viernes, 28 de enero de 2011

LA FAMILIA DEL REY, LOS TÍOS DE CARLOS II: EL CARDENAL-INFANTE DON FERNANDO DE AUSTRIA (PARTE IV)

El Cardenal Infante (1631) en un grabado de Guido Bentivoglio. Biblioteca Nacional de Madrid.

A nadie le escapaba el hecho de que el Cardenal-Infante no estaba muy contento con su estatus eclesiástico. Muchos señalaban su carácter temperamental, como el embajador veneciano Alvise Mocenigo, quien en 1632 anotó en su informe final acerca de su estancia en la corte española que don Fernando tenía “un carácter mucho más vivo” que su hermano don Carlos, “que tenía un temperamento más fogoso” y que “no parecía entusiasmado con su carrera eclesiástica” pero que se dedicaba con gusto al estudio del arte militar y “buscaba oportunidades para perfeccionarse en él” (1). Además, el joven Cardenal no era insensible, ni mucho menos, a los encantos femeninos, aunque su constitución frágil a veces no resistía las escapadas nocturnas y que en los años recientes su “disordine giovanile con donne” le había obligado a guardar cama más de una vez (2).

El carácter ambicioso y emprendedor de don Fernando le causaba graves preocupaciones a Olivares. Describía al Cardenal-Infante como “naturalmente vano” y esperaba disciplinarlo “metiéndole en la cabeza hacerle papa por principal asiento y fin suyo”, puesto que “el cebo de verse superior a todos por aquel camino, podrá ser que acabe con él, lo que por ningún otro se podrá alcanzar”. En un informe secreto planteaba al Rey el delicado problema de “acomodar a los señores Infantes conforme a su grandeza” en lugares apartados de España. A don Carlos proponía Olivares nombrarlo virrey y capitán general de Sicilia donde podría destacarse en la lucha contra el Turco. En cambio, al Cardenal-Infante, aunque lo trataba de afianzar en su profesión eclesiástica con el señuelo de poder un día llegar a ser Papa, como se comentaba anteriormente, lo enviaría a Orán, territorio perteneciente al Arzobispado de Toledo, anteponiéndole en una hábil evocación romántica el ejemplo del Cardenal Cisneros juntamente con el proyecto de nuevas conquistas en África. Estambul y Argel eran los temibles nidos de la piratería y el corso en el Mediterráneo y desde sus respectivos gobiernos, ambos Infantes podrían defender el flanco sur de Europa.

A don Fernando también se le podría ofrecer con el mismo fin otra alternativa: la coadjutoría del Arzobispado de Tréveris o Maguncia (Electores del Imperio) y, consiguientemente, la educación en la corte del Emperador, con lo cual podría llegar a ser Príncipe Elector del Imperio y, tal vez un día, Emperador. De enviarlo al gobierno de Flandes no se pensaba aún en aquel tiempo.

No desechaba Olivares la idea de casar a don Fernando con una princesa europea, cosa que encajaba mejor con el genio personal del Infante y con la poca o ninguna vocación que sentía por el estado eclesiástico. Pero fuera para intentar consolidarlo más en su presunta vocación que el valido ciertamente no había escogido, fuera porque en efecto no se encontraba en Europa una princesa a la altura de su rango en estirpe y en dinero, se fue retrasando aquel molesto problema que nadie se atrevía a poner resueltamente sobre el tapete, a pesar de que todos estaban convencidos de la necesidad de hacerlo. No midió desde luego la Corte la trascendencia histórica de aquella decisión sabiendo que el destino de una Monarquía está unido a la herencia biológica y, desde luego, bien distinto habría sido el futuro si don Fernando se hubiera casado y engendrado hijos, pues una rama paralela y absolutamente legítima habría heredado la Monarquía a la muerte de Carlos II.

Por otra parte no es inverosímil pensar que la difícil situación de la Hacienda Regia jugara un papel decisivo en el retraso indefinido de la renuncia a las dignidades eclesiásticas que llevaba consigo inseparablemente la renuncia a los cuantiosos ingresos de la mitra de Toledo, en caso de matrimonio.
La infanta Isabel Clara Eugenia (1627), obra de Anton van Dyck. Kunsthistorisches Museum de Viena.

