martes, 6 de abril de 2010

LA FAMILIA DEL REY, LOS HERMANOS DE CARLOS II: DON JUAN JOSÉ DE AUSTRIA, BASTARDO REAL Y MESÍAS DEL PUEBLO (PARTE XXV)

Alegoría del Tratado de Nimega, escuela flamenca, siglo XVII: Luis XIV y Carlos II sellan la paz mientras son bendecidos por el Espíritu Santo (Musée de la Dentelle de Marche-en-Famenne, Bélgica).


Como comentaba en la anterior entrada, el segundo hecho que llamó la atención de don Juan fue la situación bélica en la que se encontraba inmersa la Monarquía en aquellos años, con tres frentes principales: la frontera catalana, los Países Bajos y la enquistada situación de la revuelta mesinesa en Sicilia.

La llegada de don Juan al primer ministerio no supuso la paralización de las actividades bélicas, a pesar de que cuando el bastardo accedió al poder ya estaban reunidos en la ciudad holandesa de Nimega los representantes de alguno de los Estados enfrentados en la guerra con la finalidad de llegar a un acuerdo de paz, a pesar de lo cual España y el Imperio se negaban a enviar a sus representantes a este congreso, lo que Francia aprovechó para seguir con sus campañas militares de conquista.

Sin embargo, las continuas derrotas militares pronto harían cambiar la actitud española: en Cataluña se desarrollaba un desastrosa guerra defensiva, Sicilia estaba a punto de perderse, mientras que el Franco-Condado ya había sido arrebatado por los franceses en 1674.

A pesar de todo ello, España mantenía su pretérita pretensión de exigir a Francia la restitución de todos los territorios ocupados por los galos desde el año 1665, la reparación de todos los daños y la cumplida satisfacción de sus aliados. De este modo, en 1676 se iniciarían las conversaciones con las esperanza de una paz duradera, siendo emviados a aquel Congreso de Nimega los siguientes embajadores: el Marqués de los Balbases, consejero de Estado y embajador en Alemania; don Pedro Ronquillo, caballero de la Orden de Alcántara, consejero de Castilla e Indias, además de enviado extraordinario en Inglaterra; Juan Bautista Christien, consejero de Flandes; y don Gaspar de Teves y Córdoba Tello y Guzmán, consejero de Guerra y general de artillería.

Por su parte, en representación de Francia, fueron enviados el Conde de Estradas, mariscal de Francia; monsieur Colbert Caballero, consejero de Estado de Luis XIV; y monsieur Mesmes, consejero.

La idea de la restitución territorial aparece con notoriedad en aquella nota que entragase don Pedro Ronquillo a los plenipotenciarios de Nimega: “Que se restituyan todas las provincias, plazas, ciudades, villas, señoríos y territorios que han ocupado las armas de Francia en los reinos, provincias y dominios comprendidos en la Monarquía de España desde el 17 de Septiembre del año de 1665 sin reserva alguna. Que se dé cumplida reparación de todos los agravios recibidos por incendios y ruinas y castillos desmantelados, con la restitución de la artillería y municiones y otros pertrechos de guerra, y se dé cumplida satisfacción de los gastos hechos, así por tierra como por mar, en las guerras que después de 1665 se han tenido con Francia. Que a los aliados de España se les dé justa y cumplida satisfacción de los daños recibidos, y de lo ocupado por las armas de Francia”.

Evidentemente, y ante dichas pretensiones, catalogadas por Francia como absurdas, los galos contestaron que habiendo sido atacado su país por España, en contra de los firmado en Aquisgrán, “debía quedar todo como lo dejase la fuerza de las armas”.

Con todo, los franceses enviaron a la Corte madrileña sus particulares propuestas de paz, en donde llegaron a ofertar lo siguiente: “Me ha dicho don Juan de Austria (escribía el embajador inglés Godolphin en despacho del 12 de enero de 1678) que ha recibido de Francia proposiciones reservadas, en que en sustancia son estas: España entregará todo Flandes y el Franco-Condado, recibiendo en cambio el Rosellón, las plazas de Sicilia y doce millones de libras. Al Emperador se devolverá la Alsacia, excepto Felipeburgo, y se reintegrará al Duque de Lorena en sus estados. Con esos doce millones podrá Su Majestad Católica restaurar su Hacienda y disponerse a la conquista de Portugal, en vez de arruinarse en la guarda de Flandes que sólo aprovecha a Holanda e Inglaterra. Posteriormente me ha revelado que le promete cuatro millones de libras para su bolsillo si remata el negocio, pero que no se dejará sobornar y que, fiel a la voluntad del Rey su padre, no consentirá en ceder ni un palmo de tierra flamenca” (1).

