecta el nombre de español, cuanto y más de privado, ni que diese nombre de tal a ningún criado suyo, la ira fue notable. Y, volviéndose contra mí, me dijo era traza mía y que yo era el actor de este hecho”.



Fuentes principales:

* Aldea Vaquero, Quintón: “El cardenal-infante don Fernando o la formación de un príncipe de España”. Real Academia de la Historia, 1997.

* Elliott, J. H.: “El conde-duque de Olivares”. Crítica, 2004.

* Vermeier, René: “En estado de guerra. Felipe IV y Flandes 1629-1648”. Universidad de Córdoba, 2006.



Notas:

(1) Gascón de Torquemada, Gerónimo: “Gaceta y nuevas de la Corte de España desde el año 1600 en adelante”. Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía. Madrid, 1991. P. 8-12.

(2) Íbidem, p. 125.

(3) Íbidem, p. 127.

(4) Íbidem, p. 128.

(5) Íbidem, p. 134.

(6) Íbidem, p. 219.

(7) Marañón, Gregorio: “El Conde Duque de Olivares”. Espasa-Calpe. Madrid, 1952. P. 449.

22 comentarios:

  1. No se le pasaba una a Olivares, "todo atado y bien atado".
    Saludos

    ResponderEliminar
  2. Madre mía, aquí hay más marqueses que en nuestra Orden, monsieur. Y mucho don, tambien.
    Por supuesto la mayoría tenían que ser de la confianza de Olivares, faltaría mas.

    Buenas noches

    Bisous

    ResponderEliminar
  3. Le doy la razón a Madame Minuet, aunque hubieran muchas longanizas, los perros terminarían por comérselas todas,Carolvs, y encima el Conde Duque mosqueado con Moscoso.
    El pobre se estaba ganando la jubilación, XD
    Un abrazo¡¡

    ResponderEliminar
  4. Pues veo que don Fernando tenía su carácter y no se amilanaba fácimente ante el todopoderoso valido. Un saludo cordial.

    ResponderEliminar
  5. José Eduardo: pues sí, como dijo aquel gallego "todo atado y bien atado" jejeje.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  6. Madame: sí, mucho marqués, conde y don y todos (o casi todos) "criaturas" de Olivares.

    Un beso.

    ResponderEliminar
  7. Javier: lo de Olivares sí que era estres y no lo de ahora, tenía que estar pendiente de todo el hombre, mil hojos y mil orejas, de ello dependía su supervivenci apolítica.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  8. Desdelaterraza: mucho carácter, acentuado además por la "edad del pavo" jejeje, así que un cócktel explosivo.

    Un cordial saludo.

    ResponderEliminar
  9. Era muy listo este Olivares. Independientemente del carácter que tenía este señor, hay que reconocer que no se le escapaba una. Su cometido era de una gran responsabilidad.
    Y luego estaba el nombrecito de los cargos que se entregaban: aposentador, caballerizo, acemilero mayor (tengo algún compañero con ese cargo, jejeje),
    Hay hasta un Antonio de Moscoso, que siempre debía andar de permiso.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  10. Cayetano: pues sí, Olivares controlaba todas y cada una de las riendas del poder y de ello dependía su supervivencia política. Vaya un amigo acemilero mayor! :)

    jajaja muy bueno lo de Moscoso jajaja

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  11. Si que se nombraron cargos en tan poco tiempo, parece ser la única distracción que había. Y el Conde-Duque como manejaba el cotarro el tio. En fin, coasas de palacio. Un saludo, majestad.

    ResponderEliminar
  12. La corte que rodeaba al cardenal- infante no era moco de pavo. Y es que a más personal y de mayor categoría alrededor, mayores honores sociales corresponderían al agraciado. Digamos que el número de "criados" era proporcional al status. El duque de Béjar poseía una corte nada desdeñable, pero nada de hablar de duques ni condes por debajo suyo. Si acaso hidalgos de buenas familias. Por cierto, que le echo de menos en esta larga lista...

    Besos

    ResponderEliminar
  13. Y yo me pregunto, una vez formada la pirámide de hombres de Olivares, ¿Cuando este cayó en desgracia, se produjo el efecto dominó? porque imagino que desmontar todo el tinglado de poder no sería cosa fácil.

    Un abrazo, amigo.

    ResponderEliminar
  14. Paco: como decía uno de los comentaristas, al de Olivares le gustaba tener todo atado y bien atado como a un gallego que yo me sé jejeje

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  15. Carmen: así es, el número de críados reflejaba la grandeza de su señor y sólo un Rey o uno de sus hermanos podía tener a Grandes de España y títulos entre su séquito lo cual le denotaba como "señor de señores"...por desgracia yo no soy de noble sangre así que me parece a mí que no me iban a ver tenido en cuenta jejeje

    Un beso.

    ResponderEliminar
  16. Pedro: para nada se produjo ese efecto dominó. Tras la tempestad de su caída en 1643 siguió gobernando la facción Guzmán-Haro-Zúñiga que había subido al poder en 1621 con el Conde de Olivares y su tío, don Baltasar de Zúñiga, ex-embajador ante la corte de Viena y uno de los responsable de la caída de los Sandovales, aunque poco conocido por su temprana muerte en 1622. Como decía a partir de 1643 siguió gobernando la facción de Olivares ahora gracias a su sobrino, el famoso don Luis Méndez de Haro, marqués de Carpio, que lo haría hasta su muerte en 1661, 2 años después de haber sido el máximo responsable de la firma del Tratado de los Pirineos de 1659 donde demostró sus grandiosas dotes políticas.

    Tras la muerte de Haro en teoría el poder fue ejercido personalmente por Felipe IV, pero dos personajes destacaban: el Conde de Castrillo (hijo segundogénito de Haro) y el Duque de Medina de las Torres (yerno de Olivares)...por lo tanto la cosa duró hasta entrado el reinado de Carlos II, cuando Medina de las Torres quedó excluído de la Junta de Regencia, al contrario que Castrillo, aunque este murió en 1670.

    Lo que vino después es conocido.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  17. Entonces amigo Carolus, más o menos lo que pasa hoy en día, se elimina la cabeza pero queda el resto intacto.

    Gracias por molestarte en una explicación tan detallada.

    ResponderEliminar
  18. Don Hernando de Acuña Enríquez: debe de tratarse del que fue corregidor de Jaén hasta 1624.

    Saludos cordiales.

    ResponderEliminar
  19. Retablo: por desgracia no puedo asegurarte el dato, pero me informaré de ello.

    Gracias por la información.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  20. El infante-cardenal buscándole las cosquillas al conde-duque. Sin duda su caracter era más resuelsto que el de su regio hermano.

    La cantidad de oficios de la casa del infante sería casi como la del rey. ¡Vaya tela!

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  21. Jordi: era uno de los pocos que se atrevía a plantarle cara, soberbia de quien se sabe casi intocable a lo que se sumaban los ardores propios de la adolescencia.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar