domingo, 7 de febrero de 2010

LA FAMILIA DEL REY, LOS HERMANOS DE CARLOS II: DON JUAN JOSÉ DE AUSTRIA, BASTARDO REAL Y MESÍAS DEL PUEBLO (PARTE X)


Grabado en el que se representa a don Juan José de Austria obra de Robert Nanteuil. Biblioteca Nacional de España.

El desastre de la campaña portuguesa había acabado con el ánimo y la moral de don Juan, y no es para menos ya que el resultado de todo ello fue que después de una larga y costosa guerra, y a pesar del apoyo de una importante fracción de la nobleza portuguesa, Felipe IV se vio incapaz de reincorporar a la Corona al sublevado reino luso. Con las derrotas sufridas por don Juan José y los otros generales españoles hasta la postrera que soportase el Marqués de Caracena el 17 de junio de 1665 en Villaviciosa (Vila Viçosa), se ponía fin al intento de unidad política de la Península Ibérica: el 18 de febrero de 1668 , y en virtud del Tratado de Lisboa, la entonces regente doña Mariana de Austria reconoció formalmente la independencia del Reino de Portugal.

Al respecto de la presencia y liderazgo en la campaña de Portugal, los enemigos políticos de don Juan tenían una opinión muy clara a la hora de presentarle como el gran responsable de aquel desastre:

“…La tercera jornada fue a la conquista de Évora, y a la vuelta, cargado de cautivos y despojos de otros impedimentos, pudiéndose retirar, y engrosar el ejército con la recluta de cinco mil hombres que había en Badajoz, contra el parecer de todos los expertos, y en especial el duque de San Germán, porfió en precipitarse con tal disposición que recabó ser vencido de quien ni esperaba ni quería vencer, ni supo su buena suerte hasta muchas horas después del suceso…Fugitivo de la batalla escribió desde Arronches al Rey una carta, tan injuriosa a nuestra nación, que repetidas veces la llamó nación infame, vituperándola con tales hipérboles de cobardía, infidelidad y vileza como si los españoles fueran la hez de todo el universo…” (1)

La grave crisis de la Monarquía vino a agravarse con la muerte, el 17 de septiembre de 1665, de Felipe IV a los 62 años de edad y tras 44 años de reinado. Tres días antes había recibido los últimos sacramentos y redactado su testamento. El día 15 habían acudido a visitarle sus ministros y consejeros. También tuvo tiempo para tratar algunos asuntos con su esposa, la reina doña Mariana de Austria, además de indicar que otorgaba el Toisón a su hijo Carlos, el cual fue llevado en presencia de su padre que lo abrazó y le expresó lo siguiente: “¡Hijo mío! Dios, por su divina misericordia os haga más dichoso que a mí”. El penúltimo de sus días lo pasaría en soledad. Aquella mañana se acercó un enviado de don Juan de Austria, solicitando que su hijo bastardo pudiese acercarse a su lecho. Luego seguirían dos más. Tras estos atosigamientos, el monarca protestó diciendo: “¿quién le mandó venir? Que se vuelva a Consuegra. Esta no es hora sino de morir”.

La muerte de Felipe el Grande dejaba a la Monarquía sin un heredero capaz de asumir directamente el poder, ya que el príncipe Carlos no contaba ni tan siquiera con 4 años de edad y, a tenor de lo estipulado en el testamento del difunto Rey, solo a los 14 años podría hacerse cargo del gobierno. El testamento de Felipe IV, aunque dejaba alguna duda interpretativa de determinadas voluntades allí contenidas, dejaba muy claro como debía desarrollarse el gobierno de la Monarquía hasta el momento en el que Carlos II pudiese ejercer el poder por si mimo. Éste debía ser ejercido por la reina viuda doña Mariana de Austria en calidad de regente:

Si Dios fuera servido que yo muera antes que el príncipe, mi hijo…tenga catorce años deseando como deseo para este caso proveer a la mejor gobernación de mis reinos y vasallos: nombro por gobernadora de todos mis Reynos estados y señoríos, y tutora del príncipe mi hijo, y de otro cualquier hijo o hija que me hubiere de suceder a la Reyna doña Mariana de Austria mi muy cara, y amada mujer con todas las facultades, y poder, que conforme a las leyes fueros, y privilegios, estilos y costumbres de cada uno de los dichos mis reinos, estados y señoríos…también le encargo que atienda mucho a las consultas de los consejos, y que estime, y las que hicieren las Juntas y los ministros particulares, y las consultas, memoriales y otros cualesquiera papeles sobre cualesquier materia, derechos y pretensiones, y las que tocaren a la justicia, y gracia, y gobierno, tratados de paz y guerra, confederaciones de paz y alianza, como de otros cualesquier negocios de cualquier calidad que sean, los remita a la Junta que quiero, y es mi voluntad, se forme…” (3)