En el estado en el que se encontraba las cosas, a don Juan no le quedaba otra opción que no fuese la de continuar la guerra, al mismo tiempo que intentaba negociar con Inglaterra, reino se convirtiese en alido de la también aliada Holanda desde comienzos de 1678. Por su parte, en 1677 las tropas francesas tomaban Friburgo, y poco después, en marzo se entregaban las localidades de Gante e Ypres. Ese mismo mes, y en concretoel día 30, el Duque de Villahermosa escribía a Madrid indicando que la única solución a aquella trágica situación pasaba por un acuerdo de paz, independiente de las cesiones que ello supusiera para la Monarquía Hispánica: “...no hallo tengamos otro recurso para evitar el último golpe, sino el de una afrentosa paz, tal cual quisiere dar el enemigo” (2).

Por lo que respecta a Cataluña, como ya se ha indicado en una anterior entrada, tras su llegada al poder, don Juan destituyó al virrey Príncipe de Parma, un militar experimentado que estaba dirigiendo bien la lucha contra los franceses, porque le consideraba como un enemigo político. Para reemplazar a Parma designó a un hijo de don Luis de Haro, el Conde de Monterrey, como recompensa por su decidido apoyo en el “pronunciamiento” de 1677. Éste, de escasas dotes militares, permitió que los franceses lanzaran nuevas ofensivas a pesar de tener menos hombres en campaña que el ejército hispano. En 1678, su inoperancia, unida a un ejército francés de 20.000 hombres, según Feliù de la Penya, terminó con la pérdida de Puigcerdà, la llave de toda la montaña, que abría el paso hacia Vic y Gerona. Ante tal situación, y a pesar de su amistad, don Juan se vio obligado a destituir a Monterray que fue sustituido por el flamenco Príncipe de Bournonville. Con carácter de interinidad, mientras llegaba de Italia Bournonville, desempeñó el cargo de virrey, desde el 13 de junio de 1678, el Marqués de Leganés, que consiguió enderezar la situación militar en el Ampurdán poco antes de firmarse la Paz de Nimega.

Con respecto a la situación de Mesina, ésta fue la única victoria de las armas españolas sobre las fuerzas de Luis XIV, a las que lograron expulsar de la revoltosa Mesina, restaurando así la autoridad real (3).

En La Haya, los Estados Generales de las Provincias Unidas aceptaron la imposibilidad de continuar la guerra debido a la escasez de medios y por el peligro representado por las armas francesas, no sólo para los dominios de Carlos II, sino también para los suyos propios. Desde Madrid se aconsejó igualmente el cese de hostilidades como única salida viable para España, al margen de la actitud de otros países. A don Juan no le quedó más remedio que aceptar la derrota. Así, el 17 de septiembre de 1678 se firmaba la Paz de Nimega entre los Reyes de Francia y España. Se perdían el Franco Condado y 14 plazas flamencas: Valenciennes, Bouchain, Condè, Ypres, Cambrai..., se recobraban Charleroy, Binch, Ath, Courtray, Gante, Puigcerdá...

El Tratado fue ratificado en Fontainebleau el 3 de octubre de 1678, y algunos de sus acuerdos se pusieron en marcha a lo largo de 1679.

Esta paz supuso el inicio de la decadencia de don Juan y de sus partidarios, ya que fue considerada por muchos como la más humillante jamás firmada por la Monarquía. Especialmente dolorosa fue la pérdida del Franco-Condado, territorio patrimonial de la Casa de Austria desde tiemos del emperador Maximiliano I, y último núcleo del desaparecido Ducado de Borgoña. Este hecho tendrá curiosas conseceuncias por lo que respecta a la Orden del Toisón de Oro y de las que daré cumplida cuenta en una futura entrada.

