lunes, 5 de abril de 2010

LA FAMILIA DEL REY, LOS HERMANOS DE CARLOS II: DON JUAN JOSÉ DE AUSTRIA, BASTARDO REAL Y MESÍAS DEL PUEBLO (PARTE XXIV)

Cataluña en un mapa del siglo XVII obra de Guillermo Blaeu.

Tras el paréntesis conmemorativo-musical vuelvo con don Juan José de Austria…

Tras la vuelta de las Cortes aragonesas, y dejando a parte las reformas internas y la formación del Rey que trataré en específicas entradas, tres hechos vinieron a centrar la atención del regio primer ministro: por una parte las reclamaciones de los demás reinos de la Corona de Aragón, en segundo lugar la política exterior, o lo que es lo mismo la guerra contra la Francia de Luis XIV y, finalmente, la búsqueda de una esposa para el joven Rey que permitiese la llegada de un heredero que garantizase la continuidad de la dinastía.

Por lo que respecta al primer problema, tras aquella “Jornada de Aragón”, otros territorios de la Corona de Aragón, en concreto el Principado de Cataluña y el Reino de Valencia, reivindicaron un idéntico trato por parte de la Corona, siendo especialmente firme por parte de Cataluña el deseo de contar con aquella regia presencia, lugar en el que don Juan mantenía todavía en este momento un fuerte apoyo popular.

Así las cosas, a principios de 1679, vino a plantearse la idea de celebrar Cortes en estos dos reinos, especialmente como se comentaba en el Principado, aprovechando la entrada de la futura esposa de Carlos II, María Luisa de Orleáns, cuya venida podría realizarse perfectamente por la frontera catalana. A tal finalidad, en enero de ese año las consultas del Consejo de Aragón sobre aquel asunto serían remitidas al de Estado, donde se discutiría sobre la conveniencia de aquellas Cortes, además de las valencianas (1).

Los consejeros de Estado no vinieron a mostrarse especialmente entusiasmados con esta idea ante las presuntas aspiraciones que los catalanes pudiesen presentar en las Cortes, en donde se podría exigir la vuelta a la situación anterior a la crisis de 1640.

Aquel asunto colearía a lo largo de aquel invierno y primavera de 1679, presentándose el 9 de marzo nuevos argumentos que contraindicaban la celebración de Cortes en Cataluña y Valencia.

Finalmente, el Rey, previo consejo de su hermano, zanjaba la controversia sobre la celebración o no de Cortes, indicando que “quedo en cuenta del dictamen del Consejo, y con agrado del celo que discurre. Y como quiera que para la deliberación que hubiere de tomar en este negocio, darán mucha luz las primeras noticias que se tuviesen sobre la apertura que se ha encargado al marqués de los Balbases haga en París, parece conveniente aguardarlas, y entre tanto, he mandado repetir las órdenes para que se adelanten todas las disposiciones que conducen a mi casamiento” (2).

Por otro lado, había en la panorámica del gobierno de don Juan asuntos aparentemente más urgentes que la celebración de Cortes en aquellas tierras, teniendo presente que las que se celebraron en 1677 en Aragón respondían, a todos los efectos, a un intento de compensar a esas tierras por el apoyo prestado a lo largo de los años.

Se puede decir, por tanto, que el gobierno juanista acabó generando un gran desengaño en Cataluña, pues, como indica el historiador catalán Soldevila, tenían derecho a esperar de él no sólo el buen gobierno de la Monarquía en general, sino también, y en particular, del Principado, pues éste le había prestado una ayuda considerable en 1668-1669 y en 1677, como hemos ya visto.

De esta forma, Cataluña pasó de la alegría y la exaltación del bastardo tras su llegada al poder (3), a la más profunda decepción tras su muerte. Las escuetas palabras de Narcís Feliù de la Penya son altamente expresivas del desengaño del Principado respecto a él: “Fue notable la pérdida, que hubiera sido más grande sino hubiese gobernado” (4), dice glosando el óbito de don Juan. No es menos significativo el silencio del Dietari del Antich Consell Barcelonì. Se limitar a consignar lacónicamente que se había tenido aviso desde la Corte de que “lo serenissim señor don Juan de Austria era mort, que gose de glòria, a 17 del corrent” (5), sin añadir ni una sola frase lamentando su desaparición.

