martes, 23 de febrero de 2010

LA FAMILIA DEL REY, LOS HERMANOS DE CARLOS II: DON JUAN JOSÉ DE AUSTRIA, BASTARDO REAL Y MESÍAS DEL PUEBLO (PARTE XIII)

Retrato del cardenal Juan Everardo Nithard, por Alonso del Arco (c. 1674). Museo del Prado (Madrid).


Don Juan aprovechó la indignación en la opinión publica y las disensiones en la Junta de Gobierno que provocó el caso Malladas para atraerse a las diversas facciones, mientras maquinaba un golpe de estado. El 25 de junio tanteaba en ese sentido a los miembros de la Junta de Gobierno menos afectos a Nithard: Peñaranda, el cardenal Pascual de Aragón y el vicecanciller Crespì de Valldaura, mediante una larga carta en la que se calificaba al confesor de la Reina de “tirano sin Dios ni Rey”. Pero éstos no le contestaron. Aunque poco amigos de Nithard, no se solidarizaron con don Juan y trataron de apaciguar la efervescencia que había originado el caso Malladas mediante una serie de fiestas populares y apariciones en público de la Reina y el Rey niño. Mediante el talismán del fervor monárquico se buscaba que el pueblo olvidase los excitantes acontecimientos cercanos, que podían hacer aflorar un descontento para el que había motivos justificados: “hambre en los cuerpos y un inmenso cansancio y desilusión en todas las almas por la inutilidad de los esfuerzos efectuados” (1).

Por la delación de uno de los presuntos conjurados, el militar Pedro Pinilla, y la confesión de don Bernardo Patiño, hermano del secretario de don Juan de Austria, la Reina y la Junta de Gobierno tuvieron conocimiento del plan urdido por el bastardo para apoderarse de Nithard (2). En consecuencia, la Junta de Gobierno acordó, el 19 de octubre, la detención de don Juan de Austria. Más cuando un pelotón de soldados de caballería, capitaneados por el Marqués de Salinas, se presentó en Consuegra para prenderle solo encontró una carta autógrafa suya dirigida a la Reina. El había huido camino de Aragón. En su carta don Juan en primer lugar justifica el haberse ausentado de su priorato de Consuegra, adonde la Reina le había confinado como consecuencia de su renuncia de ir a Flandes. Según sus propias palabras tuvo que “poner en seguridad” su persona ya que sintió amenazado por la “tiranía y la execrable maldad de Everardo” (3), tras la detención del hermano de su secretario y “otras diligencias y abominables voces contra él”. Reconocía además sus intentos de apartar de la Reina al jesuita, pero sin matarle “limitando a lo indispensable el escandalo y la violencia”.

Con esta famosa carta, ampliamente difundida muy pronto, y la extensísima contestación pergeñada por Nithard se inicio lo que Maura ha calificado de “una de las mas reñidas batallas de Prensa de nuestra Historia” (4).

Después se detuvo algunos días oculto en el Convento de las Carmelitas Calzadas, en la celda de un fraile “muy afecto a la parcialidad sel s[eñ]or D[on] Juan” (7). Se fugó de ahí al enterarse de que el virrey Conde de Aranda, leal a la Reina, trataba de echarle mano.

Tras estos primeros desplazamiento, sucedió lo que mas temían los Consejos de la Corte dominados por sus enemigos: don Juan se encaminó a Cataluña y alcanzó Barcelona, ciudad en la que contaba con numerosos amigos desde que estuvo allí como virrey en la década de los 50.

La presencia del hijo de Felipe IV en el Principado en el otoño e invierno de 1668-1669 fue considerada por los catalanes coetáneos un acontecimiento notable, a juzgar por la extensa información presente tanto en la obra de Feliú de la Peña, como el Dietari del Consell de Cent. La presencia del líder indiscutible de la oposición al gobierno de Mariana de Austria y Nithard en una provincia que solo 17 años antes estaba en guerra con Madrid y formaba parte de Francia podía desencadenar peligrosos acontecimientos.