No fue hasta septiembre de 1626 cuando una junta ad hoc sugirió por primera vez mandar al Cardenal-Infante a los Países Bajos y a su hermano don Carlos a Portugal, pero no se llegó a decidir nada. Un año más tarde, el Conde-Duque reconoció que el problema seguía sin solucionarse y era cada vez menos probable que el hermano menor del Rey se contentara con su status eclesiástico porque “en todo cuanto llego a alcanzar de su natural inclinación siempre que se le apretare en la estrecha senda de los eclesiástico, llegaría a temer que saltase” (3).

De momento no se tomó ninguna determinación. La Corte era consciente de los riesgos que implicaría una misión extranjera para los Infantes ya que no convenía exponer a los sucesores al trono a ciertos peligros antes de que el Rey tuviera descendencia masculina. Si tanto Felipe IV como Carlos y Fernando murieran, las consecuencias serían catastróficas. Es probable que ésta fuera la razón por la que no se apresuró la decisión. Sólo se retomaría el hilo en 1629, cuando en octubre de aquel año nació el príncipe don Baltasar Carlos.

Por otra parte, la crisis de la autoridad española en los Países Bajos como consecuencia de la caída de Bolduque (14 de septiembre de 1629) hizo de catalizador. Una de las maneras de volver a controlar de manera duradera la situación en aquellas provincias meridionales era el estrechamiento de los lazos con las mismas, nombrando gobernador a un príncipe de la sangre lo bastante enérgico. El gobierno de Bruselas insistía en ello y Madrid les escuchó. Finalmente se optó por el Cardenal-Infante, mientras que su hermano don Carlos sería virrey de Portugal. La decisión sobre el nombramiento de don Fernando se tomó en la primavera de 1630 (4) y en los Países Bajos la noticia se divulgó enseguida. Pero se trataba de una empresa complicada que exigía una larga preparación. La reparación de la autoridad real, el primer objetivo del proyecto, sólo podía realizarse mediante el aumento del potencial militar en los Países Bajos, lo que exigía una gran cantidad de dinero. Para la reputación, un príncipe de la sangre impotente o sin autoridad era aún peor, si cabe, que la prolongación de la situación existente. Tenía que llegar, pues, a la cabeza de un ejército importante que podría reemprender la lucha contra las Provincias Unidas con renovados bríos. Si no, como decía el Marqués de Aytona, “por mejor tengo que no venga” (5).

Además, la ruta hacia Flandes estaba sembrada de obstáculos. La tensión en el norte de Italia y la animosidad creciente de Francia, la inquietud en el Imperio y los avances suecos en el otoño de 1631 dificultaban el tránsito. Además, en Bruselas había que tener en cuenta desde hacía unos meses la ilustre presencia de miembros disidentes de la Casa Real francesa, lo que podría plantear espinosos problemas de etiqueta (6). Además, se planteaba el problema de la relación entre el Cardenal-Infante y su tía, gobernadora vitalicia de los Países Bajos. Por un lado, Olivares quería evitar herir la susceptibilidad de Isabel Clara Eugenia. No podía dar la impresión de que don Fernando quería recortar sus competencias o encumbrarse por encima de ella. Por otro lado, era impensable que el hermano del Rey le fuese inferior en rango. Era, por tanto, un ejercicio de equilibrio que había que resolver con elegancia. Aunque Isabel Clara Eugenia comunicó que estaba encantada con la llegada de su joven sobrino, el Conde-Duque temía que no aceptara abandonar su posición sin más (7).