Sin embargo, el problema catalán durante el gobierno de don Juan no se limitó sólo a la no-celebración de las Cortes, aunque todo estuviese de una u otra forma relacionado: por una parte estaba el problema económico-comercial y por otro, el importante tema del Rosellón.

J.Lynch afirma que los catalanes esperaban que don Juan conseguiría “nuevas victorias para sus fueros y abriría nuevos catalanes para su comercio” (6). Y parece lógico pensar que en el clima de esperanzas que generó la llegada al poder de don Juan, se desarrollasen deseos de participar mucho más activamente en el comercio de las Indias, que hasta entonces era casi un monopolio castellano. Además, Cataluña esperaba una defensa de sus intereses económicos frente a la competencia industrial y comercial francesa, mediante un régimen proteccionista. De otra parte, los mercaderes catalanes querían que disminuyese al máximo la intervención de la Capitanía general en el control legal del comercio, para agilizarlo lo más posible. Pero no parece que la gestión gubernativa de don Juan en esos concretos momentos trajera consigo novedades positivamente importantes respecto al comercio en Cataluña.

Por otra parte, los catalanes albergaban también la esperanza que con la llegada de don Juan al poder se pudiese recuperar el Rosellón, cedido a Francia por la Paz de los Pirineos de 1659, y que supuso la pérdida de numerosas tierras para la nobleza del Principado. Según Sánchez Martos, la esperanza de recuperar este territorio, fue una de las causas principales que movieron a los catalanes a apoyar la causa del bastardo.

Así, don Juan defraudó todas las esperanzas que los catalanes habían puesto en él: ni se preocupó seriamente de la recuperación del Rosellón (7), ni devolvió a Barcelona y al Principado la dosis de autogobierno perdido en 1652, ni concedió ventajas económicas, y, sobre todo, no hizo venir a Carlos II para que jurara los fueros y privilegios catalanes y celebrara las tan ansiadas Cortes.

Fuentes principales:

* Ruiz Rodríguez, Ignacio. “Don Juan José de Austria en la monarquía hispánica : entre la política, el poder y la intriga”. Dykinson, S.L. - Libros, 2008.

* Sánchez Marcos, Fernando: “Cataluña y el Gobierno central tras la Guerra de los Segadores (1652-1679)”. Universidad de Barcelona, 1983.

(1) A.G.S., Estado, Leg. 4.129. Consulta del Consejo de Estado del 30 de enero de 1679.

(2) A.G.S., Estado, Leg. 4.129.

(3) Véase Sánchez Marcos, Fernando: “Cataluña y el Gobierno central tras la Guerra de los Segadores (1652-1679)”, pag. 235 y ss.

(4)Feliù de la Penya, Narcìs: “Anales de Cataluña”. Barcelona, 1709.

(5) D.A.C.B., v. XIX, p. 421.

(6) Lynch, J: “España bajo los Austria”. Barcelona, 1972.

(7) En un futuro me gustaría dedicar una entrada a este tema que vició durante tantos años la política catalana.



13 comentarios:

  1. O sea que al final lo lloraron mas bien poco. Los decepcionó en todo.
    Sería interesante esa entrada que usted se propone, monsieur. Promete ser muy jugosa.

    Buenas noches

    Bisous

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  2. Sí madame, al final fue poco llorado por todos, más que nada las envidias de unos y otros no se vieron saciadas, y él tampoco tuvo el suficiente tiempo para satisfacer a todos.

    En cuanto al Rosellón sí, espero poder realizarla porque es un tema muy muy escabroso pero a la vez interesante y poco conocido, al menos fuera de los ámbitos historiográficos catalanes.