A muchos quizás la situación de ahora les recordaría desagradablemente la tesitura planteada por la huida a Aragón de Antonio Pérez en tiempos de Felipe II. Y aún más próximo estaba el caso del príncipe de Condè quien, desde la provincia fronteriza de la Guyana, había organizado la rebelión de La Fronda contra el cardenal Mazarino el cual, como Nithard, era también un extranjero y valido de una regente extranjera, en este caso la reina Ana de Austria (tía de doña Mariana). Sus numerosos partidarios, en cambio, aplaudieron la jugada de don Juan de Austria que había sabido escapar en último extremo. Por todo ello, tanto en Madrid como Barcelona se habló y se comentó apasionadamente esta fuga y se esperaban con impaciencia las deliberaciones de las numerosas Juntas y Consejos de la Corte que estudiaron el problema.

La decisión de don Juan de Austria de acudir a Cataluña era razonable y probablemente no improvisada. Ya a principios de 1667 había solicitado ese virreinato (8), siéndole denegada su petición. Cuando, tras doce años de ausencia, regresaba a Cataluña como refugiado político, buscando seguridad para su persona y un posible apoyo en su lucha contra el padre confesor Nithard, hacía uso del ofrecimiento que los Consellers de Barcelona le habían hecho, cuando abandonó el Principado en 1656, de ayudarle en cualquier asunto. Además, en Cataluña don Juan de Austria podía contar no solamente con un sentimiento de gratitud ampliamente generalizado por su anterior gestión gubernativa de 1652 a 1656, sino también con la amistad personal y la adhesión de una buena parte de la oligarquía que el mismo había colocado, a través del control de las insaculaciones en el gobierno de la ciudad durante su virreinato y que todavía permanecía en las bolsas del Consejo de Ciento. De otra parte, don Juan conocía esa cierta tensión latente entre Barcelona y la Corte y podía esperar fundadamente que el hecho de llegar a Barcelona perseguido del gobierno central le confiriera a los ojos de muchos un considerable atractivo. En el peor de los casos, la frontera con Francia estaba cerca.

Ciertamente, en la élite política catalana y pese al control ejercido por la Corte desde 1652 sobre sus miembros, se había venido manifestando hasta entonces, junto a una fidelidad monárquica y una lógica actitud colaboracionista respecto a Madrid, ciertas tensiones, cierta desilusión y desencanto. Motivaron, éstos tanto la pérdida del Rosellón como la negativa de la Corte a devolver a Cataluña los pocos pero decisivos privilegios que Felipe IV se había reservado en 1652 y que habían sido demandados con insistencia.

Esa cierta tensión respecto a las autoridades dependientes de Madrid se agravó momentaneamente durante el virreinato del Duque de Osuna, que comenzó el 4 de agosto de 1667, por la falta de tacto de éste. Si no tomó mayores proporciones, se debió a las limitaciones del poder del virrey y al contrapeso que le hizo el Consejo de Aragón, mucho mas inclinado ahora que en 1652 a tener en cuenta los intereses y aspiraciones de Cataluña. Pero cuando don Juan de Austria llegó a Barcelona, en noviembre de 1668, todavía seguían en prisión los oficiales de la ciudad que habían sido encarcelados por orden del virrey.

El 9 de noviembre el virrey de Cataluña Duque de Osuna, antiguo subordinado de don Juan de Austria en la campaña de Portugal, acudió a San Feliù de Llobregat para entrevistarse con éste. Tras cinco horas de deliberaciones acordaron que el real bastardo residiría en la torre del mercader Llorenc Lladó (o Lledó), situada en Sarriá, cerca del antiguo monasterio de padres capuchinos de Santa Eulalia.