Todas las dificultades comentadas hacían dudar a Olivares sobre la conveniencia de enviar a don Fernando a Flandes:

Si otras veces he sido de parecer que el señor Infante D. Fernando pasase a Flandes, hoy los accidentes que han recaído sobre aquellos Estados lo dificultan por estar tan llenos de personas reales, como la Reina Madre de Francia y el Duque de Orleans, su hijo, donde las dependencias de los lugares y cortesías pueden ocasionar disgustos y desavenencias, despertar accidentes y desbaratar intentos, sin embargo de haberse observado antes que no era compatibles, gobernando la señora Infanta, estuviese al arbitrio y parecer suyo un Príncipe que parece puede gobernar mayores cosas, con tanto mayor inconveniente ahora cuanto no querer la Señora Infanta soltar las riendas de aquel Gobierno, como legítima y dote suya; que al presente no era de parecer se fiasen tan pronto de un hombre sin experiencia y sin más razonado consejo las armas de aquellos Estados; y que, entre tanto que las cosas se ponían en el ser que convenía, era de parecer, si era digna su opinión de este Consejo, que S.M., entre los que había servido de admitirle y de favorecerle, apoyase éste; asegurando que era de los mayores servicios que le hacía, y la noticia que le habían dado ser primer Ministro casi doce años le hacían capaz de esta confianza; que S.M., tenía Cortes pendientes en Barcelona y que, debajo de ese pretexto, a que tan bien se paliarían y arrimarían muchos que irían ofreciendo el suceso y él haría meditando, podía S.M. sacar de la Corte y de sus servidores al Infante D. Fernando con voz de que le habilitasen los brazos eclesiásticos, noble y universidades, que se contienen en uno, y dejarle allí para que las acabase” (8).

Por tanto, considerando la falta de experiencia de don Fernando para un gobierno tan complejo como el de Flandes y aprovechando el hecho de la celebración de las Cortes catalanas, a cuya apertura debía asistir el Rey, se decidió que el Cardenal-Infante le acompañase y tras la apertura quedase allí con la misión de conducirlas con el título de Virrey y Capitán General del Príncipado de Cataluña y los Condados del Rosellón y la Cerdaña, puesto en el que podría foguearse en los difíciles entresijos de la política.


Fuentes principales:

* Aldea Vaquero, Quintón: “El cardenal-infante don Fernando o la formación de un príncipe de España”. Real Academia de la Historia, 1997.

* Elliott, J. H.: “El conde-duque de Olivares”. Crítica, 2004.

* Vermeier, René: “En estado de guerra. Felipe IV y Flandes 1629-1648”. Universidad de Córdoba, 2006.



Notas:

(1) Barozzi, N. y Bercchiet, G.: “Relazioni”, I, p. 658.

(2) A su muerte, don Fernando dejó dos hijos naturales, una hija y un hijo. Más información sobre el tema en mi entrada: “Los hijos bastardos del Cardenal-Infante don Fernando de Austria, unos desconocidos primos de Carlos II”.

(3) Elliott, J.H. y de la Peña, J. F.: “Memoriales y cartas…” I, p. 163.

(4) Habría que esperar hasta el 7 de abril de 1631 para el decreto formal de Felipe IV; entonces declaró oficialmente que don Carlos era nombrado virrey de Portugal y que don Fernando asistiría a su tía Isabel Clara Eugenia en el gobierno de los Países Bajos. BNM, ms. 2363, f. 35.

(5) El Marqués de Aytona a Olivares, 18 de enero de 1631. BRB ms. 16. 147, f. 72v-76. Francisco de Moncada, III Marqués de Aytona, era en este tiempo la mano derecha de la Infanta en el gobierno de Bruselas así como hombre de confianza de Olivares.

(6) Se trataba de la reina madre María de Medici y del sucesor al trono y hermano menor de Luis XIII, Gastón de Orleans, “Monsieur”.

(7) “Informe del Conde-Duque al Rey sobre los Infantes sus hermanos”. Marañón, Gregorio: “El Conde-Duque de Olivares”, pp. 448-451.

(8) Novoa, Matías de: “Historia de Felipe IV, Rey de España”. Madrid, 1878, pp. 135-137.