Las razones que pudo esgrimir Felipe IV para la creación de dicha Junta de Gobierno (4) fue probablemente la búsqueda de una medida institucional que articulase la mejor de las soluciones a aquellos problemas que afectaban o, tras su muerte, pudiesen afectar a la Corona. La idea del Rey era que su esposa era la mejor garantía para la defensa de los intereses de su hijo Carlos, tanto de enemigos externos como internos. Por otro lado resultaba obvio el gran desconocimiento que la joven reina tenía sobre muchos asuntos de Estado. Por tanto, con dicha Junta se intentaba suplir la inexperiencia de la regente en los asuntos de Estado y evitar al mismo tiempo el predominio de una facción cortesana, causa del descontento seguro de las otras y, en consecuencia, de inestabilidad política.

Dicha junta estaría constituida por:

- * * El Conde de Castrillo, Presidente del Consejo de Castilla.

- * * Cristóbal Crespí de Valldaura, Vicecanciller del Consejo de Aragón.

- * * Baltasar de Moscoso y Sandoval, Arzobispo de Toledo.

- * * Pascual Folch de Cardona i Aragón, Inquisidor General.

- * * El Conde de Peñaranda, Consejero de Estado.

- * * El Marqués de Aytona, como representante de los Grandes de España.

- * * Blasco de Loyola, que actuaría como Secretario de la Junta.

Es destacar la ausencia de las más rancia aristocracia de la Monarquía, ya que esta institución estaba compuesta, como viene a recordar con ironía el Duque de Maura en su obra sobre el reinado de Carlos II, por “tres segundones, un hidalgo de gotera y un grande de nuevo cuño” (5). Puede que se tratase de una decisión tomada a conciencia por el difunto monarca, reforzando con ellos el poder regio frente a un hecho perfectamente perceptible: las pretensiones de la aristocracia de controlar de forma monopolista las instituciones de gobierno de la Monarquía, pero también, como bien indica Laura Oliván Santaliestra (6), como manera de evitar un posible valimiento por parte de los dos hombres políticos más importantes del momento: el Duque de Medina de las Torres y el mismo don Juan José de Austria.




Retrato del Duque de Medina de las Torres. Colección particular, Madrid.

Por lo que respecta a don Ramiro de Guzmán, duque de Medina de las Torres (7), yerno del Conde-Duque de Olivares y cabeza de la importante Casa de Guzmán, éste se había convertido tras la muerte de don Luis de Haro en 1661, y junto al Conde de Castrillo y al cardenal Baltasar de Moscoso, en el hombre fuerte del gobierno de la Monarquía. Medina de las Torres era un hombre versado en política, había sido virrey de Nápoles y era desde 1626 miembro del Consejo de Estado. En los últimos años había mantenido un enconado enfrentamiento con la facción de don Luis de Haro al que trató de contrarrestar desde su destacada posición en el Consejo. Sin embargo, Stradling afirma que a pesar de la evidente decadencia de la facción de Haro tras su muerte y de la inmensa fortuna persona del Duque, Medina de las Torres nunca gozó de un poder consolidado teniendo como principales opositores al Marqués de Caracena y al Duque de Medinaceli, y añade que su posición decayó aún más a finales de 1664 con el regreso de Peñaranda a la corte, de forma que Medina de las Torres nunca llegó a ser un valido ni un primer ministro, aunque mientras vivió el Rey tuvo un destacado papel en la política. No obstante, y pesar de lo afirmado por Stradling, es obvio que Felipe IV poseía una gran confianza en el Duque y que muchas veces dejó que fuese él quien organizase la gestión de los asuntos. Por tanto, atendiendo a la libertad e independencia de actuación, y a la confianza y amistad con el soberano, el proceder de Medina es propiamente el de un valido, o al menos el de algo muy parecido. A todo ello se añade la estrecha colaboración de Medina con el Rey y con el Consejo de estos años, así como intensa implicación en el gobierno, ya que ejerció de hábil representante del monarca ante la diplomacia extranjera, lo que le permitió tener un contacto mucho más próximo con la realidad de la Monarquía e intervenir directamente en todos los asuntos internacionales. Tras su relego del poder por su exclusión de la Junta de Gobierno se sumió en una gran melancolía que el acompañó hasta su lecho de muerte. A pesar de todo fue uno de los principales responsables de la firma del Tratado de Lisboa de 1668 que reconocía la independencia oficial de Portugal, además de cabeza de la llamada facción imperial que propugnada el acercamiento al Imperio, por sus buenas relaciones con el embajador imperial Conde de Pötting y el mismísimo emperador Leopoldo I.