Las esperanzas de don Juan de Austria respecto a la acogida que encontraría en Cataluña no se vieron defraudadas. Tanto los “Anales de Cataluña” de Feliù de la Peña como en la obra de Maura, nada afecto ,al bastardo, se habla de la ,acogida francamente calurosa que le dispensaron todos los sectores sociales de Barcelona. “Llegando la noticia a Barcelona a 9 de noviembre –se puede leer en los Anales- visitole todo lo notable, eclesiástico y secular. Salió el pueblo contento solo por la vista de Su Alteza, concurrían a porfía, obligados todos de los agasajos que habían recibido de su grandeza ofreciéndole cuanto quiso admitir” (9). Y al extenderse por Cataluña la noticia de su llegada, acudieron a Barcelona para verle representantes de los pueblos y muchos particulares

A las corporaciones barcelonesas la presencia de don Juan de Austria en la ciudad les planteaba una cuestión embarazosa: ¿Hasta qué punto podían comprometerse dando oficialmente la bienvenida a un personaje que había huído para escapar a las órdenes de la Junta de Gobierno y del valido de la Reina? Lo delicado de la situación explica su cauteloso modo de obrar. Fue el Consejo de Ciento, una vez más, el que marcó la pauta, enviando el 14 de noviembre una embajada de bienvenida a don Juan de Austria, pero sólo después de que el virrey, ante la consulta previa de los Consellers al respecto, no expresara reparo a ello. En dicha bienvenida le manifestaron a don Juan las obligaciones que Barcelona tenía para con él por lo que había obrado “a la ocasio del major apreto de esta Ciutat (...) y molt en particular de aver la treta de la servitut de las armas francesas” (10) y los buenos deseos de la ciudad hacia él. Y siguieron al Consejo de Ciento el capítulo catedralicio y la Diputación.

Desde el día 13 al 17 de noviembre don Juan José se entregó a una febril actividad epistolar con fines de propaganda política. Buscando el apoyo de amplios sectores y corporaciones oficiales de la nación de cara a su enfrentamiento con Nithard, escribio desde Barcelona a los miembros de la Junta de Gobierno, a las ciudades de Castilla con voto en Cortes, a las Diputaciones de Valencia y Aragón y a otras muchas corporaciones de la Monarquía. El núcleo de estas cartas era el mismo: expresando su respeto por la autoridad de la Reina, justificaba la postura que había adoptado y pedía apoyo para la expulsión de Nithard, invocando razones de muy diversa índole. Dentro de esta amplia campaña a escala nacional se inserta la que don Juan de Austria desarroll6 para atraerse a los consistorios barceloneses. Siendo Barcelona, una de las más importantes ciudades de la Monarquía, la que en definitiva constituía su seguridad y la actitud de los catalanes una constante preocupación para la Corte, era lógico que el hijo de Felipe IV pusiese especial empeño en asegurarse, cara a la Reina y a toda la nación, el apoyo de Barcelona y con ella practicamente de toda Cataluña.

El 17 de noviembre (11) don Melchor de Sotomayor y Portocarrero, “Camarero mayor del Serenismo Señor Don Juan de Austria” compareció ante el Consejo de Ciento y entregó al Conseller en Cap de Barcelona tres cartas, que fueron leidas a continuación. En la dirigida específicamente al Consejo, fechada la vispera, don Juan atacaba fuertemente a Nithard y explicaba los motivos que le habían obligado a salir de Consuegra. Los más importantes, decía, “tocaban al servicio del Rey Nuestro Señor, conservación de sus reinos y reputación y honor de sus vasallos”, los otros, “miraban a mis (conveniencias) particulares” .En ella, prácticamente la misma enviada a otras corporaciones de la Monarquía, solicitaba, de los Consellers su intercesión ante la Reina. Otra de las cartas era copia de la que habia dirigido el día 13 a doña Mariana pidiéndole de nuevo hiciese salir de España a Nithard y, por último, que se pusiera en libertad al hermano de su secretario y a él se le restituyeran el honor y la reputación. En la tercera, copia de la enviada a los miembros de la Junta de Gobierno, solicitaba su ayuda para echar al jesuita y amenazaba con que se seguirían agraves inconvenientesa en ese empeño en caso de que no se lograra “doblegar la terca cerviz del padre Everardo”. Don Juan de Austria hacia también en ella protesta de desinterés personal en su actuación.

En ese dia 17 y el siguiente, don Juan hizo llegar esas mismas cartas, encabezamiento aparte, a la Diputació de la Generalitat, al Cabildo barcelonés, y al Brazo Militar de Cataluña.




