lunes, 31 de enero de 2011

LA FAMILIA DEL REY, LOS TÍOS DE CARLOS II: EL CARDENAL-INFANTE DON FERNANDO DE AUSTRIA (PARTE V)

El Cardenal-Infante don Fernando en traje de cazador por Velázquez (h. 1632-1636). Museo del Prado de Madrid.

El viaje a Barcelona se inició el 12 de abril, lunes de Pascua. El Rey, acompañado de sus hermanos don Carlos y don Fernando, y del séquito correspondiente de consejeros y personal de Palacio, se dirigió en primer lugar a Valencia. La Casa del Cardenal-Infante, en virtud de la orden que se le dio, salió de Madrid el 24 de abril a cargo de don Luis Lasso de Vega, Vizconde de Puertollano, que desempeñaba el oficio de mayordomo mayor. La comitiva real llegaría a Barcelona el 3 de mayo sin hacer entrada pública para ahorrar gastos.

Ya en Tortosa había salido el virrey Duque de Cardona a saludar a Felipe IV y a informarle con detalle de las dificultades que los catalanes iban a ofrecer tanto respecto a la habilitación del Cardenal-Infante para presidir las Cortes en ausencia del Rey como de la concesión de un “servicio” o subsidio.

Finalmente, los primeros obstáculos se lograron salvar y don Fernando, el 18 de mayo, fue habilitado en el convento de San Francisco por el Rey para presidir las Cortes catalanas que se acababan de inaugurar, al mismo tiempo que le nombraba Virrey y Capitán General del Principado de Cataluña y de los Condados del Rosellón y la Cerdaña. Aquella misma noche llegaba de Italia el príncipe Girolamo Caraffa, Marqués de Montenegro, que había sido llamado con gran satisfacción del Cardenal-Infante para mandar el ejército que se iba a formar en Cataluña.

Hecha la habilitación de don Fernando, Felipe IV emprendió el viaje de vuelta a Madrid el 19 de mayo, yendo antes con sus hermanos y la comitiva real a visitar a la Virgen de Monserrat, en cuyo monasterio durmieron aquella noche. Al día siguiente, Felipe IV con su hermano don Carlos prosiguió el viaje hacia Madrid mientras el Cardenal-Infante volvía a Barcelona, separándose definitivamente en Igualada de sus dos hermanos, al los que ya no volvería a ver en esta vida.

Quedaban allí como consejeros suyos, además del Conde de Oñate y del Duque de Cardona, el Marqués de Montenegro, el Marqués de Este (Carlo Filiberto d’Este, Marqués de San Martino, caballerizo mayor de don Fernando), don Manuel de Guzmán (del Consejo de Órdenes) y su confesor, el agustino fray Juan de San Agustín.

La figura principal de entre todos ellos era el Conde de Oñate, don Íñigo Vélez de Guevara (1), que posteriormente acompañaría al Cardenal-Infante hasta Milán para después proseguir rumbo a Viena para desempeñar el cargo de embajador de Su Majestad católica ante el Emperador. Don Jéronimo Gascón de Torquemada, autor de la “Gaceta y nuevas de la Corte de España” y mayordomo de Oñate, comentaba en su “Gaceta”:

Este mesmo día, miércoles (19 de mayo de 1632, víspera de la Asunción) antes de salir de Barcelona envió Su Majestad a llamar al Conde de Oñate, mi señor, el mayor, y le dije: Conde, , ya sabéis como el Infante Don Fernando, mi hermano, se queda en Barcelona a acabar las Cortes. Y, aunque tiene buen discurso y buen natural, importa mucho tener a su lado una persona como la vuestra, de gran talento y valor, pues habéis dado muestras en tantas ocasiones de vuestra prudencia y gobierno. Y así os ruego, pido y mando que os quedéis con él y le asistáis y gobernéis, porque en ello me tendré por muy servido” (2).

Si esta misión de Oñate no era de su propio gusto, tampoco lo era del gusto de don Fernando, que no iba a simpatizar ni con él, ni más tarde con el Duque de Feria por ser las personas seleccionadas por su hermano para conducir su voluntad con autoridad indiscutible por el camino de la disciplina y del rigor en la toma habitual de resoluciones.

Cerca de un año iba a permanecer don Fernando en la capital del Principado: del 3 de mayo de 1632, en que había hecho su entrada en Barcelona, hasta el 11 de abril del años siguiente de 1633, en que zarparía rumbo a Milán. En ese breve tiempo tuvo que pasar por duras experiencias como las enojosas negociaciones con las Cortes catalanas, defensa de la frontera con Perpiñán y el equipamiento o paga de la tropa que llevaba consigo en las galeras.