Por lo que respecta a don Juan, y a pesar de ser este el más claro candidato para tomar las riendas del gobierno, quedó excluido de la Junta de Gobierno. Se encontraba en la curiosa posición de ser el general más distinguido de su patria, pero al que se le negaban todos los honores políticos correspondientes a su rango. Y es que con respecto a don Juan José de Austria, el testamento de Felipe IV, en su cláusula 60, simplemente se preocupar de demandar a la Reina viuda un trato de favor hacia su hijo bastardo:

Por cuanto tengo declarado por mi hijo a don Juan Joseph de Austria, que le tuve siendo casado, y le reconozco por tal, ruego y encargo a mi sucesor y a la majestad de la Reina…le amparen y favorezcan, y se sirvan de él como de cosa mía, procurando acomodarle de hacienda, de manera que pueda vivir conforme a su calidad, si no se le hubiere dado yo al tiempo de mi fin y muerte…”

A pesar de lo que pudiese parecer, la relación que mantuvieron padre e hijo antes de que ésta se rompiera bruscamente en la primavera de 1665, si no cercana, fue cordial, ya que Felipe IV mostró plena confianza en don Juan al encomendarle puestos de gran responsabilidad para el gobierno de la Monarquía. Sin embargo, debieron ser sumamente contradictorios los sentimientos del fervoroso católico Felipe IV hacia aquel hijo nacido del “pecado”. Los remordimientos de conciencia que le asolaron en los últimos años de su vida debieron torturar su conciencia. Felipe IV había oscilado toda su vida entre la concupiscencia y el arrepentimiento, entre el desenfreno sexual y los rezos obsesivos por el perdón de su pecado de lujuria. Cercana ya la muerte y entrando en los preámbulos espirituales de la misma, Felipe IV quizás no quiso saber nada del producto de su amoral comportamiento juvenil. Lo que sí es cierto que en la última entrevista que mantuvo con su hijo natural en Aranjuez la primavera de 1665, ocurrió un hecho que no citan todos los historiadores (Graf von Kalnein en su fundamental obra sobre don Juan José de Austria lo elude) y que en caso de suceder, indignó al Rey: don Juan cometió la osadía de presentar a su padre un provocador dibujo realizado por él mismo y en el que se dejaban translucir sus ambiciones. La miniatura presentaba a Saturno caracterizado como Felipe IV, en actitud de regocijo al contemplar el amor incestuoso entre Júpiter (representado como don Juan) y Juno, cuyo rostro era el de la infanta Margarita Aquella obra representaba no tanto que don Juan quisiera contraer matrimonio con una posible heredera al trono de la Monarquía (convirtiéndose así en más eficaz monarca de lo que pudiera llegar a ser su hermanastro) sino su deseo de ser reconocido como hijo con los mismos derechos que los de los hijos legítimos como la infanta Margarita o el príncipe don Carlos. En la mitología clásica los dioses tenían hijos ilegítimos…, cometían los mismos pecados que los mortales, estaban sujetos a las mismas pasiones y sus comportamientos no estaban sometidos al juicio moral; quizás don Juan quisiera dar una lección a su padre instigándolo a que lo amara sin tener en consideración que era fruto del pecado (inexistente por otra parte en la esfera mitológica). En realidad poco importa que fuera o no cierto que don Juan José regalara al Rey tal grabado, lo realmente significativo es que Felipe IV apartó a su hijo de su lado intuyendo que éste estaba cegado por las ambiciones y por ello podía ser un peligro para los delicados tiempos futuros.

Como ha sido ya dicho con anterioridad, en septiembre de ese mismo año, cuando Felipe IV estaba en la antesala de la muerte, don Juan intentó un último acercamiento a su padre con la intención quizás de figurar en su testamento; su conato de aproximación al monarca fue inútil, el Rey le negó la visita.

Fuentes principales:


* Castillo Soto, Josefina. Don Juan José de Austria (hijo bastardo de Felipe IV) : su labor política y militar. Universidad Nacional de Educación a Distancia, 1991.

* Hermoso Espeso, Cristina: “Ministros y ministerio de Felipe IV (1661-1665): una aproximación a su estudio”. 2007.

* Oliván Santaliestra, Laura: “Mariana de Austria en la encrucijada política del siglo XVII”. Universidad Complutense de Madrid, 2006.

* Ruiz Rodríguez, Ignacio. Don Juan José de Austria en la monarquía hispánica : entre la política, el poder y la intriga. Dykinson, S.L. - Libros, 2008.

* Vermeulen, Anna: “A quantos leyeren esta carta… estudio historico-critico de la famosa carta de don Juan José de Austria, fechada en Consuegra, el 21 de octubre de 1668”. Leuven University Press, 2003.

(1) (1) B.N., mss. 8.344.

(2)(2) Cláusula 25 del Testamento de Felipe IV.