    Un saludo.

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  3. Hemos estado un poco alejados estos dias y nos estamos poniendo al día en estas entradas pasadas. Desde luego, desde el desconocimiento de la figura de Carlos II, uno suponía que su reinado no habría sido un camino de rosas, pero la realidad es que lo tuvo más que complicado.
    Según vamos leyendo, entendemos como poco a poco ese basto imperio gobernado por Carlos V (no exento también de conflictos políticos) se va desmembrando.

    Esperamos esa futura entrega que promete ser tan interesante como lo que hemos leido.

    Un saludo.

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  4. Gracias Logan y Lory, y pese a todo, a su muerte, la Monarquía era prácticamente igual de extensa que la de Carlos I, quitando el Franco Condado y algunas plazas flamencas y catalanas.

    Un saludo.

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  5. Está claro que para Don Juan de Austria los dos embolados que citas tenían mucho problema.

    El del Rosellón,su recuperación tras la pérdida con el Conde Duque, y el del comercio con América.

    Aún no termino de comprender el porque los Austrias pusieron tantas trabas a los catalanes para comerciar en América, exactamente lo contrario de lo que sucedía con las provincias vascas a las que favorecian totalmente en este asunto.

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  6. Tellagorri: lo del Rosellòn fu, sin duda, un tema de gran calado en la Catluna de la època, pues suponìa una importante amputaciòn de su territorio y de tierras e ingresos para la nobleza local.

    En cuanto al comercio con Amèrica, lo principal era que era un monopolio castellano, la conquista se habìa hecho con sangre y dinero castellanos y esto estaba muy arraigado, y mientras los vascos formaban parte de la Corona de Castill, no sucedìa lo mismo con los catalanes, que por otra parte, y bajo mi punto de vista habrìan sido una gran ayuda para el desarrollo del comercio indiano pues contaba con gran cantidad de caudales y una clase burguesa-industrial muy poderosa que habrìa sabido sacar provecho y modernizar el comercio.

    Un saludo.

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  7. La ingratitud del poder. Lecciones que da la historia: cuando ayer te necesité tú eras importante, me apoyé en ti para conseguir mis objetivos... ahora que no te necesito ya no tengo que contar contigo. La vida misma.
    Un saludo.

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  8. Eso es Cayetano, aunque también hay que romper una lanzar a su favor, pues era obvia la desconfianza que despertaban los catalanes tras su insurecciòn de 1640, y también los graves problemas, mucho màs urgentes, que acosaban a la Monarquìa: crisis econòmica, guerra, etc...quien sabe si de haber vivdo màs no habrìa celebrada las dichas Cortes...

    Un saludo.

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  9. La pérdida del Rosselló fue algo muy sentido para los catalanes, y la falta de apoyo a su proyección comercial en las Indias también. El bastardo decepcionó bastante.

    Respecto a la de Orléans, corría por la Villa y Corte una ocurrencia típica de aquella época que decía:

    "Parid bella flor de lis, que en ocasión tan extraña, si parís parís a España y si no parís a París"

    Por desgracia no hubo parto.

    Saludos

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  10. Decìs bien Dissortat respecto al Rosellò, fue una gran decepciòn que tratarè tambièn en la pròxima entrada que està casi lista ya.

    Y razòn llevàais tambièn con marìa Luisa como bien tratarè en las entradas dedicaads a èl.

    Un saludo.

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  11. Es cierto que la perdida del Rosellón fue muy duro para Cataluña. Creo que Don Juan José no estuvo a la altura. Seguiremos la historia. Saludos, Majestad.

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  12. Paco, es difìcil de valorar pues no tuvo tanto tiempo para demostrar sus dotes...solo 2 anos en el gobierno frente a los 22 de Olivares y los 20 del Duque de Lerma.

    Un saludo.

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  13. Como catalna que soy aún nos lamentamos del Rosellón, jejeje. Interesante todo lo que explicas. Será un placer aprender

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