Grabado en el se representa a Gaspar Téllez de Girón, V Duque de Osuna y virrey de Cataluña durante la estancia de don Juan José de Austria en aquel principado de 1668-69. Biblioteca Nacional de España.

La reacción del Consell de Cent en su sesión de 17 de noviembre fue de calma y de cautela. Considerando el problema grave, delegaron su estudio en una Junta de Setzena y en los Consellers, y decidieron ir cornunicando paralelamente sus decisiones al respecto tanto a don Juan como al virrey Duque de Osuna, como representante de la Corona. Siguiendo la propuesta de la Junta de Setzena, con la aprobación de Osuna y, por supuesto, de don Juan, el Consejo de Ciento acordó enviar una prudente misiva a la Reina intercediendo por el bastardo y excluir la más comprometedora posibilidad de mandar un embajador extraordinario a la Corte:
Señora: estando junto el Consejo de Ciento el día 17 del corriente parta tratar negocios de su administración llegó a él un caballero de la camara del señor Don Juan de Austria con una carta suya dirigida a los consejeros y Consejo de Ciento copia de la cua1 se presenta a V.M. y vista por el Consejo, y entendido lo contenido en ella resolvió dar inteligencia de ello al duque de Osuna, Lugarteniente y Capitán General, y deseando esta ciudad siempre lo de mayor servicio a V.M. y el consuelo y alivio del señor Don Juan, bajo de aquellos límites que son permitidos a la fidelidad y rendimiento de tan fieles vasallos, y en consideración de ser hijo del Rey nuestro señor (que goce de gloria), a los servicios hechos a la Monarquía y las muchas honras y mercedes, que por medio de él gobernando esta provincia alcanzó esta ciudad de la Majestad del Señor Rey Felipe IV (de feliz recuerdo). Por lo que, Señora, postrada esta ciudad a los Reales pies de V. M. y con todo el obsequio debido a la Real persona de V.M. atendiendo continuamente al mayor beneficio y aumento de la Real Monarquía suplica a V. M. por medio de esta carta, que por extraordinario se pone en las reales manos de V.M., sea del Real servicio de V.M. aliviar y consolar al Señor Don Juan con aquellas gracias y mercedes, que se pueden prometer de la Real grandeza de V.M. La Divina guarde las Catolicas y Reales personas de V.M. y del Señor Rey Don Carlos como ha menester la cristiandad toda y estos fidelísimos vasallos. Barcelona y noviembre de MDCLXVIII” (12).

Con esta carta, que sali6 de Barcelona el 22 de noviembre, en la que los Consellers conciliaban el apoyo a don Juan de Austria con su fidelidad a la Corona.


Fuentes Principales:

* Castillo Soto, Josefina. Don Juan José de Austria (hijo bastardo de Felipe IV) : su labor política y militar. Universidad Nacional de Educación a Distancia, 1991.

* Ruiz Rodríguez, Ignacio. Don Juan José de Austria en la monarquía hispánica : entre la política, el poder y la intriga. Dykinson, S.L. - Libros, 2008.* Ruiz Rodríguez, Ignacio. Fernando De Valenzuela : Origenes, Ascenso Y Caida De Un Duende De La Corte Del Rey Hechizado. Dykinson, S.L. - Libros, 2008.

* Sánchez Marcos, Fernando: El apoyo de Cataluña a don Juan José de Austria en 1668-60, ¿La hora de la periferia?

* Vermeulen, Anna: A quantos leyeren esta carta… estudio historico-critico de la famosa carta de don Juan José de Austria, fechada en Consuegra, el 21 de octubre de 1668. Leuven University Press, 2003.



(1) Domínguez Ortiz, A. Política y hacienda de Felipe IV, Madrid, 1960, pagina 84.

(2) El 13 de octubre el capitán Pedro Pinilla declaró a la Reina que durante la campaña de Portugal, don Bernardo Patiño, hermano del secretario de don Juan, don Mateo Patiño, le había propuesto la entrada en una conjura contra el padre Everardo, urdida por don Juan. El 14 de octubre, se encarceló a don Bernardo Patiño, que acabó por confesar. Patiño fue acusado, no solo de conspirar contra el padre confesor, sino contra la misma Reina. Se le atribuyó el intento de recluirla en un convento, secuestrar al Rey-niño y entregar la regencia al bastardo.