A modo de conclusión, y siguiendo a María del Carmen Moreno Prieto (4), me gustaría comentar que la experiencia militar de don Juan le demostró que impedir la desmembración de la herencia de Carlos II era una tarea inútil. Y si manifestó públicamente su deseo de devolver los territorios de la Monarquía a estado anterior a la Paz de los Pirineos, fue por ganar adhesiones en momentos políticos muy difíciles y por propio convencimiento de que este objetivo era necesario para el prestigio y autoridad de Carlos II y la estabilidad de la Monarquía Hipánica. La documentación y correspondencia con el Duque de Villahermosa revela que los dos personajes son conscientes de que los territorios de Flandes son irrecuperables (5), la cuestión está en como perderlos o en como recuperar lo que se pueda; y don Juan tiene muy claro que ambas cosas se deben adquirir luchando para la mayor gloria de Carlos II. Por otro lado, la documentación correspondiente al Consejo de Estado revela que el francés es el enemigo al que no se puede hacer frente y la mejor forma de controlar sus ataques es tener el máximo de información al alcance de la mano porque más previsible puede ser. No obstante, la documentación también muestra la desproporción de fuerzas diplomáticas entre ambas Coronas en favor de Francia. Las medidas diplomáticas que en este sentido toma don Juan están más próximas a la cautela y la prudencia que a lanzarse de forma ciega a reconstruir el patrimonio de Carlos II y tal y como estaba situado con anterioridad a la Paz de los Pirineos: pero algo más, estaba dispuesto, si no a perder territorios, al menos a negociar a costa de Francia todo lo que fuera posible y en la medida de las posibilidades dilpomáticas de la Monarquía que no eran muchas. Fue consciente de lo que suponían las pérdidas territoriales para Carlos II: pérdida de prestigio y autoridad, y pasos atrás en el robustecimiento de su autoridad. Sin embargo, Maura y gamazo no dejó de censurar en su obra el acercamiento de don Juan a Francia que no era más que un acercamiento al más fuerte cuando no se puede con él y en el momento en el que el Imperio ya no puede o no quiere responder como aliado.

Si la Paz de Nimega se ha venido entendiendo como un fracaso, conviene matizar que no fue más que un primer intento de recuperar territorios perdidos a costa del francés e inevitablemente fracasados por no ser una demanda diplomática ni una situación la de España adaptada a la realidad internacional del momento: la España de don Juan José no se encontraba en una situación de fuerza para demandar concesiones territoriales a Francia, y los pasos dados en este sentido demuestran que la diplomacia española no había tomado aún la medida a Luis XIV. Quedaba a don Juan la salida del acercamiento al enemigo para intentar frenar sus ataques y con ello la atomización de la herencia de la Monarquía en beneficio de Luis XIV: desviar las tradicionales alianzas matrimonales Habsburgos Españoles-Habsburgos Austríacos por el de la alianza matrimonial con Francia como así veremos que sucedió a través del matrimonio con María Luisa de Orleáns.

Para terminar, mes gustaría romper una lanza a favor de don Juan por cuanto respecta a la no aceptación de la permuta Rosellón-Países Bajos ofrecida por Luis XIV, y que ha sido tan criticada por la historiografía catalana (6) que no entiende como se pudo rechazar tan buena oferta de recuperar el condado a favor de unas provincias tan lejanas, que costaban tanto dinero y hombres a la Monarquía. Y es que don Juan no hacía más que seguir la tradición de sus progenitores según la cual la grandeza de la Monarquía dependía de la conservación de estos estados, ya que los mismos se encontraban en el centro estratégico del teatro europeo, entre Francia y el Imperio, ejerciendo de cuña, lo cual hacía que España se viese involucrada siempre en todo tratado, convenio, etc, lo que la permitía ejercer siempre un papel esencial, incluso en estos años de declive militar. Por otra parte, no cabe olvidar que Flandes constituía el origen familiar y patrimonial de los Austrias, recordemos que tanto Felipe I “el Hermoso”, como el emperador Carlos I habían nacido allí, y esto era algo muy arraigado entre sus sucesores que sentín la conservación flamenca como una obligación dinástica, de ahí el trauma por la pérdida del Franco-Condado de Borgoña.



Fuentes principales:

* Moreno Prieto, María del Carmen: “La política de don Juan José de Austria como un paso más en el proceso de absolutización de la autoridad real” en “La declinación de la Monarquía Hispánica en el siglo XVII”. Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha. Ciudad Real, 2002.


* Ruiz Rodríguez, Ignacio. “Don Juan José de Austria en la monarquía hispánica : entre la política, el poder y la intriga”. Dykinson, S.L. - Libros, 2008.


* Sánchez Marcos, Fernando: “Cataluña y el Gobierno central tras la Guerra de los Segadores (1652-1679)”. Universidad de Barcelona, 1983.



(1) Esta documentación la encontramos en la obra de Maura Gamazo, Gabriel: “Carlos II y su Corte”. Madrid, 1911.

(2) A.G.S., Estado, Leg. 2.136.

(3) No pretendo profundizar en las consecuencias de esta victoria sobre Luis XIV, pues la trataré en el futuro. Para los interesados véade la colosal obra del profesor Luis Ribot: “La Monarquía de España y la guerra de Mesina (1674-1678)”. Madrid, 2002.

(4) Moreno Prieto, María del Carmen: “La política de don Juan José de Austria como un paso más en el proceso de absolutización de la autoridad real” en “La declinación de la Monarquía Hipánica en el siglo XVII”. Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha. Ciudad Real, 2002.

(5) B.N., Mss. 2.048, 2.411, 2.412, 2.413, 2.414, 2.414 y 2.409.