El primer conflicto que tuvo don Fernando en Barcelona fue con los “consellers” de aquella ciudad. El 24 de mayo por la tarde, antes de las Cortes, cuando se dirigía solemnemente a la catedral para jurar, según costumbre, los fueros del Principado. Los “consellers” se consideraban en posesión del derecho a cubrirse en presencia de la persona real. El protocolo de Madrid no admitía esta costumbre por ser un privilegio reservado exclusivamente a los Grandes. Para sortear el incidente, Oñate pensó que lo más práctico era que el Duque de Cardona, a quien ciertamente le correspondía dicho derecho, se descubriese durante la ceremonia. Así lo hizo Cardona y en consecuencia un secretario del Consejo de Aragón se lo advirtió a los “consellers” para que se descubriesen, como de hecho hicieron. Esto, sin embargo, produjo malestar entre los miembros barceloneses de las Cortes que reaccionaron airadamente contra aquella imposición y pusieron “disentimiento en ellas hasta que se determinase la cobertura de sus consellers, con lo cual pararon hasta que S.M., a quien dio cuenta de ello, determinase lo que se había de hacer” (3).

Con estos largos trámites protocolarios se consumió el período de 6 meses (que finalizaba el 19 de noviembre de 1632) para el que estaba habilitado don Fernando. Consiguientemente te declararon las Cortes prorrogadas y no concluidas (4).

El Cardenal-Infante tuvo tres claros objetivos en esta su primera misión: primero, terminar las Cortes de Cataluña interrumpidas en 1626; segundo, asegurar las fronteras con Francia en previsión de un futuro ataque por parte de aquella nación; y tercero, organizar el ejército que le había de acompañar en su nuevo destino.

En el primer objetivo fracasó estrepitosamente lo mismo que seis años antes había hecho su hermano el Rey. En los otros dos cumplió decorosamente su cometido. Bien asesorado por sus consejeros y de acuerdo con las minuciosas instrucciones reales gobernó con desenvoltura y acierto tanto en los asuntos ordinarios del Principado como en los asuntos militares de levas, alojamientos de tropas y provisión de las galeras de la escuadra.



Fuentes principales:

* Aldea Vaquero, Quintón: “El cardenal-infante don Fernando o la formación de un príncipe de España”. Real Academia de la Historia, 1997.

* Elliott, J. H.: “El conde-duque de Olivares”. Crítica, 2004.

* Vermeier, René: “En estado de guerra. Felipe IV y Flandes 1629-1648”. Universidad de Córdoba, 2006.



Notas:

(1) Don Íñigo Vélez de Guevara y Tassis, III Conde de Oñate (1566-1644). Tras el asesinato en 1622 de su primo don Juan de Tassis, Conde de Villamediana y Correo Mayor de España, heredó tanto su posición como su título.

Oñate había sido gentilhombre de Felipe III y había estado a su servicio en las Guerras de Flandes, donde fue hecho prisionero. Posteriormente sirvió al Rey en numerosas misiones diplomáticas (Saboya, Hungría y Viena ante el emperador Matías I, donde su papel fue clave para la designación como heredero del futuro emperador Fernando II y en su nombre se firmaría el famoso Tratado de Oñate). Permaneció en Viena bajo el reinado de Fernando II siendo uno de los principales responsable de la caída de Wallenstein.

Gozó igualmente de gran estima en la Corte de Felipe IV, aunque acabó perdiendo el favor real por sus desmesuradas ambiciones. Murió en Madrid en 1644.

(2) Gascón, Jerónimo: “Gaceta…”, pp. 336-337.

(3) Aedo, Diego de: “Viaje…”, pg. 8

(4) Los votos de los consejeros en Danvilla, M.: “El poder civil…”, pp. 17-224. Para mayor información Elliott, J.H.: “La rebelión de los catalanes”, pp. 244-256.

23 comentarios:

  1. Ve?, si al final le hubiera ido mucho mejor fuera de la Iglesia. Menudo error garrafal cometieron con él. Y bien caro se pagó.

    Buenas noches, monsieur

    Bisous

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  2. La comitiva real llegaría a Barcelona el 3 de mayo sin hacer entrada pública para ahorrar gastos.

    Igualito que ahora!

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  3. Ardua labor la del cardenal infante. Veo cómo se las gastaban ya los catalanes en presencia de la persona real. Los consellers cubriéndose, algo reservado a algunos de nosotros que participamos en este blog, los "Grandes" de la Orden del Toisón de Oro. ¡Qué atrevimiento!

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  4. Madame: eso no lo dude, no era para nada nombre de Iglesia...

    Un beso.

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  5. Aspi: no andaban las finanzas como para hacer ostentaciones públicas, ahora por suerte tales entradas públicas, como ta, no existen...

    Un saludo.

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  6. Cayetano: ya ves que las "rarezas" y "exquisiteces" de algunos catalanes no son cosas nueva, de ahí la tirria que siempren han despertado entre los demás pueblos de la Corona de España. Jejeje, sí, menudo atrevimiento lo de querer cubrirse, derecho reservado sólo para vosotros los Grandes de este blog ;)

    Un abrazo.