24 comentarios:

  1. Ay ese disordine giovanile! No lo veía yo como Papa, no. Pobre hombre, le tocó la carrera eclesiástica, cuando lo que a él le gustaba era los encantos femeninos.
    Hubieran hecho mejor en casarlo, desde luego. Si él hubiera tenido descendencia legítima, tal vez aún se sentaría un Austria en el trono español, y se hubieran evitado unas cuantas batallas.
    Pero claro, si no había en toda Europa princesa digna de tanta soberbia...
    Lo del cardenal Cisneros no sé yo si don Fernando lo encontraría muy romántico en realidad. Lo de los piratas sonaba bien, pero en calidad de cardenal no me parece a mí que le haría mucha ilusión.

    Feliz fin de semana, monsieur

    Bisous

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  2. ¿No hubo ninguna princesa europea suficiente para un infante español? Porque otras potencias supongo pensarían conveniente un enlace con grado tan próximo a la corona, o, ¿acaso fue el omnipotente Conde-Duque, el que no quiso dar esa ventaja a otros países? Un saludo.

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  3. Tema peliagudo el de los Paises Bajos por un lado y el de la sucesión por otro. Luego está el tema de las vocaciones para gente que no la tiene y el de la conveniencia o no de los casamientos. Tal vez la historia de España habría sido muy distinta si en vez de abrazar la religión, sin ningún entusiasmo, el Cardenal infante hubiera tomado el derrotero del casamiento. ¡Quién sabe!
    Un saludo.

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  4. La cosa estaba complicada sí para el Cardenal-Infante y pera la monarquía hispánica en general: problemas de hacienda, el tema tan crudo de los países Bajos, las veleidades eclesiásticas, casarlo o no para reforzar alianzas... ¿Se tomó la decisión adecuada? Nunca lo sabremos. Buen fin de semana, Majestad.

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  5. Madame: es normal, el pobre chaval, por muy infante y arzobispo que fuera, no dejaba de ser un adolescente con las hormonas de fiesta jejeje...quizás le inspirasen aquellas aventuras guerreras porque al fin y al cabo el tenía dos pasiones, las mujeres y la el arte de Marte.

    Un beso.

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  6. Desdelaterraza: sólo había dos opciones para un hijo del Rey de España lo suficientemente dignas, o una hija del Rey de Francia que en eso momento no existía, o una archiduquesa de Austria que en cambio alguna sí había disponible...así que cada cual sacará sus conclusiones ;)

    Un saludo.

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  7. Cayetano: muy pero que muy peliagudo, el gobierno de Flandes no era moco de pavo, sino el más difícil de todos cuantos contaba la Monarquía y lo de la sucesión te por seguro que habría cambiado el rumbo de la historia, el Cardenal-Infante era un joven sano y fogoso que habría tenido abundante descendencia...

    Un saludo.

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  8. Paco: para mí, se tomó una decisión incorrecta sabiendo que la monarquía, como digo en la entrada, depende de la herencia biológica de sus titulares...pero quién podía imaginar que un monarca sano y joven como Felipe IV quedaría con tan pobre descendencia como Carlos II, de hecho hasta la muerte de Baltasar Carlos todo iba bien...

    Un abrazo.

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  9. Lo que está claro es que la realeza había perdido una parte del poder importantísima al dejarlo en manos de los válidos, poco a poco se fueron mereciendo su final, igualitos que sus antepasados Felipe, Carlos y Los Católicos.

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  10. Está claro que la vocación eclesiástica no entusiasmaba a don Fernando, pero bien es verdad que en esa situación se encontraban muchos nobles y plebeyos de su época. Uno nacía segundón y estaba destinado desde la cuna al clero y no había nada que hacer. Teniendo un tío arzobispo se aseguraba uno el capelo a su muerte, por ejemplo. Aunque bien es verdad que esto no tenía nada que ver con la abstinencia sexual...

    Besos

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  11. Pero a nadie le entusiasmaba esa obligada forma de vida a la que acostumbraban a segundones, infantes, y más en temas religiosos (de alta clase), viendo los excesos que se vivían en la Corte, y como dice Carolvs , con las hormonas subidas. Ponte en su lugar,XD
    Saludos¡

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  12. Pero en esa epoca o nacias primogenito o no nacias simplemente! doy gracias a Dios (si es que hay uno)por ser el mayor.