(3)(3) Para más información sobre la Junta de Gobierno consúltese la entrada “La familia del Rey I: La reina madre doña Mariana de Austria (parte II)

(4)(4) Maura Gamazo, Gabriel de: “Vida y reinado de Carlos II”. Pp 29 y ss.

(5)(5) Oliván Santaliestra, Laura: “Mariana de Austria en la encrucijada política del siglo XVII”. Universidad Complutense de Madrid, 2001.

(6) (6) Para saber más sobre el Duque de Medina de las Torres consúltse: Stradling, R.A.: “Medina de las Torres and Spanish policy, 1639-1670”. The Historical Journal, 1976.

8 comentarios:

  1. Si Juan José quería decir eso con la medalla, me temo que eligió un mal ejemplo y que a su padre no le gustó nada.
    Que triste que un padre, estando en su lecho de muerte, mande a un hijo marcharse por donde ha venido. Tuvo que ser un momento muy amargo para el hijo. Ese modo de oscilar entre el pecado y el arrepentimiento no condujo a nada bueno para nadie, y le impidió tratar a su hijo bastardo como hubiera debido.

    Feliz tarde de domingo

    Bisous

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  2. En efecto, parece que quiso culpar al hijo, de sus propios "pecados".

    Un saludo.

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  3. Excelente blog em tuyo, lo estoy empezando a leer poco a poco. Es de una gran calidad y creo que podré saber bien de este reinado tan poco conocido. Mis conocimientos de esta época del siglo XVII se remontan a su mal nombre en mi bachillerato (que era franquista, dada mi edad). El Franquismo solo entendía de RRCC, Carlos V y Felipe II. En la facultad me repitieron el soniquete. Leyendo a Calvo Poyato también se tiene esa impresión, pero hace unos años leí al gran Henry Kamen, el gran revisionista de la Edad Moderna española. Su libro sobre Carlos II me hizo cambiar de impresión y su tesis sobre que hacia 1680 se inció el ciclo expansionista de la economía española hasta la crisis del Antiguo Régimen. Por cierto, la revista que leo regularmente: LA AVENTURA DE LA HISTORIA, trata este mes de febrero, de Carlos II: Luis RIBOT: Carlos II, ni tan hechizado ni tan decadente.
    Saludos y enhorabuena por tu buen blog.

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  4. Muchas gracias Juan, si quieres saber más sobre el reinado de Carlos II te recomiendo la obra de Antonio Alvarez Ossorio Alvariño, que fue profesor mio en la UAM además de ser la persona que me inició en el reinado del segundo Carlos, él es, sin duda, uno de los grandes conoceros de la sociedad cortesana carolina. Pero por su puesto también la obra de Ribot, Josefa García Soto, Sanchez Belén, Fernández Nadal, Oliván Santaliestra, Antonio Espino López para la historia militar del reinado, etc etc....y, por su puesto, la magna obra titulada Carlos II: el rey y su entorno cortesano, dirigida por Luis Ribot y editada por el Centro de Estudios de Europa Hispánica.

    Un saludo y mil gracias por seguirme.

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  5. Gracias Carolus II. Alcalá Zamora me dió clase en la facultad, en la Complu, allá por el año 82-83 (hace ya un porrón de años), me dió Principios de Economía y era algo exigente. De los demás historiadores solo conzco a los ingleses, en especial Elliot, que me interesa sobremanera, en especial la revisión de Felipe II y su gran obra de Carlos II. Soy de Contemporánea, sobre todo del siglo XX y la Guerra Civel, pero poco a poco espero ponerme al día con la Moderna.
    Saludos y gracias por leer mi humilde blog.

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  6. Tú lo has explicado muy bien: Felipe IV se debatía en sus últimos tiempos entre la promiscuidad o el desenfreno sexual y el arrepentimiento o esa sensación de pecado que no le serviría nada bien para su tránsito a la otra orilla. De ahí el alejamiento de su hijo bastardo por voluntad real o el consabido cierre de las casas de lenocinio o mancebía, algo contradictorio en un rey que hizo de la rijosidad una forma de vida. Parece que en su lecho de muerte, el "Rey Planeta" tiene muy clara su opción.
    Un saludo.

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  7. Tras mi primera visita en su blog, debo de decir que me parece interesante, este conocimiento exhaustivo que nos ofreces a los amantes de la HISTORIA.Coincido con otros en que yo no soy muy ducha en este rey hispánico, de carácter débil y manejable, iremos ampliando conocimientos.


    Pobre Juan de Austria, renegado por su padre, rey de España, pero tenía Juan dotes para el dibujo, o había sido encargado a algun artista??

    un gusto leer este magnífico blog, saludos
    desde mi ventana

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  8. Según indican las fuentes si fue bastante diestro en el manejo del pincel, así como en el de las lenguas (hablaba además de castellano, francés, alemán, italiano...)

    Un saludo y gracias por seguirme

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