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  7. Vemos que había el mismo sentimiento "nacionalista" en Cataluña que hay ahora. También el hecho de cubrirse en presencia real es
    ¿anecdótico? No lo se, pero en tal caso, salió vencedor, aunque a los catalanes les interesaba el tener la frontera protegida...
    Salud¡

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  8. Javier: hombre yo no hablaría de nacionalismo pues eso es un burdo invento de finales del XIX que nada tiene que ver con la realidad y la historia de Cataluña. La verdad del hecho es que los catalanes eran muy tiquismiquis con sus fueros y privilegios medievales otorgados por los diversos reyes (y no se intereprete esto como independencia política como pretenden los nacionalistas) y eso no gustaba nada a unos reyes que habían visto poco a poco incrementar su poder absoluto en la Corona de Castilla y que no estaban acostumbrados a estos tratos de favor, ni a sr contestados en su autoridad...y de eso estaba imbuído el Cardenal-Infante...

    Un abrazo.

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  9. Que complicada eran las relaciones entre los poderes del estado, y mucho más con leyes y costumbres tan diferentes entre los distintos reinos del estado: los problemos que tuvo el Cardenal con las cortes catalanas, que por cierto, estos ya se las gastaban de "espléndidos" y "rumbosos".
    Por la respuesta en ArteTorreherberos, veo que ha tenido y sigue teniendo una intensa vida sentimental por tierras italianas. Arriverderchi, Majestad.

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  10. Me parece un desperdicio de tiempo esa tontería de cubrirse o descubrise, aunque ya sé que aquellos asuntos de los fueros de los integrantes de la Corona de Aragón eran de especial importancia para ellos, y los tengo por muy válidos en cuanto a diferenciarse de la unidad principal de la monarquía, Castilla. Respecto a su mandato en Catalunya parece ser que lo hizo bien. Con discreción, pero satisfactoriamente.

    Un saludo.

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  11. Es curioso que entonces, al igual que ahora, tiempos de crisis y de tribulaciones se eliminaran las ceremonias para recortar gastos.

    Y en Cataluña, como buenos aragoneses amantes de sus fueros, los conflictos por su independencia siempre afloraban, también igual que ahora...

    Besos

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  12. @Carolus, Qué interesante la anécdota de los Consellers, sabía la particularidad de permanecer cubiertos frente al Rey que poseían los Grandes de España, pero no la de los Consellers, veo que las "diferencias" ya nos vienen de antaño, si bien es cierto que las Cortes Catalanas y Aragonesas siempre han tenido sus propias características y fueros propios. Se avecina ya el tormentoso periodo de la Sublevación catalana de 1640 ....

    Felicidades, como siempre intresante su entrada.

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  13. Desde luego viendo el cuadro con su escopeta y el perro, queda claro que tuvo más aspecto de príncipe que de Cardenal, aunque éste sea un principe de la Iglesia. Un saludo.

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  14. Paco: pues sí, difícil el gobierno en las tierras forales, jejeje me ha gustado mucho aquello de que eran ya muy "espléndidos" y "rumbosos".

    Y sí, Italia sigue estando en el corazón :)

    Un abrazo.

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  15. Jordi: los fueros eran unas prerrogativas de las que los habitantes de la Corona de Aragón no querían desprenderse porque evitaban su castellanización y les reportaban enormes beneficios de exenciones fiscales y de leva de tropas...

    Un abrazo.

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  16. Carmen: pues sí, no estaba la cosa como para grandes alardes, más o menos como ahora...

    ...yo más que de "independencia" (algo que jamás existió), hablaría de privilegios...

    Un beso.

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  17. Pedro: sí, unas diferencias que querían imponer ya algunos para diferenciarse de los demás. Ese privilegio de la cobertura era inadmisible para los Grandes y para el Cardenal-Infante...

    Sí, se acerca el annus horribilis de 1640 que marcaría un antes y un después en la historia de la Monarquía y es que esas "exquisiteces" catalanas costaría la supremacía europea...

    Un abrazo.

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  18. Deselaterraza: más príncipe marcial que de la Iglesia desde luego ;)

    Un saludo.

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  19. Desde luego este era clavadito a Felipe IV... que no creo que Velazquez nos engañe...
    En cuanto a su obra política, pues bueno dada la época yo creo que le podemos dar el aprobado...

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  20. Tuvo fama el conde de Oñate de ser uno de los grandes diplomáticos de su tiempo.

    Saludos.

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  21. José Luis: desde luego no podían negar que eran hermano, aunque don Fernando era mucho más decidido.

    Un saludo.

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  22. Retablo: nada más que embajador en la fundamental embajada de Viena y en unos años clave. Un importante tratado entre Felipe III y Fernando II lleva su apellido.

    Un saludo.

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