(6) Véase especialmente La Fabrega, P.: “L’oferiment de retrocessiò del Rosellò a Espanya”. Barcelona, 1962.


11 comentarios:

  1. Esta entrada es espléndida, sin perjuicio de las anteriores.
    Sobre la permuta del Rosellón por Flandes: de haberse producido difícilmente Francia habría renunciado a lo que ella consideraba sus fronteras naturales por encima de cualquier derecho histórico que pudiera alegar España. No creo que Don Juan José de Austria fuese ajeno a cierto realismo político.

    La pintura que la ilustra muestra, con perfección, el desequilibrio entre Carlos II a Luis XIV.


    Un saludo.

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  2. gomez de lesaca: muchas gracias. En cuanto a don Juan era obvio que no era muy consciente de la situaciòn de inferioridad con la que jugaba la Monarquìa frente a Luis XIV, y es por ello que intentò jugar sus bazas, intento que la guerra diese un giro antes del inicio de las negociaciones que le permitiese reducir los danos y pèrdidas territoriales, aunque no lo consiguiò.

    En cuanto a la pintura, Carlos II viene reprsentado como un quinceanero frente a un hombre adulto, de ahì la estatura, pero desde luego tambièn tiene que ver la mètafora de la inferiorida polìtica, pues en otras obras no dudaban en situar a ninos como a adultos, incluso en las proporciones.

    Un saludo.

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  3. perdòn gomez de lesaca, querìa decir que don Juan SI era conciente (cancelo la frase "no era muy consciente ")

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  4. La propuesta de Francia era como jugar a los cromos: te cambio esto por aquello y además de doy éste que lo tengo "repe". Dan escalofríos pensar cómo se quieren repartir los territorios...aunque sabemos quién será el perdedor en esta jugada.
    Un saludo.

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  5. Ay monsieur, que calamidad. Creo que don Juan podria haberlo hecho un poquito mejor, pero bueno, así quedó la cosa y no contentó a nadie, al parecer.

    Feliz tarde

    Bisous

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  6. Cayetano: sì, entonces los territorios venìan ligados a una persona, el Rey, y èste podìa hacer lo que le parecìa con ellos, pero habìa cosas inaceptables, y èstas eran los territorios patrimoniales, es como para nosotros plebeyos el dolor que se siente al perder unas tierras, o una propiedad familiar, como una joya de la abuela, un reloj, etc

    Un saludo.

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  7. Madame: no quiero parecer un defenser acèrrimo de don Juan, pero en estos momentos poco era lo que podìa hacer, juò sus cartas pero le saliò mal...luego no tuvo el tiempo de vida suficiente para seguir adelante con sus reformas.

    Un saludo.

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  8. Quedo impresionada no sólo por este magnífico resumen que nos ofreces, sino también por un detalle que resulta ser muy de actualidad: Que "don Juan destituyó al virrey Príncipe de Parma, un militar experimentado que estaba dirigiendo bien la lucha contra los franceses, porque le consideraba como un enemigo político..." y lo reemplazó por un amigo pero de nulas dotes militares, lo que obviamente lo condenaba al desastre. Siempre el miedo y la desconfianza... Saludos cordiales.

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  9. Gracias Isabel...como siempre en política cuentan a veces más las amistades que los méritos.

    Un saludo.

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  10. Don Juan no pudo hacer mucho más, pero en ese primer intento por recuperar algo de lo perdido, pudo haber recuperar el Rosselló, que al fin y al cabo estaba mucho más ligado a España que los los lejanos y onerosos territorios de Flandes, que todos sabían que cada vez era más difícil conservar. Si la dinastía era flamenco-borgoñona, también era castellano-aragonesa. Si no hubiese sido el Rosselló y hubiese sido Guipuzkoa o Navarra, no sé como se lo hubiese tomado Castilla.
    De todas formas yo también pienso que don Juan lo hizo lo mejor que pudo, pero el gigante francés era un hueso muy duro de roer.

    La destitución del de Parma, un error sin demasiado sentido.

    Saludos

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  11. Razonas bien desde una lògica actual amigo Dissortat, pero como digo siempre debemos ver las cosas desde la lògica del personaje històrico, para ellos no era una cuestiòn de nacionalismo o del Reino, para los Austrias del XVII se trataba de una cuestiòn dinàstico-familiar, para ellos lo importante era la familia y desde esta lògica, y sobre todo desde la educaciòn recibida por sus antecesores, era absolutamente imposible ceder estos territorios en donde tenìa su origen la familia...en cambio, apenas llegò Felipe V al trono, otra dinastìa, no dudo en jugar con los Paìses Bajos para fortalecer posiciones en italia y la Penìnsula, cedièndolos incluso al elector de baviera Maximiliano Manuel.

    Un saludo.

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