    Un abrazo

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  13. Domingo de paseo por los blog amigos, estupendo haber pasado de nuevo por tu casa.

    Saludos y un abrazo.

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  14. Pues fíjese que Cesar Borgia también siguió en un principio la carrera eclesiástica, llegando incluso a cardenal y llevando una vida mucho más disoluta que nuestro Cardenal Infante. Claro que no tenía por encima sobrevolando una alargada sombra como la de Olivares.
    Gracias por su entrada, está claro que uno termina profundizando más en el siglo XVII a través de la vida de estos personajes.
    Un saludo y gracias por tu comentario en mi blog.

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  15. El comentario de que el infante-cardenal era de naturaleza delicada me sorprende, dado el brío que después demostró en la guerra.
    Era un despropósito mandarle a Orán, como ya te comenté, así como en el de convertirle en papa. Eso ya hubiese sido lo más de lo más. Un Habsburgo papa. De hecho hubiese superado a su hermano el Rey Planeta. El resto de proyectos eran más aceptables, sobre todo el de casarlo y tener esa deseada línea colateral que nunca existió. ¿No habían princesas en Francia? ¿Ninguna prima austriaca? ¿No servía una Wittelsbach, Saboya o Medicis? Yo creo que al conde-duque le interesaba ese plan menos que ninguno.
    Lo de Flandes lo comprendo, pues gobernar allí no era para nada fácil y menos para un joven inexperto y con la arroladora presencia de la tía-abuela rondando por allí.

    Un abrazo Alberto, ya desde el Bosque.

    El retrato de la Serenísma infanta vestida de monja es magnífico. El grabado que poseo de ella está sacado de ese retrato de van Dyck. Luego te lo mando, por si te sirve.

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  16. José Eduardo: en realidad la delegación en validos fue una forma novedosa de gobierno nacida en España pero que se extendió a Francia, Inglaterra y Suecia. Era difícil que un sólo gobernante (el Rey)dirigiese todos y cada uno de los resortes del poder, además el valido le servía como escudo pues los errores no le eran atribuidos a él sino al principal ministro, aquello de: "Viva el Rey y muera el mal gobierno".

    Un saludo.

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  17. Carmen: abstinencia sexual y cardenalato en aquella época no iban unidas (probablemente tampoco ahora) y más cuando se trataba de jóvenes como el Cardenal-Infante...

    Un beso.

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  18. Javier: a ningún joven creo que le gustaría que le obligasen a esa abstinencia jejeje

    Un abrazo.

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  19. Mathías: usted reuniría los dos requisitos: primogénito y varón ;D

    Un real abrazo.

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  20. Pedro: buen ejemplo el de Cesar Borgia, otro al que la púrpura cardenalicia le importaba un bled :), lo suyos eran las mujeres y la guerra, como para el Cardenal-Infante.

    Lo personajes individuales hacen la historia y don Fernando tuvo mucho peso en el ese siglo XVII español.

    Un abrazo.

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  21. Jordi: bueno ya sabes que en aquella época los doctores desaconsejaban a los jóvenes los bríos mujeriles que decían te podían matar, y eso estaba muy en la mente de los Austrias a consecuencia de la muerte del príncipe Juan (hijo de los RRCC) según las malas lenguas por la fogosidad de su esposa...

    Lo del Papa-Austria habría sido la re-leche!

    Princesas casaderas en Francia no había, pero en Austria por ejemplo sí...

    Un abrazo.

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  22. Majestad, a lo mejor le interesa dar un vistazo a este blog sobre sus posesiones en California:
    http://kinoylapimeriaalta.blogspot.com/
    Llegué a él investigando algo sobre Martin Luis Guzmán, intelectual mejicano que perteneció a la tropa de Pancho Villa y sufrió dos destierros en España, en uno de los cuales de 1917 hizo una visita a Torrelaguna.
    No debe publicar los comentarios pero me consta que los contesta en correo aparte por dos que le he hecho.
    Un saludo.

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  23. José Eduardo: gracias por la información,ya me hice seguidor del blog ;)

    Un abrazo.

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