(3) Don Juan emplea palabras poco respetuosas y muy injuriosas refiriéndose al padre confesor, al que llama por su nombre y no por sus títulos de Inquisidor General, Consejero de Estado, Ministro de la Gobernación o confesor de la Reina.

(4) Maura, G. Vida y reinado de Carlos II, t. I, Madrid.

(5) B.N.M., ms.8348, fol. I.

(6) Se refiere al Conde de Aranda, virrey de Aragón.

(7) B.N.M., ms.8348, fol. I.

(8) Maura, G. Vida y reinado de Carlos II, t. I, Madrid, 19542 pág. 131.

(9) Feliù de la Penya, N. Anales de Cataluña, v. 111, Barcelona, 1709, pág. 352

(10) Dietari Antich Consell Barceloni, XVIII, págs. 90-91.

(11) Según Anna Vermeulen asegura que tal fecha es el 16 de noviembre y no el 17.

(12) A.H.13.; Lletres Closes, 100, f. 60.

6 comentarios:

  1. Pies para que os quiero. El bastardo estaba más seguro evidentemente en Cataluña. Y la acogida fue buena. Al fin y al cabo, si había que huir, Francia estaba cerca.
    Buena entrada.
    Un saludo.

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  2. Sin duda, y es que un papel muy importante jugaràn los reinos periféricos en la llegada al poder de Juan Jose de Austria, tanto Aragon como Cataluna seràn dos importantes pilares de la politica juanista...por otra parte el tema de un posible acercamiento o paso al bando francés seha discutido siempre en la historiografìa pero nunca se ha podido demostrar.

    Un saludo.

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  3. Sabia muy bien el bastardo dónde tenia que acudir. No daba puntada sin hilo. Lo percibo como un personaje frio y calculador.

    Feliz dia, monsieur

    Bisous

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  4. Pues sí. La verdad es que leyendo esto que nos contáis estaba recordando el caso de Antonio Pérez y su fuga a Aragón, de donde era natural, para bandear desde allí, aprovechando los fueros de Zaragoza concretamente, la posible venganza del rey. En el caso de don Juan José no fue necesario huir de la cárcel (aún no estaba en ella) ni disfrazarse de mujer (aunque no recuerdo si en el caso de Antonio Pérez lo hizo para fugarse de Madrid o para llegar sano y salvo a Francia.

    Aún con todo, espero que don Juan José no se comportase de la misma forma que el secretario de estado.

    Por otro lado, las rencillas entre Nithard y don Juan José parecen todo un culebrón. Imagino que España estaría dividida. Bueno, más bien la corte, porque la población se encontraría dispuesta a apoyar al infante. No sé qué consecuencias tendrá su llegada a Cataluña, pero me imagino que nada buenas. Me temo otra rebelión como la que ocurrió en época de Felipe IV.

    Un saludo

    P.D. ¿Qué tal la Exposición del Prado?

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  5. Si la verdad es que la historia tiene mucha similitud con el caso del secretario de Felipe II, pero evindentemente que este no se comportó como Pérez ya que al fin y al cabo don Juan pertenecía a la familia real y sabía lo que era la lealtad a la familia, y por eso aún trataba con un "cierto respeto" a doña Mariana en su calidad de Reina y madre de Rey.

    De todas ya te anticipo que esta vez no hubo revuelta catalana , aunque se puede comprobar como ya entonces, al igual que hoy en día, el conflicto principal de España era el conflicto centro-periferia concretizado en el conflicto Madrid-Barcelona.

    Un saludo.

    PS: por lo que respecta a la exposición del Prado promete bastante por lo que se puede leer aunque hay que esperar al 9 de marzo. Espero que posea la misma calidad que la que tuvo lugar en el Palacio Real sobre los bronces reales.

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  6. Madame, sin duda alguna has dado en el clavo de su personalidad y de sus intenciones,

    Un saludo.

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